Oscuros sueños de agosto
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Drama
Isabel regresa a España después de varios años para curarse de una neurosis. Su hija Ana, a la que no ha visto en mucho tiempo, decide acompañarla en el hospital. Allí, conoce a alguien... (FILMAFFINITY)
3 de octubre de 2023
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Es difícil juzgar hoy esta película.
De un lado, es evidente su calidad formal, digamos su finura. Nada chirría en ella, ni un trazo grueso, ni una concesión al efectismo. Pero hay algo extraño e indefinido en los personajes y en la historia toda.
La acción transcurre en un mes de agosto en un pueblo cercano a Madrid y entre un grupo de gente de clase media-alta. La ambientación está bien conseguida, pero la historia no termina de cuajar. Se diría que director y guionistas (un tal Víctor Erice, entre ellos) tratan de huir del naturalismo, del realismo, de la explicitud. Todo está contado a medias, aunque al final queda patente que es sólo el drama íntimo (o la tragedia) de dos seres, una mujer madura (Viveca Lindfors) y un joven (Julián Mateos), psíquicamente dañados por errores de su vida pasada.
Es una película sobre la tristeza. Una tristeza que nada tiene que ver con la situación social ni política. Tal vez la tristeza de ser burgués y cometer los pecados burgueses. Y me llama la atención que esto sea así en una España que, por muy oprimida que estuviera entonces por el régimen, estaba viviendo los momentos esplendorosos del mayor despegue económico de su historia moderna.
De un lado, es evidente su calidad formal, digamos su finura. Nada chirría en ella, ni un trazo grueso, ni una concesión al efectismo. Pero hay algo extraño e indefinido en los personajes y en la historia toda.
La acción transcurre en un mes de agosto en un pueblo cercano a Madrid y entre un grupo de gente de clase media-alta. La ambientación está bien conseguida, pero la historia no termina de cuajar. Se diría que director y guionistas (un tal Víctor Erice, entre ellos) tratan de huir del naturalismo, del realismo, de la explicitud. Todo está contado a medias, aunque al final queda patente que es sólo el drama íntimo (o la tragedia) de dos seres, una mujer madura (Viveca Lindfors) y un joven (Julián Mateos), psíquicamente dañados por errores de su vida pasada.
Es una película sobre la tristeza. Una tristeza que nada tiene que ver con la situación social ni política. Tal vez la tristeza de ser burgués y cometer los pecados burgueses. Y me llama la atención que esto sea así en una España que, por muy oprimida que estuviera entonces por el régimen, estaba viviendo los momentos esplendorosos del mayor despegue económico de su historia moderna.
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