Harakiri
1962 

8.5
14,942
16 de julio de 2010
16 de julio de 2010
70 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable puesta en escena de corte teatral, excelente realización técnica, diálogos como vehículo principal de la acción e interpretaciones más que correctas. Estas son las armas de las que dispone Harakiri para hacerle pasar un buen rato viendo cine. La película continúa el contexto de una época que hiciera famosa Kurosawa en Los 7 samurais: espadas por arroz.
Su diferencia principal radica en el camino desmitificador que elige Kobayashi para plantearnos una realidad terrenal ampliamente idealizada por Occidente y los propios nativos del país del sol naciente. El honor en sí vale más para morir que para vivir. Harakiri funciona como un reflejo amargo del Japón industrial de la época, en constante crecimiento y modernizado por la fuerza militar de los enemigos. Los samurais comidos y pagados por su señor representarían a los nuevos burócratas y políticos, la nueva clase social que se instaló en Japón tras la guerra.
Tsugumo ejemplifica aquí la isla en el océano, el oasis en el desierto. Uno a uno derrumba con sus argumentos el nuevo tejido social en el que está inmerso, del que no puede escapar y del que, por supuesto, ya no piensa huir más. Los diálogos son fluidos y los pocos silencios atronan como desesperados gritos. Tsugumo no pretende ajusticiar, sino hacerse justicia. Una leyenda viva que Kobayashi retrata siempre luchando por su causa y no por su vida, bien mientras narra sentado, bien con la katana en la mano. Y toda esa amargura golpea en la cara a todo el que se acerca a la película, y los desfavorecidos de la tierra sienten que siempre existirá una oportunidad para terminar con dignidad las únicas peleas que jamás nos podrán arrebatar si no lo permitimos.
Como curiosidad, comentar el paralelismo de las escenas de lucha con el film katanero del amigo Tarantino. Supongo que, obviamente, hubo de verla para aplicar/robar partes de su belleza. Recomendable.
Su diferencia principal radica en el camino desmitificador que elige Kobayashi para plantearnos una realidad terrenal ampliamente idealizada por Occidente y los propios nativos del país del sol naciente. El honor en sí vale más para morir que para vivir. Harakiri funciona como un reflejo amargo del Japón industrial de la época, en constante crecimiento y modernizado por la fuerza militar de los enemigos. Los samurais comidos y pagados por su señor representarían a los nuevos burócratas y políticos, la nueva clase social que se instaló en Japón tras la guerra.
Tsugumo ejemplifica aquí la isla en el océano, el oasis en el desierto. Uno a uno derrumba con sus argumentos el nuevo tejido social en el que está inmerso, del que no puede escapar y del que, por supuesto, ya no piensa huir más. Los diálogos son fluidos y los pocos silencios atronan como desesperados gritos. Tsugumo no pretende ajusticiar, sino hacerse justicia. Una leyenda viva que Kobayashi retrata siempre luchando por su causa y no por su vida, bien mientras narra sentado, bien con la katana en la mano. Y toda esa amargura golpea en la cara a todo el que se acerca a la película, y los desfavorecidos de la tierra sienten que siempre existirá una oportunidad para terminar con dignidad las únicas peleas que jamás nos podrán arrebatar si no lo permitimos.
Como curiosidad, comentar el paralelismo de las escenas de lucha con el film katanero del amigo Tarantino. Supongo que, obviamente, hubo de verla para aplicar/robar partes de su belleza. Recomendable.
1 de enero de 2008
1 de enero de 2008
50 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí podemos encontrar: Samurais, violencia, iluminación, planos, fotografía... y sobre todo una historia poderosísima sobre la vida, la muerte, la humillación y el honor todo perfectamente tratado. El mimo y el cuidado que Kobayashi pone en cada escena tiene un magnífico resultado de principio a fin.
Sinopsis chorra:
-Samurai: Vengo a matarme.
-Señor de la casa: ¿Si? Pues te voy a contar una historia (acojonante) y luego te matas.
-Samurai: ¿Si? Pues te voy a contar otra historia yo a ti y comparamos.
Sinopsis seria:
Dos horas largas, dos hombres sentados el uno frente al otro atrapados en una conversación. El desarrollo es tan interesante, y el desenlace se hace desear tanto que no pude mas que devorar cada secuencia. Es lenta y larga pero demasiado intensa y constante como para aburrirse ni un segundo. ¿El final? sorprendente y lógico a partes iguales.
