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La caída de la Casa Blanca

Acción. Thriller John Cale (Channing Tatum), un policía del Capitolio, ve rechazada su petición de entrar en el Servicio Secreto para proteger al Presidente de los Estados Unidos (Jamie Foxx). Un día lleva a su hija a hacer un tour por la Casa Blanca, momento en el que un comando paramilitar fuertemente armado asalta el edificio. Con el Gobierno de la nación sumido en el caos, Cale intentará salvar al Presidente, a su hija y al país. (FILMAFFINITY)
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Críticas 109
Críticas ordenadas por utilidad
15 de septiembre de 2013
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al parecer la nostalgia está logrando que el inefable Roland Emmerich encuentre una legión de incondicionales con los que ni siquiera contaba en su época de esplendor en la hierba. No me encuentro entre ellos. Hay quien dice que “La nostalgia es el reproche del olvido, el perfume de las cosas que has querido y ya se han ido”, también que “La nostalgia es un espejo que duplica lo vivido rescatando nuestro tiempo del olvido”. Están bien esos adagios poéticos, pero en mi la nostalgia siempre tiene un carácter corrosivo y rescatar del olvido pestiños como Luna 44 (1990), Soldado Universal (1992), Stargate (1994), Independence Day (1996), Godzilla (1998), El día de mañana (2004), 10.000 (2008) o 2012 (2009), sólo serviría para hacer más visibles las tinieblas de mi alma y espesa la niebla de la mirada. En último extremo, de su filmografía sólo salvo El Patriota (2000), con el gran Mel Gibson, y Anonymous (2011) que ponía el dedo en la llaga de la muy creíble teoría de que no fue Shakespeare quien escribió aquellas imperecederas obras teatrales que le han dado el prestigio y la inmortalidad.

El veterano director alemán, obsesionado con destruir la Casa Blanca en sus artefactos, nos presenta ahora ASALTO AL PODER, relato en el que seguimos al policía del Capitolio John Cale (Channing Tatum) que acaba de ser rechazado por la encargada de hacerle una entrevista, Carol Finnerty (Maggie Gyllenhaal) como aspirante a un trabajo que él considera ideal: pertenecer al Servicio Secreto que protege al Presidente James Sawyer (Jamie Foxx).

Como no quiere decepcionar a su hija de 11 años, lleva a la pequeña a realizar un tour dentro de la Casa Blanca. Durante la visita y mientras la niña se encuentra en el lavabo, un comando de mercenarios liderado por un antiguo Delta Force, Emil Stenz (Jason Clarke), asalta el edificio con la complicidad del jefe del Servicio Secreto Martin Walker (James Woods). A contrarreloj y con el gobierno de la nación inmerso en el caos, Cale está dispuesto a salvar al Presidente, a su hija y a la nación.

Tras el estreno este mismo año de Objetivo: La Casa Blanca (Antoine Fuqua, 2013), no sé si el aficionado a este tipo de estruendosos blockbusters se habrá quedado con muchas ganas de ver otra película que comparte la misma premisa y los mismos escenarios. Es más, dentro de unos meses y como ninguna de las dos recrea nada reseñable, lo más probable es que yo mismo las confunda. Emmerich, a diferencia de otro cineasta destroyer como Michael Bay, que me ha sorprendido gratamente con la ácida y estimable Dolor y dinero (2013), sigue haciendo méritos para ser investido cum laude en artilugios destructivos saturados de explosiones, pirotecnia y expeditivos tiroteos, todo aliñado con artificiosos efectos especiales.

ASALTO AL PODER, que nos sirve el mismo menú repetido hasta el empacho, no existe para reinventar un género tan maltratado como la action movie, tampoco como un ejercicio mimético aunque burlón de la citada película de Fuqua, ni siquiera para hacer caja porque este tipo de productos resultan carísimos y se publicitan con tráilers e imágenes que lo cuentan todo, la única razón de su existencia es que Emmerich está empeñado en demostrar –con sus propios ejemplos- que la imaginación y la creatividad en Hollywood es un bien tan escaso como olvidado.

Este cronista no se podía creer lo que estaba viendo: una especie de Jungla de Cristal en la Casa Blanca que surca de manera obscena el territorio quemado ya por la película de Antoine Fuqua hasta tal punto que a uno le parecía estar viviendo el Día de la Marmota. Nos encontramos con las dos películas más similares que he visto en vida sin que una sea, al menos declaradamente, un remake de la otra. Mi cabreo fue tal que tuve la tentación de hacer una crítica remitiendo a mis lectores a la crónica que realicé a mediados de mayo de Objetivo: La Casa Blanca.

