Escalera de servicio

Hay muchas personas en este mundo… ¡demasiadas lamentablemente!, que no tienen nada o tienen muy, pero muy poco… y a esas carencias materiales, se suma una marcada carencia de afecto y de amor propio, que hace parecer el mundo como si fuera algo terriblemente oscuro y angustiosamente vacío. Si acaso significan algo para alguien, ese ser, que devolvería la esperanza, está en muchos casos ausente, y por más que promete volver, no lo hace porque x o y circunstancias impiden que eso suceda. En estos espacios hay desarraigo, miseria, discriminación… y los seres que los habitan sufren, lloran y se desesperan porque la vida se convierte en un espacio, cada vez más cerrado y cada vez más vacío.

Los grandes artistas alemanes, ávidos de conocimiento de la sociedad, también supieron de esta triste y palpable realidad, y algunos de ellos, sintieron que, para poder recrearla, debían servirse de espacios muy parecidos, estrechos y sombríos, como los que ocupan aquellas personas. De las obras de este estilo que representaba en las tablas Max Reinhardt, surgió, entonces, el término Kammerspiel, que se ha traducido como Teatro de Cámara; y al trasladar el concepto al cine se habló entonces del Kammerspielfilm. Se hacía en Estudio, con gran austeridad de medios y en una representación tan teatral que facilitaba un rodaje bastante continuo. Los intertítulos se reducían al máximo; abundaban los planos enteros y los primeros planos… y los movimientos eran muy pausados, dando lugar a la compenetración del espectador con las emociones más íntimas de los personajes. Pero, visto desde la generalidad, siento que, esto último fue su particular deficiencia, pues, las películas resultaban demasiado teatrales y excesivamente oscuras, permitiendo muy fácilmente la fatiga del espectador medio.

La primera película que se enmarca dentro del Kammerspielfilm fue, “Scherben” (El Raíl), realizada por Lupu Pick en 1921, y ya aquí, Carl Mayer se convertiría en el guionista esencial, algo así como lo que sería, Cesare Zavattini. para el neorrealismo. Ese mismo año, Leopold Jessner -quien, por entonces, era director del Berlin Staatteather- une sus esfuerzos con el también director y diseñador de producción, Paul Leni, y con otro guion de Carl Mayer, hacen, “ESCALERA DE SERVICIO”, un fuerte drama sobre una muchacha que ocupa sola un apartamento en un edificio, donde, además de vivir con una gran estrechez de recursos, espera en vano el regreso del enamorado con el que ahora se escribe, pero, el interés del cartero en ella hará que las cartas no lleguen, y cuando lleguen…

Una particular tragedia que busca el alma de sus personajes y con hechos de aparente simpleza, da cuenta de la terrible soledad y el profundo sufrimiento que anida en muchos corazones. No es una historia para pasarla bien ni para deleitarse, es un drama para sacudirnos y animarnos a Ver al otro en sus más tristes dimensiones.

Henny Porten, actriz que apareciera en más de un centenar de películas y en unos 60 cortometrajes -lo que la convierte en una de las más activas de la historia del cine- sostiene por su propio peso la mayor parte de la historia, logrando una actuación muy del estilo del teatro que hacía Jessner, pero logrando impactar con la soledad interior que padece su personaje.

Fritz Kortner, es el cartero retraído y notablemente tímido, pero capaz de manejar los hilos a su antojo; y Wilhelm Dieterle, quien pronto viajaría a Hollywood donde se convertiría ya para siempre en el director William Dieterle, es el amante, que llegará en el momento más inoportuno para dar cuenta de que, hay cosas que, por alguna extraña razón, nos están vedadas para siempre.

Del Kammerspielfilm se derivarían, luego, estilos que se conocerían como Strassenfilm (Cine de la Calle) y Cine Proletario, este último con criterios claramente políticos.