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Voto de Chris Jiménez:
5
4.9
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Fantástico. Acción. Ciencia ficción
Inglaterra, siglo XIX. En plena Era Victoriana, el gobierno inglés vive dominado por el pánico porque no sabe cómo frenar un diabólico plan, cuyo objetivo es conseguir el dominio del mundo. La única solución para desmantelar el maquiavélico proyecto es contratar a los más grandes aventureros: Allan Quatermain, el doctor Henry Jekyll, el Capitán Nemo y Dorian Gray. Basada en una serie de cómics fantásticos de Alan Moore. (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque el amanecer de una nueva era basada en la innovación tecnológica debe traer consigo a las damas y caballeros mejor preparados en la lucha contra los diversos males que quieran acabar con ella. "Extraordinarios, sin duda".
Y nació la liga, un quinteto, que no septeto, preparado para todo...salvo, quizás, para su traslado a imagen real...
Incluso tengo mis dudas, y es que el factor nostalgia es un elemento a tener en cuenta al ponerse algo ante el análisis objetivo. Imposible. "La Liga de los Hombres Extraordinarios" me atrapó en mi infancia, entre las grandes producciones que sin cesar exprimían el milagro de los efectos digitales y la explosión de las tempranas adaptaciones de superhéroes de Marvel; una mala época para del mismo modo atrapar al que es uno de los más brillantes cómics del sr. Alan Moore, y favorito de quien escribe estas líneas, aunque por mí tardíamente descubierto.
No se le podría calificar a él y a Kevin O'Neill salvo de genios incontestables por reunir en una misma habitación a los míticos personajes de Abraham Stoker, Henry Haggard, Jules Verne, Robert L. Stevenson y H.G. Wells y lanzarlos a las aventuras más insospechadas por un mundo alternativo de misterio y fantasía al borde del fin del siglo XIX. Esta liga, que vio la luz en 1.999 desde el concepto básico de una Liga de la Justicia de la era victoriana, conquistó unos ojos, los míos, cuando sólo estaban acostumbrados a las páginas de los superhéroes más convencionales, incluso antes de llegar a ellos la atractiva extravagancia del manga.
Esos individuos tan desagradables pero tremendamente carismáticos, esos diálogos tan a veces presuntuosos como llenos de sarcasmo, humor negro y comentarios afilados sobre la época en la que se desarrollaba la historia, ese estilo de arte tan grotesco pero riquísimo en detalles, donde a cuerpos alargados y rostros desfigurados siempre les envolvían los tonos negros de ambientes sombríos, rebosantes de violencia, suciedad y miseria, la fantasía "steampunk" que cruzaba tecnología de ensueño con cientos de guiños a la ficción literaria clásica.
Y sobre todo: un Quatermain demacrado por el opio pero aún resolutivo; un capitán Nemo fiero, terrible y misterioso; un Griffin socarrón y hecho para ganarse toda desconfianza; un dr. Jekyll cobarde, susceptible de ser poseído por su álter-ego, el monstruoso Hyde; y una Mina adelantada a todas las mujeres de su época, gruñona, valiente, sexy...¡y la líder del grupo! Un tebeo que te arrastra en su frenesí aventurero de intensa acción dosificada gracias al suspense y las intrigas conspiranoides a resolver; estas cosas que tan especial hacían al primer volúmen de la saga pasan por el filtro del productor de Hollywood Don Murphy y se prepara entonces un proyecto que jamás debió de haberse filmado...
La idea en sí es atractiva si se conserva la visión de los creadores, pero no como se le instó al guionista y también dibujante de cómics James Robinson. Toda esta producción estuvo bajo la presión y exigencias de un grupo de señores cuyo único objetivo presente en sus malditas cabezas era lograr una jugosa recaudación de taquilla en aquel verano de 2.003 que tantas propuestas acumulaba, en especial en materia de aventuras y acción para niños y adolescentes; al enfoque, ya malo de por sí, se le añadió un rodaje repleto de accidentes, retrasos y las desastrosas inundaciones de Praga que lo entorpecieron a mitad de su calendario.
Tan conocido es esto como las "legendarias" disputas de un Sean Connery en horas bajas y presto a retirarse para siempre de la industria con un Stephen Norrington que entonces prometía ser una de las grandes promesas del cine de entretenimiento (no en vano él inició la saga "Blade"); sí, se llenaron los bolsillos de los ejecutivos de Fox pues la película fue un éxito de taquilla, pero a costa de mucho sacrificio. Empezando por arramblar a la obra original con una escena de partida extraña, demasiado movimiento y efectos digitales, demasiado caos, y no sabemos por qué; al parecer se trata de las locuras de un "señor del Mal" llamado "Phantom", que entra a fuerza de tanques en el banco de Inglaterra.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Con el adiós a Quatermain (en el cómic seguirá vivo, claro) se presagia algo funesto. Tras la horrorosa experiencia de "La Liga" Connery se retirará del cine para siempre, al igual que Norrington; no queda nada tras una recaudación que logró doblar al presupuesto invertido...tal vez la simpatía que desprende el bueno de Jason Flemyng como Jekyll...la sensualidad de Wilson...alguna frase graciosa...pero la esencia se pierde, la crudeza, la garra y el ingenio que transmite la historia original.
