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Identificación de una mujer

Drama. Romance Niccolò, un director de cine abandonado por su mujer, se propone realizar un film sobre las mujeres. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
26 de mayo de 2011
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos escalones de piedra conducen al Teatro Parnaso por una travesía angosta y poco luminosa. Niccolò (Tomás Milian) acompañado por una mujer, entra en las estancias traseras del teatro. Los actores, acabada la función, se pierden entre las habitaciones. Se fijan en una actriz, muy sexy, que antes de desaparecer tras una puerta echa una última mirada a Nicco. Ambos bajan las escaleras a moderada velocidad cogidos de la mano y desaparecen del plano que se quedó en la puerta trasera del teatro. Tras un corte, Niccolò contempla la labor de un panadero. Cuando se abre el plano (girando la cámara al escuchar una voz), lo vemos al pie de esa escalera que instantes antes había bajado en compañía de una mujer. La mujer que hay ahora detrás de él, es Ida (Christine Boisson), la actriz sexy.

Estos bruscos cambios de raccord, esparcidos por toda la película, son la labor nerviosa de un montaje visceral que Antonioni ejerce como si Niccolò, director de cine de profesión, cometiera dichos cortes en su vida tratándose como un propio personaje ficticio de una de sus películas, y prescindiera de lo innecesario para poder ser feliz. Es fascinante, como el espectador, debe estar atento a estos cambios de raccord y valorarlos dentro del contexto del personaje. Existe también, un cambio significativo que se da entre la cámara y el personaje. Hasta el momento, el personaje siempre entraba y salía del plano mientras que la cámara permanecía más o menos quieta. Advertimos como, en este caso, es la cámara la que se aparta de la acción no dejando que el espectador termine de observar la escena. Este comportamiento podemos entenderlo en los mismos términos que los cambios de raccord.

El fondo de Identificación es el ya versado discurso sobre la imposibilidad de comunicarse o poder ser feliz. Aquí, incluso, Antonioni se permite matizar y nos deja claro que al final, siempre se quiere lo que no se tiene y lo que se pierde. En una barca, Nicco e Ida se abrazan, él le dice a ella:

“Nos imaginamos que la felicidad se encuentra siempre donde no estamos. Tiene que ser por eso por lo que en este mundo hay mucha gente que sufre.”

La trama de nuevo queda deslavazada, a favor de ese tono impuesto por el director, aunque quedan pequeñas secuencias donde Antonioni se exime de la forma dando algo de respiro al espectador. Quizás la secuencia más interesante en este aspecto sea el viaje en coche envuelto en la niebla donde Niccolò y Mavi (Daniela Silverio) no aciertan a comunicarse. Nada tiene que ver la forma con esa otra antológica secuencia en el Desierto rojo (1964), pero el fondo, no deja de ser el mismo.

Tendremos que hacer, eso sí, un esfuerzo sobrehumano para obviar la música escogida por el/los director/es (puesto que en su mayoría es diegética), y que tanto daño hizo en los comienzos de la década de los ochenta.

(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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12 de enero de 2007
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonioni es una vez más fiel a sí mismo en una obra algo dispersa encabezada por un director de cine en crisis creativa a causa de sus problemas afectivos o puede que al contrario, su falta de definición para un nuevo proyecto le lleve a tener una relación con las mujeres llena de altibajos.
Su deseo es encontrar a una protagonista para su historia en la ficción, pero también para la vida real, quizás ambas sean una sola.

Muy bien fotografiada por Carlo di Palma, con una magnífica secuencia en la niebla, aún se ve en la dirección la sabiduría de antaño, con cámara ágil y bien definida, pero por contra toda la evolución del guión peca de inconexa.

Como conclusión, se puede mirar más allá, cual nave que surca el espacio dirigida hacia otros caminos aún por explorar.
Ennis
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29 de septiembre de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonioni disolvió, decoloró, e incluso suprimió a muchos de sus personajes. Los fundió entre la realidad y las apariencias. Los hizo angustiosos, elegantes, melancólicos, e imposibles.

Leimotivs como: la niebla y los espejos, suelen ser los representantes en este juego de adivinar la verdad, aceptarla o pulverizarla.

No siempre fueron burgueses. Su primer filme “Gente del Po” (1943), retrata la difícil realidad de la clase obrera italiana. Y “El grito” (1957) plantea la vida de un proletario que abandonado por su mujer emprende un viaje hacia el norte de Italia. Ambas son propias del neorrealismo imperante de esa época. Sin embargo en “El grito” demuestra que muchas veces los problemas de las clases bajas no se hallan sólo en lo económico, sino también en lo emocional.

Por ello eligió mostrar otro tipo de miserias que no habitan en lo material sino en lo humano: La incomunicación, la angustia. Sus personajes suelen tenerlo todo y sin embargo algo los aqueja. Parejas que no se entienden (La Noche, El eclipse, etc.), circunstancias poco claras (La aventura, Blow up, El Reportero), o realidades demasiado injustas para ser aceptadas como tal (Zabriskie Point, 1970). De hecho, por estudiar las clases altas, se lo considera una “segunda fase” del neorrealismo en donde profundiza el aspecto psicológico de los personajes, más que las condiciones materiales o físicas.

De una forma u otra, Antonioni nos desafía con sus películas. Nos hace reflexionar sobre qué pasa, allí donde aparentemente no sucede nada. Lleva la sutileza al extremo; y como otro grande, Ingmar Bergman, nos habla suavemente (con tomas panorámicas y lentos travelling) del sentimiento de angustia que provoca el reconocimiento de nuestra propia existencia en el mundo.

