En el hoyo

··········Se supone que esta cámara cercana, que charla con los trabajadores que construyen “El segundo piso”, la super M-30 de Ciudad de México, les acompaña en las pausas de comida y en el transporte, pero también en la ascensión a contrapesos y tirantes de vértigo del puente, .... se supone, digo, que retrata la dignidad de estos obreros de la construcción, constructores de la moderna catedral para la adoración de los tres millones de automóviles, sus historias personales, su orgullo de trabajadores que saben su oficio.

··········No puedo evitar ver continuamente otras cosas. La espantosa falta de medidas de seguridad, obreros saltando entre el tráfico, pisando junto a pozos, mal atados en alturas, aislados en zanjas que una tormenta inunda de agua y tierra. Y, en paralelo a ese abuso básico de que el trabajador ha de exponer su vida para maximizar los beneficios de las constructoras, sus relatos no me parecen ejemplos de dignidad, sino efecto de falta de conocimientos y de cultura, de falta de educación y de posibilidades. Cierto que algunos de los ferrallistas sienten el placer de ser especiales, poseedores de una capacidad (trabajar contra el vértigo) y de un saber hacer que les hace un poco orgullosos.

··········Pero, en general, lo que veo es lo contrario. Los piropeadores y miradores obscenos necesitados de probar en grupo su virilidad; el bajito –tan parecido a Sarkozy- cautivado por la idea de que quien trabaja con ahínco triunfa; el de pocas luces que ha tenido que abandonar su vida en las bandas mafiosas; el camionero que se siente poderoso e insultante porque conduce una máquina a quien ningún utilitario osará no ceder el paso; la vigilante nocturna mística, capaz de creer que es el diablo quien exige el tributo de almas cuando se construye un puente.

··········Y, claro, Brecht. "Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?/ En los libros figuran los nombres de los reyes. / ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?/ ..."

··········No sólo me gusta la imagen de esa cámara que charla amistosa con ellos. El juego que se hace en el hermoso paseo aéreo final sobre el puente, con el sonido, incorporando a la música algunas de las frases de ellos, convirtiéndolas en un ritmo, tan funcional al trabajo, tan desposeídas de verdadero pensamiento personal. La prueba de la humillación, de la desposesión.

“Todos lo caminos conducen a… algún sitio seguro”. Es extraño que miremos grandes construcciones o monumentos y pocas veces pensemos en sus anónimos trabajadores. Conducimos por una carretera pero nos limitamos a conducir. Vemos una catedral y admiramos su belleza. Muchas veces la simpleza de mirar y no ver más allá nos delata.

Tal vez Juan Carlos Rulfo haya querido mostrar en ese larguísimo y magnífico plano aéreo el resultado de la obra. Esa mastodóntica carretera. “El segundo piso” la llaman como si levantásemos una segunda planta en la M-30 o M-40.
Ya lo dice su sinopsis: “una leyenda mexicana cuenta que el diablo pide almas para que los puentes al construirse no se caigan”.
Aunque ya lo avisa Rulfo… “el hoyo es el pretexto…lo que te encuentras es la vida”. Vida como la de Chabelo, El Grande, Agustín, Natividad, Vicencio, Tomás, El Guapo, El Chompiras, de fierreros, transportistas, maniobristas, tensadores de cables o albañiles...

Documental necesario para que perdure en la memoria como registro audiovisual el nacimiento de la obra y de las vidas, algunas ya no anónimas, de aquellos colaboraron en tal levantamiento. Se podrían sacar conclusiones políticas o sobre la precariedad laborar, aunque evitando esas lecturas queda ese retrato de cambios, de los testimonios de unos seres invisibles que, valga la redundancia, desaparecerán.