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Santa Juana

Drama Guerra de los Cien Años; Francia. "La Doncella de Orleáns", después Juana de Arco, Santa Juana, fue la gran heroína francesa en la guerra contra los ingleses; finalizada la contienda hubo de afrontar el juicio de la Inquisición.
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
25 de mayo de 2010
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A modo de flash-backs como ya hiciera antes DeMille, Preminger nos introduce en los momentos claves de la vida de Juana de Arco. En este caso en concreto, el guión recurre a los sueños y recuerdos de Carlos el Delfín. Un recurso que le va ni que pintado a la película para poder enfocar la historia desde las distintas miras de cada personaje que interviene en la historia. Los fantasmas de políticos, eclesiásticos y guerreros intentarán aclarar la implicación de cada una de las instituciones que condenaron y quemaron a Juana la Doncella.

La debutante Jean Seberg, retrata a la Juana más conmovedora y humana de cuantas han sido representadas. No tiene el poder de Falconetti, pero su papel es mucho más cercano, alejado del icono que Dreyer creó en su potentísima versión, y convence mucho más que una Bergman demasiada mojigata para creérsela como guerrera. Seberg recrea con plenitud, a una muchacha campesina que cree escuchar la llamada de Dios.

“Primero llegan las voces y luego busco las razones. Razones que puedas comprender.” -dice la propia Juana al capitán Dunois (Richard Todd).

El guión, adaptado de la obra de teatro “Saint Joan” (1923) de George Bernard Shaw, contempla por primera vez la posibilidad de que “las voces” que Juana escuchaba no tuvieran procedencia divina. Y son aceptadas por la Iglesia, el ejército y el rey como una posibilidad para inspirar valentía a las tropas en su guerra contra los ingleses. Si el espectador de hoy en día busca una pizca de verosimilitud, quizá la encuentre más aquí que en otras versiones. Incluso los pequeños milagros son mirados como meras casualidades aliadas para animar a los franceses.

“Un milagro es un hecho que provoca fe. Ese es el propósito de los milagros” -llega a decir el obispo.

El escritor y guionista G. Green, fue acusado de querer exonerar a la Iglesia de la muerte de Juana, manipulando el texto inicial del agnóstico Bernard Shaw (primera persona en ganar el Nobel y el Óscar). Green acaba buscando la culpabilidad en las instituciones políticas, y a través de cada flash-back vamos conociendo las ambiciones y miedos de cada personaje, que como los fantasmas del pasado, siempre retornan al presente.

Dos son las elipsis importantes que usa Preminger (la batalla de Orleans y la captura de Juana de Arco). Ambas usadas con la conciencia que da tener otras versiones anteriores donde ya se profundizó en lo acontecido. Aunque ambas evitan la rigidez de la obra, la ausencia de la batalla de Orleans es además, un claro ejemplo del buen uso de la elipsis cinematográfica.

Abróchense los cinturones porque esto continúa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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22 de octubre de 2007
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Preminger. Escrito por Graham Greene, se inspira en la obra de teatro "Saint Joan" (1923), de George Bernard Shaw. Se rueda integramente en los Shepperton Studios (Surrey, RU). Producido por Preminger, se estrena en "première" el 8-V-1957 (EEUU) y el 12-V-1957 (Paris).

La acción principal tiene lugar en Rouen (Normandía, Francia). Carlos VII (Richard Widmark), rey de Francia (1422-61) sueña en el lecho que recibe (1456) la visita de Juana, muerta 25 años antes (1431) y la de los principales protagonistas del proceso que la Inquisición siguió contra ella: el obispo Pierre Cauchon (Anton Walbrook), el Conde de Warwick (John Gielgud), el capellán fanático John Stogumber (Harry Andrews), el capitán Dunois (Richard Todd) y otros.

