Sintonía de amor
6.0
42,740
Romance. Comedia
Tras la muerte de su esposa, el arquitecto Sam Baldwin (Tom Hanks) se encuentra muy abatido. Su hijo Jonah, convencido de que su padre necesita una mujer que le devuelva la alegría de vivir, el día de Navidad llama a un programa de radio para contar su historia. Miles de mujeres lo escuchan: una de ellas, Annie Reed (Meg Ryan), que está a punto de contraer matrimonio empieza a obsesionarse con la idea de conocer a Sam antes de casarse con su novio. (FILMAFFINITY) [+]
26 de diciembre de 2013
26 de diciembre de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo recuerdo muy bien. A finales de los 60 desaparecieron los buenos guionistas y el cine se transformó en vehículo de lucimiento para violentos, degenerados y adictos al sexo. Sólo Spielberg y Lucas nos hacían soñar, no tener pesadillas. La comedia romántica en aquellos dos duros decenios (70-80) no solo no existía sino que gran parte de la sociedad se burlaba de ella. Y yo sufría. Entonces llegó "Algo para recordar" y me llevé un alegrón. Recogía el testigo de las estupendas comedias de Rock Hudson y Doris Day ( si bien es cierto que este pequeño cuento de Navidad con un guión demasiado almibarado y con mucho menos humor) pero lo recogía. Y fui feliz. Luego todos se apuntaron al carro. Sí, sí, pero... no habían protestado y sufrido como yo por el patético cine que nos estaban endilgando.
Se empezaron a hacer comedias románticas a paladas y algunas mantuvieron el tipo (incluso Hanks y Ryan repitieron en la correcta y digna "Tienes un e-mail"), hasta que llegó el nefasto, remilgado y blando de Hugh Grant y todo se fue al garete. Le siguieron los oportunistas Ewan McGregor, Matthew McConaughey, George Clooney y demás ralea, y las nefandas féminas Cameron Diaz, Jennifer Aniston y la estreñida Renée Zellweger que se encargaron de inyectar su buena dosis de feminismo al género echándolo a perder definitivamente.
Nada se acercó ni de lejos a "Algo para recordar". Entre otras cosas porque fotografía, música e historia están perfectamente ensambladas; los cambios de ritmo en las escenas de Ryan y Hanks no chirrían nunca; las interpretaciones de la pareja protagonista son muy buenas (especialmente Hanks) y la relación padre-hijo es sencillamente preciosa. Además Nora Ephron tuvo la suerte de dar con un chiquillo (Ross Malinger) que, además de gran actor, resultó ser absolutamente verosímil y adorable.
Se empezaron a hacer comedias románticas a paladas y algunas mantuvieron el tipo (incluso Hanks y Ryan repitieron en la correcta y digna "Tienes un e-mail"), hasta que llegó el nefasto, remilgado y blando de Hugh Grant y todo se fue al garete. Le siguieron los oportunistas Ewan McGregor, Matthew McConaughey, George Clooney y demás ralea, y las nefandas féminas Cameron Diaz, Jennifer Aniston y la estreñida Renée Zellweger que se encargaron de inyectar su buena dosis de feminismo al género echándolo a perder definitivamente.
Nada se acercó ni de lejos a "Algo para recordar". Entre otras cosas porque fotografía, música e historia están perfectamente ensambladas; los cambios de ritmo en las escenas de Ryan y Hanks no chirrían nunca; las interpretaciones de la pareja protagonista son muy buenas (especialmente Hanks) y la relación padre-hijo es sencillamente preciosa. Además Nora Ephron tuvo la suerte de dar con un chiquillo (Ross Malinger) que, además de gran actor, resultó ser absolutamente verosímil y adorable.
13 de diciembre de 2020
13 de diciembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de mirar la distancia que hay de Sattle (donde vive Tom) a Baltimore (donde vive Meg), es algo así como la distancia de Oviedo (donde vivo yo) a Moscú (donde vivirán la de Dios de de viudas). Bueno, pues esta peli dice algo así como que si yo escucho a una moscovita un par de minutos por la radio me puedo enamorar de ella, puedo coger e irme hasta allí, plantarme un par de segundos delante de ella, ver que está acompañada, arrepentirme, no decirle ni pío y volver otra vez para casa.
Pero ahí no acaba al cosa, resulta que la moscovita tiene un hijo, que está empeñado en que su madre se líe con un ovetense (conmigo concretamente, porque le caí en gracia) y viene a verme, solo, desde Moscú. Ah, pero no viene a Oviedo, va a... Granada. Entonces yo, que no os lo dije, estaba a punto de casarme, mando a mi novia de Oviedo a tomar x culo y me planto en Granada. Allí se produce un precioso encuentro entre la moscovita viuda (que fue a Granada en busca de su hijo) el moscovita hijo y yo mismo, el ovetense grillao. El día de San Valentín, por supuesto.
Dios, qué ida de olla de película.
