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Voto de Chris Jiménez:
7
5.8
34,012
Terror
Josh (Patrick Wilson), su esposa Renai (Rose Byrne) y sus tres hijos acaban de mudarse a una vieja casa. Pero, tras un desgraciado accidente, uno de los niños entra en coma y, al mismo tiempo, empiezan a producirse en la casa extraños fenómenos que aterrorizan a la familia. (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2021
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Uno de los más hábiles directores de lo que podríamos llamar terror contemporáneo es sin duda el malayo James Wan, tanto como cineasta como en su rol de productor, cuya carrera despegó fulgurante allá por 2.004 con "Saw", la única de la longeva y mediocre saga posterior que dirigió (y con eso tuvo bastante).
A este hombre se le agradecen algunos de los títulos más aterradores del panorama cinematográfico actual, y el que nos atañe está entre los tres mejores de su obra, deseando demostrar al público su capacidad para crear terror sin necesidad de extrema violencia.
Tras un paréntesis se une a otros dos nombres familiarizados con el cine de terror (más conocidos por la exitosa "Paranormal Activity"), Oren Peli y Jason F. Blum, ambos ejerciendo de productores, mientras su asiduo colaborador Leigh Whannell se ocupa del libreto; sin duda una buena combinación de conocedores del género para asegurar la escalofriante sesión que todo buen fan espera. Y vive Dios si lo puedo constatar...pues juro que aquella noche de Sábado, un 11 de Junio de hace ya once años, fue una de las veces que más miedo (quien dice miedo dice pánico) he pasado en una sala de cine, yo y seguro que todos los allí presentes.
Hay que tener en cuenta que el terror es un género muy manido y manipulado, y ya poco hay en él para sorprendernos realmente, sin embargo siempre viene bien alguien como Wan, porque domina sus claves y recursos, y cómo articularlos, para lograr el sobresalto de su público, aun limitándose a aplicar más técnica que originalidad. De nuevo nos vamos junto a la familia tradicional, donde (a partir de la un tanto amarga visión de Whannell) es sólo la mujer la que carga con los pesarse y quehaceres de lo que implica iniciar una nueva vida en una nueva casa.
El hombre se mantiene desplazado de forma detestable (por este tipo de detalles me repugna tanto el cine actual); así que es Renai nuestra protagonista, y ella se debe de enfrentar a la invasión de extraños acontecimientos sobre su familia y su hogar. El retrato puramente humano dura poco para establecer los primeros signos de terror en el ambiente, que lo vuelven tenso y desasosegante de manera muy efectiva (y utilizando los trucos más viejos: desde perturbadores sonidos que surgen de la oscuridad hasta puertas que se abren y crujen solas...); pero Whannell y Wan saben subvertir el orden de lo convencional, con dos giros: el Mal acecha a un personaje masculino (el hijo mayor, Dalton), y la decisión de otra temprana mudanza.
Incluso poco después de ésto no tenemos un respiro por culpa de uno de los momentos más apabullantes (no sólo del film, sino de lo que nos puede ofrecer el género en estos tiempos): aquella extrañísima visión de un joven bailando ante un tocadiscos; qué conscientemente retorcido es el director, quien hace por ponernos los pelos de punta por medio de grotescas dosis de humor negro. No, no estaba embrujada la casa, sino el pobre Dalton, que continúa "dormido", ajeno a toda la situación (más o menos como el padre), y de nuevo Wan prosigue su homenaje con conocidas introducciones.
Nada raro nos sugiere ya la presencia de una médium ni de unos cazafantasmas, personajes tan antiguos y necesarios a todos los efectos como el mismo cine de terror, pero que, bien presentados, hasta nos pueden parecer carismáticos (se permiten atisbos de humor con ese dúo que más bien son un trasunto de los Abbott y Costello de "Contra los Fantasmas"). Somos arrastrados, entonces, a la parte más interesante a pesar de harto vista proponiéndonos una posibilidad tan fantasiosa como metafísica: cruzar el espíritu a una dimensión paralela de sombras y demonios por medio de los sueños.
