Paget Reed cogió su cámara en 1997 y se lanzó al mundo, con pocos dólares en el bolsillo, a descubrir las ocho maravillas del mundo. Visitó algunas, pero lo principal es que fue testigo, accidental, de algunos de los grandes acontecimientos políticos y sociales de ese año.

La cámara y el cineasta no pretenden hacer un documental, sino rodar un testimonio cinematográfico de un viaje: una especie de diario fílmico, sin más pretensiones. Por tanto no hay un guion, ni una documentación previa, ni un montaje que dé sentido a lo rodado, ni siquiera una intencionalidad artística o política.

Reed rueda lo que se encuentra, pregunta al primero que ve, saca alguna conclusión de párvulo y algunas de las cosas que están ocurriendo las contrasta con las opiniones de su abuelo. Su abuelo, excombatiente, anticomunista, tiene una ideología capitalista, nacionalista y muy "americana". Lo que ocurre en el mundo parece darle la razón a veces..., pero otras no. La plaza de Tiananmen, la caída del muro de Berlín, la victoria de Violeta Chamorro en Nicaragua... La pervivencia del régimen chino -segunda potencia mundial-, el "reinado" de Puttin en Rusia, la vuelta de Daniel Ortega en Nicaragua, cuestionan una visión simplista, de novato, de individuo que coge la cámara y nos cuenta "su" verdad.
Y es que el mundo y los aconteciminientos que ocurren en el mundo son más complejos y se rebelan contra la simplicidad ideológica.

Interesa de este boceto de documental lo que tiene de frescura -a pesar del tiempo pasado. Por ejemplo cómo Paget Reed regresa de un viaje turístico a los alrededores de Pekin y se encuentra con la matanza de Tianamanen. inolvidables las imágenes que rueda de bicicletas aplastadas por los carros de combate, el cadáver quemado de un soldado o los testimonios de los que todavía se atreven a hablar. Las imágenes salieron clandestinamente de China, y pudieron hacerlo porque Reed no era un periodista controlado por el régimen.

Un cortometraje interesante proyectado gracias a la existencia del Cine club Casablanca. Una ocasión de ver -o volver a ver- esta película que estuvo en la sección oficial de la Seminci de Valladolid.

En breves y nerviosas secuencias nos cuenta un enamoramiento en la que una de las partes es una prostituta "sin papeles", un duelo a la ruleta rusa entre el enamorado y el chulo para conseguir su "libertad" y un final descorazonador que no podemos desvelar.

El director nos cuenta su propia infancia en una granja de Arkansas, donde sus padres, de origen coreano, se establecieron para sacar adelante a su familia: sus dos hijos y una abuela. Para hacerse una vida propia en un nuevo país. El director quería acercarse a su pasado y contárselo y contárnoslo.

Todas las anécdotas que se narran son de interés y especialmente emotivas las relacionadas con la abuela: un ser bastante especial o pintoresco. El tono general amable no obvia los conflictos y las riñas. Aunque es cierto que todas estas anécdotas no acaban conformando un conjunto narrativo coherente.

La película está producida por Brad Pitt y obtuvo el premio a "Mejor película" y "Premio del público" en Sundance.

Alberto Morais, tras rodar "Los chicos del puerto", nos presenta su siguiente película: La madre. El autor mismo declara que podría acabar conformando una trilogía de la supervivencia de las capas mas desfavorecidas de la sociedad.

Duro y sobrio retrato de un chico, de un adolescente, que debe ocuparse -en todos los sentidos- de un madre apática, deprimida y que nunca muestra su amor o afecto por su hijo. Historia de una responsabilidad invertida, donde el hijo tiene que asumir una carga para la que no está todavía capacitado: desde hacer trabajos como vender pañuelos en los semáforos, o pequeños hurtos de comida en los supermercados. No es un perro rabioso -el director dixit- pero sí es tratado como un perro apaleado por una madre ausente, un padre inexistente, y por una expareja y su hijo en los que busca un refugio imposible.

(La mirada sobre el mundo del trabajo es correcta en su realidad general, digamos, aunque -quizá- no se ajuste en su aspectos legales y contractuales a lo que sucede en un centro de trabajo como el descrito -una empresa de leña-, con la aceptación del trabajo de un menor).

Esa vida de "olvidado social" dibuja a un adolescente en el borde del abismo, expulsado anticipadamente de la vida que le correspondería en la sociedad como adolescente: protegido por la familia, por el sistema escolar y por el grupo de amigos.

Cine de "realidad", de realidad "sucia", en la que el director quiere "mostrar las cosas más que explicarlas", que para él es el fundamento del cine respecto a la literatura, por ejemplo. Cine de intensidad, sin respiro para los personajes y para el espectador, que a través de una depurada dirección invisible, pero técnicamente muy eficaz, nos va dejando sin resuello hasta el final.

Con pocos diálogos, la película se sustenta sobre la interpretación pura, en los actos, gestos y miradas de los actores. Notables actuaciones de Laia Marull, Nieve de Medina y el debutante Javier Mendo.

-Blade runner 2049 de Denis Villeneuve (La llamada, Incendios…). Para los espectadores que admiramos Blade runner de Ridley Scott desde la primera vez que la vimos en 1982, y que hemos seguido viéndola y amándola desde entonces, enfrentarse a esta segunda parte, secuela, o como se quiera denominar, era un riesgo y una tentación. Cabía la decepción, lo contrario, o algún terreno intermedio… En todo caso era inevitable y muy gozoso ir al cine, sentarse y ver lo que un gran director como Villeneuve había conseguido rodar. Para ser claros, quien esto escribe ha visto la película dos veces casi seguidas (un viernes y un lunes posterior) con dos impresiones diferentes. En la primera prevalecía la sensación de que la película no tenía la épica y la lírica de la primera, y que nos contaban una historia fría, distante… En la segunda ocasión, he visto otra película: un film con un buen guion de Hampton Fencher, una fotografía impresionante de Roger Deakins, una música potente que acaba regresando a Vangelis, pero que también se atreve con el silencio, y unos personajes con gran fuerza, interpretados por Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Sylvia Hoeks… Una película con una factura impecable, tal como sabe hacerlo este director, con un inicio genial, y que enlaza la trama de su film con la trama del Blade runner original y con sus personajes de forma oportuna y delicada, para construir una fábula sobre la memoria y sus espejos, y sobre la esperanza de los “replicantes” de alcanzar, por sus propios medios, eso que podríamos llamar su “humanización” a través de la lucha y el sacrificio, de ser necesario.
¿La magia de la primera película lo tiene esta segunda? El tiempo y las generaciones lo dirán. Aquí dejo un apunte porque sería necesario un tratado para desarrollar todas las cuestiones que desencadena. Una película que además, en su suma de aciertos, no puede descuidar el espectáculo y la comercialidad. Para todos, ¡todos!, los públicos.