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Verano 1993

Drama Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida. (FILMAFFINITY)

Seleccionada por España para los Oscar 2018.
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Críticas 145
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2017
71 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un colchón que entra en casa desde un segundo plano.

Unos extraños que se compadecen de ti al verte en la carnicería.

Unos abuelos que vislumbras a lo lejos cómo están viniendo a verte.

Una figura materna que a veces protege más a tu hermana que a ti.

Una sensación de aislamiento provocada por un campo ahogado en sonidos.


‘Estiu 1993’ recoge un buen puñado de momentos para retratar sencillamente una mirada. La de una niña que no acaba de entender qué ha pasado para que se produzcan tantos cambios a su alrededor. Pese a las buenas intenciones de todos por seguir adelante (y el tono cómico que aporta vivir con esas niñas), hay un cisma en el ambiente que fagocita todo. Y el espectador lo puede respirar en cada plano.

Un tipo de cine que se lee desde las emociones y lo que ellas evocan pero que, no obstante, sabe esquivar los sentimentalismos.

Sin lugar a dudas, una de las grandes películas de la cosecha malagueña de este año.
Joan Gilabert
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2 de julio de 2017
74 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, las loables intenciones son mejores que la recompensa obtenida. La ambición de pergeñar una obra honda y perdurable sobre el irascible dolor de una niña que acaba de perder a su madre y es acogida por sus calmosos tíos en una masía recóndita en mitad del campo – por tanto, alejada de la Barcelona donde había vivido hasta entonces con sus mimosos abuelos – es digna de elogio y atención. Pero resulta demasiado previsible, monocorde y morosa como para enganchar del todo al predispuesto espectador, que deambula entre el aburrimiento y la complicidad sin decidirse por qué decantarse. Quizás se deba a la nula simpatía que genera la nena protagonista, que produce un notable rechazo y deviene tan insoportable como exasperante y – aunque sea algo intencionado – me parece un error que empaña de principio a fin todo su metraje.

Es una película que se centra en los detalles, tanto en lo que no se menciona de forma expresa y queda soterrado, acechando como una losa o una condena, como en momentos llenos de perspicacia y una capacidad de observación que desbordan cualquier formulación verbal. Rebosa ternura y afecto hacia sus personajes, pero se toma demasiado tiempo para cada escena y la acción no avanza sino a trompicones y ráfagas, con unos desfallecimientos y arritmias que ponen a prueba la paciencia. Esa endeblez formal agota y pese a que se puedan paladear sus innegables virtudes y aciertos, no acaban de borrar la sensación de pesadez que desbarata toda armonía.

Otro error, quizás el principal, es el deslavazado guión que se propone mucho pero no remata casi nada. Sugiere más que enuncia – lo cual podría ser una mérito – pero se queda en el esbozo de lo que pudo haber sido pero no llega a ser por un excesivo ensimismamiento que impide el normal fluir de los acontecimientos. Hay mucha verdad psicológica en lo que se cuenta y en cómo lo cuenta, pero los personajes adultos – que debieran sentirse desbordados por los acontecimientos – parecen siempre en control de la situación y muestran una clarividencia y certeza que no se corresponde con su datos biográficos. Y otros sujetos colaterales se antojan superfluos y tópicos, en absurda contradicción con el meollo central del relato. Cerrar bien un duelo es una tarea ímproba que aquí se resuelve como por casualidad.

Sin embargo, también contiene media docena de momentos impresionantes que sobrecogen y emocionan por su profundidad y precisión. Sobre todo hacia el final – y en especial la mínima escena última – que casi redimen el conjunto y lo elevan hasta cotas inesperadas. Si bien un soberbio desenlace no hace olvidar un desarrollo interesante aunque fallido.
antonalva
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6 de agosto de 2017
40 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante toda la proyección de "Estiu 1993" me estuve preguntando si me gustaba o no, y aún lo sigo haciendo, buscando méritos y deméritos que no me acaban de convencer. Me perdí en las influencias de los comentarios que me habían hecho previamente voces que respeto y suelo compartir, también en las críticas que nunca leo pero de las que siempre te llega algún eco. El caso es que entre ficción y falso documental no me bastó la increíble interpretación y vivencias de la niña protagonista, ni la naturalidad, espontaneidad y sincera dirección de Carla. Y así estoy, recordando la peli y buscando sensaciones y emociones que no acabo de reconocer, eso sí, con mucho respeto al documento que tuve delante y que no soy capaz de identificar. Quizá me importa más la contracorriente de lo que pienso. Bien vista está, y es una película que seguro que no olvidaré, como tampoco mi indefinición, que no indiferencia.
DIEGO
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10 de febrero de 2018
35 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Hemos visto el mismo largometraje?