Conexiones entre vivos y muertos próximos a las inquietudes de Kiyoshi Kurosawa y M. Night Shyamalan mientras el acusado espectro de la nostalgia llega en forma de tributo a "Pesadilla en Elm Street", "El Resplandor", "Ju-on" y sobre todo "Poltergeist" (asumiendo Dalton el rol de Carol); pero poco importan las explicaciones a Wan, quien se decanta sin vacilar por el método del sobresalto al personal. Y lo demuestra sin ninguna vergüenza quebrando el claustrofóbico ambiente para escorarse (a partir de la más rocambolesca sesión de espiritismo que hallamos visto) hacia lo ruidoso y lo espectacular, simplemente para contentar al público.
Por eso nos brinda en el último tramo ese giro de guión tan inesperado y controvertido del que tanto ha dado que hablar (profundizaré en la Zona Spoiler); simple pero eficaz, como lo es el juego de sombras y ambientes a cargo de Jennifer Spence y David Brewer, y John Leonetti, o esa música y sonidos de Joseph Bishara que nos ponen el corazón en un puño. Por otra parte tenemos actuaciones correctas del pequeño Ty Simpkins, la guapa Rose Byrne y Patrick Wilson, quien cogerá las riendas hacia el final; mejor sin duda quedan Lin Shaye, Angus Sampson y el propio Bishara, quien pone piel y ojos aterradores al demonio de cara roja.
Y para los auténticos fans la aparición especial de una Barbara Hershey que a sus 62 años se sigue conservando de maravilla. Con un presupuesto bastante escaso, "Insidious" no convenció a la crítica, pero arrasó sin piedad en taquilla, generando así (como es costumbre) una saga que cayendo en la más ridícula autoparodia se extiende hasta nuestros días. Será irregular y poco imaginativa, pero la que nos ocupa posee suficiente poder visual y horripilantes momentos para destacarla por encima de lo que nos ofrece el género en estos tiempos.
A este hombre se le agradecen algunos de los títulos más aterradores del panorama cinematográfico actual, y el que nos atañe está entre los tres mejores de su obra, deseando demostrar al público su capacidad para crear terror sin necesidad de extrema violencia.
Tras un paréntesis se une a otros dos nombres familiarizados con el cine de terror (más conocidos por la exitosa "Paranormal Activity"), Oren Peli y Jason F. Blum, ambos ejerciendo de productores, mientras su asiduo colaborador Leigh Whannell se ocupa del libreto; sin duda una buena combinación de conocedores del género para asegurar la escalofriante sesión que todo buen fan espera. Y vive Dios si lo puedo constatar...pues juro que aquella noche de Sábado, un 11 de Junio de hace ya once años, fue una de las veces que más miedo (quien dice miedo dice pánico) he pasado en una sala de cine, yo y seguro que todos los allí presentes.
Hay que tener en cuenta que el terror es un género muy manido y manipulado, y ya poco hay en él para sorprendernos realmente, sin embargo siempre viene bien alguien como Wan, porque domina sus claves y recursos, y cómo articularlos, para lograr el sobresalto de su público, aun limitándose a aplicar más técnica que originalidad. De nuevo nos vamos junto a la familia tradicional, donde (a partir de la un tanto amarga visión de Whannell) es sólo la mujer la que carga con los pesarse y quehaceres de lo que implica iniciar una nueva vida en una nueva casa.
El hombre se mantiene desplazado de forma detestable (por este tipo de detalles me repugna tanto el cine actual); así que es Renai nuestra protagonista, y ella se debe de enfrentar a la invasión de extraños acontecimientos sobre su familia y su hogar. El retrato puramente humano dura poco para establecer los primeros signos de terror en el ambiente, que lo vuelven tenso y desasosegante de manera muy efectiva (y utilizando los trucos más viejos: desde perturbadores sonidos que surgen de la oscuridad hasta puertas que se abren y crujen solas...); pero Whannell y Wan saben subvertir el orden de lo convencional, con dos giros: el Mal acecha a un personaje masculino (el hijo mayor, Dalton), y la decisión de otra temprana mudanza.