Sea Italia, Londres, Estados Unidos, o México; los personajes padecen un sentimiento de opresión del paisaje que los circunda, muy bien expresado en los planos generales, a cargo del director de fotografía Carlos Di Palma, con quien trabajó hasta el 86. Es característico de Antonioni, hacer que los paisajes se devoren a sus personajes. ¿Acaso su propia pulsión autodestructiva le obligaba a hacerlo?

En su tetralogía de la incomunicación (La noche, La aventura, El eclipse y El desierto rojo) pone en manifiesto la alienación que vive el hombre de la modernidad, la cual termina por interferir en las relaciones más íntimas; aislando cada vez más al sujeto incomprendido. Busca con sus films, como algunos buenos directores, perturbar sutilmente la comodidad del espectador.

Luego en su época más cosmopolita (Blow up, El reportero, Zabriskie Point), pondrá un énfasis filosófico en la apariencia visual de la realidad. O como Antonioni mismo decía: “La necesidad de expresar la realidad en términos no estrictamente realistas”. Esto se debe a que el cineasta no cree en la verdad como tal, sino en las experiencias humanas que le atribuyen significado a la realidad.

Pese a considerarse a sí mismo, un marxista intelectual, sus películas nunca estuvieron teñidas de ideología política, hasta Zabriskie Point (1970). Allí exhibe las consecuencias del capitalismo aplastante de Estados Unidos, frente a la revolución hippie de finales de los 70. La banda sonora comprende a los Grateful Dead y a Pink Floyd (quienes hasta toparse con Antonioni, nunca habían aceptado participar en los centenares de proyectos cinematográficos que se les presentaron).

Una de sus películas más autobiográficas es "Identificación de una mujer" (1982). Trata sobre un director que busca la protagonista de su próximo film. Un trama que nos recuerda al magnífico Fellini con su “8 y ½” (1963). Si bien ambos trabajaron juntos en el “El Jeque Blanco” (1952), sus películas son tan distintas como sus directores: Fellini siempre extravagante, Antonioni con una impronta más moderada. Aunque con visiones artísticas disimiles, ambos siempre fueron muy buenos amigos.

Poseía un sentido actual y de vanguardia, que a diferencia de otros directores de su época como Bergman, lo convertía en un cineasta continuamente innovador.
También, es considerado el padre del cine moderno, por haber planteado la idea de “desnarrar”. En “La aventura” (1960) hace desaparecer a la protagonista a los 15 minutos de haber empezado el film. Propone, así, un quiebre en la historia y la transforma radicalmente.
Frente a esto el cineasta francés, Alain Robbe Grillet, en una entrevista radial, compara a Michelangelo Antonioni con Alfred Hitchcock pero en un sentido opuesto: “En un film de Hitchcock el significado se retrasa constantemente hasta el final donde entendemos el sentido de la película. Con Antonioni sucede a la inversa, al principio lo que se ve en la pantalla es claro, pero el significado es confuso, y cada vez más a medida que se acerca al final”.

Esto es conocido en la literatura como “El saber callar a tiempo” de Menéndez Pidal (Cantar del MioCid), ya que Antonioni no nos muestra todo. De una forma erótica y no pornográfica, sabe exhibir astuta y delicadamente el sentido de su arte; haciendo que sus películas no terminen cuando dice FIN, sino que sigan vagando en la mente del espectador.

www.losojosdelolita.com.ar
Nadya Palacios
LOLITA
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18 de mayo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco antes del ataque que le dejaría físicamente mermado hasta el fin de sus días, Antonioni entrega un film muy en la línea de la trilogía de la incomunicación, tanto que, de hecho, no aporta nada nuevo en lo que a contenido y discurso se refiere: son los mismos temas de siempre y no es su representación más inspirada, a decir verdad. Los diálogos, que van de regulares a pésimos, rozando en muchas ocasiones lo teatral, no ayudan (parece mentira que Gérard Brach -Repulsión, El quimérico inquilino- haya firmado ésto).

Habría que ir a la forma, a los cortes flagrantes en el desarrollo de la historia, que quizás sirvan para acentuar la sensación de desorientación vital de un protagonista que no parece encontrar sentido en ninguna de sus acciones a lo largo del filme. Algo que incomoda bastante a la hora del visionado, pero imagino que esa sería la intención y me parece acertado: es como si el propio protagonista (que a fin de cuentas es un director de cine) tratase de montar la realidad a su gusto, dejando todo de ser real u objetivo desde el momento en que es manipulado, obviamente: de ahí su entrega a actos banales o a misterios intrascendentes. El estilo visual es el de siempre en Antonioni y sigue siendo igual de efectivo... Y está la curiosidad de ver cómo la banda sonora está compuesta de temas art-poperos de la época, que a veces parecen querer enfatizar el aislamiento social y emocional del protagonista, y a veces no se sabe muy bien qué pintan ahí, más allá de un posible intento de Antonioni de verse a la última. Suenan John Foxx, XTC, Japan u OMD, entre otros.

Tampoco es que sea un film complicado de ver (remarco, estéticamente es muy atractivo) pero el esfuerzo difícilmente le merecerá la pena a quien no haya disfrutado películas como La noche.
Crackdown
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21 de febrero de 2019
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Meo: desnuda
Hago la maleta: desnuda por supuesto

Ademas esta extraña enfermedad solo le ocurre a las mujeres de la película, al parecer los hombres saben abrocharse la camisa. O se gastaron todo el presupuesto en el vestuario de hombre y luego no le quedo mas que para unas simples braguitas de la mercería.

A veces te preguntas: donde esta el 0?
Cristina Yours
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