Explicarme que existe de extraordinario en esta película, filmando a una criatura en su nuevo hogar tras ser adoptada, haciendo todas esas cosas comunes que son habituales en cualquier infante de su edad. La niña en apariencia parece contenta, no sufre, y es bien acogida.

Yo he visto a una niña desayunando, subida a un árbol, corriendo, jugando con sus muñecas y a la madre adoptiva preparando comidas y demás labores del hogar. Me ha recordado a esos videos familiares que se guardan, para que veamos como éramos pasados algunos años.

Un 2
LEUGIM
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21 de marzo de 2018
34 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ooooooooooooooootra nueva muestra de película española del género “Yo enciendo la cámara y ya si eso que los actores vayan pasando por delante y digan lo primero que se les ocurra (si es que se les ocurre algo, que si no tampoco pasa nada), que luego yo ya diré que me curré un montón el guión, la gente se lo creerá, me llamarán genio, mi productor untará a los críticos, mi distribuidor me moverá por festivales, me lloverán los premios y los aplausos y al que se le ocurra decir la verdad (o sea, que esta película no vale un pimiento), le acusaremos de paleto y de no tener NI PUTA IDEA de cine”. Sí, lamentablemente tenemos otros ejemplos recientes pero no pienso citarlos, que me vengo arriba y empiezo a criticar otras pelis (que de todas formas todavía tenían algo de chicha pero es que esta…).

El guión y el propósito es claro: los padres de la directora murieron de SIDA cuando ella era pequeña (perdón por el spoiler pero lo anuncian a bombo y platillo en la promoción de la película), la película cuenta los meses posteriores así que automáticamente y sin aportar NADA MÁS nos tiene que dar mucha pena y parecernos una obra maestra.

Viéndola me viene a la memoria un truño de principios de los 90 (Elegir un amor, de Joel Schumacher), un pastelón en el que Julia Roberts era enfermera y cuidaba a Campbell Scott, enfermo de leucemia con la musiquita IN-SO-POR-TA-BLE de Kenny G de fondo. En aquellos lejanos tiempos cuando yo decía que aquello era un bodrio absoluto las chicas (sin ser sexista, ni machista, ni nada de eso, pero es que las que lloraban y veían un peliculón en aquel subproducto eran siempre mujeres), se me echaban encima en plan “insensible, que el chico tiene cáncer”, y yo me quedaba a cuadros: ¿entonces basta con contar algo melodramático y lacrimógeno para que una película sea buena? Con mi respeto más absoluto a tod@s l@s enferm@s de cáncer ¿es suficiente con que cuentes una historia con una enfermedad espantosa, un chico (guapo, claro), que la sufre y una enfermera (guapa, evidentemente), que lo cuida para que eso sea un peliculón aunque todo lo demás no tenga ni pies ni cabeza? Pues con “Verano 1993” pasa lo mismo (y nuevamente mi respeto a quienes padecen el SIDA), no basta con que me cuentes que una niña ha perdido a sus padres, y encima a causa de una enfermedad que la estigmatiza socialmente, para que me la historia te conmueva y la película te parezca una maravilla tendrás que contar algo más. Vamos, digo yo.

NO se puede hacer una película sin guión (porque a mí que no me digan que eso es un guión), NO se puede pretender que la historia te llegue al alma si está vacía y NO se puede querer que la frescura absoluta de las niñas delante de la cámara (que la hay, eso es innegable, al igual que la ambientación en los 90 y las entrañables pinceladas de la cultura catalana), sea una excusa para no contar nada más durante una hora y media. Porque al final “Verano 1993” no es más que eso: niñas jugando delante de la cámara.

Asisto atónito, con los ojos como platos, los pelos como escarpias, con estupor absoluto y el ánimo encogido al aluvión de premios que ha recibido esta….cosa…, incluso alguien en la academia española de cine llegó a pensar que esta era una buena candidata para representar a nuestro cine en los Óscar (como si nuestro cine no tuviera ya bastantes problemas, pobrecico mío…). De verdad que me hubiera gustado ver la cara de los académicos de Hollywood cuando les proyectaron la película, ahí todos mirándose unos a otros y preguntándose “¿Pero aquí cuándo va a pasar algo?”

Veremos qué hace Carla Simón con su segunda película ahora que ya es oficialmente la gran promesa de nuestro cine, pero algo me dice que seguirá entregándonos películas vacías como esta…y que seguirá a sus pies toda la industria del cine.
Titacho
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