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Oslo, 31 de agosto

Drama Anders está a punto de acabar un tratamiento de desintoxicación en un centro rural. Como parte de su terapia, una mañana va a la ciudad a una entrevista de trabajo. Aprovechando el permiso, se queda en la ciudad y se encuentra con gente que hacía mucho tiempo que no veía. Es un hombre inteligente, guapo y de buena familia, pero se siente profundamente perturbado por las oportunidades que ha desaprovechado y por las personas a las que ha ... [+]
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
22 de enero de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Oslo las piscinas al aire libre cierran temporada el 31 de agosto. En esa fecha (para ser exactos, entre el 30 y el 31) es cuando se sitúa nueva película del director noruego Joachim Trier. Es el final del verano. Y es fácil sospechar que una historia que se sitúa en el final del verano no puede acabar bien.

Pero esta es una película noruega rodada por un noruego en Noruega. Así que no esperen estridencias. Ni carcajadas, ni gritos. Ni abrazos de aquellos que te estrujan la caja torácica, ni lágrimas torrenciales.

Pero es Oslo, no Londres. No hay, pues, meñiques levantados mientras se eleva la taza de té, ni cejas arqueadas de forma displicente que esconden la furia.

Aquí, en 'Oslo, 31 de agosto', hay vida. Vidas.

Eso sí, hay quietud. Hay también movimiento plácido. Hay esa pereza formal que huye del chillido.

Hay hojas, árboles, verdor, agua.

Hay niños, mujeres hermosas.

Hay deseos. Anhelos insatisfechos.

Hay frustraciones manifiestas cómodamente abrigadas.

Hay despachos modernos. Ladrillos vistos.

Hay, también, familias rotas.

Hay seres perdidos. Hay yonkies existenciales, nacidos de la incertidumbre de estar vivos (no nacidos del cieno de las calles melladas del capitalismo).

Hay democracia. Tanta, que existe el derecho a autodestruirse.

No hay caspa. Ni pieles cerúleas.

No hay colillas que quemen los dedos.

Hay elegantes fuegos fatuos que nacen en el asfalto limpio.

El sol brilla, sí. Pero no con esa lozanía de la camiseta que trepa por la barriga.
(No hay barrigas).

También hay luz, sí. Pero no pudre. Allí lo podrido es tímido, es discreto.

No hay ropa tendida. Quizá porque la vergüenza necesite del calor para atreverse a salir de paseo.

Y eso a las puertas del otoño. Es de suponer que en pleno invierno aparecerán carámbanos de hielo. Ya saben, esas hermosas figuras frágiles y puntiagudas, como si fueran estiletes con capacidad para atravesarnos sin darnos cuenta.
Como esta película.

Porque en Oslo también hay cine.

Frío, sí. Como caricia de mano helada.

Pero de largos y hermosos dedos.

Vayan a verla. Sentir la escarcha sobre la piel es, al fin y al cabo, una manera más de sentirse vivo.

(Crítica en estamosrodando.com)
Moex
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27 de mayo de 2012
4 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama profundo pero que no transmite demasiada emotividad, con un guión muy poco explicativo que busca la exposición del drama del protagonista a través de su relación con las personas que lo rodean, haciendo que a cuentagotas sepamos a grandes rasgos la historia del personaje, el cual está muy bien interpretado. La trama no tiene mucha evolución pero el hecho de mantener un poco en misterio algunas situaciones y personajes hace que se mantenga el interés, pero puede llagar a aburrir por lo innecesario de algunas escenas y lo poco intenso de otras. El final es contundente pero deja esperando un poco más de dramatismo o de situación explosiva y no se manejan recursos visuales, artísticos o sonoros que hagan la película más interesante. En general no es una historia original y además de la forma de narrarla no hay nada que resulte novedoso, solo otra anécdota más de un tema algo trillado.
mikealeks
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