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Charisma

Drama. Intriga. Thriller Tras una complicada intervención en el rescate de un político que tenía como rehén un demente, un fracasado detective se adentra en el bosque, donde conocerá a unos personajes muy peculiares con los debatirá el futuro de un extraño árbol de la zona. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
1 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre abandona la ciudad y marcha hacia lo desconocido.
Hará un viaje de descubrimiento sobre el significado de ser uno mismo en un entorno de dualidades donde, sin embargo, no hay rastro de ellas...

Figura extraña y fascinante del cine japonés contemporáneo, Kiyoshi Kurosawa ha seguido un camino propio sin acogerse (pese a escasas ocasiones) a las directrices de un género en su término más estricto, como otros coetáneos, pero él mantuvo los itinerarios de su prolija trayectoria con mayor ahínco. De ahí que muchos sólo conozcan al Kurosawa director de títulos de terror y suspense o profundos dramas, pero incluso en ellos se atisban las intransferibles coordenadas de alguien que nunca se aferró a leyes convencionales.
Y éste es uno de sus mejores ejemplos. A finales de los '90 ya había alcanzado el reconocimiento internacional gracias a su pieza maestra, "Cure", descarnada poética de lo monstruoso en un entorno social cínico disfrazada de "thriller" de suspense. Poco después, gracias a una oferta de Nikkatsu le llega la oportunidad de rodar "Charisma", cuyo borrador se remonta a casi una década antes, el que le hizo ganar su beca para estudiar en el Sundance Institute (siendo ya director profesional); con ella vuelve, como ya hiciera y haría en el futuro, a plantearnos una situación corriente en un entorno conocido y a un personaje desligado de dicho entorno.

Goro es un policía sin una mecánica existencial comprensible, lejos de un hogar que no existe para él, lejos de un exterior que quizás odia, siempre le veremos despertándose en una de las salas de la comisaría donde trabaja; Kurosawa nos regala unos instantes de suspense y violencia a través de un rescate fallido donde rehén y secuestrador mueren. Todo esto no es tan relevante como podríamos pensar, pero sí un pedazo de papel que el segundo entrega a Goro donde le pide restaurar "las leyes del Mundo", y tras las forzosas vacaciones que sus jefes le dan, la historia procederá a iniciarse realmente.
Con este detective tan dado a la desafección y la soledad, el director recupera al Takabe de "Cure", prosiguiendo su deambular tras asesinar a su esposa y a Mamiya, pero mientras aquél se quedaba en la ciudad, Goro planea una improvisada fuga, sin rumbo fijo. Somos arrastrados a un entorno natural perdido, en los recovecos de un bosque marchito a través del cual se proponen no pocas similitudes con la sociedad; y aquí este policía, tras serle "arrancada el alma" (poderosa secuencia que eriza el vello), adopta el papel de un asceta devoto del budismo de la Tierra Pura o quizás de una encarnación del propio buda Amithaba.

Esto es: el rey que renunció a sus posesiones y se convirtió en buda para acoger en su universo alejado de las normas del espacio-tiempo a los creyentes de la liberación individual que aspirasen a la salvación universal. Pero el nipón es menos luminoso y practica esa búsqueda metafísica entre los viscosos pliegues que perfilan esos mundos de espectros y misterios tan propios de su cine. En él, Goro vaga por varios escenarios naturales que son la proyección de la angustia de los personajes que los habitan: un grupo de cínicos y violentos guardabosques, una fría e hipócrita botánica (Mistuko) y un introvertido joven (Naoto) que vive en un antiguo manicomio cuidando de la esposa del fallecido director.
Sus acciones, venenosas y conflictivas, se ejecutan alrededor de un extraño árbol que crece fuera del bosque y que produce en ellos sentimientos encontrados, llamado "Charisma" por Naoto. Esto hace aflorar la comprensión, el interés de Goro por el espacio natural, así como su obsesión por el árbol, del cual se dice que sus raíces contaminan y matan al resto del bosque; su lucha no es tanto la de posicionarse a favor de nadie como la de creer en una solución favorable que produzca un beneficio de forma colectiva (trasunto de su incidente con el rehén que no pudo salvar).

Kurosawa enfrenta estos ideales. ¿Ha de sacrificarse la vida del individuo, en este caso el árbol, por el bien de la masa, en este caso el bosque? Una fiel situación-espejo de la sociedad: por la supervivencia de uno el otro debe morir, más aún cuando se trata de algo/alguien que contamina a su alrededor, casi como sucede con Goro, poco a poco transmutado en etérea silueta, desposeída y despersonalizada, contra las leyes caóticas que rigen el Mundo. En este potaje de mezquindades, odios y comportamientos radicales (no es fácil ponerse del lado de ningún personaje secundario) la postura de la neutralidad parece condenarse con violencia.
Goro, silente en su viaje de descubrimiento, actúa conforme a una solución universal, si bien ha de perjudicar a los demás para llevarla a cabo (el cenit de este acto se produce al sustituir a "Charisma" por otro viejo y ajado árbol que vuelve a despertar las iras de todos, y que no es sino su reflejo). Kurosawa perfila las atrapantes y enigmáticas atmósferas con su habitual destreza y Koji Yakusho, en su tercera colaboración conjunta, vuelve a brindar una interpretación soberbia basada en capturar la mayor de las emociones con la mayor de las economías; Ren Osugi, el aún joven Hiroyuki Ikeuchi y Yoriko Doguchi lo secundan correctamente en sus extravagantes roles.

No es de esperar que esta epopeya íntima, súmamente críptica, desasosegante, dirigida a perturbar el inconsciente y remover la conciencia (y de paso las entrañas) y con una conclusión apocalíptica en respuesta a la pérdida de fe en aquello que representa la sociedad (preámbulo indiscutible de "Kairo"), sólo capte la atención de unos pocos dispuestos a adentrarse en el ininteligible universo del director.
Su obra, magnificada por la fotografía de Junichiro Hayashi, recibió los elogios del público en Cannes, pero en Japón fue tachada de pretenciosa, autocomplaciente y misántropa; eso mismo sucederá a los que se acerquen a ella sin conocer el inclasificable cine de este sorprendente alienígena.
Chris Jiménez
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