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La comunidad de los corazones rotos

Comedia. Drama Determinados encuentros improbables traen ternura, risas y compasión a un mundo de alienación urbana. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
10 de marzo de 2017
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Comunidad de los Corazones Rotos del director Samuel Benchetrit, comedia surrealista sobre 6 seres solitarios unidos por un gran sentimiento de ternura, respeto y compasión.

Sobre tres extrañas parejas y seis personajes insólitos gira la inverosímil e ingeniosa historia que nos cuenta La Comunidad de los Corazones Rotos. La acción se desarrolla en un suburbio a las afueras de París, con viviendas en mal estado y personas viviendo al margen de la sociedad. El director Samuel Benchetrit adapta aquí dos de sus cuentos de Crónicas del Asfalto (Anagrama, 2017), escritos en 2005, y añade uno nuevo, el de una actriz alcohólica (Isabelle Huppert) que acaba de instalarse a un lúgubre edificio cuyo adolescente vecino (Jules Benchetrit) queda fascinado por ella.

Las otras disparatadas parejas son: un perdedor en una silla de ruedas (Gustave Kervern) que flirtea con una afligida enfermera (Valeria Bruni Tedeschi) por las noches en un hospital, y la tercera, la más rocambolesca y surrealista de todas, un astronauta de la NASA (Michael Pitt), cuyo fallido aterrizaje en el interior de una cápsula espacial acaba en la azotea de un viejo edificio, donde será cuidado durante varios días por una solitaria señora argelina (Tassadit Mandi), a la espera de que le vayan a recoger.

La Comunidad de los Corazones Rotos nos recuerda irremediablemente tanto al cine del sueco Roy Andersson (en concreto, a Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, del 2014), como al del finlandés Aki Kaurismäki, autor de Un hombre sin pasado (2002), debido a las situaciones absurdas planteadas y a los pintorescos personajes que las protagonizan, muy característico en la filmografía de ambos directores, combinado con un toque de fantasía del primero y una gran dosis humanista del segundo.

Tres pequeñas historias relatadas con ingenio, ironía y mucho humanismo, donde aparecen situaciones surrealistas extraídas de la vida cotidiana, tratadas con mucha ternura y sensibilidad, cuyo tema central es la soledad y el paso imparable del tiempo.

CINEMAGAVIA
Eduargil
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12 de marzo de 2017
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una película coral y desarticulada, como si estuviera realizada a base de diversas ideas que no se ha sabido (o querido) muy bien cómo ensamblarlas – por lo cual se ha optado por centrarse en tres historias independientes cuyo único nexo de unión es la destartalada casa en la que todos los personajillos son solitarios convecinos. Para entendernos, parece más bien una libre versión gala del tebeo carpetovetónico “13, Rue del Percebe” (del ínclito Francisco Ibáñez). Es decir, que está poblada de múltiples escenas inconexas – diseñadas como si de viñetas animadas se tratase – no carentes de bastante buen humor, ironía de diverso grosor y espesura y diáfana campechanía, con unos personajes bosquejados a grandes rasgos entre el absurdo, el esperpento y el delirio, más cercanos al sainete chusco que al estudio sociológico sincero.

Es de justicia advertir que la cinta tiene más defectos que virtudes, ya que las historias son tópicas y hasta facilonas (en consonancia con su pícaro despropósito), falta consistencia y profundidad en lo que se relata y retrata, se antepone la farsa dislocada a cualquier precio, evitando caer en cualquier trascendencia o reflexión que puedan velar el entretenimiento intrascendente. Sin embargo, pese a sus muchas y obvias limitaciones, alberga una rara energía motriz que la vuelve irresistible: hace gala de una torrencial ternura hacia todas las personas que habitan ese desvencijado entorno y todos sus mínimos percances nos resultan entrañables y cautivadores. Las imágenes destilan amor y comprensión a raudales, es como un torrente que te arrastra aunque trates de resistirte con todo tu empeño.

Además, los actores todos son cómplices impecables del humor surrealista que brota a cada paso, pese a sus múltiples registros y diversas procedencias y capacidades. Ellos son el alma bulliciosa de la función y dan sentido al disparatado retablo de los despropósitos que presenciamos, donde cualquier extravagancia es bienvenida con tal de despertar la sonrisa vaporosa o bienintencionada. Nada que objetar a las buenas intenciones cuando no hay más cera que la que arde y no pretende dar gato por liebre o simular una profundidad que le es por completo ajena. Quiere sólo agradar, hacer pasar un buen rato entre humoradas y desatinos. Y lo consigue.

