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Lady Vampire

Terror Un vampiro llamado Nobutaka (Shigeru Amachi) secuestra a una mujer (Yoko Mihara), esposa de un científico (Torahiko Nakamura) en la creencia que ella es la última reencarnación de su antigua esposa. La lleva a su castillo subterráneo y la encierra en una celda, pero como la chica lo rechaza, él la amenaza con convertirla en una estatua de cera poniéndole un crucifijo de oro al cuello. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Onna kyûketsuki supone la primera película en llevar el tema del vampirismo al cine japonés, y más al ser en un entorno contemporáneo que se aleja de las producciones de la Hammer que había en la época acometidas por la cinematografía inglesa, aunque el guion se aleja de la tradicional visión occidental para centrarse e inspirarse en el folclore autóctono basado en hechos verídicos como la masacre del motín de Shimabarra.

De esta forma el vampiro se presenta como fruto de una maldición romántica al igual que posteriormente nos lo mostrará Coppola en su realización de 1992. Las variantes son numerosas e inversas, destacando el daño que al vampiro le hace la luz de la luna y su simple visión, moviéndose con la luz diurna como Pedro por su casa, eso sí, tras unas aparatosas gafas de sol.

Nakagawa realiza un extravagante y exótico film de vampiros con secuencias sublimes, delirantes y también absurdas. La película fluye con altibajos, a la vez que sorprende y aburre por momentos en esta producción de la Shintoho, operativa entre 1947 y 1961 con la que Mitsugi Okura intento aprovechar el tirón del cine exploit occidental en una reinvención del género adaptada al mundo nipón, recuperando la temática fantasmal nipona que se incorpora a films de terror, thrillers y de ciencia ficción, reinterpretando la serie b extranjera en un cine nacional influenciado por el clásico teatro kabuki.

El personaje del vampiro Nobutaka nos regala momentos magníficos a la par que patéticos (el final de la película en mi opinión degenera bastante convirtiéndose en una auténtica patochada infame ejemplificado en el irrisorio ataque de Nobutaka con una espada al impertinente y pusilánime periodista). La interpretación de Shigeru Amachi resulta por momentos grotesca y estrambótica a la par que brillante y acertada, alternado su papel de dandy seductor con el de bestia sedienta de sangre, siendo lo más reseñable a nivel interpretativo sin que el resto de actores resalten por la brillantez de su trabajo.

Lady vampire, como se conoce este film internacionalmente, se podría definir como un producto poco logrado pero a la vez atractivo de ver, que sin ser una muestra representativa del cine de la Shintoho, sí que resulta interesante de visionar como rareza fílmica y como trabajo de Nobuo Nakagawa.
juanjo_torpdo
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30 de marzo de 2021
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Una terrible maldición que se preserva desde hace siglos llega a la era moderna y los implicados van a sufrir terribles consecuencias.
Esta es la historia de un hombre condenado a vivir como un monstruo para toda la eternidad en constante búsqueda de la mujer que un día amó...

La historia, que con sus variaciones ha logrado sobrevivir hasta nuestros días, es ni más ni menos que la del conde Drácula. F.W. Murnau inició de manera magistral el mito en terreno cinematográfico, pero ya en los años siguientes este conocido y misterioso personaje no aparecería tan dignamente como lo haría en 1.958 gracias a Terence Fisher con la encarnación del maravilloso Christopher Lee. Esta muestra de terror elegante e hipnótico es una de las mejores que pudo ofrecer la Hammer a finales de la década, y sin duda fue de las más influyentes en el género.
Un año después la compañía de Mitsugi Okura, Shintoho, especialista en poner de moda las corrientes de cine populares de Occidente en el país, encargaría a Nobuo Nakagawa adaptar "Onna Kyuketsuki", otra novela de Soto Tachibana (la anterior fue "Borei kaibyo Yashiki"), en lo que sería la primera muestra de horror vampírico conocido del cine nipón. Se ocupan del libreto Shin Nakazawa y Katsuyoshi Nakatsu, dos guionistas que ya han trabajado con el director, quien deja por un momento las leyendas sobre onryo, las tragedias samuráis y otras apariciones para exponer un tema que ya había tratado poco antes, aunque de un modo diferente, en "Kyuketsu-ga".