Pues esto sería sólo la punta del iceberg, ya que a partir de aquí otras obras de Moore irían cayendo hasta llegar la funesta "Watchmen". Por desgracia la nostalgia somete mi criterio, y no puedo evitar practicar el mismo sistema que el espectador despreocupado y consumidor de este tipo de películas: poner la mente en blanco, apagar el detector de mediocridad cinematográfica y dejarme arrastrar al fango del puro y duro entretenimiento; sé que me arrepentiré una vez acabe el viaje, pero lo disfrutaré empapado en la culpa y la incredulidad...
como cuando vi la película por primera vez a mis 11 años, sin entender muy bien qué estaba pasando.
Y nació la liga, un quinteto, que no septeto, preparado para todo...salvo, quizás, para su traslado a imagen real...
Incluso tengo mis dudas, y es que el factor nostalgia es un elemento a tener en cuenta al ponerse algo ante el análisis objetivo. Imposible. "La Liga de los Hombres Extraordinarios" me atrapó en mi infancia, entre las grandes producciones que sin cesar exprimían el milagro de los efectos digitales y la explosión de las tempranas adaptaciones de superhéroes de Marvel; una mala época para del mismo modo atrapar al que es uno de los más brillantes cómics del sr. Alan Moore, y favorito de quien escribe estas líneas, aunque por mí tardíamente descubierto.
No se le podría calificar a él y a Kevin O'Neill salvo de genios incontestables por reunir en una misma habitación a los míticos personajes de Abraham Stoker, Henry Haggard, Jules Verne, Robert L. Stevenson y H.G. Wells y lanzarlos a las aventuras más insospechadas por un mundo alternativo de misterio y fantasía al borde del fin del siglo XIX. Esta liga, que vio la luz en 1.999 desde el concepto básico de una Liga de la Justicia de la era victoriana, conquistó unos ojos, los míos, cuando sólo estaban acostumbrados a las páginas de los superhéroes más convencionales, incluso antes de llegar a ellos la atractiva extravagancia del manga.
Esos individuos tan desagradables pero tremendamente carismáticos, esos diálogos tan a veces presuntuosos como llenos de sarcasmo, humor negro y comentarios afilados sobre la época en la que se desarrollaba la historia, ese estilo de arte tan grotesco pero riquísimo en detalles, donde a cuerpos alargados y rostros desfigurados siempre les envolvían los tonos negros de ambientes sombríos, rebosantes de violencia, suciedad y miseria, la fantasía "steampunk" que cruzaba tecnología de ensueño con cientos de guiños a la ficción literaria clásica.
Y sobre todo: un Quatermain demacrado por el opio pero aún resolutivo; un capitán Nemo fiero, terrible y misterioso; un Griffin socarrón y hecho para ganarse toda desconfianza; un dr. Jekyll cobarde, susceptible de ser poseído por su álter-ego, el monstruoso Hyde; y una Mina adelantada a todas las mujeres de su época, gruñona, valiente, sexy...¡y la líder del grupo! Un tebeo que te arrastra en su frenesí aventurero de intensa acción dosificada gracias al suspense y las intrigas conspiranoides a resolver; estas cosas que tan especial hacían al primer volúmen de la saga pasan por el filtro del productor de Hollywood Don Murphy y se prepara entonces un proyecto que jamás debió de haberse filmado...
La idea en sí es atractiva si se conserva la visión de los creadores, pero no como se le instó al guionista y también dibujante de cómics James Robinson. Toda esta producción estuvo bajo la presión y exigencias de un grupo de señores cuyo único objetivo presente en sus malditas cabezas era lograr una jugosa recaudación de taquilla en aquel verano de 2.003 que tantas propuestas acumulaba, en especial en materia de aventuras y acción para niños y adolescentes; al enfoque, ya malo de por sí, se le añadió un rodaje repleto de accidentes, retrasos y las desastrosas inundaciones de Praga que lo entorpecieron a mitad de su calendario.