Y si a alguien no le gusta, la propia película responde con una frase: "Es imposible llegar al corazón de todos los hombres". (Sigue en el spoiler).
Sinopsis chorra:
-Samurai: Vengo a matarme.
-Señor de la casa: ¿Si? Pues te voy a contar una historia (acojonante) y luego te matas.
-Samurai: ¿Si? Pues te voy a contar otra historia yo a ti y comparamos.
Sinopsis seria:
Dos horas largas, dos hombres sentados el uno frente al otro atrapados en una conversación. El desarrollo es tan interesante, y el desenlace se hace desear tanto que no pude mas que devorar cada secuencia. Es lenta y larga pero demasiado intensa y constante como para aburrirse ni un segundo. ¿El final? sorprendente y lógico a partes iguales.
Y si a alguien no le gusta, la propia película responde con una frase: "Es imposible llegar al corazón de todos los hombres". (Sigue en el spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y después alguien debería cortarle la coleta.
La lucha en la llanura, arte dentro de una obra de arte.
Y si alguien se queda con ganas de chicha, al final hay sangre (aunque queda hasta bonita por las paredes y salpicando de la espada). Claro, que si la dirigiera John Who y se llamara "A better tomorrow 2" habría sido diferente.
La lucha en la llanura, arte dentro de una obra de arte.
Y si alguien se queda con ganas de chicha, al final hay sangre (aunque queda hasta bonita por las paredes y salpicando de la espada). Claro, que si la dirigiera John Who y se llamara "A better tomorrow 2" habría sido diferente.
11 de marzo de 2009
11 de marzo de 2009
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Seppuku" es una lección de cine inigualable. En ella, Masaki Kobayashi nos deslumbra con una historia crítica y desmitificadora del estricto código ético al que los samuráis se entregaban en cuerpo y alma: el bushido. Este código, basado en virtudes tales como la rectitud y el coraje, y especialmente en el honor y la lealtad, debía ser acatado y respetado con un fervor casi religioso. La pérdida del honor sólo era compensable con la práctica del Harakiri (suicidio ritual por el cual el samurái se rajaba el vientre hasta el desentrañamiento)
Kobayashi pone en tela de juicio los valores sobre los que se sustenta esta inquebrantable moral. Nos habla de una sociedad feudal que se rige por el respeto ciego a preceptos que rozan, en ocasiones, lo absurdo y lo inhumano, y cuya premisa esencial antepone el honor a la vida. Un honor que no da de comer ni puede curar enfermedades, pero que está arraigado en lo más profundo de la cultura japonesa y que rinde culto al orgullo de todo aquel que lo alimenta. Así pues, no es de extrañar que sea la adversidad la única circunstancia capaz de despertar el espíritu crítico de un samurái ya envejecido (espléndido Tatsuya Nakadai en el papel de Hanshiro Tsugumo), que acaba comprendiendo que en la sociedad de la apariencia la imagen superficial prevalece sobre las emociones humanas.
Es admirable cómo una película que se nutre esencialmente del diálogo puede tener un ritmo narrativo tan ágil. Por si fuera poco el aspecto visual (desde la austeridad, la elegancia y la sobriedad más absolutas) está cuidado con un esemero encomiable. La película no ha perdido ni un ápice de su fuerza, y aun a día de hoy alguna de sus escenas (como aquella en que el personaje de Motome Chijiiwa se realiza el harakiri con una katana de bambú) sigue causándonos un impacto brutal que pueda llegar a herir algunas sensibilidades. Kobayashi sabe usar la crudeza como medio para despertar conciencias aletargadas.
Kobayashi pone en tela de juicio los valores sobre los que se sustenta esta inquebrantable moral. Nos habla de una sociedad feudal que se rige por el respeto ciego a preceptos que rozan, en ocasiones, lo absurdo y lo inhumano, y cuya premisa esencial antepone el honor a la vida. Un honor que no da de comer ni puede curar enfermedades, pero que está arraigado en lo más profundo de la cultura japonesa y que rinde culto al orgullo de todo aquel que lo alimenta. Así pues, no es de extrañar que sea la adversidad la única circunstancia capaz de despertar el espíritu crítico de un samurái ya envejecido (espléndido Tatsuya Nakadai en el papel de Hanshiro Tsugumo), que acaba comprendiendo que en la sociedad de la apariencia la imagen superficial prevalece sobre las emociones humanas.
