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The Flesh and the Fiends

Terror El doctor Robert Knox imparte clases de anatomía a jóvenes estudiantes en la Academia que lleva su nombre. Al concluir una de sus clases, el prestigioso Knox recibe la visita de su prima, mientras horas más tarde se cita a altas horas de la madrugada con Billy Burke y William Hare, un par de siniestros personajes del pueblo que proveen al veterano profesor de cadáveres recientes para sus prácticas. El modus operandi de Burke y Hare ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
27 de mayo de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son varias y de diferente calidad las películas rodadas sobre los celebres asesinos decimonónicos Burke y Hare, ya que a mi juicio el tema este de ladrones de cadáveres para la venta a profesional de la medicina que ante lo cada vez más difícil de obtener cuerpos recientes (llego a existir tal psicosis ciudadana ante la abundancia de casos que los familiares llegaban a dormir largas temporadas junto a la tumba de sus finados) decidieron fabricarlos ellos mismos, resulta muy atractivo, macabro, e inquietante, plasmado en imágenes.

Mas o menos fiel adaptación de las andanzas reales de Burke y Hare (salvo el primer y último cadáver fabricado, la mayoría de los demás son licencias cinematográficas bien traídas para sostener el desarrollo dramático de los personajes que acompañan a la pareja de asesinos y al Dr. Knox, cosa que no se puede decir lo mismo con el ficticio final redentor dado al personaje del mad doctor), dirigida y guionizada por el especialista en cine de terror John Gilling (luego director de cabecera de la Hammer, cuya última película fue aquella mezcla de leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer con Carmen Sevilla, llamada "La Cruz del diablo 1975") y protagonizada en sus principales papeles por un soberbio Peter Cushing dando vida a ese también soberbio y deshumanizado profesor de anatomía enfrentado con sus colegas de profesión médica debido a su superioridad técnica, que aun intuyendo la procedencia de los cuerpos que le traían Burke y Hare, no hacía preguntas y pagaba generosamente los buenos cuerpos en aras del progreso de la medicina, Donald Pleasance dotando a su personaje de Hare de una maldad y amoralidad realmente escalofriante, y George Rose sacando adelante con dignidad el papel del cortito compinche Burke que acaba comiéndose solo todo el marrón, estamos ante un buen film tan macabro e inquietante como los hechos principales que relata, en el que las subtramas dramáticas con hija (June Laverick) del Dr. Knox y enamorado mano derecha de este (Dermot Walsh), y desaventajado estudiante de la facultad (John Cairney) enamorado de prostituta alcohólica (Billie Whitelaw) acompañan y aportan fuerte intensidad dramática a las andanzas de la pareja de asesinos.

Sigue en spoiler por falta de espacio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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20 de julio de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sucede con otros casos, "La carne y el demonio" es cine de calidad poco conocido. A día de hoy son menos de cien los usuarios que han valorado una película que merecería encontrarse entre las mejores del género, aunque siempre habrá quien ponga en duda si se trata de terror de verdad porque a los espectadores del siglo actual les cuesta creer que una película que no contenga nigún susto sea de terror. El miedo que maneja John Gilling se basa en la trama, de eso no hay duda, los quehaceres de los dos sinvergüenzas que asesinan con una facilidad funesta, como si se tratara de ir a comprar el pan. Es un miedo que se produce porque es el resultado de las maquinaciones de seres funestos, brillantemente retratados, capaces de desarrollar una inhumanidad penosa. El miedo también se encuentra suspendido en el ambiente nocturno de ese Edimburgo decimonónico tan espléndidamente retratado, con sus callejuelas, los adoquines, las tabernas, los carros, los serenos...

La historia de Gilling ya nos la contó a su manera Robert Wise con un inolvidable Karloff portador de los peores males posibles; en este caso, la perdición la arrastran a partes iguales dos indeseables, Burke y Hare, pero no hay que olvidar a Peter Cushing en un papel hecho a su medida, portador de los buenos ideales, médico y profesor recto, que es quien invita a la reflexión a través de su posicionamiento. La medicina avanzó gracias a personas como él y pese a sus métodos (por muy contradictorio que parezca, es así). "La carne y el demonio" tiene muchas cosas para que su nota sea la más elevada posible, todo sucede a un ritmo portentoso y el terror que posee hay que escribirlo con todas las letras. Sorprende que siendo una película del año 1960 nos encontremos con varios desnudos femeninos, un atrevimiento insólito que tiene relación con una violencia explícita también inesperada por el año de producción de la película. Si hay una violación no se da por hecha, si hay un asesinato, tampoco se da por hecho, se explicita al máximo, lo cual endurece la película y la hace más contundente.

