Toda la intriga bien llevada de la primera parte se va desinflando con lentitud pareja a la de la trama, tanta que te olvidas de la esposa, te despreocupas del móvil y te desesperas porque no llega el final. Cuando lo hace, decepciona. El personaje de Seigner es la clave: ella es la niña traviesa que da al traste con todo y lleva al desenlace melodramático. Una peli entre tantas y la más floja de las que he visto de Polanski.

Una de las películas más aburridas que recuerdo, no solo porque no tiene nada de lo que el autor promete (intriga, misterio, suspense), sino porque además naufraga estrepitosamente al añadir numerosas dosis de supuesto humor. Estúpida, huera, fea, bobalicona, magufa... Lo tiene todo. Nunca un director ha dado tantos palos de ciego después de su exitosa y meritoria opera prima; nunca un artista ha reunido tantas pamplinas en su limitadísima mente.

Sí, como decían, buena, entretenida, inteligente... Y me gustaría decir que destapa las miserias que se cuecen entre los bastidores de la alta política, pero a decir verdad no lo hace: esas miserias ya están destapadas desde hace siglos, incluso milenios, y Borgen no aporta nada nuevo ni mucho menos ingenioso. Como ocurre con el cine que nos llega de allí y de Escandinavia, su calidad queda obnubilada por su desesperaaante frialdad. En la realidad se cuecen cosas más ruines e inconfesables que la serie no sabe aprovechar. Y lo más probable es que no quiera, porque lo que se desprende todo el tiempo es un intento de mostrar la política como una actividad, a pesar de todo, noble, elevada, con clase. Ya sé que algunas de sus frases lapidarias sugieren lo contrario, pero no encuentran su reflejo más cruel en la trama. Los excesivos miramientos, melindres y condescendencia sí que tienen su reflejo en la invención de ese país africano, Kharun. ¿Qué es esto? ¿Juego de Tronos a la danesa?

Y por mucho que se empeñen, Dinamarca no es tan importante.

Por cierto, hasta donde se nos muestra, la misma corrupción y la misma escombrera política que por nuestros lares. El Edén nórdico es un mito, el país de los Hiperbóreos.

Quienes deseen ver en acción los entresijos reales de la política imbricada con la vida privada, sin censuras, que vea la serie "Roma".

Un niño francés nacido en una familia desestructurada convence al público sugestionable de que hacer pellas y gandulear por las calles de París constituyen un signo de rebeldía, y no de pereza y narcisismo. La firma del venerado director y el blanco y negro hacen el resto. Al público que no es así (es decir, vago y egotista) simplemente le produce sueño... y rechazo.

Enésima versión del ya remanido cuento (desde Mary Shelley): robot (o cyborg o monstruo, da igual) obsesionado con averiguar su origen y conflictivamente apegado al "padre" que lo recompuso. La idea no impresiona ni suscita empatía. El resto es el entretenimiento esperado por los niños: artes marciales, más mamporros, bobos transformers, carreras con megáfono, villanos que no dan miedo y sacrificios expiatorios. Ni siquiera la recreación de ese distópico siglo XXVI aporta un mínimo de encanto: es desabrida.