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Voto de Variation74:
6
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Drama
Drama centrado en dos personajes, un cobrador de préstamos solitario y sin escrúpulos (Lee Jung-Jin) y una mujer (Jo Min-Su) que se presenta un día pidiéndole disculpas por haberle abandonado, asegurando que es su madre biológica. (FILMAFFINITY)
11 de septiembre de 2012
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pietà tiene una historia interesante fuera de la pantalla.
Kim Ki-Duk se inspira en la Piedad de Miguel Ángel para concebir una historia que muestre el mayor de los dolores.
Tras su presentación en Venecia, buena parte de la crítica dispara contra el egocentrismo exacerbado del autor de Arirang, mientras que muchos otros la encumbran como su mejor obra desde Hierro 3.
En una Mostra de perfil menor que otros años, el director coreano gana el preciado galardón. Pero lo hace sin haberse cambiado de ropa, con el calzado gastado, como si fuera a volver de inmediato al Chungcheong en que malviven la madre, el hijo y los lisiados de su película. Días después sabríamos que, si las normas no lo hubiesen impedido, el jurado presidido por Michael Mann habría concedido a The Master un imposible tercer premio con forma de león de oro.
Me extrañaría que Kim Ki-Duk vea a estas alturas la estatuilla como una cura de humildad.
La historia de Pietà también es interesante dentro de la pantalla:
Kim Ki-Duk se inspira en la Piedad de Miguel Ángel para concebir una historia que muestre el mayor de los dolores.
Tras su presentación en Venecia, buena parte de la crítica dispara contra el egocentrismo exacerbado del autor de Arirang, mientras que muchos otros la encumbran como su mejor obra desde Hierro 3.
En una Mostra de perfil menor que otros años, el director coreano gana el preciado galardón. Pero lo hace sin haberse cambiado de ropa, con el calzado gastado, como si fuera a volver de inmediato al Chungcheong en que malviven la madre, el hijo y los lisiados de su película. Días después sabríamos que, si las normas no lo hubiesen impedido, el jurado presidido por Michael Mann habría concedido a The Master un imposible tercer premio con forma de león de oro.
Me extrañaría que Kim Ki-Duk vea a estas alturas la estatuilla como una cura de humildad.
La historia de Pietà también es interesante dentro de la pantalla:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El espectador tiene más sospechas que el propio personaje de Lee Jung-Jin (estrella local que servirá para aumentar los resultados de taquilla en Corea) sobre la verdadera identidad de la madre. La primera escena, premonitoria, y el asunto del jersey, resuelto de mala manera, no ayudan.
Jo Min-Su consigue salir airosa de dos escenas que carecen de sentido práctico: la confesión del maquiavélico plan (la actriz habla al espectador) y los remordimientos derivados de la compasión (sin efectos en el devenir de la narración). También queda colgando su visita al jefe del sádico cobrador de préstamos.
Pero a Kim Ki-Duk le interesan otras cosas. La violencia de las escenas de la primera mitad de la película duelen a la vista a propósito, para acentuar el dolor más brutal, el del corazón y el vacío, de la segunda. Ni el insuficiente Lee Jung-Jin ni el guion consiguen que esta pena, la madre de todos los dolores, cale completamente en el espectador. No obstante, pasa cierto mensaje: muerta la madre, el hijo, piadoso por fin, Jesús y Virgen a la vez, redime sus pecados al combatir los actos de violencia que él mismo generó convirtiendo su cuerpo, lo único que le queda, en un poético rastro de sangre imborrable por los caminos que unen la miseria y la riqueza en una misma ciudad. El gesto conjuga la religión de siempre y la crisis de ahora.
El espectador, ante el sacrificio, llora; y al final de ese camino de sangre, sudor y lágrimas vislumbramos el significado del término “kimkidukidad”.
Jo Min-Su consigue salir airosa de dos escenas que carecen de sentido práctico: la confesión del maquiavélico plan (la actriz habla al espectador) y los remordimientos derivados de la compasión (sin efectos en el devenir de la narración). También queda colgando su visita al jefe del sádico cobrador de préstamos.
Pero a Kim Ki-Duk le interesan otras cosas. La violencia de las escenas de la primera mitad de la película duelen a la vista a propósito, para acentuar el dolor más brutal, el del corazón y el vacío, de la segunda. Ni el insuficiente Lee Jung-Jin ni el guion consiguen que esta pena, la madre de todos los dolores, cale completamente en el espectador. No obstante, pasa cierto mensaje: muerta la madre, el hijo, piadoso por fin, Jesús y Virgen a la vez, redime sus pecados al combatir los actos de violencia que él mismo generó convirtiendo su cuerpo, lo único que le queda, en un poético rastro de sangre imborrable por los caminos que unen la miseria y la riqueza en una misma ciudad. El gesto conjuga la religión de siempre y la crisis de ahora.
El espectador, ante el sacrificio, llora; y al final de ese camino de sangre, sudor y lágrimas vislumbramos el significado del término “kimkidukidad”.