150 millones de dólares invertidos en un armatoste que nos presenta a unos personajes planísimos: pasen y vean a esa burda caricatura de un Obama chistoso perfilado como héroe de acción y con el rostro de Django desencadenado, a un Channing Tatum dibujando el retrato estereotipado del héroe y su insufrible carga existencial (conflictos familiares, soledad, sueños rotos). Partiendo de un horroroso libreto de James Vanderbilt, nos adentramos en una Casa Blanca -eso sí- espléndidamente recreada, para asistir de nuevo a su toma por parte de unos terroristas con la ayuda de traiciones internas… Y entones el caos, la destrucción, el infierno en forma de lluvia de cascotes.

Y sí, mis mandíbulas no daban más juego cuando los helicópteros Black Hawks hacen acto de presencia y se adueñan de la acción. Giros narrativos inverosímiles, patriotismo sulfúreo e incandescente (esa niña corriendo entre explosiones con la bandera presidencial), previsibles escaramuzas y un Channing Tatum con su sucia camiseta de tirantes como guiño grosero al inolvidable John McClane de La Jungla. Lo peor de todo: la cara de tonto de un espectador que desea ser invisible cuando constata que le han vendido otra vez la misma burra vieja llena de forúnculos.

http://conexiontravisbickle.blogspot.com.es/
PeterLeTour
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22 de septiembre de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que no sorprenderá a nadie que diga que este film es una mezcla de Die hard" y "Air Force One" que parece haber sido escrita por un computador: el sentido del humor es casi inexistente, la historia duele por previsible, los personajes son semovientes con funcionalidades más que personajes (véase por ejemplo el uso de una niña de 11 años que se hace en pos de la trama) y todo peca de barroco, enrevesado (no complejo) y medidamente extremo. Un poco como "Into darkness", pero sin klingons.

Y claro, entre set piece y set pice, entre submeta y submeta, entre giro de la trama y giro de la trama, se sucede un espectáculo frío, dolorosamente calculado, mecanicista. Una enorme partida de ajedrez narrativa carente de la más mínima chispa de inspiración o un desarrollo orgánico. Vamos, que el film parece más el trabajo de un tipo que ha secuenciado una cadena que ADN que de un guionista.

En cuanto al trabajo de Emmerich - aseado, mecánico, frío y calculado. Coordinación de equipos, visto bueno a elementos digitales varios y poco más.

En resumen: un film escasamente disfrutable creado como un mero producto a todos los niveles, Piezas encajando de modos predeterminados cuya ordenación ha sido prefijada mil veces antes. Una suerte de Ikeamovie.

No es lo peor que he visto este año, pero resulta muy representativo de cómo se las está gastando el calculista Hollywood del XXI.
metabaron
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8 de septiembre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Hollywood hay algo peor que su afán por exprimir lo que dio frutos, ya sea a través de remakes, secuelas, reboots o adaptaciones de series famosas en otras épocas; y es cuando dos estudios se empeñan en estrenar el mismo año dos películas con argumentos iguales. Ya ocurrió en 1998 con “Armageddon” y “Deep impact” y también el año pasado con el cuento de “Blancanieves” (en este caso, incluso hubo versión española). Y lo que acaba pasando es que el espectador las confunde, mezcla o simplemente evita una de ellas, creyendo ya haberla visto.

Y esto es lo que ocurre con “Asalto al poder” que comparte idea con la película de Gerard Butler y Antoine Fuqua estrenada el pasado mayo, “Objetivo: La Casa Blanca”. Es decir, qué ocurriría si se atacase el lugar más seguro y protegido del mundo: La Casa Blanca. Ambas películas demuestran que es más fácil de lo que parecía, puesto que el Servicio Secreto al que tanto quiere pertenecer John Cale (Channing Tatum), para impresionar a su hija (Lisa Simpson en carne y hueso), es derrotado en un fugaz ataque que pone en peligro al Presidente de los EE.UU (Jamie Foxx), que deberá confiar en el hombre declarado no apto para protegerle.