Incluso poco después de ésto no tenemos un respiro por culpa de uno de los momentos más apabullantes (no sólo del film, sino de lo que nos puede ofrecer el género en estos tiempos): aquella extrañísima visión de un joven bailando ante un tocadiscos; qué conscientemente retorcido es el director, quien hace por ponernos los pelos de punta por medio de grotescas dosis de humor negro. No, no estaba embrujada la casa, sino el pobre Dalton, que continúa "dormido", ajeno a toda la situación (más o menos como el padre), y de nuevo Wan prosigue su homenaje con conocidas introducciones.
Nada raro nos sugiere ya la presencia de una médium ni de unos cazafantasmas, personajes tan antiguos y necesarios a todos los efectos como el mismo cine de terror, pero que, bien presentados, hasta nos pueden parecer carismáticos (se permiten atisbos de humor con ese dúo que más bien son un trasunto de los Abbott y Costello de "Contra los Fantasmas"). Somos arrastrados, entonces, a la parte más interesante a pesar de harto vista proponiéndonos una posibilidad tan fantasiosa como metafísica: cruzar el espíritu a una dimensión paralela de sombras y demonios por medio de los sueños.
Conexiones entre vivos y muertos próximos a las inquietudes de Kiyoshi Kurosawa y M. Night Shyamalan mientras el acusado espectro de la nostalgia llega en forma de tributo a "Pesadilla en Elm Street", "El Resplandor", "Ju-on" y sobre todo "Poltergeist" (asumiendo Dalton el rol de Carol); pero poco importan las explicaciones a Wan, quien se decanta sin vacilar por el método del sobresalto al personal. Y lo demuestra sin ninguna vergüenza quebrando el claustrofóbico ambiente para escorarse (a partir de la más rocambolesca sesión de espiritismo que hallamos visto) hacia lo ruidoso y lo espectacular, simplemente para contentar al público.
Por eso nos brinda en el último tramo ese giro de guión tan inesperado y controvertido del que tanto ha dado que hablar (profundizaré en la Zona Spoiler); simple pero eficaz, como lo es el juego de sombras y ambientes a cargo de Jennifer Spence y David Brewer, y John Leonetti, o esa música y sonidos de Joseph Bishara que nos ponen el corazón en un puño. Por otra parte tenemos actuaciones correctas del pequeño Ty Simpkins, la guapa Rose Byrne y Patrick Wilson, quien cogerá las riendas hacia el final; mejor sin duda quedan Lin Shaye, Angus Sampson y el propio Bishara, quien pone piel y ojos aterradores al demonio de cara roja.
Y para los auténticos fans la aparición especial de una Barbara Hershey que a sus 62 años se sigue conservando de maravilla. Con un presupuesto bastante escaso, "Insidious" no convenció a la crítica, pero arrasó sin piedad en taquilla, generando así (como es costumbre) una saga que cayendo en la más ridícula autoparodia se extiende hasta nuestros días. Será irregular y poco imaginativa, pero la que nos ocupa posee suficiente poder visual y horripilantes momentos para destacarla por encima de lo que nos ofrece el género en estos tiempos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Última media hora. Wan y Whannell se disponen a buscar la originalidad, aunque sea a fuerza de pura ilógica.
Ha servido de puente la sesión de espiritismo, donde ya se configuran las miras del director hacia el espectáculo más palomitero dejando atrás la intriga y ese asfixiante terror con el que inició su relato.
Entonces la figura masculina, tan desplazada, tan cruelmente tratada, toma de repente las riendas del argumento en un triple salto mortal que haría palidecer al mismísimo Shyamalan. Renai, la heroína, quien ha estado soportando a solas todo el sufrimiento dentro de la casa, se echa a un lado y cede el protagonismo al esposo, el ausente, el desconsiderado; el que sea el hijo el poseído también ayuda, entre padre y retoño queda el asunto al establecerse una conexión entre ambos, con respecto al "poder" de atravesar la realidad hacia otros planos de existencia, que viene de muy lejos.
