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Doctor Bull

Comedia. Drama. Romance Pese a su prestigio profesional, el doctor George Bull comienza a ser puesto en entredicho por alguno de sus vecinos del pueblo en el que ejerce la medicina por sus frecuentes visitas a una viuda. Las cosas se complicarán todavía más cuando se desate en la localidad una epidemia de tifus... (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
2 de junio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la primera película de la deliciosa trilogía que John Ford dirigió con el gran actor Will Rogers, las otras dos fueron “El juez Priest” y “Barco a la deriva”. Si la filmografía de Ford empieza con el cine mudo, en 1917, y concluye a mediados de los 60 con “siete mujeres”, esta trilogía en la década de los 30 marca un momento importante de su carrera, en los comienzos del cine sonoro, trilogía que forma parte de las películas menos conocidas de este prolífico maestro del cine americano y que coincide en el tiempo con obras más oscuras y trágicas como “La patrulla perdida” y “El delator”, que han tenido una mayor difusión.

En esta trilogía de comedias costumbristas, de tono más ligero, Ford observa con ojo crítico, cariñoso, los pueblos, las gentes de esa América profunda, prefigurando ya con su puesta en escena y su montaje inspirado en Griffith, sus grandes éxitos de la década de los 30, como “La diligencia” o “El joven Lincoln”. Aquí Will Rogers es el Doctor Bull, uno de los pilares de ese pueblo en el que intenta socorrer las enfermedades y los estados de ánimo de sus conciudadanos, un personaje de viejo entrañable, chapado a la antigua y conservador en sus costumbres, pero al mismo tiempo libertino en su escandalosa relación con una viuda del pueblo por cuyo amor está dispuesto a enfrentarse a los chismorreos y a la intolerancia de las beatas y de los notables del lugar.

Su cámara va descubriendo con panorámicas y espacios abiertos, pero también con un preciso sentido de la observación y el detalle, el ritmo de la vida de las gentes en ese mundo rural, una mirada vitalista y llena de optimismo de John Ford sobre esa pequeña localidad en donde el médico, ex veterinario, se enfrenta al qué dirán y al poder de los notables para combatir una epidemia de tifus.

Brillante actor Will Rogers, que alcanzó la fama desde 1918 por su carácter sobrio y espontáneo, convirtiéndose en una especie de símbolo del americano medio, provinciano y falsamente ingenuo, hombre honrado, íntegro y optimista. Después de haber hecho muchas películas del oeste y comedias rurales, Frank Borzage lo dirigió en el 29 en “Nuevos ricos caprichosos”, poco antes de su encuentro con John Ford en 1933. Su último éxito fue en 1935 con “El viejo Kentucky” de G. Marshall.
Juan Marey
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8 de diciembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford dirige su película “Doctor Bull” en 1933. Logra un producto correcto marcado por el costumbrismo norteamericano y obtiene un éxito que propiciará que en los años siguientes se complemente con otras generando la trilogía de películas interpretadas por Will Rogers.

Quizá el aspecto más destacable de la película sea su proximidad al momento del paso del cine mudo al sonoro y ver en ella uno de tantos esfuerzos por irse liberando de las ataduras del silencio. Aunque John Ford aun no tenía los 40 años había hecho numerosas películas sin sonido y ya se había adentrado con más de una decena de películas en el campo del sonoro a partir de 1927. Es uno de los destacados directores que supieron saltar sin problemas de un estilo a otro y dejaron rastro de su sentido de innovación o de adaptación, según los casos y las exigencias.

La película tiene ese sentido cuidadoso que John Ford aplica a su obra. En este caso, tras vagabundear por otras temáticas, se introduce en la comedia y lo hace con cierta prudencia de forma que, tratando problemas personales, los aborda despojándolos de cualquier aspecto dramático y los alivia con pequeños toques de humor. Lo que no le es ajeno es el espíritu de crítica social. Así caricaturiza sin tapujos a la pequeña comunidad donde ejerce el doctor, aunque sin adquirir en ningún momento aire moralizante.

Como corresponde a esa peculiar época de la comedia, el guion es también liviano y sin complejidades, lindando en ocasiones con lo simplón. El centro del mismo es Will Rogers, que parece imponer su forma de actuar construyendo una figura simplemente amable del Doctor Bull. Pero todo encaja sin problemas en el marco general de la obra que constituye una comedia ligera que irá, con otras de los años 30, abriendo paso a la comedia norteamericana de los 40 y los 50. Pero “Doctor Bull” no será una de esas grandes películas que inaugurarán nuevas etapas del cine. Como el propio John Ford hizo poco después con “La diligencia”.

Una película, en todo caso, para conocerla.
RARRA
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24 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un espléndido John Ford profundiza en el corazón americano alejándose del wéstern y sus formidables héroes para brindar una película de cualidades satíricas como es Doctor Bull, protagonizada por el humorista Will Rogers, donde el humanismo despreocupado y la honesta sabiduría campechana se posicionan contra cierto grado de hipócrita progreso en una sociedad chismosa y conservadora. El Dr. George 'Doc' Bull, único médico en una pequeña ciudad, se entrega en cuerpo y alma a sus recurrentes pacientes con una amabilidad y bondad desmesurada aunque su vida privada atormenta a sus vecinos, logrando un grado de hastío tan severo que hacen lo posible para destituirlo del cargo.