Las patillas de Peter Cushing están ahí para orientarnos por el camino recto, el aspecto desgreñado de Burke y Hare sintonizan con la maldad... Y ciertos momentos de máxima intensidad que me han llevado a elevar la película hasta situarla a partir de hoy mismo en el lugar que merece, para mí una de las mejores del género. Maravilloso cine de minorías cuando hablamos de tanta calidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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3 de diciembre de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante la que seguramente sea la mejor película de un director que dedicó la mayor parte de su tiempo a la productora Hammer, especializándose en cintas de terror, aunque curiosamente esta pequeña joya olvidada no fue desarrollada por la anterior. La productora Triad se hizo cargo del proyecto, rodando en los estudios Shepperton, contando con uno de los actores fetiches de Hammer: el versátil Peter Cushing.

La famosa historia de dos peculiares suministradores de cadáveres en el Edimburgo del siglo XIX ha sido llevada al celuloide en más de una docena de ocasiones. La más reciente, aquella endeble aportación del cada vez menos acertado John Landis, titulada sin mayor titubeo, “Burke and Hare”, aunque la más laureada de todas las adaptaciones fue la memorable "El Ladrón de Cadáveres" (The Body Snatcher, 1945), ya todo un clásico de terror de serie B, donde el lujoso dúo Lugosi-Karloff, bajo las órdenes del siempre creativo Robert Wise, adaptaban el relato que Robert Louis Stevenson escribió sobre esta historia, basada a su vez en hechos reales. La estupenda película que hoy nos ocupa, aunque estaba remotamente inspirada en los hechos reales, no se ajustaba con fidelidad a la historia. Cushing, protagonizando sobriamente a un científico imperturbable, volcado en la medicina por encima de todo, aparece como el personaje sobre el que gira la trama, pero los verdaderos protagonistas son los profanadores de tumbas. Donald Pleasance, otro habitual de la escena hammeriana, y el teatral George Rose, componen dos magníficos truhanes, el primero es la personalidad dominante; con ramalazo sicópata y sádico; el segundo, desgrana un oligofrénico de naturaleza dependiente y sumisa.

Las siniestras callejuelas, manejadas con bajo presupuesto, pero con genialidad visual, adquieren vida propia, regalando un ambiente de opresión y sordidez, donde la nocturnidad, los adoquines, las tabernas, crean seres inhumanos que habitan en la noche, en un claroscuro magistral. La ambientación, pese a estar rodada plenamente en estudios de interior, resulta sencillamente magnífica, consiguiendo un alto grado de sordidez y miseria dentro de una época donde el mismo pueblo, con el permiso de las autoridades pertinentes, ajusticiaba mejor que el propio gobierno a los malhechores, asesinos o violadores. También sabe mostrar con apreciable valentía el desenfreno erótico que por las noches inundaba las tabernas de los barrios, donde la prostitución estaba presente sin restricción alguna. Maravillosa también la caracterización del Dr. Knox a cargo de Cushing, brillante como nunca en su creación del cirujano que ambiciona tanto en su búsqueda científica que no se percata de lo atroz de su comportamiento hasta que es ya tarde.

Dotada de un montaje clásico, un desarrollo de ritmo trepidante, una fotografía certera y guiada por interpretaciones notables de todos los intérpretes, “La Carne y el Demonio es una reivindicable obra de las que ya no se hacen, una joyita de terror británica sin el sello de la Hammer pero que bien podría ser una de las mejores de la famosa productora.
Juan Marey
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1 de julio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Flesh and the Fiends (La carne y el demonio, 1960) es una película que desgraciadamente está basada en un caso real, que sucedió en el siglo XIX. Se trató de un hecho que tuvo una gran resonancia mundial, y que a día de hoy sigue resultando espeluznante. Y es que en esos años, la medicina aún no estaba tan avanzada como hoy en día, y los médicos requerían de numerosos cadáveres para realizar sus experimentos. El problema vino cuando dos psicópatas trataron de hacerse ricos vendiendo cadáveres de personas que habían asesinado ellos mismos.

En realidad, esta historia real ya había sido tratada con anterioridad en el cine. Exactamente quince años que la Carne y el Demonio, con la adaptación cinematográfica del director Robert Wise, titulada The Body Snatcher (El ladrón de cadáveres, 1945). Por si fuera poco, ambas comparten bastantes similitudes argumentales, aunque hay que decir que el Ladrón de cadáveres de Wise no se ajustaba tanto a la realidad histórica de Burke y Hare, y para más Inri sólo había un ladrón de cadáveres, y no dos como fue en realidad.