Tan conocido es esto como las "legendarias" disputas de un Sean Connery en horas bajas y presto a retirarse para siempre de la industria con un Stephen Norrington que entonces prometía ser una de las grandes promesas del cine de entretenimiento (no en vano él inició la saga "Blade"); sí, se llenaron los bolsillos de los ejecutivos de Fox pues la película fue un éxito de taquilla, pero a costa de mucho sacrificio. Empezando por arramblar a la obra original con una escena de partida extraña, demasiado movimiento y efectos digitales, demasiado caos, y no sabemos por qué; al parecer se trata de las locuras de un "señor del Mal" llamado "Phantom", que entra a fuerza de tanques en el banco de Inglaterra.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Con el adiós a Quatermain (en el cómic seguirá vivo, claro) se presagia algo funesto. Tras la horrorosa experiencia de "La Liga" Connery se retirará del cine para siempre, al igual que Norrington; no queda nada tras una recaudación que logró doblar al presupuesto invertido...tal vez la simpatía que desprende el bueno de Jason Flemyng como Jekyll...la sensualidad de Wilson...alguna frase graciosa...pero la esencia se pierde, la crudeza, la garra y el ingenio que transmite la historia original.
Pues esto sería sólo la punta del iceberg, ya que a partir de aquí otras obras de Moore irían cayendo hasta llegar la funesta "Watchmen". Por desgracia la nostalgia somete mi criterio, y no puedo evitar practicar el mismo sistema que el espectador despreocupado y consumidor de este tipo de películas: poner la mente en blanco, apagar el detector de mediocridad cinematográfica y dejarme arrastrar al fango del puro y duro entretenimiento; sé que me arrepentiré una vez acabe el viaje, pero lo disfrutaré empapado en la culpa y la incredulidad...
como cuando vi la película por primera vez a mis 11 años, sin entender muy bien qué estaba pasando.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Y tal despliegue de acción sin parangón, que es el principio de un argumento, jamás sucede en las páginas. Por tanto lo único que vemos transcrito al guión es la idea de reunir a los susodichos populares personajes con el fin de salvar a la Humanidad...y lo restante se pierde en el proceso.
Si hay algo que brilla del 1.er volúmen de "La Liga", mucho más que la misión encomendada, es esa agrupación inicial, llevada a cabo, y a cuentagotas, por Mina, que aquí se supone encarna la australiana Peta Wilson (Nikita en aquella terrible serie televisiva, ni más ni menos)..."se supone" porque no sé dónde está esa elegante pero implacable señora dispuesta a todo por cumplir sus órdenes al servicio de Inglaterra.
Ella, adelantada incluso para la fecha del cómic, se transforma en un bonito florero que, irónicamente, parece presagiar a la Selene de la estrenada poco después "Underworld". Adiós al líder. Su puesto lo toma un Connery en plena forma pese a rebasar los 70 años; él es el primero al que acude el tipejo encargado de reunir al grupo (cosa curiosa, si más tarde se sabrá que su jefe es el villano, ¿me explica alguien qué narices pinta ahí ese ejército armado intentando matar a Quatermain?, ¿malgastar hombres porque sí?...menudo plan). Pero aquí se mete la pata en algo vital: la desmitificación de esos héroes clásicos que perpetraban Moore y O'Neill.
La otrora leyenda de la aventura no puede ser un viejo débil, alcohólico y consumidor de opio en la piel del ex-James Bond, como tampoco quedarse por debajo del liderazgo de una mujer. Pues esa búsqueda de los "caballeros", donde se entrometen secundarios geniales y que atraviesa escenarios fascinantes, se elimina de un plumazo uniéndose (casi) todos en una sala y por medio de quien era el villano del cómic, revelado en el último capítulo, nada menos. Por otra parte aquí los protagonistas están muertos, puede que usen bien la fuerza, pero carecen de alma y del carisma de sus análogos dibujados.
No están el rudo Nemo, el perverso violador de menores Hawley Griffin, y en cambio el guión decide introducir a dos nuevos (esos Grey y Sawyer cuyos actores son mediocres hasta decir basta); con todos juntos se procede a la misión, recortando un 90% la trama original, e inventando otra, con "Phantom" deseando crear un gran imperio del Mal. Y tras la mayor concentración de acción que se pueda imaginar, en Venecia, dicho villano se irá a exponer (ya lo sabemos desde el principio, por cierto), así como todos sus planes, a mitad de metraje (¡!), cuando en el tebeo sucedía en el último capítulo (y de un modo muy inteligente, por medio de un "flashback" con Sherlock Holmes y a Griffin ejerciendo de espía).
Norrington aplica esta lógica a su ritmo veloz, su concepción de la acción sin personalidad, su avanzar atropellado que no deja a los actores tiempo para desarrollar los personajes más allá del cliché (la relación padre-hijo de Quatermain y Sawyer, el triángulo amoroso, podríamos decir, entre Mina, Grey y Jekyll...Nemo convertido en luchador de kung fu, por amor de Dios...). Pero la 2.ª parte del film me irrita menos que la 1.ª, porque en el cómic Moriarty es un criminal chiflado que para arrebatar a un cacique oriental su reinado del East londinense bombardea toda la ciudad. Justificación pobre, sinceramente.