Es admirable cómo una película que se nutre esencialmente del diálogo puede tener un ritmo narrativo tan ágil. Por si fuera poco el aspecto visual (desde la austeridad, la elegancia y la sobriedad más absolutas) está cuidado con un esemero encomiable. La película no ha perdido ni un ápice de su fuerza, y aun a día de hoy alguna de sus escenas (como aquella en que el personaje de Motome Chijiiwa se realiza el harakiri con una katana de bambú) sigue causándonos un impacto brutal que pueda llegar a herir algunas sensibilidades. Kobayashi sabe usar la crudeza como medio para despertar conciencias aletargadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No obstante, a pesar de las enormes virtudes que convierten esta película en una joya imperecedera, quisiera hacerle una pequeña crítica acompañada de ciertas deliberaciones sobre el arte en general.
Para ello debo exponer primero que yo siempre he creído que el verdadero buen cine tiene que ser estimulante, sugestivo. Una buena película tiene que provocar las preguntas en el espectador - cuantas más, mejor -, pero jamás debe darle las respuestas. Ha de inducir a la reflexión y el análisis, pero siempre dejando libertad para que cada uno haga sus propios juicios. Es más: creo que una obra siempre será mejor cuanto más implícitos lleve sus planteamientos y sus trasfondos, porque así admitirá mayor diversidad de interpretaciones. Por tanto, considero que la explicitud del mensaje de una película actúa en detrimento de su carácter universal.
Sin embargo, no debe confundirse la ambivalencia (que sería la capacidad de generar distintas opiniones y que considero una virtud, pues otorga riqueza a la obra) con la oscuridad (que sería consecuencia de la torpeza del autor a la hora de mostrar sus inquietudes o de contar una historia, y que considero un defecto, pues hace confuso e inaccesible el discurso fílmico).
Y ahí de ahí proviene el, quizás, único defecto que le encuentro a "Seppuku": en su recta final se hace todo demasiado explícito, demasiado obvio. Me valdré de dos ejemplos para explicarme mejor.
En la primera parte de la película vemos que los tres padrinos que Tsugumo pide para que le asistan durante su suicidio se encuentran, casualmente, enfermos. Cuando, hacia el final, Tsugumo muestra las coletas arrancadas a los tres ilustres miembros de la Casa Iyi, el espectador debería deducir por sí mismo que realmente esos samuráis no estaban enfermos, sino que se avergüenzan de la injuria a la que han sido sometidos (pues la pérdida de la coleta supone un deshonor sin igual) y que por eso se esconden. Pero finalmente Tsugumo despeja todas las dudas y es él mismo quien dice que son unos hipócritas y que están esperando a que les vuelva a crecer el pelo para salvaguardar las apariencias.
Igualmente, en una de las últimas escenas el Regente del Clan de la Casa Iyi ordena (tras saber que nuestro protagonista ha sido asesinado y que cuatro de sus hombres han muerto en la pelea) que de puertas afuera se publique la noticia de que Tsugumo se ha practicado honorablemente el harakiri y que sus hombres han muerto por enfermedad; dejando más claro que nunca que el concepto de "honor" que tienen estos samuráis es superficial y vano, y que se les llena la boca hablando de grandes ideales que luego no saben llevar a la práctica. Kobayashi no deja nada a la interpretación del espectador: todo es claro como el agua.
Pero esto no deja de ser sólo una observación que no supone obstáculo para que podamos considerar esta película como otra excelente aportación del maestro japonés a la historia del cine. Imprescindible.
Para ello debo exponer primero que yo siempre he creído que el verdadero buen cine tiene que ser estimulante, sugestivo. Una buena película tiene que provocar las preguntas en el espectador - cuantas más, mejor -, pero jamás debe darle las respuestas. Ha de inducir a la reflexión y el análisis, pero siempre dejando libertad para que cada uno haga sus propios juicios. Es más: creo que una obra siempre será mejor cuanto más implícitos lleve sus planteamientos y sus trasfondos, porque así admitirá mayor diversidad de interpretaciones. Por tanto, considero que la explicitud del mensaje de una película actúa en detrimento de su carácter universal.
