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El rastro de la pantera

Western. Aventuras. Drama La familia Bridges vive aislada en su rancho de las montañas se ve amenazada por una peligrosa pantera que causa estragos entre el ganado. Además hay tensas y turbias relaciones entre los miembros de la familia. Curt Bridges (Robert Mitchum) es el mayor de los hijos de la severa matriarca y de su débil y alcoholizado marido. Para salvar al ganado del peligroso felino, Curt y sus hermanos se ven obligados a enfrentarse a la bestia. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
29 de noviembre de 2010
37 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El rastro de la pantera” es una pequeña joya en el firmamento con su tratamiento teatral, cinematográfico, cercano al blanco y negro, y con un componente en off que se cierne, como una marabunta hambrienta, a todos sus personajes y conflictos. Lo interesante es el tratamiento psicológico del western que realiza Wellman sirviéndose de la novela de Walter Van Tilburg Clark. Wellman padece de cierta obsesión por el autor de “Incidente en Ox-Bow” y sus adaptaciones a pantalla grande. Como obsesión por parte de esos personajes que componen el cuadro que dibuja un conjunto teatral a lo Tennessee Williams.

El simbolismo de una casa rodeada de nieve que atrapa a los protagonistas y el asedio al que están sometidos por una matriarca que manipula a su antojo a hijos y marido supone un juego de los roles grupales: cuando desparece un rol otro tiene que encarnarlo.
El único personaje que parece seguir los pasos de la matriarca es Curt, interpretado por Robert Mitchum, que se contrapone a otros hermanos con diferentes caracteres y pasado. Choca la contraposición del decorado interior, netamente teatral de la casa, con los exteriores del alrededor de la misma. La amplitud no es más que vacío.

Los personajes crecen, se manipulan, controlan, se intercambian, cobran un inusual protagonismo… Cada protagonista desea cazar a su propia pantera ¿Será negra? Pura metáfora sobre el lado oscuro de los personajes… cuando todo, simplemente, se encuentra bordeando lo ausente, en un completo espacio en off. “El rastro de la pantera” es un filme icónico, bello, cruel y finalmente esperanzador: esas montañas que lo simbolizan todo… el miedo a la nada, al miedo interior.
Una gran película, a la que merece la pena seguirla el rastro.
Maldito Bastardo
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11 de julio de 2009
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que no se ve, sino que se respira y a ratos, se atraganta. Bastante extraña. Intentaré definirla como un filme de envoltorio western, contenido de thriller dramático y atmósfera que bebe de todas las fuentes del extrañamiento, es decir, de la fantasía, el terror y el misterio. De esas películas inclasificables que te dejan un poso raro, como de salir de una realidad alienada, al llegar el final.

La lucha de la familia Bridges contra la pantera empieza a cobrar todo su significado cuando nos damos cuenta de que no es la pantera la amenaza sino, en cierto modo, una metáfora de la salvación. Una salvación que acecha silenciosamente desde unos pavorosos paisajes nevados: nadie como Wellman para aplastar a sus personajes con la conciencia de una naturaleza inmensa, salvaje y terrible que se cierne sobre ellos como un dios sombrío se levanta por encima de sus criaturas. Y si bien ya había retratado la épica del paisaje con anterioridad en películas como "Incidente en Ox-Bow" o "Caravana de mujeres", aquí vuelve a sobresaltarnos con un acojonante despliegue de laderas nevadas y un tratamiento del color y la puesta en escena de raras y sorprendentes reminiscencias niponas.

Lastrada por un desarrollo algo tedioso, apuesto sin embargo que será difícil encontrar una película americana tan distinta, densa e inteligente en toda la década de los cincuenta. Fue quizás la última gran película de un director olvidado y extraordinario llamado William Wellman.
Neathara
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7 de junio de 2009
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraño western. Una mezcla entre cine negro enfermizo, terror psicológico y dramón shakesperiano. Vamos, que es un western por la localización, pero se habría podido rodar en la época victoriana en los acantilados escoceses.

Pero es lo normal en Wellman. Parece que no se circunscribe al género nunca. Es una mera excusa para sacar las pulsiones humanas más escondidas. Aquí, sin contarnos lo que ha pasado antes, nos muestra una olla en ebullición familiar a punto de explotar. Y una matriarca que domina a sus hijos con mano de hierro en guante de esparto.

