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La batalla de Chile (Parte I): La insurrección de la burguesía

Documental Salvador Allende pone en marcha un programa de profundas transformaciones sociales y políticas. Desde el primer día la derecha organiza contra él una serie de huelgas salvajes mientras la Casa Blanca le asfixia económicamente. A pesar del boicot, en marzo de 1973 los partidos que apoyan a Allende obtienen el 43,4 por ciento de los votos. La derecha comprende que los mecanismos legales ya no les sirven. De ahora en adelante su estrategia ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
28 de julio de 2007
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera parte de la trilogía es una mirada valiente de lo que pasó en nuestro país en los encendidos 70. Además puede verse con claridad las dos caras de la moneda, por una parte, el pueblo reivindicado por su presidente Salvador Allende y por el otro la burguesía chilena que no pudiendo ganar en las urnas, paulativamente obstaculíza el gobierno socialista, y cuando existe una ingobernabilidad completa (al no tener mayoría en el congreso y por ende rechazar todo tipo de iniciativas legales para gobernar) acuden a la milicia para manchar de sangre una historia républicana y constitucional.
EL_10
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28 de abril de 2012
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo sinceramente que a lo largo de la historia del cine muy pocas veces se ha logrado pulsar con total plenitud, como aquí lo hace Patricio Guzmán y su equipo, la realidad de un proceso histórico; en el caso presente este logro tiene aún más mérito, pues la película se rodó conforme transcurrían los acontecimientos, y ello, que podría haber supuesto un problema de falta de perspectiva, devaluando su valor histórico, en cambio se convierte -en manos adecuadas- en un soberbio ejercicio de historia popular, en la que la multitud (no las masas informes o turbas, sino la suma de individuos conscientes y activos) se erige en auténtica protagonista, en el vehículo narrativo fundamental.

Esta primera parte aborda el triunfo electoral de la Unión Popular de Allende y cómo inmediatamente, constatado su fracaso en las urnas, la oposición -política y social- emprende una serie de actuaciones que, en conjunto, y aplicando la expresión italiana acuñada también por aquellos años, cabe calificar como estrategia de la tensión, esto es, la desestabilización, tanto por medios legales como ilegales, del país, buscando provocar así un estallido social que precipite una solución "de orden". Así, el documental muestra el acaparamiento de abastos por parte de los comerciantes, la ofensiva parlamentaria y judicial contra los ministros de la UP, las huelgas de transportistas y mineros del cobre (instrumentalizadas por la oposición conservadora y por los EEUU, a través de la CIA), y un primer intento de golpe de estado.

En todo momento esto se narra desde la calle, dando voz tanto a quienes apoyan al gobierno como a quienes lo critican o aspiran a derribarlo; la cámara corre y se afana junto a la gente común, de modo que los grandes personajes, incluyendo el propio Allende, ocupan un papel secundario, siendo todo el protagonismo del pueblo, de esa multitud con rostro que se afana en descubrir la película. La labor del operador es soberbia, dada la dificultad práctica que suponía moverse entre las masas; llama la atención, además, la calidad descriptiva de las imágenes, que intentan aportar la máxima información sobre los entrevistados o los filmados (prestando atención a su indumentaria, expresiones, a sus pertenencias domésticas, etc), de forma que cualquier espectador, por ajeno que sea al contexto, puede reconocer la clase social o la tendencia política a las que pertenecen (incluso se permite algunas ironías, como ese fugaz plano, en medio de una algarada callejera, en el que la cámara enfoca la cartelera de un cine, en el que se proyecta "Ciudad violenta", de Sergio Sollima). El guión se limita a una muy escueta voz en off, que enmarca los acontecimientos, y a las escasas preguntas que escuchamos por parte de los documentalistas, muchas veces obviadas. En realidad, el auténtico guión es el resultado de la suma de voces representadas en la película.
Continuará.
Quatermain80
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25 de mayo de 2009
23 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estás alturas de la partida, ya quedan poca piezas y pocos movimientos posibles por ambas partes. A destacar, que un hombre con traje, corbata y fuente acento de Texas observa la disputa muy interesado. La situación es la siguiente; las blancas tienen dos torres y al rey. Su distribución es: Una torre en la casilla E2. El Rey al lado de dicha torre, en F2, y la segunda torre pegada en G2. Las fuerzas de las negras, aunque aparentemente más débiles, con un Alfil, un rey y un peón, son: El peón muy adelantado en A5, tratando de llegar a A1 y convertirse en reina y de está forma asegurarse la victoria. El rey en A1, a su lado el alfil en B1 (Nota, cuando no hay letra antes del movimiento, es que es un peón).


