El sistema de signos que propone Saussure es muy simple: a cada objeto, un representante. Ahora, si un representante nuevo aparece, las relaciones objeto-representante antes existentes se desplaza. Como si se encontrara ordenado en casilleros, se dice que el representante (que puede ser una palabra, un dibujo, un color: él le dice significante) se corre al siguiente casillero, desplazando y reemplazando al siguiente, y a su vez siendo reemplazado por el anterior.
Lo que no dice Saussure es cuán doloroso puede ser ese corrimiento: en esta película se pone en evidencia cuánto puede sufrir un sistema perfecto con la aparición de nuevos elementos.

Es increíble cómo la película borra constantemente el límite entre la ficción y la realidad. Ya partiendo desde la premisa que en toda memoria hay (al menos potencialmente) ficción, funda uno de sus anclajes a la "realidad". La entrevista grabada toma distancia a la hora de la ficcionalización que supone el dibujo. El dibujo es más fiel a la memoria: la memoria no es una cámara perfecta y panorámica: corta y selecciona como la cámara imperfecta, distorsiona y dibuja con sus propios fantasmas y delirios: es imposible re-filmar una guerra tal como fue (reproduciéndola con actores que ya, no estuvieron en esa guerra), pero quizás es posible dibujar la memoria de sus soldados.