Pero ahí no acaba al cosa, resulta que la moscovita tiene un hijo, que está empeñado en que su madre se líe con un ovetense (conmigo concretamente, porque le caí en gracia) y viene a verme, solo, desde Moscú. Ah, pero no viene a Oviedo, va a... Granada. Entonces yo, que no os lo dije, estaba a punto de casarme, mando a mi novia de Oviedo a tomar x culo y me planto en Granada. Allí se produce un precioso encuentro entre la moscovita viuda (que fue a Granada en busca de su hijo) el moscovita hijo y yo mismo, el ovetense grillao. El día de San Valentín, por supuesto.
Dios, qué ida de olla de película.
5 de febrero de 2010
5 de febrero de 2010
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta dulzona y simpática comedia de Nora Ephron se rinde homenaje al clásico melodrama romántico de Leo McCarey, "An affair to remember" (1957), en España titulado "Tú y yo", que a su vez ya había tenido una versión anterior del mismo director, "Love affair". En ambas versiones, los protagonistas se enamoraban fulminantemente a bordo de un transatlántico y se citaban en el Empire State Building seis meses más tarde. Los juegos del destino o de la casualidad (lo que a cada cual le tire más) ejercitan su caprichosa veleidad, en un cúmulo de desencuentros y vueltas de la rueda de la fortuna. Tal vez queriendo indicar que existen las señales, que las oportunidades las pintan calvas, y que todo ese rollo de estar destinados o estar hechos el uno para el otro es una verdad metafísica y cósmica que está aguardando su momento.
La cineasta conocida por sus comedias románticas facilonas, un poquito demasiado azucaradas y hasta algo tontorronas si me apuráis, rodó su particular visión de los giros de un destino que une a personas que viven en puntos muy alejados en la geografía de Estados Unidos. Cada una con sus circunstancias radicalmente diferentes a las de la otra persona, y sin saber de su mutua existencia. Pero interviene esa pequeña magia de los gestos y los gustos que el otro adoraría si los viera. Y otra pequeña vuelta de la rueda de la fortuna, un diablillo travieso que se divierte poniendo en contacto a esas dos personas que no se conocen.
Las cosas suceden a menudo de un modo extraño. Puede pasarte que tengas al lado a alguien que te ama, pero tú buscas algo más que él o ella no puede darte. Y una noche, mientras conduces, escuchas un tonto programa de radio en el que un hombre reticente, embaucado por su preocupado hijo, narra cómo perdió a su mujer y su soledad te inunda. Y te enamoras fulminantemente de ese hombre al que jamás has visto. Algo que no te ha ocurrido nunca con tu novio de siempre.
Es extraño, sí. Pero nadie ha dicho que este loco mundo sea previsible. Ninguno de sus giros es igual al siguiente.
Hay quienes se lanzan a la aventura y se arriesgan a perder su estabilidad y lo que han construido con esfuerzo, por un lunático sueño en el que uno cree que encontrará el verdadero amor en lo alto del Empire State el día de San Valentín, y si no se acude a ese encuentro tácito y no acordado, lo dejará escapar y vivirá con la duda.
El tren de la oportunidad no pasa muchas veces. Y aún menos el de la segunda oportunidad.
El resultado es una comedia romántica un pelín rancia y manida, con alguna chispa.
Para concluir, frase pastelosa: Siempre nos quedará el Empire State. Que no todo ha de ser París.
La cineasta conocida por sus comedias románticas facilonas, un poquito demasiado azucaradas y hasta algo tontorronas si me apuráis, rodó su particular visión de los giros de un destino que une a personas que viven en puntos muy alejados en la geografía de Estados Unidos. Cada una con sus circunstancias radicalmente diferentes a las de la otra persona, y sin saber de su mutua existencia. Pero interviene esa pequeña magia de los gestos y los gustos que el otro adoraría si los viera. Y otra pequeña vuelta de la rueda de la fortuna, un diablillo travieso que se divierte poniendo en contacto a esas dos personas que no se conocen.
Las cosas suceden a menudo de un modo extraño. Puede pasarte que tengas al lado a alguien que te ama, pero tú buscas algo más que él o ella no puede darte. Y una noche, mientras conduces, escuchas un tonto programa de radio en el que un hombre reticente, embaucado por su preocupado hijo, narra cómo perdió a su mujer y su soledad te inunda. Y te enamoras fulminantemente de ese hombre al que jamás has visto. Algo que no te ha ocurrido nunca con tu novio de siempre.
Es extraño, sí. Pero nadie ha dicho que este loco mundo sea previsible. Ninguno de sus giros es igual al siguiente.
Hay quienes se lanzan a la aventura y se arriesgan a perder su estabilidad y lo que han construido con esfuerzo, por un lunático sueño en el que uno cree que encontrará el verdadero amor en lo alto del Empire State el día de San Valentín, y si no se acude a ese encuentro tácito y no acordado, lo dejará escapar y vivirá con la duda.
El tren de la oportunidad no pasa muchas veces. Y aún menos el de la segunda oportunidad.
El resultado es una comedia romántica un pelín rancia y manida, con alguna chispa.
