Casablanca
8.4
100,275
Drama. Romance
Años 40. A consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, Casablanca era una ciudad a la que llegaban huyendo del nazismo gente de todas partes: llegar era fácil, pero salir era casi imposible, especialmente si el nombre del fugitivo figuraba en las listas de la Gestapo, que presionaba a la autoridades francesas al mando del corrupto inspector Renault. En este caso, el objetivo de la policía secreta alemana es el líder checo y héroe de la ... [+]
1 de julio de 2022
1 de julio de 2022
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa. Es la novena o décima vez que la veo y, la verdad, siempre es sorprendente. Tiene algo magnético, idealista, homérico, sentimental...Todos quisiéramos, alguna vez en la vida, ser Rick, comportarnos como él, movernos como él, ser capaz de trasmitir esa hombría, esa masculinidad, esa capacidad de enamorar a cualquiera, mujer o hombre, es indiferente.Todo funciona, todo fluye con naturalidad, todo es perfecto. Es una maravilla. Una de las películas imprescindibles.
26 de septiembre de 2008
26 de septiembre de 2008
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué planteo Casablanca como película de cine Forum para jóvenes? Para que vean lo que es una buena película. Ha sido valorada como la mejor película de todos los tiempos. Los chicos no la han visto. Poner esta película, y explicarles por qué es una gran película les ayuda a entender el Cine.
en resumen, vale como película modelo.
en resumen, vale como película modelo.
15 de enero de 2009
15 de enero de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de reconocer que tardé bastantes años en ponerme a ver Casablanca como está mandado, es decir, con calma y de un tirón. Infinidad de veces la habían pasado por televisión pero siempre la pillaba empezada, de manera que lo único que conocía de ella eran un par de frases de Bogart, el "Tócala, Sam" y la famosa escena final del aeropuerto, es decir, lo que todo el mundo conoce aunque no la haya visto nunca. No en vano estamos hablando de uno de los mayores iconos del cine de todos los tiempos y es normal que existan multitud de momentos en la cinta que ya forman parte de nuestra cultura popular.
¿Y qué es lo que me encontré el día que me decidí a verla en condiciones? Pues me di de bruces con un Bogart en estado de gracia por cuya boca salían, fruto de un guión sublime, más frases magistrales por minuto de las que puede asimilar el cerebro humano. Su personaje, de fachada cínica pero trasfondo sentimental es el claro paradigma del hombre con principios, del sacrificio máximo en aras de la causa justa, quizá el ejemplo de un hombre que no existe en el mundo real, razón por la cual quedamos prendados cada vez que lo vemos en el cine.
Vi además una historia adulta que nos habla del amor, el desamor, la soledad, la amistad, la sinrazón de la guerra, la injusticia, el espíritu reaccionario y tantos y tantos otros temas inherentes a la condición humana, que me parece el mejor documento jamás creado para poner de manifiesto la complejidad del ser humano en cuanto a conductas y patrones de comportamiento se refiere. Probablemente haya más psicología encerrada en esta película que en varios cursos de la carrera universitaria.
Vi a una pareja de actores (Humphrey Bogart e Ingrid Bergman) que lo decían todo con su mirada, sus silencios, su lenguaje corporal. Derrochaban química por todos sus poros, aunque la realidad fuera otra bien distinta... Precisamente ahí radica la grandeza de sus interpretaciones.
Y qué decir del final... Pues que se trata del final perfecto. El único final posible para esta película. Casablanca no habría llegado ser lo que es hoy en día de no haber tenido un final como el que tiene. El manido happy end "y-fueron-felices-y-comieron-perdices" habría chocado sobremanera con el tono anterior de la película. Por no decir que, bien mirado, el final que propone Michael Curtiz quizá sea la solución óptima que reparte el máximo de felicidad entre los personajes...
En resumen, una película magistral por la que no pasa el tiempo, y a la que otorgamos ciertas concesiones en lo que a pequeños defectos se refiere (que lógicamente también los tiene, pero sobre los que no puedo hablar por falta de espacio) debido a su grandeza y belleza global. Un CLÁSICO ENTRE CLÁSICOS.
