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Cuando el destino nos alcance

Ciencia ficción. Intriga. Thriller En el año 2022, la población de Nueva York, unos cuarenta millones de habitantes, vive en condiciones miserables. La humanidad ha contaminado y calentado el planeta hasta el punto de que las plantas y los animales prácticamente han desaparecido, y el único sustento disponible es un alimento sintético a base de pláncton, el 'soylent green'. Un día, un caso de asesinato lleva al duro policía Thorn y a su viejo amigo Roth hasta la empresa que lo fabrica. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
19 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque de "Soylent green" a "Cuando el destino nos alcance", pues ya me dirán.

Me gusta bastante de esta película el ambiente asfixiante de la cuidad: se respira hacinamiento, sopor, suciedad y mugre, y a cambio, cómo no, el lugar de la gente poderosa es amplia, limpia, tiene agua, comida y posee un "mobiliario" envidiable.

También me gusta muchísimo ese Edward G. Robinson comiéndose la pantalla cada vez que aparece. Desde luego, no hubiera sido lo mismo sin él. Y bueno, el amigo Heston haciendo de "duro" a su manera. Di que sí, Charlton.

Si la peli adolece de que en 2022 los elementos electrónicos sean tan desfasados choca un poco, pero es pecata minuta. Lo que cuenta, lo que vemos, la denuncia, y un final abierto (*) son bastante más interesantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Némesis
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27 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El detective Thorn deja las verduras en la mesa y después un filete de buey; en ese instante su compañero de piso, el anciano Sol, rompe a llorar.
Esta secuencia produce una desolación desgarradora no sólo gracias a la maestría interpretativa de G. Robinson, sino porque nos hace pensar en si algún día nosotros tuviésemos que experimentar esa misma situación...

¿Qué situación? Gimotear ante un maldito pedazo de carne convertido en símbolo de la nostalgia de un mundo anterior mucho mejor al actual, donde quizás ya no existan recursos tal y como los conocemos; y tanto más desgarradora resulta cuanto que la historia se ubica en una época que cada vez queda menos lejana. Año 2.022 y el planeta se devora a sí mismo, la superpoblación ha hecho de las ciudades cárceles-vertedero donde miles de personas se hacinan en rincones mohosos y la contaminación ha dejado un aire verdoso irrespirable mientras el dominio social pertenece a las corporativas alimenticias...
No es, aun así, el momento en que se sitúa "Make Room!, Make Room!", escrita a mitad de los '60 por el genio de la ciencia-ficción y fantasía Henry Dempsey (o Harry Harrison), quien podría ser recordado sólo por su memorable trilogía "Deathworld"; su libro sucede en 1.999, pero casi todo en él cambiará cuando los derechos pasen a MGM y los productores decidan enfocarlo desde otro punto de vista sin perder el concepto base. Rebautizado como "Soylent Green", esta modesta producción a cargo del incombustible artesano Richard Fleischer llega en plena proliferación del subgénero de la distopía y la recreación de futuros post-apocalípticos donde de la Humanidad sólo quedan cenizas y cadáveres.

Los primeros minutos con los que abre el film dejan un poso de amargura que tarda en irse, mostrándonos los efectos de la industrialización y el progreso en el cual decidió emplear el ser humano sus esfuerzos...hasta hacer del Mundo un lugar de máquinas y humo, muerte de los animales y las plantas, y despersonalización y canibalismo del propio ser humano. De temática similar a "Contaminación", se recupera a Charlton Heston de sus papeles previos en "El Último Hombre...Vivo" o "El Planeta de los Simios", dando vida al detective que ya protagonizaba la novela (ahora como Thorn en lugar de Rusch).
Stanley Greenberg, por el contrario, le sumerge en una trama que se desvía a su propio terreno lejos del texto original; en aquél teníamos la presencia de Roth y Shirl, pero también otros secundarios con sus propias historias. El américo-taiwanés Billy no existe aquí, en cambio entra el empresario Simonson y su misteriosa muerte como piezas fundamentales del juego; la razón es el producto inventado que da título al film y se refiere a un único recurso alimenticio para la población (la pobre, pues los adinerados disfrutan de refugios lujosos, mujeres-objeto y alimentos que son como piezas de coleccionista en esa tierra de miseria y locura de autoconsumo y capitalismo).

