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El milagro de Morgan Creek

Comedia. Romance La tranquilidad de un pequeño pueblo de Estados Unidos se ve alterada después de un baile al que asistieron algunos soldados. Trudy Kockenlocker (Betty Hutton), una hermosa chica, aparece al día siguiente borracha, con un anillo de casada en el dedo y embarazada de un hombre del que sólo conoce el apellido. Había seis soldados, pero no recuerda quién es el padre. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
31 de agosto de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veamos: la casquivana y alocada hija del poli local de una ciudad del Medio Oeste, un tipo viudo y más bien irascible y autoritario, acude, sin el permiso de su padre y gracias a la ayuda de un atolondrado amigo, enamorado de ella desde la infancia (algo así como Milhouse Van Houten), a una fiesta en honor a los soldados que parten hacia la guerra. Tras una noche desenfrenada, regresa a su casa como una cuba y casada con un soldado cuyo nombre no recuerda. Para colmo, unos días después descubre que está embarazada. A la búsqueda infructuosa del soldado le sigue la imposibilidad de romper el matrimonio y la necesidad de encontrar un padre para la criatura.
No es extraño, cuando se para uno a pensar en el argumento de esta película, escrita y dirigida, no lo olvidemos, en una época de profunda estrechez ideológica y mientras se libraba la guerra más devastadora que recuerda el mundo, que el gran novelista, guionista y crítico de cine James Agee dijera tras verla que daba la impresión de que Preston Sturges hubiera violado al código Hays mientras este dormía. Y no una, sino varias veces, añadiría uno humildemente. No parece, desde luego, muy sensato que nadie pudiera en aquella época atreverse a tratar tan a la ligera temas como los que aborda esta película y salir de ello indemne. Y sin embargo, Sturges lo logra. Su secreto parece radicar en la presencia de dos discursos paralelos, uno devastadoramente cómico y enloquecido, que pisotea las convenciones sociales y cinematográficas de la época como un elefante a la carrera, y otro que se detiene y se remansa en los sentimientos de unos personajes que si bien en el carril cómico de la vía están dibujados más como caricaturas que como seres humanos, se matizan y perfilan en estos momentos de sosiego y adquieren, en consecuencia, mayor hondura emocional.
Tras un arranque demoledor, la película avanza, de este modo, combinando y dosificando con gran habilidad ambos discursos, de modo que la mezcla de situaciones hilarantes, sostenidas tanto sobre el ingenio verbal como en recursos más propios del “slapstick” (caídas, tropezones, gritos y golpes: hay, en mi opinión, un exceso, como si Sturges quisiera asegurarse de hacer reír a la gente recurriendo a valores supuestamente seguros del humor), y situaciones más tiernas y sentimentales, logra que el ritmo apenas decaiga a lo largo de todo el metraje, hasta el brutal acelerón final, en que la acción enloquece como en los primeros minutos y alcanza su cénit en un caótico paritorio de hospital, donde tiene lugar el “milagro” del título, que, por supuesto, no vamos a desvelar. Baste decir, para que lo sepan quienes no han visto todavía esta peli, que el susodicho milagrito provoca la ira de Hitler y la dimisión del mismísimo Mussolini. ¡Chiribitas! ¡Chiribitas!
Normelvis Bates
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16 de diciembre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser la mejor película de Preston Sturges, pues a veces resulta algo irregular, creo que en esta ocasión cae en la tentación de la caricatura grotesca, descuidando una cierta entidad en sus protagonistas, pero como siempre, construye ingeniosas situaciones jocosas apoyado en unos personajes disparatados en una perfecta simbiosis, poco que envidiar de los aclamados Lubitsch, Wilder o Hawks, manteniendo escenas de alta comedia. Sturges construye su película en función, de las elipsis que a la manera de un puzzle, van recomponiendo el enigma de una agitada noche festiva. Efectivamente, una velada de desenfreno es el detonante de esta divertida y delirante “screwball comedy” (comedia loca) que es cómo se denominaba este tipo de historias, narradas con un ritmo frenético y desternillante, plagada de diálogos mordaces y malévolos contra todas las instituciones sociales.