Sin embargo, no debe confundirse la ambivalencia (que sería la capacidad de generar distintas opiniones y que considero una virtud, pues otorga riqueza a la obra) con la oscuridad (que sería consecuencia de la torpeza del autor a la hora de mostrar sus inquietudes o de contar una historia, y que considero un defecto, pues hace confuso e inaccesible el discurso fílmico).
Y ahí de ahí proviene el, quizás, único defecto que le encuentro a "Seppuku": en su recta final se hace todo demasiado explícito, demasiado obvio. Me valdré de dos ejemplos para explicarme mejor.
En la primera parte de la película vemos que los tres padrinos que Tsugumo pide para que le asistan durante su suicidio se encuentran, casualmente, enfermos. Cuando, hacia el final, Tsugumo muestra las coletas arrancadas a los tres ilustres miembros de la Casa Iyi, el espectador debería deducir por sí mismo que realmente esos samuráis no estaban enfermos, sino que se avergüenzan de la injuria a la que han sido sometidos (pues la pérdida de la coleta supone un deshonor sin igual) y que por eso se esconden. Pero finalmente Tsugumo despeja todas las dudas y es él mismo quien dice que son unos hipócritas y que están esperando a que les vuelva a crecer el pelo para salvaguardar las apariencias.
Igualmente, en una de las últimas escenas el Regente del Clan de la Casa Iyi ordena (tras saber que nuestro protagonista ha sido asesinado y que cuatro de sus hombres han muerto en la pelea) que de puertas afuera se publique la noticia de que Tsugumo se ha practicado honorablemente el harakiri y que sus hombres han muerto por enfermedad; dejando más claro que nunca que el concepto de "honor" que tienen estos samuráis es superficial y vano, y que se les llena la boca hablando de grandes ideales que luego no saben llevar a la práctica. Kobayashi no deja nada a la interpretación del espectador: todo es claro como el agua.
Pero esto no deja de ser sólo una observación que no supone obstáculo para que podamos considerar esta película como otra excelente aportación del maestro japonés a la historia del cine. Imprescindible.
18 de agosto de 2009
18 de agosto de 2009
160 de 282 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más veloces que he tenido la oportunidad de disfrutar. Le das al play y antes de darte cuenta ya han pasado 15 décimas de segundo.
El tema va de que un samurai se planta en el jardín de un ricachón dispuesto a hacerse el kawasaki.
Antes de rajarse de este a oeste pide con delicadeza y educación que le dejen contar una historia. Inexplicablemente el honorable señor, sus siervos y el resto de espectadores (el jardín está a rebosar para tan magno acontecimiento) acceden. Tal vez sea ese el mayor error que cometerán en toda su vida, porque el honorable samurai les suelta una chapa de 1h 45m, ojo al dato.
Bueno, pues cada vez que le interrumpen "hazte el suzuki de una puta vez" él dice "un momento, un momento" y remonta la historia. Y, nada, así se tiran 2 horas y cuarto: "que te rajes" "que escuches esto, que te va a molar" "que no, que eres un pesao, que te cortes en dos de una vez" "que escucha macho que vas a flipar"...
La historia que cuenta es confusa, y el menos pintao se piensa que el prota tiene 2 críos, niño y niña, pero sólo tiene a la niña, lo que pasa es que se llama Mijo, y cada vez que habla de ella parece que dice "mi hijo tal y cual", y te armas un cacao importante, entre el esfuerzo de aprenderte las caras para no confundirlos y que a los personajes, cuando consigues aprenderte el nombre, empiezan a llamarles por el apellido... en fin, un dolor.
Pero lo peor de todo es que la peli mola un huevo y el final es la caña de bambú:
El tema va de que un samurai se planta en el jardín de un ricachón dispuesto a hacerse el kawasaki.
Antes de rajarse de este a oeste pide con delicadeza y educación que le dejen contar una historia. Inexplicablemente el honorable señor, sus siervos y el resto de espectadores (el jardín está a rebosar para tan magno acontecimiento) acceden. Tal vez sea ese el mayor error que cometerán en toda su vida, porque el honorable samurai les suelta una chapa de 1h 45m, ojo al dato.
Bueno, pues cada vez que le interrumpen "hazte el suzuki de una puta vez" él dice "un momento, un momento" y remonta la historia. Y, nada, así se tiran 2 horas y cuarto: "que te rajes" "que escuches esto, que te va a molar" "que no, que eres un pesao, que te cortes en dos de una vez" "que escucha macho que vas a flipar"...
