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La reina Cristina

Drama. Romance Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
5 de julio de 2005
42 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mejores biopics de la historia del cine. La Garbo exigió reemplazar a Lawrence Olivier por su amigo y ex-amante John Gilbert, ya pasado de moda desde la llegada del sonoro y, además, hizo que ésta fuese la película en la que mejor fotografiada aparece. La historia de esta reina del siglo XVII es sublime. El director consigue su mejor película a base de planos que parecen pinturas barrocas de la época en blanco y negro. Cada primer plano de la gran Greta es insuperable y consigue una poesía rara de ver en el cine comercial de Hollywood.
Momentos míticos los hay a montones: la reina tocando los objetos de la habitación en la que ha estado con su amante para "memorizarla" al compás de la extraña y melancólica música de Herbert Stothart o ese travelling hacia su rostro en primer plano al final del filme, cuando la vida de la monarca cambia para siempre. Al preguntar a Mamoulian qué cara poner, éste le dijo a la Garbo que pusiese "cara de nada" y precisamente por eso, cada espectador interpreta el final de una forma. Gran historia de amor, gran personaje , gran historia de una mujer adelantada a su tiempo, que se sentía sola e incomprendida en el poder. Aunque la verdadera Cristina de Suecia fuese distinta, nada importa, esta obra maestra es una joya aún muy escondida que dará gusto ver durante muchos más años.
Josh20
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1 de diciembre de 2005
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Única película de la actriz dirigida por Mamoulian. Rodada en los estudios de la Metro, se basa en una historia escrita por Margaret P. Levino y Salka Viertel. Fue producida por Walter Wanger.

La acción principal tiene lugar en la Corte de Suecia entre 1647 y 1654. Narra la historia de una muchacha que a los 6 años fue proclamada reina de Suecia tras la muerte de su padre, el rey Gustavo Adolfo II. La película exalta el espíritu libre, independiente y desenvuelto de la reina, condicionado por las presiones, maniobras y conveniencias de la Corte. Sus grandes aficiones son equitación, caza, lectura, cultura, artes y ciencia. Velázquez, Calderón, Molière y Descartes son maestros que ella cita. Su apuesta inquebrantable por el matrimonio por amor la enfrenta con la Corte. Rechaza la propuesta de matrimonio de Felipe IV de España y se enamora del embajador español, Antonio de Pimentel (John Gilbert). Ciego de celos, Magnus no duda en levantar al pueblo contra un posible enlace de la reina con un personaje extranjero y católico. La película trata, con elocuencia y respeto, la ambivalencia de la orientación sexual de la reina. Ocasionalmente viste de hombre por razones de comodidad o para ocultar su identidad. La atracción que siente por su ayudante de cámara, Ebba Squarre (Elizabeth Young), está tratada con naturalidad y elegancia. Apuesta por la paz, de modo inequívoco, lo que la lleva a firmar un tratado con los países vecinos y a negociar otro con la Inglaterra de Cromwell. La película contiene varias escenas antológicas: la fijación en la memoria mediante el uso de los dedos y las manos de los objetos que pueblan la alcoba de su primera experiencia amorosa, su postración en el trono una noche de soledad, angustia y oscuridad y la escena final con un magnífico movimiento de aproximación al rostro.

La música aporta fragmentos breves y brillantes, como la fanfarria que acompaña la entrada del embajador español a la sala del trono. La fotografía ofrece magníficos primeros planos de la actriz, mueve la cámara con soltura y aporta travellings muy acertados, entre los que destaca el de alejamiento desde la imagen de la reina hacia el exterior de la puerta de acceso al salón de recepciones. El guión combina hechos reales y de ficción, con unos diálogos excelentes de Sam Behrman (sobresale la ironía de las intervenciones petulantes y presumidas de Antonio Pimentel). La interpretación de Garbo trasmite soltura, naturalidad y el aire de mujer atormentada, divida entre el amor sincero y los deberes de la Corona. John Gilbert, casi olvidado, sustituyó a Lawrence Olivier a petición de la actriz. Akim Tamiroff realiza un pepel breve de siriviente del embajador español. La dirección cohesiona la obra y la eleva a la categoría de gran drama de época.