Para concluir, frase pastelosa: Siempre nos quedará el Empire State. Que no todo ha de ser París.
18 de junio de 2009
18 de junio de 2009
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni tiene a Cary Grant ni a Deborah Kerr. Pero siempre es un placer volver a verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
“Iban a encontrarse en lo alto del Empire State, pero a ella la atropellaba un taxi. Y él esperaba, y esperaba. Y me parece que llovía. Y entonces… ella tiene demasiado orgullo para decirle que está… paralítica. Y él es demasiado orgulloso para averiguar por qué no ha ido. Pero luego vuelve a verla. No recuerdo por qué, pero… Ohhh, ¡¡es increíble cuando vuelve a verla!! Porque, ni siquiera de da cuenta de que ella no se levanta para saludarle. Y él está muy resentido. Y te parece que él va… a salir por la puerta sin saber jamás por qué ella está allí quieta en aquel sofá con una manta sobre sus PIERNECITAS MARCHITAS… Y… de pronto… él dice: “Ya he vendido el cuadro”, y entonces, ¡va al dormitorio! ¡Y mira! Y sale, y la mira a ella. Y entonces ellos… ¡¡COMPRENDEN Y SE ABRAZAAAAN!! y es tan…”
“Es una peli para tías”.
Todos los personajes femeninos de la película, en algún momento ven Tú y yo y lloran. Y es que la película es un homenaje a las historias de amor de las películas. Magia.
Si la ves pensando que no tiene más pretensiones que hacer que entretenernos y hacernos recordar aquellas películas en las que nos contaban cuentos de hadas, te parecerá una película deliciosa. Si esperas encontrar más te decepcionarás.
Como soy de las primeras, la encuentro adorable. El guión es, aunque ciertamente manido, divertido. Los personajes tienen su mejor baza en que son puros estereotipos. Desde el perfecto viudo, al novio cuadriculado, la chica alocada o la "novia" repelente.
Tom Hanks y Meg Ryan solo se encuentran en tres escenas, y la última es todo un clásico entre los clásicos. Cuando estuve en NY y quedé en el Empire State, sí, quedé en lo alto del Empire State porque tuvimos que buscar un sitio para quedar, casi le echo una foto a mi mochila.
En el título se hace un último homenaje al título original de Tú y yo, incomprensiblemente modificado en su día (An affair to remember en versión original, lo que se traduciría por algo así como Algo para recordar).
Lo mejor: Rita Wilson contando Tú y yo. Hilarante.
Lo peor: Lo corta que se hace.
“Es una peli para tías”.
Todos los personajes femeninos de la película, en algún momento ven Tú y yo y lloran. Y es que la película es un homenaje a las historias de amor de las películas. Magia.
Si la ves pensando que no tiene más pretensiones que hacer que entretenernos y hacernos recordar aquellas películas en las que nos contaban cuentos de hadas, te parecerá una película deliciosa. Si esperas encontrar más te decepcionarás.
Como soy de las primeras, la encuentro adorable. El guión es, aunque ciertamente manido, divertido. Los personajes tienen su mejor baza en que son puros estereotipos. Desde el perfecto viudo, al novio cuadriculado, la chica alocada o la "novia" repelente.
Tom Hanks y Meg Ryan solo se encuentran en tres escenas, y la última es todo un clásico entre los clásicos. Cuando estuve en NY y quedé en el Empire State, sí, quedé en lo alto del Empire State porque tuvimos que buscar un sitio para quedar, casi le echo una foto a mi mochila.
En el título se hace un último homenaje al título original de Tú y yo, incomprensiblemente modificado en su día (An affair to remember en versión original, lo que se traduciría por algo así como Algo para recordar).
Lo mejor: Rita Wilson contando Tú y yo. Hilarante.
Lo peor: Lo corta que se hace.
11 de diciembre de 2023
11 de diciembre de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que hayan hecho demasiadas películas juntos, pero la pareja cinematográfica formada por Tom Hanks y Meg Ryan es una de las más icónicas del cine romántico, y seguramente la que nos ocupa sea la mejor de las tres que han protagonizado. Si bien no es una comedia al uso, ya que tiene más tintes dramáticos que humorísticos, tiene espacio para algún que otro chiste y personaje gracioso, como el interpretado por Bill Pullman, pero en lo que sí destaca es en brindarnos un tipo de amor platónico e idealizado pocas veces visto en pantalla.
Y es que compartiendo escasos minutos en pantalla, su química es palpable en la distancia, y aunque la ternura y dulzura que desprenden pueda llegar a empalagar, es una apuesta segura de película perfecta para ver y disfrutar en pareja sin riesgo a generar malos rollos.
Más mini críticas en cinedepatio.com
Y es que compartiendo escasos minutos en pantalla, su química es palpable en la distancia, y aunque la ternura y dulzura que desprenden pueda llegar a empalagar, es una apuesta segura de película perfecta para ver y disfrutar en pareja sin riesgo a generar malos rollos.
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