Y puesto que la conspiración de asesinato que ha de resolver Thorn, al ser una total fantasía del guión y quedar como un pastiche con todos los "tics" del policíaco de los '70 (agente cínico y violento, villanos desfigurados, estética de la década, totalmente desfasada si están en 2.022), además mal desarrollado y contado, abundante de pistas y enigmas pero no de auténticas vías de resolución, el mayor atractivo y logro de "Soylent Green" es el modo en que Fleischer y su equipo emplean bien el presupuesto y los estudios de MGM para recrear el futuro que imaginó Dempsey.
El director artístico Ed Carfagno nos arrastra a esta sociedad mugrienta de ambiente enrarecido, rica en detalles, y el operador Richard Kline trata los colores de un modo especial, tanto en los interiores como en los exteriores, destacando éstos últimos escenarios, caracterizados por su bullicio asfixiante, calor intenso y hedor putrefacto, a menudo cubriendo la pantalla de una neblina fosforescente simulando el efecto de la contaminación, y Fleischer añadiendo violencia áspera y una visión autodestructiva del hombre (derivando en un acertado presagio histórico teniendo en cuenta que cuando se filma la película aún no se ha producido el embargo de petróleo a EE.UU., lo cual conducirá a una terrible crisis mundial...).

G. Robinson, de 79 años en el último papel de su carrera y prácticamente sordo, regala algunos de los mejores momentos para la Historia del cine (al menos de la ciencia-ficción) antes de morir por el cáncer de vejiga que ya le habían diagnosticado; su Sol, en contrapunto a la rudeza de Thorn, representa el pasado en su más melancólica forma, el sabio y tierno recuerdo de que hubo una era mejor para el Planeta y sus habitantes, instante que le aplasta a uno las emociones cuando se opta por una muerte digna recordando dicho planeta en lugar de permanecer entre las ruinas de su apocalíptico estado actual.
Posiblemente la mejor secuencia que haya filmado Fleischer en toda su carrera, de hipnótica puesta en escena y entre piezas de Beethoven, Grieg y Tchaikovsky, sería, a modo de otro presagio, la última que el anciano actor rodó; sabiendo esto las lágrimas de Heston adquieren un efecto más significativo. Él, por su parte, se disfraza de George Taylor para convertirse, a su pesar, en el descubridor y revelador de un secreto que ha hecho a la Humanidad hundirse en el caos, pero aunque el apocalipsis esté más acentuado en la aventura de J. Schaffner, la dirección que conduce hacia él en esta ocasión se perfila igualmente inevitable (en Zona Spoiler).

Ofende su mal estructurado argumento y algunos personajes terriblemente huecos, de ahí que no entusiasmara a la crítica, pero la verdad es que veces el futuro se retrató en el cine de una manera tan grotesca, brutal, auténtica y, lo más importante, creíble.
Aunque siempre me quedará la duda sobre lo diferente que hubiese sido en manos de otros artífices más finos y cuidadosos (digamos un Stanley Kubrick, un John Frankenheimer, un Robert Wise o un Stanley Kramer...).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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10 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciencia-ficción es mi género favorito. Y dentro de esta, existe un subgénero que me seduce especialmente: el "retrofuturismo". Aunque el diccionario de la R.A.E. todavía no lo define, se podría decir que el retrofuturismo consiste en la representación de un futuro imaginado en una época anterior. Para mí, una obra retrofuturista lo es con más motivo cuando se contempla habiendo superado el horizonte temporal en el que fue situada por su autor o autores. Por ejemplo, hemos superado ya el año 1995 de "La naranja mecánica", el 2001 de "Una odisea del espacio" y el 2019 de "Blade runner" y "Akira". Una de las películas que ya forma parte de este exclusivo club es "Soylent Green" o como reza su grandilocuente título en castellano, "Cuando el destino nos alcance", cuya historia transcurre en el año 2022.