Hay escenas bellísimas en las que se nota la mano de un maestro en la dirección. Y toda la película está rodeada de una extraña y asfixiante atmósfera, en la que nos hace cuestionar si realmente la bestia es la pantera.
Gilbert
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30 de mayo de 2008
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía en sus memorias el actor Robert Mitchum que en las más de sesenta películas en las que participó, sin lugar a dudas “El rastro de la pantera” había sido la más dura prueba de todas de todas ellas.

Y es que el frío que tuvieron que soportar durante el rodaje cerca del estratovolcán de Mount Rainier, al lado de Seattle es de los que hacen época.

William A. Wellman, uno de los grandes directores de siempre, lleva maravillosamente las riendas de este extraño film que está a mitad camino del western dramático-psicológico y de las películas de terror. La atmósfera enfermiza de esa casa con una familia peculiar, especialmente la vieja bruja de la madre, hace que estemos ante una película diferente, de las que no es fácil de encontrar para la época, 1954.

Además la presencia de esa pantera, que nunca vemos, pero que está en el ambiente en toda la cinta, sumado a la inevitable aparición de algo esotérico y parapsicológico que envuelve toda la trama con el chamanismo indio la hacen única en su especie. Eso sí, a los ortodoxos del western, es posible que nos les termine de convencer.

Curiosa e inquietante.
vircenguetorix
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8 de abril de 2010
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la misma manera que en aquel maravilloso documental, “Capturing the Friedmans”, a primera vista, los Bridges parecen una familia normal y tradicional americana afincada durante años en un valle montañoso, aislados en mitad de ninguna parte, donde sacan adelante su rancho con la única competencia de los duros e inclementes inviernos que azotan la zona. Pero claro, no es oro todo lo que reluce y esto, en el cine de Wellman, ya sabemos que adquiere proporciones desmesuradas.

Como ocurre en esta página, los miembros de la familia Bridges son de lo más variado: está la madre del clan, una mujer que ejerce el matriarcado desde una posición de poder absoluto e inflexibilidad y cuya oratoria está llena de sentencias fulgurantes y arrebatadoras; está el padre, un tipo vencido por la vida y entregado al whisky y de cuya boca solo salen afirmaciones tan grandes como, mirando a una botella, “tú eres la única y verdadera amiga del hombre”; luego está la hermana, Grace, una mujer sumida en la insustancialidad propia del aislamiento al que es sometida; también está Harold, el pequeño, siempre a la sombra de sus hermanos mayores; en la misma línea, aunque con más poso, aparece Arthur, el otro hermano, aunque éste parece ir por libre y ser inmune a las locuras que le rodean; y finalmente Curt (sí, así se llama) quien ejerce el liderazgo, a veces con insolencia, otras con suficiencia, pero siempre desde la cima más alta. Mención también para los agregados familiares que, sin tener un protagonismo principal, son claves en la trama y desencadenantes de muchos de los conflictos que se suceden en los Bridges: el viejo indio Joe Sam, quien siempre nos mantiene en alerta ante la llegada de lo malo y tremebundo, y Gwen, prometida de Harold, y que asiste sorprendida a la vida que llevan los Bridges.

Como hace Wellman en esta película, y en casi toda su filmografía, la cantidad de personajes que desfilan por esta página con sus diferentes estilos es incomparable a la de otro lugar cinéfilo en la red. ¿Prescindió Wellman de ellos? Nunca. Por eso fue un gran cineasta. ¿Debe prescindir esta web de la plumas irónicas y diferentes que, alejándose de estilos serios y repetidos, como éste, dan riqueza y originalidad a los comentarios sobre cualquier cinta? Pues tampoco. Hacerlo sería un error y haría caer la página en manos de pusilánimes y lloricas que, con un claro complejo de inferioridad, atacan el ingenio y la libertad.

Esperemos que Kurt rectifique y sepa distinguir lo burdo e insignificante de lo diferente y creativo, sino creo que terminará como el Curt de Wellman (tendrán que ver la película para saber el final). Hasta entonces, y desde la seriedad donde estoy instalado, mi más sentido apoyo, compañeros. ¡Abajo la B! ¡Arriba la T!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfie
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