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Madame Bovary

Drama Emma Rovault, hija única de un humilde granjero de Berteaux, contrae matrimonio con Charles Bovary, un doctor de una pequeña ciudad. Emma, transgresora, romántica y soñadora, pronto es consciente del enorme vacío que provoca su matrimonio en su interior, por lo que buscará consuelo en numerosas relaciones extra conyugales que deben servirle para colmar sus deseos más íntimos, así como ascender en su estatus social. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
6 de agosto de 2015
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trasladar a la pantalla un clásico de la literatura ha dado en llamarse "adaptación". Esta modalidad ha hecho que los guionistas cambien espacio, tiempo y relaciones dramáticas en parámetros que, muchas veces, hacen que el producto final sea una cosa completamente opuesta al original.

Es cierto, sí, que el lenguaje cinematográfico requiere determinadas ideas dialógicas y muchos resortes de síntesis para que la obra funcione. Pero de ahí a: 1) eliminar la hija que nunca fue querida por Ema Bovary; 2) ignorar que la protagonista era asidua lectora de los folletines románticos de la época, y 3) que todos los integrantes del pueblo eran conscientes de los cuernos que la señora le echaba a su marido, es como amputar el hilo argumental. En este caso se hizo exclusivamente hincapié en los desórdenes financieros que provoca la voracidad consumista de Ema.

El vestuario, la fotografía, la banda sonora y un estupendo trabajo de Mia Wasikowska es la única razón para ver esta cinta. Estos rubros sin embargo están al servicio de la nada misma, porque la historia es absolutamente incomprensible visto los recortes que se le hicieron al relato original. De Madame Bovary lo único que hay es el título. (Vale la pena, si en tu ciudad accedes al DVD, ver una vez más la adaptación que hizo David Lean con "La Hija de Ryan").
Atilio
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5 de julio de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo cierta debilidad por el cine de época, principalmente siglo XVIII o XIX, a pesar de ello debo ser bastante crítico con esta película. Es apenas una versión más de Madame Bovary, hay varias y mi modesta opinión es que ninguna le hace justicia a la novela. Quizá la de Vincente Minelli de 1949 sea la más interesante (aunque no deja de ser un melodrama) si tenemos en cuenta la época en que fue hecha y los prejuicios que imperaban en Estados Unidos por aquellos años. La verdad es que Flaubert no ha tenido demasiada suerte en su traslado a la pantalla.
Esta versión de Sophie Barthes se queda en la superficie, los paisajes, el vestuario, los edificios, todo está bien. La ambientación invita a profundizar en la oscura y contradictoria historia de Emma Bovary; incluso las actuaciones son correctas, pero falta el pulso narrativo de un gran director, falta el caracter de un artista detras de la cámara, falta un poco de arrojo detrás del guión.)
¿Qué nos queda? La belleza de algunas tomas, algunos buenos actores un poco perdidos en su papeles secundarios (Paul Giamatti como el boticario pasa sin pena ni gloria, Rhys Ifans sobreactua el tendero) y la extraordinaria y desaprovechada Mia Wasikowska, que se debate para darle intensidad y profundidad a su Emma Bovary, por momentos lo logra y la cinta cobra algún vuelo, pero debe lucha con muchas cosas, un guión poco inspirado, secundarios bastante perdidos, y una falta de fuerza evidente en la dirección.
De todos modos vale la pena verla, por la Wasikoska y los momentos de intensidad que logra y porque la historia (aunque le quede grande a Sophie Barthes) lo vale.
Mia Wasikowska (que todavía no ha dando con un gran papel, porque condiciones le sobran) y poco, muy poco más.
Interesante de todos modos.
Leandro969
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1 de junio de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiado tiempo libre, demasiadas inquietudes que complacer.