Blancas: Tg1 (movimiento perfectamente legal, trata de forzar la salida del gobierno)

Negras: a4 (no puede mover el alfil ni el rey, están "clavados", si los mueven, como les pide el pueblo, pierden. Parece evadir la victoria de la oposición, pero no tienen mayoría absoluta)

Blancas: Tc2 (Presionan a sindicatos e inician huelgas tras el fracaso de la jugada anterior. Legalidad difusa)

Negras: a3 (no puede comer la torre porque el alfil está clavado. No consiguen por tanto frenar las huelgas y la economía se resiente)

Blancas: Re2 (presiona con manifestaciones y siguen las huelgas. Faltan suministros al país)

Negras: a2 (es el único movimiento que puede hacer ya. El peón sigue avanzando. Las huelgas se paran gracias a acciones del gobierno que son protestadas por la oposición. )

Blancas: Rd1 (Primer intento de golpe de estado. Parte del ejército se rebela)

Negras: AxT (Parece que consigue salvar momentáneamente la situación, el mini golpe de estado es cancelado)

Blancas: RxA++ El hombre de traje de chaqueta susurra algo al oído al jugador que lleva las blancas. Jaque Mate.
The_End
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31 de marzo de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuestiones como el concienciamiento en torno a determinados fenómenos político-económicos o sociales hay que tener en cuenta la notable eficacia de la imagen a la hora de producir un impacto en el espectador. En este caso vendría a hacerse efectiva la máxima enunciada por el cineasta soviético Andrei Tarkovski: “Una imagen que a la vez es un hecho, una imagen libre de simbolismo” o aquella de Bertolt Brecht según la cual “Es de las cosas de lo que se trata, no de los ojos para verlas” . Hasta cierto punto podemos decir que desde la creación del séptimo arte ha existido una fe bastante acendrada en la objetividad de la imagen como medio de conectar al individuo con una realidad concreta, especialmente tras la crisis del lenguaje iniciada a finales del siglo XIX y comienzos del XX. A pesar de las contradicciones inherentes a este planteamiento, hasta cierto punto, la sentencia pronunciada en el Festival de Viña del Mar de 1969 vendría a ser una respuesta al imperialismo estadounidense mediante el uso de uno de sus principales activos: el cine. Hollywood no sólo se convirtió desde los años 40 en la principal industria cinematográfica del mundo, sino en un medio fundamental para la proyección de su imagen en todo el mundo: el sueño americano – sostén fundamental del capital simbólico y la esencia misma de los Estados Unidos – y los ideales abanderados por el modo de vida estadounidense. Así pues el poder de dicha industria no sólo sería puramente artístico, sino también propagandístico. De este modo nos encontramos con que el uso del cine a la hora de “enfocar el fenómeno del imperialismo y la penetración norteamericano” no sería más que, dicho vulgarmente, dar la vuelta a la tortilla, es decir, el uso de una de las armas fundamentales de dicho imperialismo en detrimento de éste. En aquel momento se tenía una clara conciencia del poder que el cine podía llegar a ejercer sobre el imaginario colectivo, de modo que se podía pretender servirse de éste como arma política sin traicionarlo como creación artística.

Es de dimensión coral de lo que Patricio Guzmán dota a su serie documental La batalla de Chile es precisamente la que aporta esa dosis de originalidad y fuerza que ha fascinado a lo largo de los últimos cuarenta años a tantos espectadores y, del mismo modo, es lo que lo convierte en un clásico imperecedero. Precisamente lo que hace el director es limitarse a dar la voz al pueblo chileno, al cual convierte en protagonista, haciendo efectiva la famosa frase de Salvador Allende según la cual “La historia es nuestra y la escriben los pueblos”. En este caso no la escriben, sino que la cuentan, dejando percibir al espectador toda la carga dramática del momento histórico, de algún modo se convertirían en el choros de toda tragedia griega, cuya función sería contribuir a que dicho espectador – que reacciona ante lo que ve – pueda conectar con lo sucesos que la obra presenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
davilochi
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10 de septiembre de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los chilenos deben de ser de los pocos que cada 11 de septiembre tienen algo más importante que recordar a las Torres Gemelas. Hoy hacen justamente 40 años de aquel hecho que se resume de forma muy acertada en esta trilogía de Guzmán.

Documental que vale el doble por no estar construido a partir de archivos o recreaciones, sino que todo el material proviene del vivo, de un grupo de dos o tres personas que salieron a las calles de aquel Chile con una cámara y un micrófono en la mano a preguntar como lo haría cualquier periodista pero siempre con el tacto de un cineasta que sabe a donde dirigir el ojo de la cámara para captar de forma sutil el ambiente que se vivía.

La tendencia del documental es clarísima, no hay engaños al respecto, el guión se basa en una enumeración de acciones por parte de la CentroDerecha para atacar al Gobierno. Pero lo que lo vuelve interesante es que la narración en off es escasa y sólo utilizada para contextualizar al espectador más desinformado; mientras que los diálogos que escuchamos provienen de los protagonistas: los propios chilenos, y no precisamente los políticos -apenas se muestran discursos de Allende y demás- sino de los obreros, los burgueses y todas las personas que formaron parte de la época con sus palabras y posteriormente acciones.

Lo que le juega en contra es su montaje, es bastante reiterativa; por poner un ejemplo, al principio del film no necesitaba mostrar la palabra de dos decenas de personas, tal vez con la mitad alcanzaba. Pero es claro que Guzmán se enamora de las imágenes que rescató, y no es para menos si pensamos en todos los riesgos que corrieron él y sus colegas; pero lamentablemente eso le juega en contra a la hora de expresarse, porque la cinta tiene momentos un tanto cansinos donde se nos reitera varias veces lo mismo.

Saliendo de lo puramente cinematográfico y viendo su aporte como elemento informativo, hay que decir que es muy completo y que ofrece la posibilidad de revivir una realidad, algo que no lo dará jamás ninguna otra cinta.

Lo mejor: además del final, el que sea todo y absolutamente todo recopilación de los hechos reales.
Lo peor: un montaje muy enamorado de las imágenes y bastante reiterativo en su discurso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ketty Analfer D
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