Bajos instintos

Un punzón de hielo, el famoso cruce de piernas y una buena dosis de intriga consiguieron uno de los grandes taquillazos mundiales de comienzos de los noventa. El guión de Eszterhas ya se cotizaba como oro en los estudios de los productores de Hollywood -se convirtió en el mejor pagado de la historia-, pues narraba de forma brillante un thriller de nervio, con mucho ritmo y un suspense bien dosificado que se sigue con enorme interés. Si bien es cierto que la trama es efectista y algo tramposa, no lo es menos que acierta a acelerar el pulso, especialmente cuando Catherine Tramell aparece en escena. Todo ello se aderezó con varias escenas de alto voltaje erótico que, por cierto, provocaron en su día ríos de tinta por su contenido lésbico y su violencia gratuita -¡bienvenida esa publicidad, benditos puritanos!-. Por lo demás, fulminantemente convirtió a la bella Sharon Stone en una estrella de cine planetaria.

"Una de las obras más inquietantes, pese a sus trampas de guión, del último cine facturado bajo las colinas de Hollywood"

"Un misterio urbano violento y tediosamente manipulador, que usa una densa atmósfera de perversión sadomaso para distraer al público de la escasez e inanidad de la historia"