¿Y qué es lo que me encontré el día que me decidí a verla en condiciones? Pues me di de bruces con un Bogart en estado de gracia por cuya boca salían, fruto de un guión sublime, más frases magistrales por minuto de las que puede asimilar el cerebro humano. Su personaje, de fachada cínica pero trasfondo sentimental es el claro paradigma del hombre con principios, del sacrificio máximo en aras de la causa justa, quizá el ejemplo de un hombre que no existe en el mundo real, razón por la cual quedamos prendados cada vez que lo vemos en el cine.
Vi además una historia adulta que nos habla del amor, el desamor, la soledad, la amistad, la sinrazón de la guerra, la injusticia, el espíritu reaccionario y tantos y tantos otros temas inherentes a la condición humana, que me parece el mejor documento jamás creado para poner de manifiesto la complejidad del ser humano en cuanto a conductas y patrones de comportamiento se refiere. Probablemente haya más psicología encerrada en esta película que en varios cursos de la carrera universitaria.
Vi a una pareja de actores (Humphrey Bogart e Ingrid Bergman) que lo decían todo con su mirada, sus silencios, su lenguaje corporal. Derrochaban química por todos sus poros, aunque la realidad fuera otra bien distinta... Precisamente ahí radica la grandeza de sus interpretaciones.
Y qué decir del final... Pues que se trata del final perfecto. El único final posible para esta película. Casablanca no habría llegado ser lo que es hoy en día de no haber tenido un final como el que tiene. El manido happy end "y-fueron-felices-y-comieron-perdices" habría chocado sobremanera con el tono anterior de la película. Por no decir que, bien mirado, el final que propone Michael Curtiz quizá sea la solución óptima que reparte el máximo de felicidad entre los personajes...
En resumen, una película magistral por la que no pasa el tiempo, y a la que otorgamos ciertas concesiones en lo que a pequeños defectos se refiere (que lógicamente también los tiene, pero sobre los que no puedo hablar por falta de espacio) debido a su grandeza y belleza global. Un CLÁSICO ENTRE CLÁSICOS.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final Rick Blaine sí acaba jugándose el cuello por alguien. ¡Pero logra conservarlo!
10 de septiembre de 2009
10 de septiembre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vemos la película otra vez y Rick vuelve a dejar que Ilsa se vaya con Victor Laszlo. De nuevo deseamos un gesto de ella que cambie la historia, una palabra de él que sea nueva. Que no repita aquello de “si no coges ese avión…”, bla, bla , bla. Rick sólo es un cínico aparente. En el fondo es un kantinano, no un romántico como algunos dicen, sino un fiel cumplidor de sus deberes. Rick desea una cosa, pero quiere otra; es decir, el deseo se tropieza con la voluntad reflexiva. Y vence Kant. Y eso nos toca inevitablemente el corazón: cada vez que la vemos (y yo lo he hecho unas 15 veces) nos enfrentamos al dilema, deseamos que se quede con ella, o que dejen a Victor en tierra para que salve al mundo él solito. Pero nos alegramos, pensamos que hubiéramos actuado así, nos gustaría creer que hubiéramos actuado así. Porque lo que de verdad haríamos – yo desde luego- es quedarnos con Ilsa, con sus dudas, sus ojos tan claros, su piel blanca. Ilsa recuerda (con una melancolía irrepetible) y ama el pasado, pero también quiere presente, y no sabe si futuro.
“Casablanca” nos gusta y no siempre sabemos la razón. Tal vez porque somos como alguno de los personajes, o como varios a la vez, poliédricos, confusos y contradictorios. Tal vez porque el único himno que amamos verdaderamente es “La marsellesa”. Tal vez Ingrid Bergman suplica con su mirada que la amen, que la dejen amar, que le permitan abandonar –aun por un instante- a su marido, a su deber.
Y por el maravillosamente cínico capitán Renault, y por las frases que siempre recordaremos. Y porque la vimos muy jóvenes y aún recordamos aquella primera sensación. Porque la hemos vuelto a ver, sin dudarlo, sin que desfallezca la emoción; al contrario: es más.