El film desarrolla un drama biográfico que suma elementos religiosos, judiciales, políticos, históricos y legendarios. Se inspira en una obra teatral clásica, que Greene, católico converso, altera en algunos de sus planteamientos. En este sentido cabe señalar que la crítica de Shaw a la Iglesia se sustituye por la inculpación individual de los promotores del proceso inquisitorial. Se inspira también en las películas "La pasión de Juana de Arco" (C.T. Dreyer, 1928) y "Juana de Arco" (V. Fleming, 1948). Narra la historia mediante un largo "flashback" destinado a reforzar el valor cinematográfico del film. Éste se rueda con afanes de realizar un producto de elevada calidad, al objeto de compensar sus destellos teatrales. Para elegir a la protagonista se convoca un casting, al que concurren más de 18 mil personas. La elegida es Jean Seberg, una joven americana sin experiencia como actriz, de edad (18 años) similar a la de Juana durante el proceso (19 años). La ambientación es oscura y lúgubre, casi expresionista. Se cuida con especial atención el aspecto andrógino de Juana. A través de la palabra y la observación de los gestos se invita a explorar el mundo interior de los personajes, en especial sus ambiciones, temores y angustias. También plantea una exploración de la complejidad del poder, sus servidumbres y frágiles compromisos. Glosa la importancia del papel de Juana, apoyada por el capitán Dunois, en el levantamiento del asedio de Orleans y la coronación del Delfín (1429). No se estrenó en España.

La música, de Mischa Spoliansky ("Adán y ella", 1941), aporta un tema principal inolvidable. Los cortes más destacados son la "Tocatina para órgano" que acompaña la escena de la coronación, "March" que se funde con las imágenes de la batalla de Orleans y "The Voice Of Conscience" que subraya los miedos de los verdugos. La fotografía, de Georges Périnal ("Buenos días, tristeza", 1958), ofrece un recital de complejos y ajustados moviemientos de cámara, planos largos y desplazamientos lentos y solemnes. Las interpretaciones, incluida la de la debutante Seberg, son intensas y convincentes.
Miquel
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5 de julio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no es una película de aventuras, ni tan siquiera épica, no es una gran producción en color y Cinemascope, no hay batallas, ni asombrosos decorados. Lo que si hay en esta conmovedora historia es emoción y humanidad, una buena buena puesta en escena y lo más importante si está basada en una obra teatral: LA PALABRA. Es una película austera y sombría que reflexiona sobre la fe y la condición humana, arremetiendo duramente contra la iglesia como institución y al mismo tiempo despotricando contra el poder representado por la monarquía y la nobleza.

La película Santa Juana de Preminger apoyándose en la célebre obra de teatro de George Bernard Shaw es uno de los descalabros más famosos de la historia de Hollywood. Fue una decisión valiente por parte de Preminger llevar a la pantalla la pieza teatral de G. B. Shaw, eligiendo además a una total desconocida para encarnar a la gran heroína de la historia de Francia, Jean Seberg, una actriz de 17 años que obtuvo el papel a través de una campaña de selección nacional. Jean tenía frescura natural y era fotogénica, pero la Joan de Shaw es algo más que una doncellita pastoril. Seberg hace un esfuerzo sincero, y su atractivo físico le sirve de gran ayuda, aunque el resultado final no sea el deseado, pues es algo pequeña y no muy desarrollada en el físico como para luchar contra el enemigo inglés, liderando un ejército.

En cambio el elenco de secundarios que rodea a la protagonista se desenvuelve con brillantez. Ahí están Richard Widmark como el tonto Dauphin – un despreciable botarate que aspira al trono de Francia -, Richard Tood en la piel de Dunois y Anton Walbrook como Cauchon, el obispo de Beaubais. Mención especial merece John Gielgud, que ofrece un brillante trabajo en el papel del conde de Warwick, un hombre con ambiciones políticas que trata de condenar a Juana: “La tortura es un arte”, sentencia el noble. Estupendo guión de Graham Greene, y aunque el anticlericlarismo de la obra está algo dulcificado, la historia conserva los ingredientes fundamentales. La película fue incomprendida en su momento y vituperada por la crítica, pero creo que el tiempo la ha beneficiado, pues la encuentro fresca y atemporal porque de lo que trata es algo que permanece actual y es la INTOLERANCIA.
Antonio Morales
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16 de agosto de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli sobre Juana de Arco es la menos rigurosa de toda las que he visto, esto no quiere decir que el film esté exento de virtudes, lo que pasa es que, puestos en una balanza, los defectos pesan más que las bondades, en este caso.

Lo que más me irrita del film es la familiaridad con el que está tratado el personaje de Juana -como si la conociéramos de toda la vida y fuese sólo una niñita a quien tutelar-, aparte de esto, el tono de los diálogos roza a veces lo ridículo. Aún salvando la vergüenza ajena que esto me hacía sentir, fui capaz de ver el film de principio a fin, lo cual hubiera sido imposible si el mismo no presentase una serie de virtudes, entre las cuales destaca su acabado estético y su ritmo narrativo. Tanto es así que en algunas cosas me ha recordado al cine de Orson Welles.