Como en anteriores obras, ésta empieza en un entorno mundano y actual; un individuo con no muchas luces llamado Tamio (irónicamente, pues es reportero) tiene un mal encuentro con una anciana que se cruza en el camino del taxi que le lleva a casa de su adinerada novia Itsuko en la noche de su cumpleaños. Pareciera durante un rato que vamos a ver otra película del realizador sobre onryos vengadores, pero esto sólo nos lo sugieren las apariciones (tanto más espeluznantes cuanto que se exponen de un modo natural) y la atmósfera tenebrosa y cargada de suspense que crea Nakagawa con ayuda de su director artístico Haruyasu Kurosawa.
Desde el corte en el dedo de Itsuko como señal de mal presagio y la sorprendente llegada de Miwako a la casa, la madre de la anterior que llevaba desaparecida durante décadas, el argumento nutrirá su desarrollo a base de la introducción de pintorescos personajes y de elementos que no hacen sino elevar el nivel de extrañeza del film. La intriga comienza realmente tras dos de ellos: la de un famoso cuadro con la imagen de Miwako y la de un inquietante individuo que esconde tras su moderno disfraz la identidad de un inmortal, Nobutaka, el hombre que va tras los pasos de la mujer.

Y a partir de su dolorsa transformación en la habitación de un hotel al entrar en contacto directo con la luz de la luna, empieza la efusión vampírica. En este caso Nakagawa (o más bien Tachibana) relaciona la maldición del vampiro con la condena por amor, un amor obsesivo y masoquista aunque no por ello menos romántico, cuyo origen se adapta al contexto histórico japonés quedando relacionado con las tradiciones del folklore; para ello se toma de resorte la gran rebelión cristiana liderada por el guerrero Shiro Amakusa contra el shogunato a finales de la era Kanei (que Oshima recrearía bien en "El Rebelde").
El director vuelve a servirse del "flashback" dentro del "flashback" para revelarnos esto, aunque de todas formas no se explica muy bien la supuesta maldición que pesa sobre Miwako, quien comparte la sangre de Amakusa; y esto es un claro indicativo de cómo todo en esta película carece de explicación y sentido y no se preocupa en absoluto de ello. Lo que le importa a Nakagawa es desarrollar su aventura de pasión mortal y suspense con un atropellado sentido del ritmo mientras vuelve a hacer gala de sus técnicas y puesta en escena como perfecto creador de ambientes estilizados, sugerentes y oníricos.

Todo ello recogiendo el testigo no sólo del terror británico de la Hammer, que tan exitosas películas estrenaba en el momento (sobre todo la de Fisher), sino de genios de los ambientes como Edgar G. Ulmer o Edgar Neville y de los grandes del expresionismo de quienes siempre se había influenciado, en especial Murnau, Oswald, Robison, Dreyer o Wiene. Se aprecian estas influencias en el uso de las sombras, los suaves contrastes entre luz y oscuridad, la desmesura de las expresiones, las apariciones dantescas o los personajes "freaks" que pueblan el relato (la anciana, el enano...).
Sin embargo, pese a las virtudes estéticas y visuales de "Onna Kyuketsuki" (¿cómo no destacar la labor de Kurosawa y el operador Yoshimi Hirano?) su narrativa argumental se provee de situaciones a menudo torpes, inexplicables y avergonzantes, con el ataque de Nobutaka a las mujeres en el pub o algunos instantes de ese trepidante clímax (ya escorado totalmente del lado de la fantasía y la aventura) dentro de la guarida de éste, como perfectos ejemplos; situaciones que más bien parecen filmadas por Ed Wood en su día menos inspirado. Y mientras Takashi Wada, Yoko Mihara y Junko Ikeuchi nos dan unas correctas interpretaciones, sobresale entre ellos Shigeru Amachi.

Éste, que ya tuviera un papel destacado en la anterior de Nakagawa "Kempei to Yurei" y que repetiría como protagonista de la magistral "Jigoku", se labró poco a poco su fama como la estrella del género de terror de Shintoho; aquí, en su encarnación moderna y atormentada más del dr. Jekyll y "Mr. Hyde" que del clásico Drácula, Amachi se revela carismático y de una magnética presencia, pero también ridículo en algunas ocasiones.
De interés para los arqueólogos del cine japonés clásico y del horror de corte "exploitation"; una estilizada, romántica y delirante versión del mito del vampiro que desde luego demandaba un mejor guión y desarrollo. Bueno, atentos a las escenas del clímax dentro de la cueva porque no tienen desperdicio.
Chris Jiménez
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