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Voto de Antonio Morales:
7
Thriller. Intriga. Drama Dos brillantes jóvenes de clase alta cometen un asesinato sin motivo aparente; pero, aunque creen haber realizado un crimen perfecto, lo cierto es que han dejado pistas que los incriminan... (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos jóvenes de la alta sociedad de Chicago, obsesionados por las teorías de Nietzsche acerca del superhombre, deciden cometer un crimen perfecto, basándose también en la creencia de que ambos poseen una inteligencia superior y fuera de lo común que les permitirá quedar impunes y, de paso, demostrar su superioridad. La historia está basada en un hecho real acaecido en 1924, que inspiró la obra de teatro: “Rope”, llevada al cine por Hitchcock en 1948. Pero el guión del film, basado en el libro de Meyer Lewin y escrito por Richard Murphy, se centra en los hechos escuetos, en lo que podría denominarse la crónica casi documental del suceso.

En primer lugar, intentando describir la psicología de los dos criminales. Judd Steiner (Dean Stockwell) y Artie Strauss (Bradford Dillman). En segundo lugar, mostrando fríamente los hechos correspondientes a la investigación criminal a través de la conducta del fiscal Horn (E.G. Marshall). En tercer lugar por medio del funcionamiento de la maquinaria judicial, retomando a los tres personajes anteriores y añadiendo un cuarto: el abogado defensor Jonathan Wilk (Orson Wells). Y hay también una latente homosexualidad entre los dos jóvenes que el cineasta nos lo presenta de forma solapada.

Fleischer planifica las secuencias centradas en el personaje de Dean Stockwell siguiendo la estrategia de la tensión, es un joven emocionalmente inestable y dependiente de su amigo Artie, a quien admira, cuya inestabilidad es causa de tensiones y desequilibrios que el cineasta maneja con habilidad en la puesta en escena, sirviéndose del cinemascope y una estupenda fotografía. Artie es el líder espiritual de la pareja y quien proclama con más convicción la necesidad de vivir una vida desprovista de emociones humanas: “La maldad es bella”, llega a decir sin rubor. Su frialdad es el eje dramático del film, su violencia interior subyace permanentemente.

La aparición escénica del abogado Jonathan Wilk, que en principio puede molestar por cuanto tiene de servilismo a la endiosada aparición de Welles, introduce en el film otro elemento en el que Fleischer siempre se mostró interesado: la religiosidad, considerada como intervención del destino. Baste con decir que, aparte del discurso contra la pena de muerte (la crueldad no se combate con más crueldad), por parte del abogado, el cineasta pone el acento sobre el providencial hallazgo de una prueba inculpatoria. En el fondo, la reflexión es que hagas lo que hagas no puedes escapar a tu destino. Resulta curioso que estos dos seres abyectos que tanto leyeron a Nietzsche no encontraran esta cita del filósofo alemán: “Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos”, Friedrich Wilhelm Nietzsche, 1844-1900.
Antonio Morales
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