Esta comedia enbrutecedora y crítica de una sociedad más preocupada por el cuchicheo que de los asuntos verdaderamente importantes constituye un pequeño drama de la época, donde las circunstancias prevalecen frente a la profesionalidad, y donde la ignorancia se erige frente al saber hacer de las personas verdaderamente capacitadas, algo así como lo que está ocurriendo en España actualmente.

Se recrea una reivindicación del oficio mediante la figura de Doc y de aquellos trabajadores que se entregan en cuerpo y alma a su oficio con el propósito del bien común aún siendo defenestrados por la sociedad. Los medios de comunicación emergentes van a funcionar a modo de recordatorios de los dos temas que adversa; la situación del Doc con las exigencias y juicios prematuros de unos habitantes iletrados, algo reforzado por la relación del mismo con un compañero de oficio, el Dr. Verney (Ralph Morgan), de un carácter más progresista pero insulso ante los males médicos que asolan a la pequeña ciudad del protagonista.

El esquema que plantea Ford con el que deconstruye poco a poco a su personaje son las relaciones más allá de la medicina que ejerce el mismo con algunos lugareños, a los que su buen hacer congratula sus intereses, en ocasiones, ejerciendo de confidente, consejero amoroso o amigo. Así y, poco a poco a través de las acciones que definen su nobleza, el director nos moldea el personaje como el mártir de una colectividad enajenada, el culpable de los males, el placebo social.

El guión, lento pero que obvia los rodeos para brindar el mensaje, consta de unos diálogos sencillos cuya rotundidad, a pesar de ser muy artificial, pone en jaque la negligente apatía de una parte de la sociedad cuyo único objetivo es la crítica destructiva. Las relaciones entre el Doc y los personajes son la pieza más importante para sus construcciones psicológicas y poder entender mejor los intereses y preocupaciones de todos ellos. Se hace especial hincapié en el cariño que le tienen ciertos personajes al Doc, como May Tupping (Marian Nixon), Virginia Banning (Rochelle Hudson) o la viuda que refuerza la personalidad bondadosa y desinteresada del Dr. Bull, o incluso su tía Myra (Effie Ellsler) que marca el cambio de arco narrativo al 'oler' la enfermedad tifoidea que asola la ciudad, dando también importancia a esa sapiencia campesina que padece el protagonista y que pone solución a los problemas médicos de sus vecinos.

La interpretación desgarbada de Will Rogers encaja como una llave en una cerradura, siendo la única que verdaderamente destaca del conjunto general. Ford explota esas cualidades del actor para introducir pequeños gags cómicos (que no me han provocado más allá de una sonrisa) para cubrir parte del diálogo con ellos, pero teniendo sentido en el contexto empleado. La cámara estática, tan recurrente en esta película como en el cine del hombre que inventó América, no va a moverse más allá de pequeños travellings para cambiar de escenografía que conducen a sus personajes por distancias cortas hasta la causalidad de los diálogos. Algo que no me gusta del maestro es la necesidad que parece tener en muchas de sus películas para explicar el mensaje de forma condensada a modo de epílogo y, generalmente, en forma de discurso o juicio, como haría En el hombre que mató a Liberty Valance (1968), algo totalmente innecesario.

Se usa un recurso muy interesante en el planteamiento para ser una cinta de 1933, que es una pequeña intención de ruptura de la cuarta pared mediante un primer plano de la Sra. Ely contando directamente a cámara (excusándose con el diálogo mantenido con May Tupping) lo mala que le parece la vida personal del Dr. Bull, haciendo así rápidamente dos vertientes de concepción de la personalidad del Doc frente al espectador, donde una se disipa mientras que otra se intensifica a lo largo del metraje.

Sin duda, una película interesante dentro de la filmografía de John Ford que muestra un humanismo más cercano a lo acostumbrado confrontando dos corrientes de pensamiento a la par que critica con mucha sátira una sociedad en la que él mismo ha crecido como persona y como cineasta.
Tiggy
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4 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese tono de comedia ligera no le pega nada a Ford, al menos a mi me lo parece así. Creo que brilla más en los dramas y las tragedias, en sensaciones y pensamientos fuertes, potentes, duros, secos. Además de no ser una copia excesivamente bien tratada por el tiempo, tiene ese costumbrismo tan propio del cine de esa época que no me llega del todo a agradar.
La temática es, desde luego, bastante avanzada para la época. Una viuda, un médico idealista al que los vecinos le han perdido el respeto y la credibilidad y el honor por bandera. Mujeres independientes, fuertes y no sometidas a ningún hombre. También esto es Ford que por más que le denigren sigue siendo un hombre de su tiempo, firme en sus convicciones y moral. Me encanta Ford.
Como siempre el hombre de Ford hace lo que tiene que hacer, sin alardes, sin vanagloriarse de lo que hace, orgulloso de sí mismo pero no vanidoso. Conoce su oficio, se ha preparado para ello sin necesidad de que lo sepa todo el mundo, y cuando llega el momento está preparado, dispuesto y en forma.
ÁAD
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