Aladdín

-Le he puesto 9 y no 10 por ciertos personajes, el Sultán, un gobernante pelele y demasiado crédulo, Iago, aunque lo de las galletas me hace mucha gracia, a veces es un poco irritante y Jafar, muchos dicen que el nuevo no impone ni da miedo, el de la original si lo hace, pero al contrario que el de 2019, ese Jafar original era malo, muy malo y no se ve nada más, ni desarrollo ni historia detrás.

1) "No hay un genio tan genial" y "Un mundo ideal" son, con diferencia, las dos que más suelen recordarse.

2) Que nadie cometa el error de creer que esto tiene algo que ver con el cuento original, porque las diferencias son brutales.

De primeras, la historia se desarrolla en China. Sí, en China. Y el Aladino del cuento es un quinceañero bala perdida hundido en la miseria que, por su vagancia, provoca que su padre muera de pena. Asimismo, vive sin dar un palo al agua, gamberreando con otros, mientras su madre, ya mayor, tiene que trabajar para sostenerlos a los dos. Un "nini" de manual. Y no, no iba por ahí haciendo de saltimbanqui callejero y cayéndole simpático a todo el mundo. Amén de que en sus comienzos era rematadamente ignorante. Nada de un pícaro huérfano, con buen corazón y que se las sabe todas, al que la película describe como un "diamante en bruto". Más bien un perroflauta en potencia.

Por otro lado, en el cuento no hay Jafar que valga, ni un mono Abu ni un loro Yago ni ninguna alfombra voladora. Eso está fabricado en los despachos de Disney. Hay un brujo africano que se hace pasar por un tío suyo para convencerlo (más bien obligarlo) de que entre en una cueva llena de tesoros y se agencie una lámpara. Además, el mago, cuando ve fracasada su empresa, vuelve a África y ya no aparece hasta mucho más tarde.

Lo más parecido que hay a Jafar es el visir del sultán, quien esperaba que su hijo se casara con la princesa, pues así se lo había prometido éste. No obstante, su papel es casi nulo, pues siempre es testigo, nunca protagonista.

Por su parte, Aladino dispone de dos genios monstruosos (efrits), uno contenido en un anillo y otro en la lámpara, que le conceden los deseos que le plazca, sin límite en cantidad ni en calidad, aunque el primero apenas lo usa. Cualquier otra cosa que usted crea es producto de los guionistas de Disney. Y no, no tienen conversaciones chispeantes, ni son los tíos más enrollados del barrio. Cuando aparecen, hacen lo que se les encomienda y se esfuman hasta la próxima.

Aladino, además, se encapricha de manera nada decorosa de la hija del sultán, que no se llama Jasmine (otra bobadita de Disney), sino Badr al-Budur. Un impronunciable nombre con el que Disney lo hubiera tenido difícil para vender entradas. Una quinceañera sin ninguna iniciativa, salvo cagarla dos veces en el relato. Nada de una chiquita encerrada en palacio que ansía conocer el mundo real.

Y la forma de proceder de Aladino no es precisamente honorable, pues despliega estratagemas sucias y cobardes para adueñarse de la moza y quitarse de encima a un pretendiente. Si no fuera por el genio de la lámpara, se daba con un canto en los dientes.

Aladino, además, no se convierte en ningún príncipe para cortejar a la chica, sino en un mero ricachón. El sultán, cegado por su opulencia y su labia, le entrega a su hija como quien regala una pata de jamón. El chaval llega a gastar de manera suntuosa, hasta el punto de construirse el mejor palacio del mundo en una sola noche, mientras se hace rodear de esclavos y lujos obscenos. ¿Recuerda usted haber visto algo sobre esclavos en la película? Si acaso, sirvientes.

Por otro lado, Aladino mata sin que le tiemble el pulso. Primero en una guerra, y luego al mago africano cuando éste consigue agenciarse la lámpara. Finalmente, un hermano del mago (pedazo de deus ex machina) aparece de la nada e intenta vengarse, pero Aladino también se lo cepilla.

Compare todo esto con el algodón de azúcar que vio en el cine.

3) Tiempo después se volvería a hacer con las dos últimas películas de Austin Power, en el 99 y el 2002, en donde se buscaron al muy de moda Floretino Fernández para la voz de Mike Myers. Ya en el nuevo milenio, fue el insufrible y sobrevalorado Carlos Latre quien hizo lo propio con las dos películas de Garfield, en el 2004 y 2006, dando vida el gato de marras.