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La rosa púrpura del Cairo

Romance. Comedia. Fantástico Estados Unidos, Gran Depresión. Mientras Cecilia trabaja como camarera en Nueva Jersey, su marido se dedica a hacer el vago. Su única distracción es el cine, al que va una y otra vez para evadirse de la dura realidad y soñar con un mundo de champagne, trajes de noche y fiestas elegantes. Una noche, el protagonista de su película favorita, "La rosa púrpura de El Cairo", se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 130
Críticas ordenadas por utilidad
26 de junio de 2006
140 de 165 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice la lleyenda que le recomendaron a Woody que cambiase el final para hacerlo más alegre y reventar las taquillas pero él dijo que ni hablar... No podemos más que admirarle y darle las gracias, pues con otro final también sería una peli simpática, pero con éste es perfecta.

Y eso que en cierto modo La Rosa Púrpura del Cairo es como Alice pero más terrenal, ya que Mia Farrow se deja llevar por la magia del cine en lugar de por la magia de las drogas y las paparruchas orientales.

Uno puede ver La Rosa Púrpura del Cairo una docena de veces e ir encontrando nuevas perlas entre los diálogos, nuevos mensajes ocultos, nuevas coñas, nuevas moralejas.
Woody Allen demuestra (una vez más) que se puede hacer una película que sea al mismo tiempo a) bonita, b) profunda, c) triste y d) divertidísima.

Nota: un bravo y una matrícula de honor.
Listocomics Puntocom
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1 de septiembre de 2009
115 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son los tiempos de la Depresión y Cecilia se desloma trabajando como camarera en Nueva Jersey mientras su marido se dedica a hacer el vago. Su única vía de escape es el cine, al que acude una y otra vez para refugiarse de la realidad y soñar con un mundo de champagne, smokings y fiestas elegantes. Una noche, uno de los personajes de su película favorita, La rosa púrpura de El Cairo, se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla.
Disparatada, descabellada, imaginativa, que cuenta una pura curiosidad de carácter infantil, para mí es una de de las cimas de Woody Allen y muy recomendable para no iniciados en su cine. ¿Es por eso una obra menor? Para los críticos sesudos, con toda seguridad. Sin discutir sus motivos, para los que vivimos el cine como Cecilia, el encanto de La rosa púrpura de El Cairo la hace sobresalir del resto. Cargada de magia, es una gema de guión modélico, mil veces imitado.
Cecilia, una mujer gris, frustrada, maltratada por la vida y por su marido, y aficionada al cine, se involucra demasiado en las películas, pues se enamora del protagonista de una película, el héroe de ese filme de aventuras que se conoce de memoria. Y resulta que un día sale literalmente de la pantalla para esta con ella y vivir una inolvidable historia de amor. Y se ve pronto obligada a elegir entre el actor real y el personaje de ficción. No hay engaño; nuestro Tom, el verdadero -el personaje, por supuesto-, cree que la realidad y la fantasía pueden convivir, porque así es su naturaleza. A pesar de que necesite un guión en la vida de Cecilia para poder subsistir.
Y por eso somos como Cecilia, esperando a que algún día nuestras historias favoritas salgan de la pantalla para convertirse en realidad, y, mientras tanto, seguir soñando juntos.
El cine nos hace protagonizar milagros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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24 de julio de 2011
67 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody, un gran aficionado a homenajear todo aquello que ama, esta vez se lo hace al CINE. Al cine como espectador. Al acto mágico de ir al cine.

¿De que va? Cecilia acude noche tras noche al cine a ver la misma película, como vía de escape ante una vida que le ha tocado vivir y que no deja de golpearla. ¿Cuantas veces hemos utilizado al cine como evasión, como una llamada de socorro ante una situación que se te venía encima?Yo, muchas... y varias son las veces que he salido mejor que he entrado. Todo gracias al CINE.

