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El farol azul

Cine negro. Drama. Intriga. Acción Dos matones londinenses, que han sido rechazados por el crimen organizado, ejecutan por su cuenta una serie de robos que acaban provocando la muerte de un policía. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
6 de abril de 2013
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerada un clásico del cine británico, "El farol azul" (no faro) es un buen ejemplo de importación, en la medida en que su argumento, así como el tratamiento cinematográfico empleado, se inspiran claramente en modelos norteamericanos ya ensayados en la década precedente, de la mano de una serie de películas que combinaban el naturalismo social con el análisis de los procedimientos policiales, adoptando para ello un tono documental. Así, este filme es claramente deudor de obras como "T-Men" (A. Mann), "The Street With No Name" (W. Keighley) o "The Naked City" (J. Dassin), por citar algunos títulos.

La película ensalza la labor policial en un contexto social complejo como la posguerra en el que las heridas del conflicto bélico aún no han desaparecido, como bien documentan algunas secuencias, mostrando las ruinas causadas por los bombardeos. La policía es retratada como un elemento imprescindible del civismo británico, destacándose su proximidad a la gente de los barrios, cierta indulgencia para según qué comportamientos y el detalle no menor de no portar armas, aspectos que marcan un claro contraste con la perspectiva estadounidense. ¿Y de dónde proviene el desorden? En este caso de unos jóvenes que encarnan, en cierto modo, las dificultades para encajar y prosperar en una sociedad que está definitivamente alterada, pero que se resiste a aceptarlo.

El filme trabaja bastante bien todos estos aspectos, y abunda en la descripción de los procedimientos policiales, mostrando su día a día, al igual que sus técnicas de investigación y sistemas de comunicaciones. Aunque al comienzo recurre a la habitual voz en off, afortunadamente pronto la abandona, siendo la narración muy clásica y fácil de seguir, como es habitual en las películas de Dearden, que ya apuntaba en esta las temáticas que más tarde culminaría en las más perfectas "Sapphire" y "Victim".

Entre los intérpretes destaca un jovencísimo Dirk Bogarde, encarnando acertadamente al malo, al que aporta matices un punto obsesivos que lo hacen parecer inestable, y por tanto peligroso. El resto de personajes es más anodino y plano, y alguno incluso desagradable, como la novia del malo, una excesivamente gritona y llorosa Peggy Evans. Producida por la Ealing, y contando con dos buenos "hombres de la casa" a cargo del guión (nada menos que T.E.B Clarke y A. Mackendrick), la película está correctamente dirigida, abundando las secuencias en exteriores en mayor medida de lo que era habitual hasta entonces, destacando el fragmento de la investigación junto a la niña, así como toda la secuencia final, acertadamente ambientada en un canódromo, y en la cual la policía contará con una singular colaboración en su persecución del malo.
Quatermain80
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8 de mayo de 2019
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como una crónica social lúcida y bien estructurada, B. Dearden va desgranando un argumento correoso a base de ingenio y buen quehacer cinematográfico.
En su planteamiento narrativo combina la acción directa con la voz del relator que desea hacer confidencias y a su influjo se genera en el espectador una agradable sensación de implicación en la trama.
El calado humano, el prurito costumbrista y la intriga policial componen una urdimbre en la que no cabe un minuto de sosiego y en la que cada rostro ofrece el rictus de su sentimiento interior cada vez que la cámara se acerca para sorprender con unos primeros planos de gran vigor.
La historia se desarrolla sin alharacas y con una magnífica actuación de los protagonistas.
Y el mensaje se dice a media voz, con recogimiento y con máximo respeto pero con exquisito gusto por el buen cine.
ABSENTA
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29 de agosto de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dearden formó un tándem de cineastas con el productor y ocasional director Michael Relph –aquí en labores de productor ejecutivo-. En su primera etapa, algunos de sus filmes trataban de mostrar la labor de servicio público de diferentes instituciones y la responsabilidad cívica de los héroes anónimos y cotidianos, combinado con otras propuestas de mayor calado como la excelente "Frieda" (1947) Su cine evolucionó hacia propuestas más comprometidas y profundas. Esta película es justamente el punto de cambio, la bisagra hacía un cine que trataría con gran valentía cuestiones sociales del momento (homosexualidad, racismo o intolerancia religiosa) en películas como “Violent playground” (Barrio peligroso, 1958), “Saphire” (Crimen al atardecer, 1959) o “Victim” (1961) en un cine que sabía tomar partido sin ser partidista.

Producida por la mítica Ealing y el genial Michael Balcon, con guion de T.B.E. “Tibby” Clarke -ganador de un Oscar por la divertidísima “The lavender hill mob” (Oro en barras, 1951)- y diálogos de Alexander Mackendrick, director de esta última, la película se convirtió en uno de los mayores éxitos de la carrera cinematográfica de este grande pero algo desconocido director de cine británico.

El film es una disección, una descripción minuciosa del trabajo de los policías londinenses y, ante todo, una alabanza al servicio policial, encarnado en la figura del poli de barrio. Se centra, con tono documental y aire cotidiano, en un retrato razonable y cercano del trabajo de dos policías, uno veterano, a punto de jubilarse y otro recién salido del cascarón al que acoge en su casa y, por otro lado, las andanzas de un pequeño grupo de delincuentes de poca monta capitaneados por Dirk Bogarde.

La película muestra con inusitada naturalidad los pequeños y grandes casos que tienen que resolver, normalmente con comprensión y paciencia, en ocasiones con energía, pero al mismo tiempo es un drama social, en tanto retrato de la desencantada juventud de los años 50 y de los pequeños delincuentes de la inmediata postguerra algo pagados de sí mismos pero osados y chapuceros,

Inteligencia, fina sensibilidad, ritmo eficaz, sencilla maestría y verismo casan con rotundidad, buen gusto y unas gotas de suave humor en este certero retrato de la Inglaterra de postguerra, llena de ociosos niños por la calle, jugando entre ruinas y edificios a la espera de reconstrucción, patios desiertos y cartillas de racionamiento. De hecho, todas las escenas en exteriores son magníficas, de una inmediatez y una verosimilitud fantásticas, llenas de atmósfera e incluso genio –como la escena final del canódromo-.

Fantástica película y un magnífico clásico del cine británico.
Gould
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4 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
" En un ensayo del coro de la Policía:
- Eh, muy mal, algo suena muy mal en la última fila.
- Creo que soy yo, parece que tengo una rana en al garganta.
- Pues yo, en tu lugar, dejaría cantar a la rana".

Excelente film británico, muy bien dirigido, como en él es habitual, por Basil Dearden, que saca partido de un jugoso guión de T.E.B. Clarke y nada menos que Alexander Mackendrick, más tarde maravilloso realizador.
Tiene notables diálogos, que denotan un costumbrismo en las diversas situaciones cotidianas que tienen lugar tanto en los domicilios de los agentes y hampones, como de la calle, donde todos deben sobrevivir en medio de duras condiciones.
Muy buenas interpretaciones, destacando ya un joven Dirk Bogarde, aquí haciendo de malo.
Singular fotografía de Gordon Dines y gran entretenimiento e interés durante todo el metraje gracias a una tensión creciente en el desarrollo de la historia.
Gusta mucho.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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