Una de las películas más y mejor recordadas de la actriz. Exalta la fortaleza y la independencia de una mujer ejemplar, que se enfrentó a convenciones sociales, prejuicios y tabús de su tiempo.
Miquel
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12 de julio de 2007
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el siglo XVII, en Europa rivalizaban grandes potencias. Por aquel entonces España tenía la hegemonía de buena parte del mundo y, como país católico, condenaba el protestantismo de otras potencias. Entre ellas, estaba Suecia, que participó en la guerra de los Treinta Años. El rey Gustavo Adolfo murió en la contienda, dejando la corona a su pequeña hija Cristina. Ésta creció asumiendo tremendas obligaciones y responsabilidades, y lo hacía con inteligencia y justicia. En su vida no había lugar para ella misma.
Esta película nos plantea algo mucho más interesante que el reinado de Cristina, que de por sí podría haber resultado interesante. Nos plantea el gran dilema de una reina, que pese a ser una mujer, un ser humano con sus debilidades y pasiones, tenía que renunciar a sí misma para servir a los intereses del Estado. No había sitio para el amor, ni mucho menos para la libertad de elección.
Pero el personaje que representa Greta Garbo irradia una fuerza incontenible, y consigue que todos admiremos a la reina y, sobre todo, a la mujer. Su fuerte personalidad y su gran sensibilidad, que la capacitan para llevar adelante con acierto a su país, la animan a no desoír su voz interior y luchar por lo que ella cree y por lo que ama.
Magnífico mensaje, que defiende la libertad de los individuos para elegir su destino, como oposición a las pesadas cadenas que a menudo se les quieren imponer.
Como dice Cristina: "Nuestra vida es lo único que tenemos", resumiendo en una sola frase todo el conflicto que pesa sobre ella.
Con imágenes poéticas, magníficos escenarios de la corte y de los gélidos paisajes suecos, dotada de una sensibilidad que nos hace experimentar los anhelos de la reina, estamos ante una película de extraordinaria belleza y un guión casi impecable, regalándonos hermosos diálogos y reflexiones.
Y, como siempre, Greta Garbo está en todo su esplendor y llena la pantalla no sólo con su belleza, sino con la fuerza de una interpretación sublime que justifica sobradamente su aura legendaria.
Una gran película que recomiendo a todos los que se interesen por los grandes dramas románticos de siempre.
Vivoleyendo
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3 de diciembre de 2009
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película inmortal que sobrevivirá a todas las otras, Garbo en su plenitud absoluta en su mejor film y sentando las bases de lo que es un mito y una leyenda inolvidable. El papel de la Reina Cristina que es de lo más difícil de encarar y sólo un talento descomunal como el de la Gran Greta pudo resolverlo con la mesura, elegancia y misterio de la gran divina. Una interpretación que ninguna otra actriz de ésa época podía enfrentar, el de una mujer que reina sin dejar su femineidad de lado, una personalidad avasallante con un toque andrógino que le calzaba a la perfección, sin maniqueísmos ni gestos exagerados todo en el punto justo y con un rostro y unos ojos que hablaban sin necesidad de articular palabra. Una fémina de carácter con sus ideas claras y una presencia arrolladora que cortaban el aliento al público. John Gilbert como el objeto de su afecto la acompaña al unísono formando ambos una pareja soñada. Nunca una actriz fué tan grandiosa y perfecta como Garbo, tan inalcanzable y a su vez tan real. Será por siempre la mejor de toda la historia y la Gran Diva del séptimo arte.
Srita davidlynch
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28 de mayo de 2007
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a intentar transcribir del inglés un comentario sobre esta película y Greta Garbo localizado en la página de cine Channel 4 Film:

“Si alguien necesita convencerse del misterio de la Garbo, de su talento mágico, su papel como la Reina Cristina de Suecia del siglo XVII es un persuasivo argumento de su genio.”

También leí otro comentario cuya idea comparto en gran medida. En Gran Hotel Greta Garbo estaba bien pero el guión chirriaba por todas partes, en Ninotchka estaba bien pero gran parte del éxito se debía a Lubitsch y a los guionistas, entre ellos Billy Wilder, pero en La Reina Cristina de Suecia está genial por ella misma, sin rival alguno que le dé “cancha” (la interpretación de Gilbert es bastante anodina). Aunque decirlo así no deja de ser injusto con un director de fotografía (William Daniels) que mima a la diva, en primeros y en primerísimos planos, con una presentación espectacular bajo el ala de un sombrero ó en un final de los que incluir sin duda entre los mejores fotogramas de este arte. ¿Qué pensaba Greta Garbo mirando al frente sobre la proa del barco? Esa fue la pregunta que flotaba en el aire cuando los espectadores abandonaban las salas de proyección. Mamoulian respondió “Nada, absolutamente nada”.Tal vez, y esto es un tiro al azar, pensase que acababa de interpretar el papel de su vida.

Los profanos en historia sueca entre los que me cuento, desconocemos si la verdadera reina Cristina fue una dama con el temperamento que se refleja en la película pero la interpretación de la divina actriz sueca (que aquí justifica plenamente su apodo) es absolutamente convincente, pleno de carácter, fuerza y temperamento. Bien dirigida por Rouben Mamoulian nos ha dejado secuencias absolutamente únicas y magistrales como la cabalgada sobre la nieve, el recorrido amoroso - con sus diálogo posterior - por la habitación de la posada, la contención del populacho ó la salida del salón real entre la corte arrodillada e implorando. Escenas a las que ha de unirse sin duda alguna la escena final ya citada de la reina, cabellos al viento, cual mascarón de proa fijo en nuestros recuerdos cinéfilos.

Si ya califiqué Ninotchka con un 10 no me queda más que igualar la nota.
FATHER CAPRIO
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