Pese a resultar creíbles, con otros actores de comedia más acertados, el film hubiera alcanzado mayores cuotas de efecto cómico, porque hay que reconocer que Eddie Bracken y Betty Hutton, no eran lo mejor de la “huerta”. Por otra parte, Sturges no se olvida de lanzar envenenados dardos contra aquella sociedad, tan feroces aquí (los hay contra los políticos, el ejercito, la burguesía provinciana, los banqueros, las fuerzas del orden y hasta con el matrimonio), como en sus mejores films (Los viajes de Sullivan, Las 3 noches de Eva, Un marido rico). Se trata de una comedia que explicita los prejuicios sociales que lleva dentro el ser humano, el comportamiento de unos personajes lastrados por los tabúes tratados de forma amable y divertida. De las consecuencias perversas que acarrea la libertad individual. Así, el padre cascarrabias, el novio cándido, la novia casquivana, la pragmática hermana procaz y los militares simpáticos, forman un variopinto y armónico paisaje donde apreciamos sus vergüenzas.

El arranque del film es lo más brillante, en mi opinión, presentando al poder político como una organización de facinerosos, con una puesta en escena en la que los apreciamos como en una tarima, más altos que los demás e intentando sacar tajada política del sensacional acontecimiento que les comunican desde un modesto diario local que luego averiguaremos. No faltan escenas y elementos del típico “Slapstick” que critican la incongruencia de los hábitos sociales. Mención especial merece ese novio atolondrado, al que todos denominamos, “El tonto del pueblo”, generalmente suele ser el más ingenuo o noble, no siempre bien entendido por los estúpidos y altaneros paisanos que nos creemos superiores en inteligencia, cuando quizás somos nosotros los tontos por despreciar los sentimientos limpios de cualquier bajeza moral. Ya lo decía el inefable Forrest Gump: ”Tontos son los que dicen tonterías...”.
EL ALBATROS
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20 de septiembre de 2010
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película cómica en blanco y negro con la que me he reído con ganas y a boca abierta. Hacía tiempo que no me reía tanto con un filme y encima en blanco y negro.

Notable el guión. Nos cuenta la historia de una muchacha de un pueblo pequeño de los EE.UU. que se queda embarazada de un soldado que no recuerda en una noche loca de fiesta y borrachera antes de partir éste para la II G.M. Ella vive con su padre que es el policía del pueblo, con muy mal genio y también con su hermana menor. Entonces, para engañar a su padre y a la gente del lugar, recurre a su vecino que la ama profundamente, pero por el que ella no siente más que amistad pues ni le atrae físicamente y encima es patoso y tartamudo.

¡Pero ah, sorpresa de la vida!, este joven tan poco atractivo va a ser el hombre más maravilloso que ella jamás podría haber imaginado.

Graciosa película de principio a fin. No se la pierda porque disfrutará y se alegrará de verla.
pezpozo
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29 de mayo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy toca hablar de una película Norteamericana del año 1944 cuyo título es "El milagro de Morgan Creek" ("The miracle of Morgan´s Creek"), escrita, dirigida y producida por Preston Sturges, uno de los mayores genios de la comedia americana cuyas películas supusieron la entrada en la madurez de este género cinematográfico.

La historia es realmente atrevida para la época en la que se realizó: En un pequeño pueblo de Norteamérica vive Truddy (Betty Hutton) una joven alocada que vive con su padre (William Demarest) y su hermana adolescente (Diana Lynn) y que tiene un eterno pretendiente en la figura del torpe Norval Jones (Eddie Bracken). Un día se celebra en el pueblo una fiesta de despedida a los soldados que se van a la Segunda Guerra Mundial, tras la negativa de su padre a dejarla asistir a dicha fiesta, Truddy convence a Norval de que le diga a su padre que la va a llevar al cine cuando en realidad ella asistirá a la fiesta dispuesta a dar una buena despedida a los futuros combatientes. Desde luego, lo hizo muy bien ya que al día siguiente se da cuenta que tiene un anillo de casada en el dedo, pero el alcohol ingerido hace que no se acuerda de quien es su marido de entre todos los soldados con los que bailó. Unas semanas después se encontrará además con otro problema ya que el médico le notifica que está embarazada.

Esta película se estrenó en un momento en el que la "screwball comedy", que había reinado en el cine norteamericano en la segunda mitad de la década de los 30 y los primeros años de los 40, estaba dando sus últimos coletazos. Esta y otras obras realizadas a partir de 1942 supusieron la madurez de la comedia norteamericana, madurez que duró un suspiro ya que se vio frenada con el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y que supuso una vuelta a la comedia más familiar en detrimento de este tipo de comedias alocadas y mucho más ingeniosas, inteligentes y dirigidas a un público más adulto (y no me refiero únicamente a la edad).