El hallazgo de un amor, la ilusión de un noviazgo, la confirmación de su matrimonio, excelencia de pasos nunca experimentados que abren a una forzada nueva vida amarga; despedida del hogar conocido, bienvenida incierta a lugar nuevo, todo ello en una época donde las emociones no se manifiestan, se guardan y controlan con mucho cuidado de ser descubiertas pues alteran el orden, interfieren en los planes e interrumpen la cómoda rutina de saber cada cual su sitio y deberes que acompañan al cargo.
Pero qué hacer con el aburrimiento de una esposa, con esa soledad que le acompaña, con ese dolor que la inunda, con esa decepción que le ha sacudido súbitamente al despertarla de su soñado cuento, nunca confirmado pues el acuerdo manda, la situación obliga, la necesidad no permite alternativa; obligación sin satisfacción, apariencias sin contenido, cortesía teatral para un exterior de sonrisa benévola e interés pertinente, que se desvanece en ese espíritu vacío de sentimientos y sensaciones no exploradas.
Un marido al que no conoce, intimidad que no complace, donde la costumbre rige los días, donde nada se comparte pues no hay comunes afinidades, disciplina sin convicción ni felicidad que le acompañe..., y sin esperarlo, la alegría viene a su vida, la sonrisa a su rostro, la diversión a su dormida esperanza y se prueba lo prohibido de una diablesa tentación, que altera su somnolencia.
“Disfruta del día, querida”, y sin duda aprende a llevarlo a cabo y su existencia deja de ser una amargura, al tiempo que se vuelve la razón de su miseria pues nada permanece, todo se evapora y el peor de sus martirios llega para instalarse.
Sin necesidad de hablar sobre la famosa obra, se reconoce que Mia Wasikowska ofrece un trabajo grato y sereno, cortés y esforzado que, aún con todo, queda lejos de lo intuido y esperado pues la pasión nunca coge vuelo, el romance nunca aprisiona, la vitalidad nunca respira y el drama se va tejiendo, con hilos consabidos, para ofrecer un retrato de eficiencia adecuada, pero lejos de cualquier tortura, hechizo, brío, inquietud o anhelo que envuelvan a un espectador que observa anónimo, sin involucrarse ni participar de ella, ya que nunca alcanza tintes de agonía o desesperación, de lascivia o lujuria, únicamente neutralidad de un moderado tentempié que distrae, pero no enloquece.
¿Malo? No está del todo claro pues todo depende de la perspectiva creada, de la exigencia demandada o del válido conformismo; cada cual acapara una opinión distinta según la calidad de lo ofrecido y lo previamente leído, elección que determinará tu desnutrición o querencia por ella; aunque, sinceramente, incluso siendo benévola resulta pobre y escasa, tibia y moribunda en cuanto a sus afectivas impresiones; transcurre por los oportunos puntos sin dejar huella ni sobrecogedor recuerdo.
Se siente poco está adaptación de la novela de Gustave Flaubert, madam es correcta y precisa, está espléndida en su reflejo de mujer incomprendida, desdichada y complicada pero toda ella no vibra, no palpita, no conmociona, es estática y funcional dejando al margen, sin aspiración vibrante, su espíritu indefenso, herido y maltrecho.
Bovary se viste de seda, con sus mejores galas luce en esa fantástica ambientación que la rodea y protege con esmero y aprecio pero indecisa no explosiona su portento, no cultiva su osadía, no inspira la devoción de su historia en letra transcrita; cuidado escrupuloso en los detalles, para aportar un toque exclusivo a tantas adaptaciones como hay de la misma, que logra una genial fotografía gracias a su precisión rigurosa pero, no evitan que la audiencia se mantenga distante y ausente de su tristeza, revolución y opresión perecedera.
Brilla a la vista, se apaga cuando es absorbida por la mente; Madam Bovary no merecía tal desagravio.

Lo mejor; su localización, ambientación, fotografía y protagonista.
Lo peor; Sophie Barthes olvida dar vida y orgullo, coraje y poder a tan lustrosa obra.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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20 de mayo de 2016
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novela Madame Bovary está considerada como uno de los clásicos de la literatura universal. Gustave Flaubert, que la escribió por fascículos allá por el año 1856, intentaba descomponer el carácter de una mujer que cree dar un paso decisivo en su vida al casarse con un doctor provinciano. Sin embargo, pronto se topará con la realidad y su idea de llevar una vida feliz no será tal y como la había soñado, tratando de buscar consuelo en productos caros y amantes lozanos.

Al igual que en la novela original, Sophie Barthes (directora de Cold Souls, que hasta la fecha era su único largometraje) habla en su adaptación cinematográfica, también titulada Madame Bovary, de un casamiento que seguramente nunca debió producirse. Un hombre cuyo único pecado es ser terriblemente aburrido y una mujer con metas bastante más ambiciosas que las estipuladas para su posición social, celebran un matrimonio condenado irremediablemente al fracaso. Dos polos opuestos que, pese a lo que algunos pseudo-románticos podían prever, esta vez no son capaces de atraerse.