Imperfecta, sí. Pero, ante todo, una obra afable y jaranera.
antonalva
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30 de marzo de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias que se producen en un edificio de los suburbios de una ciudad francesa. Un adolescente solitario (Jules Benchetrit) que vive con su madre casi siempre ausente hace amistad con su nueva vecina (Isabelle Huppert), una actriz en crisis. En la azotea del edificio aterriza un astronauta (Michael Pitt), que mientras espera ser rescatado por la NASA se queda a vivir en casa de la señora Hamida (Tassadit Mandi), una señora de origen marroquí que le acoge y le cuida como si fuera su propio hijo. En el primer piso vive Sternkowitz (Gustave Kervern), aislado en su silla de ruedas, una noche conoce a una enfermera (Valeria Bruni-Tedeschi) y para conquistarla se hace pasar por fotógrafo de National Geographic, como Clint Eastwood en “Los puentes de Madison”.

Película del director francés Samuel Benchetrit, “Asphalte” (traducida al castellano como “La comunidad de los corazones rotos”) conquista al espectador con su escena inicial en la que la comunidad de vecinos aprueba comprar un nuevo ascensor con la negativa del señor Sternkowitz, quien se niega a pagarlo porque él vive en el primer piso y no lo necesita. A partir de ahí, se centra en las tres historias cruzadas que transcurren en el edificio, derrochando humor negro, ternura y cierto surrealismo.

Se trata de una película pequeña, de pocas pretensiones, muy original y absolutamente surrealista. Basada en una novela del propio director, uno pensaría más bien que estaba basada en un comic, dado lo disparatado de su trama. Son tres historias sobre tres parejas. Parejas que se forman a lo largo de la película. Tres hombres y tres mujeres y la relación que van fraguando entre sí. Tres hombres y tres mujeres solitarios, aunque no por vocación, sino porque la vida les ha conducido a la soledad.

El astronauta, solitario a la fuerza en su nave, se empareja con la señora que está sola desde que su hijo ingresó en prisión. Ni el astronauta americano habla francés ni la señora habla inglés, pero la necesidad que tienen el uno del otro hace que se entiendan y sean capaces de darse cariño y así hacer más llevaderos sus respectivos momentos de desamparo.

El adolescente solitario que conoce a la solitaria señora que se acaba de mudar al piso de enfrente. Le despierta curiosidad y ella, cansada de la vida y refugiada en el vodka, se recrea sintiéndose admirada como antaño, aunque sea por un único espectador. Un día fue famosa (o eso cree ella) y el vacío que siente ahora sin un papel que representar lo puede llenar su incipiente admirador. Quien a su vez también gana la compañía de alguien que le saque del aburrimiento de su desierto hogar y de su madre ausente.

Por último, la soledad más evidente. La del hombre en su silla de ruedas viéndo películas de amor. De la enfermera poco sabemos, pero la interpretación de Valeria Bruni-Tedeschi nos informa de una soledad dolorosa que la hará capaz de creerse que ese tipo en silla de ruedas puede ser fotógrafo de National Geographic con su cámara Polaroid.

Benchetrit nos plantea que todo puede ser una historia. Dentro de los edificios más feos, en los barrios más desfavorecidos, vive gente aparentemente gris, en cuyas vidas no pasa nada. Gente desorientada, solitaria, aburrida, para quienes vivir parece un castigo. Pues bien, en esas vidas también suceden cosas dignas de ser contadas. Es más, las cosas más increíbles les suceden a ellos, y se convierten en creíbles. Esos edificios en los que se hacinan los perdedores sociales, también son nidos de sueños, allí también germinan los deseos, la vida allí también late con fuerza.

Acompañando a tanta ternura y emotividad, Benchetrit introduce el humor como arma principal. Desde el principio hasta el final, las peculiaridades de los personajes y sus situaciones se ven desde un prisma humorístico que evoca el cine de Jacques Tati, especialmente en determinados pasajes.

Resulta curioso que en una película tan poco ambiciosa se haya reunido el elenco de actores que aparecen en “Asphalte”. Llama poderosamente la atención la presencia de Isabelle Huppert, una de las mejores actrices del mundo, que además nos deleita con una escena sensacional en la que hace de actriz que actúa mal al interpretar una escena y poco a poco va mejorando hasta conseguir bordarla. También sorprende la presencia de Michael Pitt, un actor consagrado que hace un papel menor en una película menor. Incluso Valeria Bruni-Tedeschi (magnífica en las tres escenas que tiene) es una actriz cuyo cartel supera al de esta película de autor.

Sin duda, las interpretaciones son lo mejor del film. Todos los que he nombrado están a un gran nivel, pero me van a permitir que me quede con Tassadit Mandi, que realiza una interpretación conmovedora y fue capaz de llegarme como pocas veces lo ha hecho alguien en la pantalla.