De esta forma, Tatum se erige como el héroe imbatible, la figura creada por John McClane de que un hombre suficientemente motivado puede con todo un ejército de anormales terroristas se repite en esta cinta, salpicada por ideas e iconos tomados de otros éxitos como “Independe Day” (del mismo director, y homenajeada en esta película) o la mismísima “Air Force One”, con un presidente que no va a esconderse, sino que es tan luchador como el encarnado por Harrison Ford, pero llevado unas ‘Air Jordan’. Pero si aquí hay un héroe, ése es el guionista, James Vanderbilt (“The amazing Spiderman 2”), que le vendió a Sony Pictures por 3 millones de dólares un guión que debió escribir en una servilleta mientras esperaba un taxi.

Y el elegido para firmar este despropósito no podía ser otro que el director alemán Roland Emmerich, el cual posee un título con matrícula de honor en explosiones y destrucciones gratuitas. Y como no podía ser menos, aquí hace gala de ello, regalando explosiones por doquier, que son innecesarias por muy bien filmadas que estén.

Mención aparte debe tener la motivación de los personajes, que van desde el bueno buenísimo que sólo intenta que su hija le haga caso (y se perdió su función, ¿de qué me suena eso? ¡Ah, sí! De otras cien películas americanas…), pasando por el presidente negro estereotipado (aunque tiene el mejor chiste de la película, muy ofensivo, pero el mejor) y llegando al villano egoísta que sólo vela por su venganza e interés, dándole igual que mueran miles de millones de personas.

A pesar de todo esto, y aún teniendo un protagonista que no da la talla, la película se presta a la autoparodia y a la acción desmadrada, encallando sólo en una duración excesiva y totalmente innecesaria que torpedea en exceso un producto que podía haber tenido mejor aspecto final.

En resumen, salvando sus múltiples errores, deficiencias y despropósitos, la cinta es un buen producto de acción, estando entretenida en la mayoría de su tramo. Son sus secundarios (Maggie Gyllenhaal, Richard Jenkins y un gran James Woods) los que consiguen mantener la atención del espectador, proporcionando los mejores diálogos, puesto que las mejores escenas son las de acción.

Lo mejor: Las escenas de acción, pero no son apoyadas por el resto de factores necesarios como para dignificar el resultado final.

Lo peor: Su excesiva duración y su primera y última escena, donde el Presidente quiere hacer “eso”. Totalmente innecesarias, no aportando nada interesante a la historia y alargando el metraje.

Síguenos en Twitter: @cineralia y @EduQuintana16
Edu16k
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17 de septiembre de 2013
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un alarde de originalidad voy empezar esta crítica como ya lo han hecho otros 254 usuarios: refiriéndome a la “feliz casualidad” que ha llevado a los portentos intelectuales que dirigen Hollywood a estrenar con tres meses de diferencia dos películas con un argumento completamente clónico: “Objetivo: la Casa Blanca” y “Asalto al poder”.

En efecto, las similitudes entre ambos productos no dejan mucho al debate: las dos son copias desvergonzadas de Die Hard (con su correspondiente John McClane de baratillo) que narran una incursión terrorista en la Casa Blanca, ambos títulos se masturban compulsivamente sobre la bandera americana, ambas (como de costumbre) pisotean el más elemental sentido común y compiten por mostrar la fantasmada más pasada de vueltas y ambas tratan de disimular sus boquetes argumentales a base de una pirotecnia digital que, esta vez, no resulta tan satisfactoria como debiera. Y sin embargo, y a mi entender, “Asalto al Poder” es infinitamente más fumable y coherente que su competidora. ¿La razón? Emmerich, al menos, tiene la decencia intelectual de no tomarse en serio a sí mismo y ahorrarse las moralinas.

En efecto, una idiotez puede resultar tolerable y hasta entretenida siempre que el que la realiza sea consciente de lo que tiene entre manos. Lo que resulta completamente ofensivo es que el responsable de la gilipollez en cuestión se crezca y pretenda ponerse en plan trascendente. Pues bien, pocas películas tan vomitivas he visto últimamente a este respecto como “Objetivo: la Casa Blanca”, que entre explosión y ejecución a sangre fría de algún prisionero desarmado, nos colaba con absoluta desvergüenza su dosis de propaganda de regusto fascista sobre la superioridad moral de los yanquis sobre el resto de torpes criaturas que nos arrastramos por “aquí fuera” y defendía la injerencia militar norteamericana en todos los pudrideros del planeta bajo el lema “Nosotros o el caos”.