Bien es cierto que el doblaje de la época de Franco no ayuda nada, y aún con esta salvedad, no he censurado del todo la película puesto que la he calificado con un cinco. Esto quiere decir que, a pesar de sus defectos, es salvable y no merece arder en la hoguera.

En fin, para mi gusto, una Juana de Arco muy poco rigurosa.
dandyboy
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1 de octubre de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre quienes amamos el respeto y la paz, y abogamos por la definitiva búsqueda de la Unicidad, creemos que va siendo hora de que, las religiones del mundo, hagan una puesta al día de sus llamados 'libros sagrados', cuya autoría -indemostrable-, sin recato ni restricción alguna atribuyen a Dios, además de que cada iglesia afirma que, el suyo, es el único libro certificado por el Creador y que, sólo quienes estén dentro de su fuero, se van a salvar. La Biblia, El Corán y El Mahabaratha -entre los que conozco-, son libros de sensible sabiduría que, sin embargo, se tropiezan y contradicen cuando, por un lado, asumen como principio divino el “No matarás”, pero luego entre sus textos aparece Dios (representado como Jehová, Mahoma y Khrisna) justificando las guerras, inspirando hacia este camino a sus mayores devotos e incluso -como en La Biblia-, poniéndose él enfrente como en Las siete plagas de Egipto.

No vamos a profundizar en este ni en otros temas (el rol de la mujer, la xenofobia, la esclavitud...) que, en la época en que vivimos, reclaman una revisión exhaustiva, porque, el caso ahora es ocuparnos de Jeanne d'Arc (Juana de Arco), la jovencita que hablaba con el arcángel Gabriel y con las santas Catalina y Margarita, quienes se le presentaban como mensajeros de Dios, y sin reparar en el 5° mandamiento, ni en que era una mujer, que tan solo tenía 17 años, y que era pura y devota como ninguna, convierten a Jeanne en líder de una lid de la que solo entiende que, se trata de liberar a Francia del dominio inglés, tras una confrontación que entonces alcanzaba los tres cuartos de siglo y que había de pasar a la historia como la Guerra de los Cien Años. Sin embargo, hasta el mismo delfín Charles (pronto Charles VII), quien lucía lerdo y medio zopenco, tuvo la sabiduría de decirle que “Un buen tratado vale más que diez batallas”, pero, Jeanne, era ahora mujer de una sola idea (¡inspirada por Dios! ¿?): “Hay que poner sitio a los ingleses y derrotarlos en el campo de batalla”.

Queda así expuesto que “a los ingleses ni Dios los quiere y que, no solo desea su derrota, sino su exterminio definitivo”. En cambio “Dios ama a Francia, está dispuesto a darle poderes sobrenaturales a sus singulares líderes y la protegerá contra cualquiera que se atreva a atacarla… aunque a veces tarde un poco en llegar”.
De todo este absurdo cargado de afanes manipuladores, habría que dejar de lado definitivamente a Dios, porque ya nos lo dijo bien claro: “No matarás” y cualquier otra idea irá en contra de su sagrado principio. Gandhi y Luther King, ya lo entendieron e hicieron historia de la buena.

Lo interesante de la vida de “SANTA JUANA”, como nos la cuenta el director Otto Preminger, según la obra de George Bernard Shaw y con guión de Graham Greene, es que -aunque con la sutileza que reclamaba el cine de los años 1950-, puede apreciarse lo obtusa, brutal e infame que fue la Santa (¿?) Inquisición durante su reprobable existencia; nos ilustra la vida palaciega con su “donaire” muy particular; y además nos trae un poco de luz sobre la razón de ser de ciertos “milagros” históricos y la particular relación Iglesia-Estado que, tantísimas abominaciones ha patrocinado a lo largo de los siglos.

Se comprende de nuevo que, entre algunos medios, la película haya encontrado tanta repulsa, pero, Preminger nunca tuvo la intención de gustar a todo el mundo y bien que sabía que su compromiso con la verdad le merecería más detracciones que aplausos. Sin embargo, ya se ha visto que sigue haciendo historia, mientras que sus opositores han entrado en el olvido.
Luis Guillermo Cardona
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