No perdamos el tiempo con banalidades. “Casablanca” otra vez, Sam.
“Casablanca” nos gusta y no siempre sabemos la razón. Tal vez porque somos como alguno de los personajes, o como varios a la vez, poliédricos, confusos y contradictorios. Tal vez porque el único himno que amamos verdaderamente es “La marsellesa”. Tal vez Ingrid Bergman suplica con su mirada que la amen, que la dejen amar, que le permitan abandonar –aun por un instante- a su marido, a su deber.
Y por el maravillosamente cínico capitán Renault, y por las frases que siempre recordaremos. Y porque la vimos muy jóvenes y aún recordamos aquella primera sensación. Porque la hemos vuelto a ver, sin dudarlo, sin que desfallezca la emoción; al contrario: es más.
No perdamos el tiempo con banalidades. “Casablanca” otra vez, Sam.
6 de diciembre de 2009
6 de diciembre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas poco o nada se puede decir de esta película que no se haya dicho ya. Es, indudablemente, un clásico imperecedero del séptimo arte que, a pesar del transcurrir de los años, sigue manteniendo su esencia intacta. Es tan poderosa y atractiva como siempre, y quizás el paso del tiempo no sólo no la ha hecho envejecer, sino que la ha ido encumbrando progresivamente en el olimpo cinematográfico de un enorme número de cinéfilos a lo largo y ancho de todo el mundo.
La historia se centra en la figura de Rick Blaine (interpretado por el inolvidable Humphrey Bogart), próspero propietario de un popular café en la ciudad marroquí de Casablanca durante la Segunda Guerra Mundial. En esos tiempos la ciudad es un lugar de paso para todos aquellos exiliados europeos que, huyendo de la guerra, buscan emigrar a EEUU vía Lisboa; su paso por Casablanca les sirve para conseguir visados, al menos a los más afortunados. En esta encrucijada, la vida de Rick y de Ilsa (Ingrid Bergman) se cruzará una vez más, y hará aflorar en el primero el romance que ambos mantuvieron años atrás en París. Todo se complicará cuando Rick descubra que Ilsa es la pareja de un influyente líder de la resistencia que busca de manera impetuosa un salvoconducto hacia EEUU con el objetivo de escapar de los nazis. Rick es el único que puede ayudarles, sin embargo guarda un amargo recuerdo de su amorío con Ilsa...
La historia se centra en la figura de Rick Blaine (interpretado por el inolvidable Humphrey Bogart), próspero propietario de un popular café en la ciudad marroquí de Casablanca durante la Segunda Guerra Mundial. En esos tiempos la ciudad es un lugar de paso para todos aquellos exiliados europeos que, huyendo de la guerra, buscan emigrar a EEUU vía Lisboa; su paso por Casablanca les sirve para conseguir visados, al menos a los más afortunados. En esta encrucijada, la vida de Rick y de Ilsa (Ingrid Bergman) se cruzará una vez más, y hará aflorar en el primero el romance que ambos mantuvieron años atrás en París. Todo se complicará cuando Rick descubra que Ilsa es la pareja de un influyente líder de la resistencia que busca de manera impetuosa un salvoconducto hacia EEUU con el objetivo de escapar de los nazis. Rick es el único que puede ayudarles, sin embargo guarda un amargo recuerdo de su amorío con Ilsa...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Resulta paradigmático cómo de un rodaje tan caótico y conflictivo como fue éste pudo salir una obra de tal calado y magnitud. El (excelente) guión fue obra de los hermanos Epstein (para más señas, gemelos), basándose en una obra teatral que ni siquiera llegó a estrenarse en su momento en Broadway. La producción comenzó sin un guión definitivo y, para mayor infortunio, durante el rodaje los propios hermanos Epstein tuvieron que largarse provisionalmente para colaborar con el cineasta Frank Capra en la realización de un documental de apoyo a la Segunda Guerra Mundial. Howard Koch se encargó entonces de ir realizando el guión prácticamente día a día. Así, los actores recibían sus frases el día antes de rodar (o incluso el mismo día) y no había forma de saber qué narices estaban rodando cada día, con la consiguiente pérdida del raccord narrativo por parte del director y de los propios actores.
