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Delicias turcas

Romance. Drama Un escultor holandés (Rutger Hauer) mantiene un tormentoso y erótico romance con una hermosa muchacha. En otro tiempo, el artista era un libertino que coleccionaba en un álbum sus conquistas amorosas como si fueran trofeos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
10 de agosto de 2008
48 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
[1] Peculiar ‘love story’ en la Holanda de los 70’: un escultor impulsivo y bohemio, y una joven avanzadamente consciente de su libertad sexual.
Más que un flechazo, tienen un arponazo: ella le recoge en autoestop y pocos metros después paran a comprobar los asientos abatibles.
Los acusados caracteres de los personajes propician un romance intenso, desinhibido y vital; a la vuelta de unos años, una crisis también intensa, muy turbulenta.
La narración (brusca, espontánea, rompedora y llena de altibajos) arranca recién ocurrida la crisis de la pareja, recorre por los antecedentes de tal crisis un largo flashback circular, y desarrolla luego una dramática coda, todo mediante un realismo que busca con fiereza la provocación y no tiene inconveniente en bordear lo cutre.


[2] Del Libro de Estilo de “Delicias Turcas”:

I. Para dar una idea de la crisis y dejadez de un personaje: en su cocina es visible comida colonizada por gusanos, moscas y moho.
II. Para indicar que un personaje aún ama a su ex: pega su foto a la pared con un salivazo y se masturba enérgicamente hasta eyacular sobre la imagen en cuestión de segundos.
III. Si se quiere aclarar que un burgués en realidad es campechano y sencillo: se saca un moco, lo redondea con pulgar e índice y lo pega bajo la butaca.
IV. Si un personaje, sentimental, guarda en un álbum recuerdos de sus amores: en las páginas va pegando mechones de vello púbico.
V. Un suceso extraordinario puede marcar el primer encuentro entre unos amantes: él se pilla el miembro con la cremallera.
VI. Cómo evitar la solemnidad al contar una boda: la novia, embarazada, rompe aguas y un perro lame el asiento que ocupaba.
VII. ¿Cómo subrayar la preocupación por la salud gástrica?: la consistencia, color y peso de los excrementos se sopesan a mano.
VIII. Para enfatizar el dramatismo de una enfermedad terminal: bajo el cobertor, el enfermo presenta hinchazón monstruosa; unos recipientes bajo la cama recogen líquidos y secreciones que traspasan el colchón.
IX. Para expresar el fuerte malestar de un personaje durante una cena social: vomita a sifón sobre otros comensales, proyectándolo también sobre un espejo, donde la cámara permita apreciar la composición del menú.
X. Si el argumento requiere que un personaje se ausente, ha de haber un buen pretexto: sacar al perro que una vez en la calle se esfuerza, arqueado, en empujar sus deyecciones al exterior del cuerpo.

[3] Quien prevea por su parte una reacción escrupulosa ante estilo semejante, sin tal vez encontrarlo del todo divertido, puede saltarse “Delicias turcas” y continuar su búsqueda de películas.
Archilupo
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12 de agosto de 2006
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largo de Paul Verhoeven, inspirado en la novela "Turks Fruit" (1969), de Jan Wolkers. Se rodó en exteriores de Amsterdam y Alkmaar y en plató, con un presupuesto estimado de 1 M dólares. Fue nominado al Oscar a mejor película extranjera. Producido por Rob Houwer, se estrenó en septiembre de 1973.

La acción tiene lugar en Amsterdam en 1972/73 y resume un período de tiempo de unos tres años, incluído el flashback que narra el encuentro, la historia de amor y la ruptura de Erik (Rutger Hauer) y Olga (Monique van de Ven). Él es un escultor bohemio, acreditado y apasionado por su trabajo. Desolado y dominado por el recuerdo de su gran amor a Olga, trata de sobreponerse flirteando con amigas ocasionales e imaginando escenas de venganza violenta para descargar su rabia contra los prejuicios que arruinaron su matrimonio. El recuerdo de Olga revive en su memoria más allá de su voluntad, como explica el largo flashback.

La película exalta la libertad sexual y el amor sin tabús, que proliferó en Europa y EEUU en la década de los 60, marcada por la prosperidad económica, el desencanto juvenil asociado a la elevación del éxito económico a categoría de valor central de la sociedad occidental y la progresión de la liberación de la mujer. Erik encarna los nuevos ideales y, como tal, se encuentra enfrentado a la vieja sociedad, que le rechaza por bohemio, extravagante, transgresor e indigno de Olga. La familia de ésta organiza una tenebrosa fiesta con cena en un restaurante chino, a la que invitan a Erik. En ella Olga flirtea con un acomodado hombre de negocios, ante el aplauso de todos y la estupefacción de Eric. La narración del amor de Erik y Olga se desarrolla con gran fuerza narrativa, notable frescura, sentido de la provocación y una estética ferozmente realista que, en ocasiones, busca el rechazo expresionista (ojo de venado en el plato, defecación del can, vómitos, sordidez del apartamento de Erik). El realismo se complementa con escenas de humor surrealista como la boda, la agonía del padre, la inauguración de una escultura en un parque, el fetichismo de Erik (album de mechones de cabello, de vello púbico, fotos, etc.).

