La jauría humana

Excelente recomendación de FA. Absorbe desde el principio y engancha gracias a los muchos elementos atractivos que ofrece. Los actores están impecables, con un Brando superior que personifica a un sheriff que cualquiera quisiera ser en realidad. La trama deja en suspense un final de resolución ciertamente lógica que no hace más que incidir en la esencia de la película. La violencia está llevada a una expresión sorprendente teniendo en cuenta que hablamos del año 1966. Siempre habrá violencia, hoy día hasta en la sopa, pero su formalismo aquí es claustrofóbico, apabullante y repugnante... una estética inmejorable.

Alcohol, fuego, adulterio, sangre, racismo, nocturnidad; ¿quién se atreve a mezclarlo de forma correcta? Miren aquí para saberlo. Absolutamente recomendable para quien no la haya visto.

Famosa película, en cierta manera icono de los 60, que ha envejecido mal. Capta el clima nihilista y violento de un pequeño pueblo del sur de EEUU, pero en ningún momento explica las motivaciones de los personajes, por qué se comportan de la forma en que lo hacen. Por ello, tras el aturdimiento del efectismo inicial, el espectador se desapega, le importa poco lo que les ocurra a los personajes.

¿Por qué tienen miedo al personaje de Redford? ¿por qué las parejas se engañan en la peli? ¿por qué ese afán de matar a un pobre tipo huido de la carcel? ¿era o no un pobre tipo? ¿por qué el Sheriff tan pronto es un mandado del capitalista como un hombre con principios y carácter? En este film pasa todo eso y más pero no profundizan en las causas y motivaciones de los personajes, resulta caótico y la historia termina por no cuadrar.

El tiempo no ha pasado en vano para "La jauría humana"(The Chase) la interesante opera social sobre la violencia y el caciquismo en Texas durante los años sesenta. EL filme,con un acerado guión de la dramaturga Lillian Helman, es una obra desigual en la que el director trata de analizar el racismo, la corrupción, la violencia, el choque genracional, la locura colectiva pero acaba resultando algo confusa, como una excelente novela a la que se le han arrancado algunas páginas. A esto no es ajeno el hecho de que los productores de Hollywood (tal y como confesó el propio Penn) cortaron algunas secuenicas, en particular entre las atribuidas a Marlon Brando (en uno de sus útlimos grandes papeles para el cine). El filme es hoy el retrato de una época y una sólida crítica a las corrupciones de una sociedad armada y basada en el dinero. Los jóvenes Jane Fonda, Robert Redford y James Fox han estado mejor en otras ocasiones. Los secundarios en cambio se llevan el peso de un filme coral y desbordado.

Dice el escritor Antonio Iñiguez Escobar en su excelente libro "La ambición de Norman Roy", que el filósofo Thomas Hobbes andaba muy desencaminado y que pecaba de ingenuidad con aquello de " El hombre es un lobo para el hombre". Pobre lobo -venía a decir Iñiguez- y corregía con atino el aforismo del novelista de origen germano, estableciendo él una comparación mucho más acertada y cruenta: "El hombre es un hombre para el hombre".
"La jauría humana", peliculón de Arthur Penn, y liderada de principio a fin por la soberbia interpretación de Brando como el sheriff Calder es -a pesar de ser una película extrema (por lo tanto con trampa)- uno de los grandes tratados visuales sobre el deterioro, la podredumbre y la más nauseabunda bajeza a las que puede llegar el ser humano. Difícil es hablar de una indagación sobre la psique humana pues los instintos de los tipejos descritos son meramente superficiales, de bestias inmundas, de encefalogramas planos.
Quizás sea una de las películas más duras de la historia del cine. El hombre reducido a mínimos, convertido en la NADA; la maldad por diversión, por aburrimiento, por hastío, por náusea de uno mismo. Pero... hay lugar para la esperanza. Lo sé, porque cuando Calder cae de la mesa y se estrella contra el suelo, he sentido su dolor y su impotencia. Pero también las mismas ganas de levantarme que tiene él. Calder y su esposa. Todo un HOMBRE y toda una MUJER. Si no miran atrás donde yace la ciudad-bazofia, no quedarán transformados en estatuas de piedra. Ellos sí quieren avanzar.

Esta es una crítica común a dos películas que serán siempre un 10 en mis valoraciones, y sobre las que ya se ha dicho casi todo. Por eso que me referiré solo a su "tempo". A un "tempo" común del que gozan las dos y por el que siempre me han parecido obras maestras unidas en una estructura formal enorme y majestuosa. Épica y genial.

Ambas obras se aceleran poco a poco, al ritmo insostenible de un metrónomo trucado por Penn y Lumet, como un "Bolero de Ravel" obsesivo, doliente, rabioso y claustrofóbico. Según corren los minutos, el montaje logra acelerar tu nervioso corazón de espectador. Te vas sintiendo cada vez más indignado por las situaciones y los diálogos. Te vas sintiendo inquieto, ansioso, impotente... Todo en un "in crescendo" tan deliberado como incómodo. Más carcelario que envolvente. Ambas muestran una raza de hombres idiotas, hipócritas, enfermos... entre los que la cordura, la integridad y el honor sólo la encarnan unos pocos... Muy pocos. Y estos son cercados y perseguidos por la mayoría, porque son los realmente peligrosos para la sociedad herida de muerte que los necesita y los teme a la vez. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. No es nuevo, pero Penn y Lumet te lo marcan a fuego en la piel. Y eso duele. Duele una barbaridad. No creo posible ver las dos películas seguidas de un tirón. El improbable programa doble debería avisar de la posibilidad real de ser perjudicial para la salud de toda persona de bien. De todo ser sensible y bien nacido.

"Acabo de encerrar a un hombre que no ha hecho nada, solo para que no lo linchen. No me gusta este trabajo. No quiero que mis hijos crezcan en una sociedad como esta..." dice el sheriff Calder. Grandes guiones, grandes diálogos. Grandes y sencillísimas producciones, sin un ápice de efectismos. Grandísimas interpretaciones y unos pulsos en la dirección dignos de los mejores cirujanos del celuloide.

Atribuyen a Einstein aquello de que solo hay dos aspectos que definen lo infinito: el universo y la estupidez humana. Ambas películas son el corolario perfecto.

Y cuando ya no puedes más. Cuando la rabia y la impotencia te han llenado los ojos de lágrimas, más ácidas que amargas... Entonces, ambas películas acaban de golpe. Sin un respiro redentor. Sin una concesión a la esperanza. Con la contundencia salvaje de que somos lo que somos y esta sociedad la hemos montado nosotros solitos. Que nadie escurra el bulto. Que si el conjunto es así, cada uno de sus miembros haríamos bien en hacérnoslo mirar.