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España España · Somewhere Far Beyond
Voto de Richy:
6
Ciencia ficción. Comedia. Romance Miles es un arquitecto que está trabajando en un nuevo ladrillo antiterremotos. Para mejorar su trabajo decide adquirir un ordenador, el cual, tras un desafortunado incidente con una botella de champagne, toma conciencia de sí mismo, y se considera un ser vivo. La cosa se complica aun más por la presencia de la vecina de Miles, por cuyo corazón ambos, Miles y su ordenador, pelearán...(FILMAFFINITY)
11 de agosto de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los fructíferos ochenta dieron mucho de sí en lo que respecta a la creatividad de directores noveles que empezaron su andadura por entonces. Steve Barron no se ha hecho un hueco importante dentro del género salvo por un par de títulos más por fama que por calidad: “Tortugas ninja” (1990) y “Los caraconos” (1993), pero su debut con “Sueños eléctricos” fue acertado desde la perspectiva que dan los años.

El filme era de rabiosa actualidad en el año de su estreno, 1984, cuando los ordenadores personales empezaban a entrar en las casas particulares (¡ay!, ese Amstrad de 64K…). Barron quiso hacer una película moderna, actual e incluso algo adelantada a su tiempo respecto al uso de la tecnología y la inteligencia artificial. Aplica en el estilo todos sus conocimientos de realizador de videoclips para Madonna, A-Ha o Michael Jackson, por lo que el filme es muy visual y emplea la música como otro elemento indispensable, además de usarla como catalizador para el argumento.

Tal como reza la frase inicial que resume la película, se trata de una historia de amor cibernética. Un ordenador personal, debido a un accidente casero producido por su dueño (Lenny von Dohlen), alcanza conciencia propia y se enamora de la vecina del piso de al lado (Virginia Madsen), al igual que también lo hace el propio dueño.

En el reparto no hay grandes actuaciones que destacar, si bien podemos disfrutar de una jovencita Virginia Madsen en uno de sus primeros papeles. El protagonista, Lenny von Dohlen, hace un debut correcto sin más, sin que alcanzara gran repercusión cinematográfica posterior.

“Sueños eléctricos” entretiene sin más, dejando una sensación agradable y positiva a pesar de un final poco elaborado. Destaca, como es habitual en las películas de la época, la banda sonora, combinando el buen hacer de Giorgio Moroder con canciones de grupos actuales por entonces como Culture Club y otros, con ese sonido característico que sólo es propio de los ochenta.

Recomendable para volver a disfrutarla los que la llegaron a ver en su momento, y para los que aún añoramos aquella década cada vez más lejana.
Richy
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