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Pistoleros al atardecer

Western. Aventuras Dos viejos amigos se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar la valiosa mercancía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2007
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de los 60 aportó al género algunos de los westerns más importantes como este "Duelo" o "El Hombre que mató a Liberty Valance" (1963), pero paradójicamente, la llegada de estos westerns, lejos de anunciar una nueva época dorada, supusieron el final del género desde un punto de vista clasicista, tanto es así, que los grandes westerns que el propio Peckinpah realizó años más tardes como "Grupo Salvaje" o "La Balada de Cable Hogue", seguiran caminos narrativos, estéticos y argumentales diferentes.
Dentro de este canto de cisne, cronológicamente lógico, del western clásico, "Duelo en la Alta Sierra" es un trabajo antológico desde todos los puntos de vista: interpretativo, con un Radolph Scott absolutamente impresionante y un gran McCrea, sin que el trabajo de la Hartley y de Edgar Buchanan les desmerezcan. Argumental, lejos de los argumentos metafóricos ni de las parabolas de otros trabajos del género, el "Duelo",no es ni más ni menos que aquello que con su verdad desnuda nos ofrece, un oeste cuya época mítica y dorada quedó en el recuerdo, sentimientos y personajes nobles con un conflicto moral denso y profundamente elaborado. Dirección extraordinaria con una gran cantidad de recursos fílmicos sin que, y eso es tal vez lo más importante, se abuse de ninguno de ellos (hay dos o tres elipsis formidables), conformando una unidad narrativa excelente. La Música pone así mismo unos subrayados magníficos que augurarán a los grandes trabajos de los años 60 aunque la instrumentación básicamente se mantiene en los parámetros de los westerns de los 40 y 50, la utilización de recursos más amplios harmónica y melódicamente es un hecho. También me gustaría destacar la precisión de lo diálogos en donde nada sobra y poseen una miga muy especial sin caer en lo redundante y/o superficial.
Considerar a esta como la mejor película de Sam Peckinpah sería un poco discutible pues como bien he dicho, sus trabajos posteriores están guiados por planteamientos muy diferentes pero no tengo ningún problema en reconocer a esta película como un trabajo de visión imprescindible. El final es uno de los grandes momentos del séptimo arte, poesía pura.
Obra Maestra.
polelo
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15 de abril de 2008
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Duelo en la alta sierra” es de esas películas que he tenido que madurar poco a poco en mi cabeza. Quizá aún no la haya fagocitado todo lo que debiera y necesito de un segundo visionado para poder llegar a captar todo lo que me está diciendo Peckinpah.

Es el fin de nuestros mejores días, puede ser, el mensaje que no quiere dejar de leernos este director. A Peckinpah se le tacha de violento, pero es el director de western más filosófico de los que yo conozco. Y tal vez por ello siempre sus películas maduran dentro de mí, poco a poco, hasta que pasado un tiempo me doy cuenta de la magnitud de su cine.

Oportunidades que llegan, oportunidades que se fueron.

Un tiempo pasado que siempre fue mejor y dos vaqueros gastados por la vida se reencuentran para ir a por oro. Pero cada uno tiene sus propias ideas de lo que hacer con el oro. Se pudo dar un papel trascendental a como Mariette Hartley pasa de unas manos a otras en la alta sierra. Yo al menos, lo esperaba. Esperaba una carnicería, un encierro, un secuestro lleno de sangre sobre la nieve blanca. Y me quedé con las ganas, con la sensación que se había perdido una gran oportunidad: una comunidad enloquecida, marginada en las alturas contra tres vaqueros oxidados. ¡Ufff!

En la bajada de la montaña la pólvora comienza a oler, pero quizá sea demasiado tarde. Aún así, Peckinpah se guarda un gran final. Un final made in Sam P.
Chagolate con churros
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15 de enero de 2018
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre supone un placer revisitar esta obra maestra de Peckinpah. Film inmortal, western legendario, sublime, mágico, que bebe directamente de los filmes de Ford y rezuma clasicismo, homenaje y amor a un género que estaba desapareciendo tal como había sido concebido.

Y para ello se relata una historia crepuscular, de un Far West que desaparece, como sus protagonistas, una historia de amistad, reconciliación y segundas oportunidades, apoyada en dos inmensos actores como Joel McCrea y Randolph Scott, supervivientes de un tipo de cine que estaba desapareciendo. Peckinpah, un renovador del género en el que dejó una impronta reconocible, no pretendía épatar, sino integrarse entre los grandes westerns como un epílogo imprescindible del género, ofreciéndonos un bello y delicado filme, cargado de emociones.