La adaptación de Sophie Barthes ya tiene un primer problema: conservar el título de la novela original implica, en buena lógica, realizar una adaptación fiel y adecuada a lo que el escritor había plasmado textualmente. Sin embargo, ya en la primera media hora de película es fácil descubrir que no vamos a estar ante un ejemplo de buena traslación literatura-cine. La Madame Bovary de Barthes es una cinta carente de alma, forzada, que avanza tratando de respetar la novela original pero que no sólo deja de aportar cosas interesantes a lo ya escrito por Flaubert, sino que tampoco sabe captar la parte de crítica social que el francés pretendía transmitir.

Esta falta de gancho se deja ver en casi todos los rincones del film. Barthes va desgranando los continuos escarceos amorosos de la protagonista de forma muy mecánica y sin demostrar un nexo común que demuestre al espectador más razones para tal comportamiento que las de un soso marido. La carencia de sustancia en la narración de este papel no se salva ni siquiera por Mia Wasikowska, que a sus 26 años ha acumulado varios papeles en films de alta alcurnia (Stoker, Maps to the Stars, Sólo los amantes sobreviven…) y también tiene experiencia en adaptaciones literarias tras su magnífica interpretación en Jane Eyre, pero que aquí no parece nada cómoda en su rol. Algo pasada de rosca en su registro dramático y sin el gancho necesario para saber transmitir las emociones de su personaje, la joven actriz fracasa irremediablemente en su caracterización de Emma Bovary.

Comentados estos defectos, no es de extrañar que sea el propio Charles Bovary quien mejor encaje en la idea general de la cinta. Su carácter insulso y la plana interpretación (justo lo que pedía el personaje) de Henry Lloyd-Hughes sí desprenden una naturalidad bastante decente. Asimismo, el rol de caradura que desempeña Rhys Ifans también consigue su parte de mérito. Aunque repetitivas, las escenas de este aprovechado mercader con la señora Bovary son de lo más rescatable de la película junto con el cuidado (y poco arriesgado) aspecto visual, que recrea apropiadamente la ambientación de la época.

Madame Bovary es una adaptación fidedigna respecto al desarrollo del libro, pero no tan meritoria en cuanto a su capacidad para extraer los detalles principales de la novela, ya que Barthes no ha sabido captar la esencia última de lo que Flaubert pretendía transmitir. La cineasta respeta fielmente los acontecimientos, pero lo hace con tal rigidez y afrontando tan pocos riesgos que su versión no presenta un buen complemento a la novela ni tampoco ofrece algo demasiado interesante para aquellos que no hayan leído la obra de Flaubert.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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15 de febrero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Madame Bovary” (RU, 2014) dirigida por Sophie Barthes (siendo éste su tercer filme) y con un guion basado en la novela homónima de Flaubert (escrita en 1856). Está protagonizada por la despampanante Mia Wasikowska, quien hace de Emma Bovary. Trata sobre una mujer que rompe con los cánones moralistas de su época y quien busca el lujo y la pasión de la que está privada por su matrimonio con un médico, buen hombre, pero carente de riqueza y emociones. Antes que nada, el cine está lleno de versiones de esta obra de Flaubert. Es todo un riesgo exponer una nueva mirada de dicho clásico de la literatura cuando en la mente de los cinéfilos repuntan algunas cintas muy buenas sobre el tema. Pero este filme intenta tener su propio sello mediante dos recursos, algunas adaptaciones originales ante la historia y un rigor metódico en los detalles, lo que la hace ver, para un buen sector de la crítica especializada, como una película muy acartonada e intelectualista. Pues bien, creo que este afán por el respeto hacia los detalles, logra tanto cosas buenas como malas para la cinta. Entre las buenas están que ese cuidado se ve claramente reflejado en las buenas locaciones y en el vestuario (aunque la protagonista termine usando, a lo largo de la narración, el mismo par de vestidos). Pero lo malo es que se descuida sensiblemente la pasión que debía despertar si se sigue la obra de Flaubert. Entonces, es una película lenta (si ya lo es la obra literaria, esta cinta le agrega aún más), con poca emotividad, con actuaciones opacas (incluyendo la de Mia Wasikowska) y que gira en sus escenas desmesuradamente sobre la protagonista (a un punto que raya con el tedio). Creo que por el respeto a los detalles se pierde la vitalidad que debía haber despertado en el espectador, o dicho con otras palabras por cuidar el árbol se perdió el bosque. Esto explica por qué ha sido considerada por muchos como una de las versiones menos afortunadas de esa obra del novelista francés; sin embargo, sigue siendo una obra que merece aplausos en ciertos tópicos ya mencionados. No la recomiendo entonces, a pesar de sus méritos. 15-02-2016.
Andres Botero
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