Una de las cosas que sorprende de la producción de la película, es que no fue la célebre compañía británica Hammer la que estuvo detrás del filme, sino la productora Triad, lo que quizá explicaría varias cosas. Una de ellas, la poca relación que tiene La carne y el demonio, a pesar de ser una película etiquetada como terror, con otras obras de marcado carácter popular de la casa Hammer, cosa que ya comprobamos desde su factura en Blanco y negro. La Carne y el demonio, es una película que realmente está más cerca de obras como Psycho (Psicosis, 1960) o Pepping Tom (El fotógrafo del Pánico, 1960) que la versión de Dracula, prince of darknees (Drácula, príncipe de las tinieblas, 1966). El problema es que la película recibió unos resultados en taquilla bastante pobres, lo que en parte ha servido para condenar la película al olvido.

La acción nos sitúa en la ciudad de Edimburgo, donde asistimos a las clases del profesor de medicina que encarna Peter Cushing. Aquí ya nos encontramos una semejanza bastante notable con la película anteriormente citada de Wise, y es que el protagonista principal que interpreta Cushing tiene muchas semejanzas con el que veíamos en el Ladrón de Cadáveres, de manos de Boris Karloff. Nuestro médico es un personaje que se desvive por su trabajo, y que no tiene la más mínima consideración por los turbios negocios en los que están envueltos sus procuradores cadáveres. A pesar de todo, no es realmente un personaje negativo, y la película apunta quizá-y vagamente- a la ciencia como la culpable de los desmanes que acaban por tener lugar en la población. En este sentido podemos relacionar la secuencia que tiene lugar en una fiesta, donde Cushing acaba encarándose con otros compañeros de profesión, y teniendo un acalorado debate con un cura, porque el personaje de Cushing parece dudar del espíritu, al que afirma no haber visto jamás en sus disecciones.

Quizá lo más interesante resulta el personaje de Chris Jackson, que interpreta John Cairney. Este personaje es un joven que suspende parte del curso, pero que sin embargo recibe de su profesor (Cushing) un sueldo como ayudante en la cripta donde se recuperan los cadáveres. Lo primero que choca es que por momentos parece cobrar una importancia más grande que la del propio actor principal, pero es que además a tres cuartos de la película, el personaje es asesinado. La estructura del film va pues, más allá de la simple introducción, nudo y desenlace, porque a los dos psicópatas de Burke y Hare los encuentran y atrapan bastante antes de que finalice la película, cosa en gran medida sorprendente. En el último tercio del film somos testigos entre otras cosas, de la horrible venganza del pueblo hacía Burke y Hare (con un plano terriblemente violento en el que vemos a uno de los dos reos siendo ejecutados, sin que el montaje omita la violencia del ahorcamiento) y por otra parte del linchamiento (metafórico) hacía el doctor, por haber promocionado a los dos asesinos.

También hay bastante jugo en la relación sentimental que desarrolla el personaje que interpreta Cairney. Durante el metraje lo vemos flirtear con una muchacha que se mueve en los bajos fondos, y que coquetea en desmesura con el alcohol. Gilling, el director, se sirve de estos ambientes para mostrar algunas secuencias bastante interesantes y sorprendentes, como alguna que otra imagen erótica.

Seguramente, una de las mejores bazas de la película, es la ambientación que presenta la película, mostrándonos la cara más oculta de un Edimburgo que rezuma putridez en muchos de sus escenarios. Desde el trastero del doctor que interpreta Cushing y donde coloca a los cadáveres en salmuera, hasta la posada donde viven (o vivían) Burke y Hare.


http://neokunst.wordpress.com/2014/07/01/la-carne-y-el-demonio-1960/
Kyrios
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19 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta curioso que ni la Hammer ni Amicus produjeran esta joya del cine de terror británico, más lúgubre y explícita, que el remake que se rodó en los ochenta con Timothy Dalton de protagonista. Algo sorprendente tratándose de una película de bajo presupuesto filmada en blanco y negro a finales de los cincuenta.

Me quedo con la versión que nos ocupa. Me ha parecido una obra notable que mantiene el interés gracias a la reflexión que hace sobre la moralidad de los médicos a la hora de investigar el cuerpo humano. Se plantea la cuestión de hasta qué punto es ético experimentar con cadáveres en pos de la ciencia. El doctor Knox no tiene escrúpulos en trabajar con cadáveres jóvenes y recién muertos para lo cual no duda en contratar a un par de secuaces que le hacen el trabajo sucio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harold Angel
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