Está lleno de escenas memorables, como el enfrentamiento final, en la que dos colosos como McCrea y Scott se engrandecen con una toma ligeramente baja, la carga a galope de Scott y, entre todas ellas, ese final en la que uno de los protagonistas cae fuera de plano. Y se apoya en unos diálogos magníficos entre los dos amigos, que no dejan de recordarme a los de "Sin Perdón" de Eastwood o los de "Hasta que llegó su hora" de Leone, otros filmes que homenajeaban a una raza de hombres del oeste que desaparecían. También brilla sobremanera una Mariette Hartley, de una belleza singular y fascinante.

Gran filme. Uno de los grandes westerns del cine.
Quinto Sertorio
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5 de octubre de 2007
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las montañas de Norteamérica se desarrolla esta magnífica película. Con una dirección de gran altura de Sam Peckinpah en la que demuestra toda su destreza para dirigir Westerns, grandes actuaciones de Randolph Scott y Joel McCrea, demostrando su compromiso con sus personajes y dando una imagen de hombres duros y de profunda sabiduría a través de una vida de duras enseñanzas. Un guión sobre la vida y la muerte, la amistad, el matrimonio, la religión y muy profundo en sus diálogos. Noventa y cuatro minutos de un cine brillante que cabalga en un atardecer por altas cumbres.

-Fragmentos en el spoiler-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan_Diego_GP
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28 de noviembre de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es unas de las películas más sinceras y conseguidas de Sam Peckinpah. Sus mejores puntos de inflexión, menos numerosos quizás pero más evidentes con el paso de los años, son el ocaso de los héroes del western, representados aquí por Joel McCrea (57 años) y Randolph Scott (64 años), una vaga noción de lo que es vivir con dignidad en un ambiente corrompido, una ácida mirada sobre la degradación del oeste americano y, muy especialmente, la magnífica utilización del formato (Cinemascope y Metrocolor) y el paisaje como elemento dramático. Podemos comenzar a valorar lo que será el estilo del cineasta, siempre basado en la amistad, la cual forma parte de su universo, a pesar de las penurias y dificultades.

“Duelo en la alta sierra” es un film tan sentido y tan asumido personalmente por el cineasta, que todo, bueno y malo, consigue combinarse para la creación de una atmósfera nostálgica y sofocante marcada por el desequilibrio: evocadora por la añoranza del tiempo pasado; sofocante por la vibrante violencia del tiempo presente. Por eso, esta segunda obra de Peckinpah, se recuerda, sobre todo, por detalles, momentos y colores: por la ropa interior de los dos viejos amigos (blanca para el ingenuo McCrea, roja para el titubeante Scott), por las hojas amarillentas de los árboles, por las hermosas panorámicas verticales que subrayan la monotonía del viaje, por la falta de convicción que arrastra consigo Scott; por la obstinación de McCrea; por la impulsiva cabalgada de Scott para ayudar a su amigo ante el peligro.

Las miradas de Scott y McCrea revelan un pasado compartido; el contrapicado sobre ambos caminando, decididos, para enfrentarse al destino. Es como un pasado recuperado durante unos segundos a través de la mirada… Peckinpah, también es original mostrándonos al cowboy que galopa sobre un camello, la boda en una casa de mala reputación, la cena en el rancho del viejo puritano, acreditan la imaginación y el sentido del humor del cineasta. Pero no es esa la única virtud de Peckinpah. Al lado de su fértil sensibilidad para lo pintoresco, destaca su rigor lógico, palpable en la fuerza centrífuga de cada secuencia, en la construcción del film y su visión metafísica de las potencias intelectuales y pasionales del hombre.

Desde otro punto de vista, muchos aspectos concretos de este film crepuscular, nos recuerdan otras obras y otros autores, el juez borracho nos recuerda a personajes de John Ford; el humor de Raoul Walsh parece haber inspirado ciertas secuencias. El enaltecimiento de la profesionalidad y de unión entre compañeros para llevar a cabo una empresa es un tema grato a Howard Hawks. Asimismo el personaje del joven Heck (Ron Starr), tiene considerables puntos de contacto con el joven Ricky Nelson de “Rio Bravo”. “Duelo en la alta sierra” esconde en el fondo un lamento nostálgico por los “viejos tiempos”, por una parte los dos protagonistas, y por la otra el propio Sam Peckinpah, cuyo abuelo había trabajado en una explotación minera muy parecida a la de la excelente película.
Antonio Morales
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