La presencia del director Michael Curtiz, famoso por sacar de quicio continuamente a su equipo, debido fundamentalmente a su escaso dominio del idioma y a sus sonados berrinches y enfrentamientos, no fue precisamente un elemento destinado a favorecer el enrarecido clima de rodaje. A ello hay que sumar al productor Hal B. Wallis, supervisor general de la producción de Warner, que por algún motivo se implicó especialmente en esta película, hecho que tampoco ayudó en dotar de fluidez al proceso de producción.
Pese a todo esto, y de manera casi inexplicable, el filme resultó todo un éxito (no lo fue tanto en su día, pero con el paso de los años la película fue mitificándose). Gran parte de la culpa la tuvo el montador Owen Marks, a quien la Academia, a modo de recompensa por lo que había logrado hacer tras el caótico rodaje, le concedió un Oscar.
Sobre la película en sí no hay demasiado que añadir a lo ya conocido: interpretaciones legendarias de Bogart, Bergman, Henreid, Rains y Lorre; diálogos extraordinariamente incisivos y poderosos (al menos hay una docena de frases antológicas en el filme -personalmente me quedo con ese comentario de Rick diciendo "¿Tengo los ojos pardos?"-); dirección muy sólida (pese a todos los comentados problemas y las malas formas de Curtiz, es innegable su pulso narrativo y su profesionalidad); un guión de esos que se emplean como modelo en las escuelas de cine (y eso que se fue escribiendo sobre la marcha y por varios autores)...
En definitiva, un mito del cine. Podrá gustar más o menos, pero no se puede negar su calidad tanto artística como técnica a todos los niveles, ni tampoco el poderoso aroma que desprende cada uno de sus fotogramas. Mientras se ve esta película, uno tiene la firme convicción de estar viendo algo grande, algo fuera de lo común. Es la típica sensación que recorre nuestro cuerpo cuando presenciamos los grandes clásicos del cine, y "Casablanca" es indudablemente uno de ellos.
La presencia del director Michael Curtiz, famoso por sacar de quicio continuamente a su equipo, debido fundamentalmente a su escaso dominio del idioma y a sus sonados berrinches y enfrentamientos, no fue precisamente un elemento destinado a favorecer el enrarecido clima de rodaje. A ello hay que sumar al productor Hal B. Wallis, supervisor general de la producción de Warner, que por algún motivo se implicó especialmente en esta película, hecho que tampoco ayudó en dotar de fluidez al proceso de producción.
Pese a todo esto, y de manera casi inexplicable, el filme resultó todo un éxito (no lo fue tanto en su día, pero con el paso de los años la película fue mitificándose). Gran parte de la culpa la tuvo el montador Owen Marks, a quien la Academia, a modo de recompensa por lo que había logrado hacer tras el caótico rodaje, le concedió un Oscar.
Sobre la película en sí no hay demasiado que añadir a lo ya conocido: interpretaciones legendarias de Bogart, Bergman, Henreid, Rains y Lorre; diálogos extraordinariamente incisivos y poderosos (al menos hay una docena de frases antológicas en el filme -personalmente me quedo con ese comentario de Rick diciendo "¿Tengo los ojos pardos?"-); dirección muy sólida (pese a todos los comentados problemas y las malas formas de Curtiz, es innegable su pulso narrativo y su profesionalidad); un guión de esos que se emplean como modelo en las escuelas de cine (y eso que se fue escribiendo sobre la marcha y por varios autores)...
En definitiva, un mito del cine. Podrá gustar más o menos, pero no se puede negar su calidad tanto artística como técnica a todos los niveles, ni tampoco el poderoso aroma que desprende cada uno de sus fotogramas. Mientras se ve esta película, uno tiene la firme convicción de estar viendo algo grande, algo fuera de lo común. Es la típica sensación que recorre nuestro cuerpo cuando presenciamos los grandes clásicos del cine, y "Casablanca" es indudablemente uno de ellos.
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