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España España · Málaga
Voto de flecha:
9
Western. Aventuras Los humildes habitantes de un pueblo mexicano, que viven modestamente de la agricultura, se hallan a merced de una despiadada banda de forajidos que constantemente les exigen un pago por sus cosechas. Como ellos no saben defenderse, deciden contratar los servicios de siete pistoleros, siete implacables mercenarios cada uno con una habilidad especial en el manejo de las armas. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2009
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos sólo quieren o alcanzan a ver aquí un remake de “Los siete samuráis” de Kurosawa, pero este western nada más que toma la raíz de su argumento, y Sturges consigue darle una personalidad propia ofreciéndonos otras cosas.
Las motivaciones de los protagonistas son sólo en parte altruistas, pero en el fondo los siete buscan una digna redención a sus vidas, que conseguirán únicamente mediante el ritual válido, efectivo y determinante en el Oeste: la violencia, la dialéctica de la pólvora.
También vemos cómo se toca el tema del racismo que imperó (y ha seguido imperando hasta hace poco relativamente) en todo Estado Unidos. El exterminio del indio americano fue un crimen totalmente planeado y calculado por parte del hombre blanco. Ya lo decía el general Sherman: “Sólo conozco a un indio bueno: el indio muerto”. En esta película asistimos a una escena de gran tensión, al principio, que empieza así:
Viajero: ¿Desde cuándo no dejan aquí enterrar a los indios en el cementerio?
Enterrador: Desde que el pueblo se civilizó.

Todos los personajes están en esta obra admirablemente dibujados: Brynner y Mcqueen son personas errantes, de pasado desconocido, lacónicos, dos hombres de ninguna parte:
Mcqueen: ¿Adónde se dirige usted?
Brynner: Al norte. ¿Y usted?
Mcqueen: A la deriva.

Bronson y Coburn, herméticos y rudos, pretenden e intentan reintegrarse y adaptarse a los nuevos tiempos mediante trabajos honestos (cortador de leña y vaquero) pero ambos están insatisfechos, casi amargados, deseando volver a empuñar un arma, deseando volver a la acción. Vaughn es un antiguo y otrora habilidoso pistolero, ahora embarrado en el mundo del juego, frustrado y atormentado por su cobardía e indecisión: de nuevo otro que necesitará el estallido de violencia para su redención. Brad Dexter es un soñador, deseoso de encontrar una promesa de una mina de oro que se obceca en imaginar una vez termine su trabajo en el poblado mexicano. Buchholz es casi un niño aún, que anhela ansioso poder disparar su revólver para alcanzar una mayoría de edad que en el Oeste nada tiene que ver con una edad determinada y oficial: antes bien, esta mayoría se traduce en el hecho de saber disparar y saber matar.
Eli Wallach ofrece un recital e interioriza su personaje de forma impresionante.
Lo peor, la escena del toreo de la vaca. Es ridícula. Pero, por otra parte, la música es genial, y Sturges se mueve con comodidad y sabe manejar los tempos tanto en los momentos pausados como en las secuencias más agitadas, ofreciéndonos buenas escenas como la del tiroteo final, la despedida de Bronson con los niños o la llegada de Calvera (Wallach).

Magnífica película, una de las grandes y últimas del clasicismo westerniano, que ya veía su ocaso a partir de los sesenta. Por cierto, Kurosawa le dio las gracias y felicitó a J.Sturges con una espada ceremonial japonesa.
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