La historia que cuenta es confusa, y el menos pintao se piensa que el prota tiene 2 críos, niño y niña, pero sólo tiene a la niña, lo que pasa es que se llama Mijo, y cada vez que habla de ella parece que dice "mi hijo tal y cual", y te armas un cacao importante, entre el esfuerzo de aprenderte las caras para no confundirlos y que a los personajes, cuando consigues aprenderte el nombre, empiezan a llamarles por el apellido... en fin, un dolor.
Pero lo peor de todo es que la peli mola un huevo y el final es la caña de bambú:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un duelo por todo lo alto. Uno contra cien: hay katanas por todas partes, la peña haciéndose el subaru por los rincones, se lanzan arena a los ojos, la prueba de las puertas de humor amarillo, muñecas hinchables, el prota se marca un moonwalker...
22 de septiembre de 2014
22 de septiembre de 2014
34 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los amantes del Séptimo Arte saben que en el mundo oriental se pueden encontrar películas que han dejado una huella imborrable en la historia del cine. “Harakiri”, la película que nos ocupa, posee la suficiente calidad y fuerza como para poder situarla entre los grandes logros de la filmografía nipona y, por tanto, del cine en general.
Ambientada en el Japón feudal, “Harakiri” cuenta con un magistral guión que permite reflexionar sobre cuestiones tan importantes como las siguientes: ¿hasta qué punto prevalece la tradición a la cordura?, ¿qué es realmente el honor?, ¿conseguir buenas apariencias y reputación nos da derecho a destruir la dignidad de una persona? Dependiendo de la humanidad y moral de cada uno de los personajes, las respuestas a estas preguntas se irán inclinando hacia una posición u otra. La película mantiene en todo momento un profundo diálogo que se combina con una serie de flash-backs, lo que proporciona una narración intensa y penetrante.
Por otro lado, Tatsuya Nakadai demuestra su talento regalándonos una interpretación para el recuerdo. El resto del reparto está a la altura de una película de tal calibre. La fotografía en blanco y negro es sublime, algo no muy raro en las producciones del continente asiático.
Pero no todo funcionaría igual sin un director como Masaki Kobayashi, una cabeza privilegiada con una visión crítica hacia los que abusan de su poder y que, como ya hiciera en la trilogía de “La Condición Humana”, reivindica con un ejercicio de auténtico cine la humanidad de las personas. “Harakiri” es una obra maestra absoluta para ver, pensar y aprender. Y, por supuesto, para disfrutar.
Ambientada en el Japón feudal, “Harakiri” cuenta con un magistral guión que permite reflexionar sobre cuestiones tan importantes como las siguientes: ¿hasta qué punto prevalece la tradición a la cordura?, ¿qué es realmente el honor?, ¿conseguir buenas apariencias y reputación nos da derecho a destruir la dignidad de una persona? Dependiendo de la humanidad y moral de cada uno de los personajes, las respuestas a estas preguntas se irán inclinando hacia una posición u otra. La película mantiene en todo momento un profundo diálogo que se combina con una serie de flash-backs, lo que proporciona una narración intensa y penetrante.
Por otro lado, Tatsuya Nakadai demuestra su talento regalándonos una interpretación para el recuerdo. El resto del reparto está a la altura de una película de tal calibre. La fotografía en blanco y negro es sublime, algo no muy raro en las producciones del continente asiático.
Pero no todo funcionaría igual sin un director como Masaki Kobayashi, una cabeza privilegiada con una visión crítica hacia los que abusan de su poder y que, como ya hiciera en la trilogía de “La Condición Humana”, reivindica con un ejercicio de auténtico cine la humanidad de las personas. “Harakiri” es una obra maestra absoluta para ver, pensar y aprender. Y, por supuesto, para disfrutar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es increíble cómo aumenta la tensión cada vez que Hanshiro Tsugumo (Tatsuya Nakadai) nombra al que quiere que sea su segundo y resulta no estar presente. Cuando finalmente saca las coletas de Umenosuke Kawabe, Hayato Yazaki e Hikokuro Omodake (tres de las cabezas visibles de la humillación de Motome Chijiiwa) es uno de los momentos de mayor venganza en la historia del cine. Los tres maestros de esgrima perderán el honor, que es peor que la propia muerte.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here