Quizá se puede acusar a “Asphalte” de ser excesivamente bienintencionada. Puede ser. Que destila demasiado buen rollo. Pues sí. Pero a mí personalmente no me molestó. Porque la película tiene mucha naturalidad y eso hace que cale en el espectador. Hasta el punto de que no te importen las situaciones inverosímiles, o que las historias que cuenta sean aparentemente banales. Uno se engancha y sigue con igual interés las tres historias, y solo eché en falta algo más de humor en los desenlaces finales.

Drama, humor y ternura, es una mezcla a la que no puedo resistirme.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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13 de febrero de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa apología al cine y a la soledad, o a la soledad en el cine, finalmente, reflejo del teatro de nuestra vida. Hace tiempo que no disfrutaba tanto de una película tan sencilla; embelesado con la discreción de sus intenciones, su sinceridad y naturalidad.

Basado en Las crónicas de asfalto, Tomo I, publicado en el 2005 y escrito por el mismo Benchetrit. Asphalte es su último largometraje. Interpretado por una gama internacional de actores que van desde Isabelle Huppert (a quien recordarás en el 2016 en Elle de Verhoeven y L'avenir de Hansen-Løve) a Michael Pitt (I Origins, Funny Games o Last Days), pasando por el debut del hijo de Samuel Benchetrit, Jules Benchetrit. Aquí con roles mucho más cotidianos y reservados, personajes con nula trascendencia en esta historia, salvo en (y sin pretenderlo) la vida de otro personaje al que conduce accidentalmente la trivialidad de su propia vida. Pues no estamos ante una Historia con H mayúscula –como diría el Sr. Pierre en Los cuentos de la calle Broca– sino en un conjunto de historias con h minúscula. Una pequeña historia, la nuestra, la de cada quien, y no por ello menos importante.

En las afueras de alguna ciudad francesa en un edificio tan monocromático como sus cielos y el asfalto, sus residentes se reúnen para debatir sobre la reparación del ascensor. Todos están de acuerdo excepto el señor Sterkowitz, ¿por qué debería pagar? él vive en el primer piso y no usa el ascensor. Pregunta incrédulo el líder de la reunión: ¿alguna vez ha oído hablar de solidaridad? De este modo da inicio esta comedia dramática compuesta por tres historias y seis personajes que en diversos grados de soledad forjaran inesperadas amistades, vinculados por el mismo edificio y enajenados en su propia vida. El avaro judío que finge ser un fotógrafo famoso y una muy solitaria enfermera, el adolescente despreocupado y una hermosa y madura actriz que bien podría triplicar su edad, la anciana argelina y un astronauta americano varado en la tierra. Cada cual rescatado involuntariamente de su alienación. Descubriéndose en busca de compañía humano, del amor en sus diversas variantes, materno, filial, idílico.

Un filme más que por el desarrollo de su argumento –prácticamente es "nada" trascendental, sólo asistimos a un par de días en la vida de personas comunes–, cautivante por la empatía que alcanzan a generar sus personajes. Sabemos tan poco de ellos, y sin embargo les vemos tan vulnerables que creemos conocerlos de por vida.

Breves alusiones a Los puentes de Madison (1995) de Clint Eastwood en una de las historias, y a las tragedias griegas en otras. Con bebés llorando, demonios y tigres personificando lo desconocido. Y una reflexión acerca de cómo influyen e influimos, si lo permitimos, a través de los encuentros casuales de nuestro día a día; posiblemente enriqueciendo nuestra vida, la de los demás, haciéndonos sonreír. No sé. Me parece “injusto” su paso desapercibido por la audiencia en general. Si bien es de carácter contemplativo y la trama es limitada (su esencia es no ir más allá), encuentro un guion inteligente (una propuesta con las reglas de ésta pudo haber sido un rotundo fracaso), con un presupuesto precario pero una calidad audiovisual destacable, la música y fotografía me han gustado mucho, coronando la atmósfera de cierta amargura y dulzura a la vez

Buen filme, creo el mejor y menos ambicioso de la carrera de Benchetrit.

http://teatro-vandrian.blogspot.mx
Iván Roldán
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4 de septiembre de 2016
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encontrar películas como esta es un verdadero deleite en una época en la cual ya poco, o casi nada sorprende por su originalidad.

Tiene un arranque lento pero se toma el tiempo para irnos mostrando como son los personajes de esta historia que transcurre en un edificio de clase baja en Francia. Lo que al comienzo podría pensarse algo sin sentido, cobra una notable fuerza dramática, en particular, después de la aparición del astronauta. El relato se desarrolla desde allí con elegancia y con un infinito amor, se nota talento en los diálogos y en la forma como se comportan los personajes.

Sabe dosificar el humor, pero no es un film que busque la risa fácil. En definitiva una bella historia que recomiendo ampliamente. Tiene igualmente una banda sonora bellísima
habitantex
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