Como Josh, también a nosotros se nos atrapa en un improvisado anillo de Moebius cuyo ciclo maldito sólo él puede cortar, y lo hará por medio de un "viaje astral" llevando al film a sus extremos más fantasiosos; una fisura se abre hacia el mundo de los espíritus y del lado de Josh penetramos en él. Esto ya poco tiene que ver con los primeros tramos. Ahora nos deslizamos por medio de espacios sensibles y atmósferas cuyos pliegues no disimulan rozar un surrealismo gótico, si bien Wan se decanta más por la pirotecnia hollywoodiense que por el horror psicológico y el suspense.
Ahora y más que nunca se recuerdan anteriores títulos del género los cuales también proponían una "escapada" hacia universos paralelos ocupados por espíritus y demonios, desde "El Más Allá" de Fulci a "En la Boca del Miedo", y en especial las nombradas "Pesadilla en Elm Street" y "Poltergeist", de ahí que el horror de corte moderno parezca abandonar a "Insidious" adueñándose de ella el horror de los '80; un festival "freak" ni más ni menos, trepidante y desasosegante a partes iguales (gracias a momentos como el asesinato de la familia a punta de escopeta o la memorable secuencia donde vemos al demonio afilándose las uñas, otra genuina muestra de humor negro que podría haber pertenecido a Hooper, Craven o Carpenter).
En conclusión un camino final absolutamente incongruente, pero a veces la más deliciosa de las fantasías ha de pasar por ese hándicap. La dirección artística de Spence y los colores de la fotografía de Brewer y Leonetti es del todo brillante. Y para rematar una conclusión abierta que nos deja con la duda. ¿Qué sucederá ahora? La respuesta está quizás en las secuelas...pero yo, sinceramente, no tengo ganas de perder tiempo con ellas.
Ha servido de puente la sesión de espiritismo, donde ya se configuran las miras del director hacia el espectáculo más palomitero dejando atrás la intriga y ese asfixiante terror con el que inició su relato.
Entonces la figura masculina, tan desplazada, tan cruelmente tratada, toma de repente las riendas del argumento en un triple salto mortal que haría palidecer al mismísimo Shyamalan. Renai, la heroína, quien ha estado soportando a solas todo el sufrimiento dentro de la casa, se echa a un lado y cede el protagonismo al esposo, el ausente, el desconsiderado; el que sea el hijo el poseído también ayuda, entre padre y retoño queda el asunto al establecerse una conexión entre ambos, con respecto al "poder" de atravesar la realidad hacia otros planos de existencia, que viene de muy lejos.
Como Josh, también a nosotros se nos atrapa en un improvisado anillo de Moebius cuyo ciclo maldito sólo él puede cortar, y lo hará por medio de un "viaje astral" llevando al film a sus extremos más fantasiosos; una fisura se abre hacia el mundo de los espíritus y del lado de Josh penetramos en él. Esto ya poco tiene que ver con los primeros tramos. Ahora nos deslizamos por medio de espacios sensibles y atmósferas cuyos pliegues no disimulan rozar un surrealismo gótico, si bien Wan se decanta más por la pirotecnia hollywoodiense que por el horror psicológico y el suspense.
Ahora y más que nunca se recuerdan anteriores títulos del género los cuales también proponían una "escapada" hacia universos paralelos ocupados por espíritus y demonios, desde "El Más Allá" de Fulci a "En la Boca del Miedo", y en especial las nombradas "Pesadilla en Elm Street" y "Poltergeist", de ahí que el horror de corte moderno parezca abandonar a "Insidious" adueñándose de ella el horror de los '80; un festival "freak" ni más ni menos, trepidante y desasosegante a partes iguales (gracias a momentos como el asesinato de la familia a punta de escopeta o la memorable secuencia donde vemos al demonio afilándose las uñas, otra genuina muestra de humor negro que podría haber pertenecido a Hooper, Craven o Carpenter).
En conclusión un camino final absolutamente incongruente, pero a veces la más deliciosa de las fantasías ha de pasar por ese hándicap. La dirección artística de Spence y los colores de la fotografía de Brewer y Leonetti es del todo brillante. Y para rematar una conclusión abierta que nos deja con la duda. ¿Qué sucederá ahora? La respuesta está quizás en las secuelas...pero yo, sinceramente, no tengo ganas de perder tiempo con ellas.