La música suma exostismo y lirismo en torno a una sugerente melodía central. Añade un fragmento de la "Marcha Radezky". La fotografía opta por un realismo de gran fuerza visual, no exento de recursos al feismo expresionista, al desnudo y al sexo explícito, libres de obscenidad. El guión construye una historia militante a favor de la liberación sexual de la juventud del momento y en contra de los tabús tradicionales. La interpetación de los dos protagonistas, en su doble debú en cine (Monique tiene 20 años), es rico en naturalidad y desenvoltura. La dirección apuesta por una nueva forma de narrar y por los valores de liberación de los jóvenes y la mujer.

La película constituye un interesante documento sobre la sociedad europea de los años 70 anteriores al primer crac del petróleo (diciembre 1973).
Miquel
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13 de agosto de 2006
31 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verhoeven se da a conocer con una historia fresca, libre y desenfadada. La primera parte de la relación amorosa muestra la vida bohemia del artista, entre rebelde e infantil, y está plagada de chistes grotescos pero muy graciosos –la pillada de polla con la cremallera de la bragueta, la madre de la chica y las puyas que constantemente le lanza el yerno, la visita de la reina durante la inauguración de la escultura, la boda, la cena en el restaurante, la "violación" delante de la suegra, etc.–. Pero esa comicidad encuentra un marcado y brusco contraste en el dramatismo de la segunda parte, en la que se reencuentran los amantes tras un largo distanciamiento.

Como bien se ha dicho, la narración es inteligente y sabe aprovecharse de la falta de presupuesto. Los detalles escatológicos son gratuitos, pero se presentan en situaciones tan interesantes que no les doy importancia. Por ejemplo, cuando la chica llena de sangre el retrete y Rutger Hauer inspecciona las heces: ¿qué más dará que se muestre cómo las coge con la mano si de lo que realmente está preocupado el espectador es de la posibilidad de que sea un aborto o un cáncer? Lo mismo puede aplicarse a la vomitona, al suegro moribundo y a la famosísima escena de las delicias turcas.

Ah, claro, también hay erotismo, pero creo que eso ya todos los sabíamos por unas u otras razones. Si eres hombre, te interesará saber que Monique Van de Ven se convirtió en un icono erótico en su época; y si eres mujer y te gustan los físicos masculinos al estilo Marlon Brando, quizás haya un antes y un después en tu vida tras ver los peculiares desnudos de Rutger en esta película.
jastarloa
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18 de septiembre de 2006
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que lanzó internacionalmente el mercado cinematográfico holandés. Fué la primera e única película de Verhoeven que fue nominada a la categoría de mejor película de habla no inglesa en la ceremonia de los oscars de ese año. Es la película más extraña que ha podido realizar Verhoeven en toda su carrera. En un principio, parece un film que nada tiene que envidiarle en contenido erótico al tórrido film Emanuelle. Después el film se transforma completamente en un romance comédico al mas puro estilo de Capra o de Truffaut. Pero eso no es todo, porque después da un cambio final convirtiéndose en un dramón de cuidado al más puro estilo Bertolucci o del danés Bergman. Puede parecer precipitado tanto cambio de registro, pero es allí donde Verhoeven demuestra lo que nunca pudo demostrar en EUA; que es un director que sabe narrar y dar versatilidad a sus metrajes. Una mención muy especial a las excelentes labores de sus intérpretes principales, ya que consiguen dar realismo y efectividad a la truculenta relación amorosa.
nuevacarne
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17 de abril de 2007
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segundo largo de PAUL VERHOEVEN.
Cuenta con dos de los actores fetiche en la etapa holandesa del realizador, RUTGER HAUER, "Floris", "Katty Tippel", "Eric, oficial de la reina", "Los señores del acero" (que elabora una interpretación sugerente, entre el magnetismo animal y la gesticulación fresca y espontánea) y MONIQUE VAN DE VEN, "Katty Tippel" (aniñada, en la línea de la "Lolita" de Nabokov, con gran carga de carnalidad y profesionalidad) en el papel de una pareja que se abandona a los placeres de la vida bohemia, despreocupada, salvaje...pero que tendrá que hacer frente a los problemas que surgen de lo cotidiano, obligados a elegir entre el egoismo infantil de cada uno de ellos en materia sexual y su visión del mundo en distintas direcciones.
Escatológica como la que más, la narración combina bastante bien el simbolismo de sus disparatadas imágenes con el dramatismo del relato de fondo, llegando finalmente a una catarsis emocional en la que nadie, ni el espectador ni los protagonistas, son ya lo que eran al inicio de la película. Deudora del EXPRESIONISMO que marcó a Buñuel o Bergman, contiene buen número de "tics" de este tipo, con escenas saturadas de provocación visual (son casi insoportables el vómito y la cena).
Buen pulso fílmico y más medios para esta segunda incursión de Verhoeven en la dirección, contenedora ya de las constantes básicas de su filmografía: violencia verbal y física, amor y emociones al límite, exageración de los aspectos gotescos de la realidad, evolución vital corrompida de los personajes...
El gran clásico del cine neerlandés del pasado siglo, gracias al mensaje transgresor y sensacionalista de la historia y también a su calidad técnica y actoral.
fiodor
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