Algunas de estas películas dirigidas en esos años son: "Never give a sucker an even break" (1941) protagonizada por W.C. Fields, "El mayor y la menor" ("The major and the minor", 1942) dirigida por Billy Wilder y dos obras del maestro Ersnt Lubistch: "Ser o no ser" ("To be or not to be, 1942) y "El diablo dijo no" ("Heaven can wait", 1943) .

Como dije al principio, el responsable de esta gran comedia es Preston Sturges, guionista reconvertido en director de sus propios guiones, harto de que (según él) otros directores estropearan algunas de sus historias. Si como guionista ya había tenido mucho éxito, como director se convirtió en poco tiempo en el creador de algunas de las mejores comedias que se hayan rodado en Hollywood. Sus películas son atrevidas, luchan contra el orden establecido y la doble moral de la sociedad americana y sobre todo son divertidísimas, siempre con un cinismo inusual en el cine de Hollywood.

En el caso de la película de la que hablamos, se pueden ver todos estos aspectos desde la primera escena de la película. En ella vemos a dos personajes que corren hacia un teléfono para llamar al gobernador del estado y narrarle el extraordinario suceso que ha ocurrido en Morgan Creek. El gobernador se muestra escéptico ante lo que le quieren contar, pero finalmente accede a que le cuenten la historia desde el principio. A partir de ahí se nos narra en forma de flashback la historia de Truddy, su boda relámpago y su embarazo. Al estar narrada la historia por alguien ajeno a los hechos y que además quiere impresionar con dicha historia al gobernador, dichos hechos se nos muestran muy magnificados, ello hace que toda la película se convierta en una caricatura exagerada, casi como si fuera un corto cómico de dibujos animados tan populares en aquellos años. Esto último queda patente en el humor físico (caidas, resbalones, carreras) que está presente en muchas escenas de la cinta.

Toda la historia prosigue en un ritmo alocado hasta llegar a un final memorable (a ver como lo explico sin contar el desenlace de la historia) en el que se construye una gran mentira por parte de todo el mundo para cubrir las apariencias sociales y convertir el origen de una nueva y "peculiar" familia en un acontecimiento de orgullo nacional. Se trata de algo tan irracional, sobre todo para el espectador de la época, que éste ve en pantalla al final de la película, las mismas chispas que el personaje de Norval ve siempre que entraba en estado de shock (lo cual se producía unas cuantas veces durante la historia por culpa de las locuras de Truddy).

Sin embargo la idea más revolucionaria de toda la película es la siguiente, en plena Segunda Guerra Mundial los soldados Norteamericanos eran una especie de santos, incapaces de hacer mal a nadie y que viajaban a Europa para salvar al mundo del fascismo. Sin embargo los soldados de Preston Sturges no son ningún dechado de virtudes, si no que son una panda de borrachos capaces de casarse con un nombre falso y dejar embarazada a una muchacha bebida. Presentar esta idea en una película en esa época debía rozar lo admisible por la gran mayoría del público estadounidense.

Un detalle curioso es que el personaje de el gobernador y el de su ayudante son los mismos que los protagonistas de su primera película "El gran McGinty" ("The great McGinty", 1940), interpretados por los mismos actores (Brian Donlevy y Akim Tamiroff respectivamente). Este guiño por parte del director nos hace tener la impresión que todas sus películas pertenecen a un mismo mundo (no sabría si llamarlo real o irreal) en el que conviven todos los personajes creados por su imaginación.

Gabriel Menéndez Piñera
Historiasdelceluloide.elcomercio.es
Celuloide
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2 de agosto de 2010
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento es gracioso y los personajes también. Las situaciones que acontecen y las escenas cómicas, no tanto. Siento tener que darle una nota tan baja pero lo justifico en lo siguiente:

- Sobreactuación a raudales, gestos y risas forzadas y exageradas que dan una sensación de falsedad. Aunque el guión es bueno, la película es pesada y exageradamente artificial.

- El gran abuso de los golpes fáciles, caídas supuestamente graciosas, peleas cómicas, enredos frenéticos, etc. Creo que el director abusa mucho de estos instrumentos que en su justa medida son graciosos pero en esta película resultan redundantes y cansinos.

Por lo demás, no está mal. A mi juicio, va de mejor a peor. Creo que el tiempo ha pasado mal para este film, donde las escenas cómicas de antaño hoy se tornan exageradas y ridículas. Nunca me gustó el humor absurdo.

Saludos!
Ana Cervantes
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