Este thriller distópico nos sitúa en una Nueva York superpoblada con 40 millones de habitantes que viven hacinados y sin apenas recursos de ninguna clase. Los recursos naturales se han agotado y ha desaparecido casi toda la vida animal y vegetal. La comida escasea y cuestiones tan básicas como la salud y la higiene son un lujo. La humanidad está al borde del colapso, la corrupción se ha generalizado y la población simplemente lucha por sobrevivir en un mundo inhóspito.

Como la mayoría de películas retrofuturistas, "Soylent Green" contiene muchas predicciones que no se han cumplido. Sin embargo, para tratarse de un film del año 1973, rezuma un perturbador mensaje que a día de hoy está de plena actualidad. En mi opinión, la película no ha envejecido tan mal a pesar de la influencia de un crepuscular Richard Fleischer. Al contrario, la obra contiene una pátina "cutre" que ayuda a reforzar su concepto distópico. Sin embargo, desde el punto de vista argumental, existen detalles que se omiten o no se resuelven completamente en los 97 escasos minutos que dura la película, dejando un regusto algo caótico e incompleto cuando el film termina.

En resumen: un clásico de la ciencia-ficción que, sin ser necesariamente una de las mejores películas, ha sido totalmente influyente en el género, Sólo por eso creo que merece un visionado y un hueco entre los títulos esenciales del género en el S.XX.
Oriberu
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14 de agosto de 2016
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Charlton Heston le dio fuerte por la ciencia ficción. De esa etapa nos ha dejado grandes clásicos pero también no tan clásicos, como esta «Soylent Green». Por cierto que el título «Cuando el destino nos alcance» es mucho más bonito y cuenta menos spoilers que el original inglés.

En el años 2022, ya nos va quedando menos, el mundo está superpoblado y arrasado por lo que imaginamos un cambio climático a lo bestia. En ese futuro lo que más llama la atención, aparte de que tenga el mismo look de los años setenta, es el concepto que he acuñado de «persona mueble». En «Cuando el destino nos alcance» no se dice así en ningún momento y, lo que aparece, se refiere solo a mujeres, así que yo he ampliado y puesto nombre al concepto. La película introduce la figura de una mujer que forma parte del mobiliario de un piso, igual que una silla o el horno de cocina, y que puede utilizarse, en el sentido más amplio de la palabra, como mejor le convenga al inquilino. Esto de por sí es indignante para las féminas, pero nos sirve para comprender hasta qué punto el varón tiene fantasías perversas en las que el denominador común es la subyugación de la mujer, convertida en esclava, y no ya solo sexual.

Sin embargo, como digo, el concepto da más de sí y de hecho en mi opinión esa idea de «persona mueble» está más presente de lo que imaginamos. Puede que realmente el futuro sea ese: el de personas sin posibilidad de ejercer la voluntad, sin independencia y sin ningún valor para el prójimo ni para sí mismas. Un paso más en el concepto de «hombre masa»: el hombre mueble.

La leyenda Edward G. Robinsón nos ofrece su última interpretación y eso merece todos nuestros respetos, pero la trama podría mejorarse. Poco más.
Kaori
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6 de febrero de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Menudo destino se imaginaron. Manifestantes retirados con palas cargadoras en camiones, las mujeres son mobiliario de las viviendas que van pasando de inquilino en inquilino, te despiden si te das de baja 2 días, el alimento estrella es una porquería de algas llamado Soilent green. Pues eso, distopía salvaje al canto.
Le pesa mucho a esta película la falta de medios. Aún así se deja ver la adaptación de la novela de Harry Harrison. A Heston lo tenemos en uno de esos papeles canallas y macarras (con tintes machistas, desgraciadamente) que hizo en esta etapa de su carrera. Increíble Robinson, todo un icono del cine negro convertido aquí en abuelete del más oscuro de los futuros.
Lo mejor: la relación entre los dos actores principales luchando por sobrevivir en el infierno súper poblado en el que viven.
Lo peor: el bajísimo presupuesto, se echa en falta más ambientación y menos cartón-piedra.
Es un 5.
Cyllan
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