Vicio propio

El maestro Paul Thomas Anderson ("Magnolia", "Punch Drunk Love", "The master"...) de nuevo da muestras de su inmenso talento en está adaptación de "Inherent Vice", una de las últimas novelas del deslumbrante lunático Thomas Pynchon. Llevar a la pantalla el universo surrealista y caótico del autor más desconcertante y provocativo de la literatura norteamericana contemporánea constituye un reto formidable del que Anderson sale victorioso. La obra es un brillante ejercicio de estilo, soberbia traslación visual del espíritu esperpéntico y paranoico de Pynchon.
Joaquim Phoenix -gran trabajo el suyo- es un detective hippy y porreta en la California del flower power (1970) que trata de resolver un extraño caso de desapariciones y muertes. El argumento es confuso y grotesco a posta; habrá quien diga que es una chorrada de película, vale, si, pero es una chorrada espectacular, una broma infinita que diría el difunto Foster Wallace -discípulo postmoderno de Pynchon-. La fascinación por el absurdo te aturde, el brillante tratamiento cromático te hipnotiza. Una de dos, o te rindes seducido por la original propuesta artística, o abrumado por el embrollo huyes de ella y la denigras (en mi sesión más de veinte personas abandonaron la sala). Para saber a que grupo perteneces tienes que verla. A mi me parece una gran película.
Por cierto, la banda sonora de Jonny Greenwood estupenda, con canciones de Neil Young de la época (Harverst), Sam Cooke...y curiosamente en el reparto otra música y cantante neohippy que nos encanta: Joanna Newsom!

Puro Vicio derrocha poesía, inteligencia y talento... tirándolos impúdicamente por la borda. Los primeros en ser desechados somos sin embargo los propios espectadores. Siendo así las cosas, me preocupa que algunos compañeros reciban los desperdicios con alegría y admiración, y diciendo: "sabemos que es difícil de entender". Efectivamente, yo no lo entiendo. Imagino que unas docenas de porros al día podrían ayudarme al menos a soportar la perplejidad. Pero paso.

Comenzaré por el aspecto técnico, donde resulta simplemente: PERFECTA. Incluso la interpretación de casi todos sus actores, sobresaliendo Joaquin Phoenix, me parece inquietante y avasalladora.

A partir de ahí, encontramos un ejercicio simbólico que intenta acercarnos a esa desmedida aportación de secuencias, con el claro objetivo (a mi entender) de aparentar diferente, logrando que simplemente parezca disparatada.

No existe en este "PURO VICIO" nada ciertamente relevante, sacando como conclusión, que en busca de originalidad, Paul Thomas Anderson, su director, nos arrastra hacia una simpleza que carece de la mínima coherencia narrativa. Pretender ser abstracto, no ha de equipararse necesariamente a calidad.
Maravillosamente iluminada

La película me ha decepcionado muchísimo, básicamente porque esperaba una película con una historia comprensible, y no es así. A ritmo lento y aburrido, marcado por conversaciones largas y densas, se desarrolla una historia ilógica, desfilan multitud de personajes y nombres, a los que Joaquin Phoenix interroga rigurosamente para interrelacionarlos, con escaso éxito. Van y vienen sin ton ni son, lo cual parece que se justifica sencillamente con la excusa de la droga y el mundo piscodélico y delirante en el que se desenvuelve el personaje. Puede que estéticamente tenga su punto, y que tenga sus momentos buenos, o que Joaquin Phoenix con su actuación le suba el nivel, todo ello es posible, pero no justifican 140 minutos de aburrimiento desquiciante.

1970. California. Mugre, maría y una trama supuestamente negra para un personaje que hace piruetas al borde de su propio fracaso, como debe ser en estos tópicos casos.

En principio, todo eso suena muy bien, pero no os engañéis porque, o bien Anderson se hace la picha un lío con el guión, o es que (ya que estamos de colocón) le apetece liar la madeja, consiguiendo con ello que el espectador termine (más pronto que tarde, aunque depende de la voluntad de cada uno) por perder el interés en lo que podría haber sido interesante.

Y entonces ¿qué queda? Pues Joaquin Phoenix tratando de salvarse a sí mismo en medio de este larguísimo ladrillo. Y, a fe mía que, el pobre lo consigue a base de esfuerzos y caladas porque, lo demás, infumable, oiga, que ni gracia tiene.

Así que un par de puntos para Phoenix y nada más. Mejor pasar.