Este plan no cambia: aquí Moriarty expande sus ansias de dominación al Mundo entero, lo que tiene más sentido, pero en lugar de usar la cavorita usa las habilidades de aquellos a quienes contrató. Tanto Moore como Robinson proponen un plan sin mucha sustancia ni sentido, aun así el primero gana por la forma de absorberte, emocionarte y estremecerte a través de él.
El director se presta a la espectacularidad típica de los "blockbusters" del 2.000: previsible, alimentada de efectos y sin acumular mucha violencia (otra curiosidad: Quatermain asegura querer llevar a cabo la misión "sin derramamiento de sangre", pero esta promesa se quiebra nada más entrar en la fortaleza de Moriarty).
Si hay algo que brilla del 1.er volúmen de "La Liga", mucho más que la misión encomendada, es esa agrupación inicial, llevada a cabo, y a cuentagotas, por Mina, que aquí se supone encarna la australiana Peta Wilson (Nikita en aquella terrible serie televisiva, ni más ni menos)..."se supone" porque no sé dónde está esa elegante pero implacable señora dispuesta a todo por cumplir sus órdenes al servicio de Inglaterra.
Ella, adelantada incluso para la fecha del cómic, se transforma en un bonito florero que, irónicamente, parece presagiar a la Selene de la estrenada poco después "Underworld". Adiós al líder. Su puesto lo toma un Connery en plena forma pese a rebasar los 70 años; él es el primero al que acude el tipejo encargado de reunir al grupo (cosa curiosa, si más tarde se sabrá que su jefe es el villano, ¿me explica alguien qué narices pinta ahí ese ejército armado intentando matar a Quatermain?, ¿malgastar hombres porque sí?...menudo plan). Pero aquí se mete la pata en algo vital: la desmitificación de esos héroes clásicos que perpetraban Moore y O'Neill.
La otrora leyenda de la aventura no puede ser un viejo débil, alcohólico y consumidor de opio en la piel del ex-James Bond, como tampoco quedarse por debajo del liderazgo de una mujer. Pues esa búsqueda de los "caballeros", donde se entrometen secundarios geniales y que atraviesa escenarios fascinantes, se elimina de un plumazo uniéndose (casi) todos en una sala y por medio de quien era el villano del cómic, revelado en el último capítulo, nada menos. Por otra parte aquí los protagonistas están muertos, puede que usen bien la fuerza, pero carecen de alma y del carisma de sus análogos dibujados.
No están el rudo Nemo, el perverso violador de menores Hawley Griffin, y en cambio el guión decide introducir a dos nuevos (esos Grey y Sawyer cuyos actores son mediocres hasta decir basta); con todos juntos se procede a la misión, recortando un 90% la trama original, e inventando otra, con "Phantom" deseando crear un gran imperio del Mal. Y tras la mayor concentración de acción que se pueda imaginar, en Venecia, dicho villano se irá a exponer (ya lo sabemos desde el principio, por cierto), así como todos sus planes, a mitad de metraje (¡!), cuando en el tebeo sucedía en el último capítulo (y de un modo muy inteligente, por medio de un "flashback" con Sherlock Holmes y a Griffin ejerciendo de espía).
Norrington aplica esta lógica a su ritmo veloz, su concepción de la acción sin personalidad, su avanzar atropellado que no deja a los actores tiempo para desarrollar los personajes más allá del cliché (la relación padre-hijo de Quatermain y Sawyer, el triángulo amoroso, podríamos decir, entre Mina, Grey y Jekyll...Nemo convertido en luchador de kung fu, por amor de Dios...). Pero la 2.ª parte del film me irrita menos que la 1.ª, porque en el cómic Moriarty es un criminal chiflado que para arrebatar a un cacique oriental su reinado del East londinense bombardea toda la ciudad. Justificación pobre, sinceramente.
Este plan no cambia: aquí Moriarty expande sus ansias de dominación al Mundo entero, lo que tiene más sentido, pero en lugar de usar la cavorita usa las habilidades de aquellos a quienes contrató. Tanto Moore como Robinson proponen un plan sin mucha sustancia ni sentido, aun así el primero gana por la forma de absorberte, emocionarte y estremecerte a través de él.
El director se presta a la espectacularidad típica de los "blockbusters" del 2.000: previsible, alimentada de efectos y sin acumular mucha violencia (otra curiosidad: Quatermain asegura querer llevar a cabo la misión "sin derramamiento de sangre", pero esta promesa se quiebra nada más entrar en la fortaleza de Moriarty).