De estafador a senador

Está claro que se trata de una película de Eddie Murphy haciendo de Eddie Murphy, y en principio no tendría por qué haber más. Y de hecho, la segunda mitad es casi soporífera, moralista y tópica, como mandan los cánones de este tipo de comedias de los noventa. Pero la primera mitad te regala unos cuantos minutos de humor sencillo y divertido, aunque lo verdaderamente interesante de la película es la forma en la que refleja conceptos como la corrupción, el pasotismo de los votantes y los votados en la vida política estadounidense (y extrapolable a muchos otros países), y sobre todo cómo cualquier idiota con un par de golpes de suerte puede llegar a congresista, movido únicamente por la pereza y la picaresca para conseguir un puesto tranquilo y rentable). Tal vez no fue realizada con ese propósito crítico, pero dio en el clavo. A nadie se le escapa hoy en día que la idea de un inepto desconocido realizando una carrera política sólo por tener el nombre que tiene era algo más que un simple vaticinio. Sí, va por Usted, W. Entre otros.

Hay películas mejores y peores. Las hay que no ganarán un Oscar, pero atraerán a gran parte del público a las salas. Otras no tendrán unas críticas excelentes, pero tendrán un montón de visualizaciones en las plataformas de streaming en internet. Algunas carecerán de pretensiones y al mismo tiempo te harán pasar un rato agradable. Y sobre todo, muchas de ellas, aunque no tengan un gran reconocimiento, serán de éstas sencillas y agradables de ver, algo que no te cansarás de hacer.

Y Su distinguida señoría es una de éstas últimas. Una comedia hecha a medida de Eddie Murphy, del gran Eddie Murphy de finales de los 80 y principios de los 90: alguien que no sólo se hacía gracioso, sino que lo era. Películas con gags sencillos y con su sonrisa como logotipo, películas de polis carismáticos, o estafadores simpáticos, siempre personajes de dudosa moral de los que Eddie se apropia y hace suyos.

En fin, no tendrá los mejores diálogos ni será muy creíble. Pero hace reir, es divertida y sencilla de ver, adoras al protagonista y además, en los tiempos que corren, no va mal "sacudirle" un poco al sistema político actual...aunque la película fuera hecha en 1992.

Lástima que ésta brillante comedia de Eddie Murphy no se estrenase a mediados de los ochenta cuando su popularidad estaba en pleno apogeo porque habría sido un gran éxito de crítica y público. Sin embargo a comienzos de los noventa el humor de Murphy empezaba a resultar cansino y su carrera empezó a flojear.

Aquel año 92 estrenó dos importantes producciones: Boomerang el príncipe de las mujeres, que no fue del todo un fracaso, al menos comercial pero sí artístico, y ésta que nos ocupa que defraudó en ambos sentidos. Sin embargo, pocos críticos advirtieron que se trataba de una comedia superior a la media gracias a un elaborado guion que ponía en solfa las triquiñuelas y chanchullos en la forma de hacer política de los dirigentes americanos, ejemplo que vale también para el resto de los políticos de cualquier país.

La película es bastante más que un lucimiento exclusivo de su estrella protagonista, porque más allá de las sonrisas, caras y aspavientos que le hicieron famoso, tiene una trama interesante que sigue de plena actualidad y un reparto de actores muy competente que contribuye a amenizar el divertido enredo que plantea la historia.

La conclusión es que la política es el paraíso de los defraudadores y timadores porque siempre salen ganando hagan lo que hagan.

En los años 80 Eddie Murphy cogió el relevo de Sidney Poitier como abanderado de las bondades negras. Si Poitier era elegante y atildado Murphy era sagaz y descarado, una versión actualizada en clave de humor. Si Poitier fuera música clásica Murphy sería la versión bailable de radio-fórmula.

En los años 80 los negros conquistaron su espacio en la burguesía norteamericana, tras décadas de lucha por sus derechos. La normalización identitaria de sus costumbres, siempre sazonada por cierto folclore de raza, tuvieron su reflejo en "sitcoms" televisivas de gran audiencia como "El show de Billy Cosby" o "El príncipe de Bel Air".

"Su distinguida señoría" continúa con esta voluntad de integración negra. Una integración que en esta ocasión alcanza la cúspide del poder político. La película aprovecha la popularidad de Eddie Murphy, actor de rabiosa actualidad tras el arrollador éxito de "Superdetective en Hollywood". "Su distinguida señoría" es una comedia fresca pero de humor fallido. Su gran obstáculo es encajar el estilo gamberro de Eddie Murphy en la crítica política. Un complicado maridaje de estilos lastrado por el compromiso de denuncia. El humor de Murphy funciona mucho mejor en el cine de acción que en las sutilezas de la sátira.

Una película discretamente divertida pero fallida en sus intenciones, con un entrañable eco ochentero. Precisamente el final de dicha década significó el declive de Eddie Murphy, cuyo histrionismo excesivo dio señales de agotamiento.