Lo que Emmerich (que no en vano es alemán) parece querer vendernos es, en cambio, mucho más ligero en la forma y lúcido y coherente con la actual decadencia de EEUU en el fondo. Para empezar, y no es un detalle menor, los terroristas no son esta vez peligrosos norcoreanos ni fanáticos árabes, sino elementos del famoso “complejo militar-industrial”: todo una declaración política sobre quiénes son los verdaderos enemigos del pueblo americano. En efecto, los EEUU que nos pinta Emmerich es un país moralmente agotado y cada vez más consciente de sus limitaciones y arrogancia pasada, que trata de recular y asumir con humor que los tiempos en los imponía su voluntad sobre el mundo se están acabando. Y sí; por supuesto, en la película no faltan escenas de patriotismo desbordado -como la escena final con la repelente niña hija de protagonista ondeando la banderita de los huevos en el jardín de la Casa Blanca-, pero, a diferencia de su competidora, todo tiene un punto deliberadamente irónico y exagerado que rezuma inteligencia y complicidad: algo que, sin duda, dignifica la película.

En efecto, la película de Emmerich, sin ser ninguna maravilla, y a pesar de su acumulación de topicazos de la peor calaña, es un estupendo producto palomitero que resulta satisfactorio a muchos niveles. Como producto de entretenimiento – y no se le puede pedir más- cumple sobradamente gracias a unas actuaciones solventes (en especial del incombustible James Woods) y un guion que, pese a tener la enorme virtud de no tomarse jamás a sí mismo en serio, resulta moderadamente astuto y esconde un par de sorpresas amén de una carga política más profunda de lo que parece a primera vista.

Recomendable. Le pongo un siete voluntarioso.
Jinete nocturno
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3 de septiembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pasaría si el líder del mundo libre estuviese en peligro? ¿Y si fuese la pieza clave de un plan que pretende provocar la tercera Guerra Mundial? Todos conocemos la supuesta existencia de ese “botón rojo” en el despacho oval del presidente estadounidense que podría desatar el infierno en la tierra, en este caso, ‘Asalto al poder’ se apropia de ese temor hacia un mito y construye a su alrededor una película contradictoriamente mediante la destrucción de multitud de monumentos y edificios simbólicos de la democracia más longeva del mundo.

‘Asalto al poder’ es un buen thriller de acción palomitero que presenta una hipótesis catastrofista, la química entre su dúo protagonista y el saber hacer de los actores secundarios como argumentación principal ante el jurado que representa el público. Por su parte, el fiscal defensor podría alegar que es patriótica hasta el hastío y tiene momentos que pueden ser tomados con buen humor o como una prepotencia heredera de la exacerbada vigilancia de su propio ombligo que tiene todo aquello manufacturado en EEUU (véase la escena de Foxx calzándose unas Jordan para afrontar el resto de la película).

Así, desde el primer minuto somos testigos de excepción de todos los protocolos de seguridad llevados a cabo en “uno de los edificios más inexpugnables de la Tierra”. Cierto es, que la línea que separa realidad y ficción se torna difusa y el espectador debe dejar de preguntarse hasta que punto puede ser verdad o no lo que esté viendo y simplemente disfrutar de 130 minutos de entretenimiento, peleas, disparos y explosiones que llevan al ritmo del film en volandas.

De esta manera, el oscarizado Jamie Foxx y uno de los actores del momento, Channing Tatum, se encuentran además acompañados por unos secundarios de lujo con James Woods (‘Érase una vez en América’) y Richard Jenkins (‘The visitor’) a la vanguardia.

Por otro lado, hasta Sandro Rey podría adivinar que si había un director que debía dirigir esta película ese es Roland Emmerich, realizador de otros metrajes como ‘El día de mañana’, ‘Godzilla’ e ‘Independence Day’ (a la que cita de forma cómica). En definitiva, una eminencia con un doctorado en cataclismos globales y con los efectos especiales escalofriantemente efectivos como su sello personal.

No obstante, ‘Asalto al poder’ es una oda con la que se pretende vanagloriar la figura del presidente Barack Obama (que curiosamente aparece con otro nombre) y al patriotismo (otro tema tratado por Emmerich en un film anterior, ‘El patriota’). En conclusión, la íntegra obra teatral está prevista para que en todos los actos quede la bandera norteamericana hondeando por encima del resto ocultando la carga ideológica en un envoltorio que promueve el esparcimiento del espectador.
AriasGSergio
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