Y a partir de aquí Woody nos regala cosas que hemos deseado siempre, y nos permite compartir ese sueño con la protagonista. Y vivir y saborear cada uno de los momentos mágicos en esta historia de idas y venidas con la realidad. Donde lo real suspira por lo ficticio, mientras este solo quiere realidad. . Siempre queremos lo que no tenemos...

Y como brocha final, el mas hermoso de los homenajes a todo aquel que acude al cine, mientras escuchamos la música , que define a la perfección la magia del cine : “Estoy en el cielo/ I'm in heaven”
play it again Sam
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28 de enero de 2009
52 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el título de esta crítica se siente Cecilia, la protagonista de esta fantasiosa comedia de Woody Allen, cada vez que se evade de sus problemas en la sala de cine. Sus penas se esfuman y se ve ataviada con un vestido blanco y vaporoso, como si fuese Ginger Rogers bailando claqué con Fred Astaire. O una dama de alta alcurnia con trajes de diseño, sombreros coquetos y joyas, fumando cigarrillos con larguísimas boquillas y trayendo de cabeza al galán de turno.
Aunque a mi parecer no se trata de una de sus mejores comedias, Woody regala un sentido y tierno homenaje al séptimo arte. Aficionado a incluir guiños de numerosos clásicos, en esta ocasión no se conforma con eso; toda esta comedia adopta ese aroma inconfundible de los patios de butacas, de la penumbra en la que docenas de ojos brillan embelesados con la mirada fija en esa pantalla que es como una puerta a cualquier cosa. Pese a que creo que Woody podía haber dado más de sí mismo, sí admito que la fascinación por el arte del celuloide está plenamente condensada en esta hora y dieciocho minutos de largometraje. La duración justa para colocar ante nuestra vista un sueño recurrente: que la vida fuese como en las películas.
Woody se permite exteriorizar uno de esos sueños que la mayoría tenemos. Se salta las barreras de la lógica y de las distinciones entre lo real y lo ilusorio y, sin ánimo de crear una maravilla, agrada y enternece sin grandes alardes.
Con su estilo elegante, clásico, soñador y nostálgico al que ha añadido generosas dosis de fantasía, Woody elige a un ama de casa del montón, una don nadie de existencia gris con escasas perspectivas de felicidad, y la sumerge en su mayor ilusión, permiténdole soñar y tener al alcance de la mano todo lo que podría desear y lo que nunca imaginaría que le pudiese suceder precisamente a ella.
Realidad y ficción se mezclan con gracia, invitando al espectador a aceptar el simpático juego que Woody propone y a dejarse conducir de un lado al otro de la pantalla del cine.
“La gente real quiere una vida ficticia, y la gente ficticia quiere una vida real.”
En el cine todo es posible…
Vivoleyendo
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22 de diciembre de 2009
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas o casi todas las pelis de Woody Allen son especiales. Y aunque todas o casi todas ellas cuentan con las típicas prestaciones ‘marca de la casa Allen’, todas o casi todas ellas son -además- pelis con personalidad propia. Pero si una peli de Allen sobresale por encima de las demás en cuanto a lucidez, inventiva y originalidad, esa es “La rosa púrpura de El Cairo”.

No está entre mis preferidas porque echo de menos en ella la consabida vena histriónica de mi gafapasta favorito y porque, la verdad sea dicha, “La rosa púrpura de El Cairo” quizás resulte excesivamente blandita para mi correoso paladar. Pero si algo me complace y me gratifica enormemente en esta peli es el tremendo guiño cinéfilo que Woody le dedica al espectador. Un guiño de complicidad que solo a un cinéfilo empedernido como Allen se le podría haber ocurrido y que se manifiesta en ese curioso experimento diegético consistente en romper el marco de la proyección que está viendo la cándida y fantasiosa Cecilia (Mia Farrow, la prota) para que el apuesto y gallardo Tom (Jeff Daniels) atraviese la pantalla y pueda contactar con ella.

“La rosa púrpura de El Cairo” me parece, por consiguiente, un mágico y entrañable homenaje al espectador de a pie que consagra a su autor -por si no lo estuviera ya- como uno de los mejores cineastas del s. XX.
Taylor
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