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Vacaciones en Roma

Comedia. Romance Durante una visita a Roma, Ana, la joven princesa de un pequeño país centroeuropeo, trata de eludir el protocolo y las obligaciones que implica, escapándose de palacio para visitar la ciudad de incógnito. Así conoce a Joe, un periodista americano que busca una exclusiva y finge desconocer la identidad de la princesa. La pareja vivirá unas jornadas inolvidables recorriendo la ciudad. (FILMAFFINITY)
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7
10 de octubre de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo "Vacaciones en Roma" y me siento liberado, descansado y relajado. No sé por qué pero me sabe a despertar en una de esas mañanas durante las vacaciones de verano, abrir la ventana de la habitación de un hotel y oler a café recién hecho mientras una suave brisa me acaricia la cara. Y es que Wyler supo crear aquí la fotografía y la atmósfera casi perfecta de una ciudad pura y fresca como escenario de fondo para un cuento de princesas, amores imposibles, sueños de libertad y deseos casi irrefrenables. Una historia de amor, de tristeza, de resignación, de lealtad y de respeto con atisbos de haber podido caer en las garras de la tentación, la pasta y la traición. Pero es imposible que viendo la cara angelical de Audrey Hepburn uno pueda pensar que algo en esta película nos pueda empujar hacia el lado corrupto y asqueroso de la vida.

Y es que la figura de Audrey Hepburn y el papel que aquí interpreta encarna la definición y la vida imagen de conceptos como la dulzura, la inocencia, la ingenuidad y la fantasía de alguien en cierto modo atrapado en un mundo lastrado de responsabilidad, circunspección y cinismo. Una invitación a soñar despierto y huir hacia un soplo de aire fresco que nos quite las argollas de la rutina. La válvula de escape de esa opresión vital se llama ROMA y se apellida casualmente PECK. Me encanta cómo la película tiene esa capacidad de retrotraernos a una infancia en la que todo lo que nos rodeaba nos resultaba novedoso y simplemente maravilloso. Descubrir el sabor de un helado, la magia de la muchedumbre de un mercado o la aventura sin límites de emprender un viajecito a lomos de una Vespa como icónica figura de la Historia del Cine. Todo en sí es maravilloso, y ver el brillo en la cara de Hepburn experimentarlo ese mar de novedades como si fuera nuestra primera vez es una sensación que te ablanda por dentro y te deja con ganas de coger algo muy blandito y pellizcarlo con fuerza mientras sueltas un "uuuuuuuuyyyyyyyy" por la boca y aprietas los dientes al hacerlo.

Y aquí entra en juego el afortunado Gregory Peck, alguien que tuvo la oportunidad de aprovecharse de lo lindo de la situación y sacar tajada por cualquier resquicio imaginable, pero que no pudo resistirse a lo que seguramente cualquier persona hubiera hecho a la hora de la verdad. La fiel representación de un individuo aparentemente hastiado con una parte de sí mismo y con la oportunidad de redimirse a lo grande ante una ocasión inesperada. La mentira, la picaresca, la deslealtad y la felonía anestesiadas por la dulzura. Una encantadora relación que va transformando las prioridades, los sentimientos y los deseos hacia un baño de realidad y sinceridad que deja muchas cosas para pensar y muchas espinas para retirar.

Seamos francos. "Vacaciones en Roma" es tan sincera y está contada de una forma tan honesta, que todo en ella es tan real como si lo tocaras con tus propios dedos. No hay trampas. No hay aristas. Tampoco encontraremos agujeros en su guion más allá del que luce La Boca de la verdad. Su historia te enamora por la sutileza de su humor y la autenticidad de unas pasiones dignas de ser imaginadas por el cuento de princesas que en realidad es. Hay quien muy acertadamente lo ha comparado con "La Cenicienta" pero a la inversa. Una huida de la perfección para encontrar la salvación en lo terrenal. Escapar de La Carroza y el traje de gala para descansar en la calabaza y el pijama de noche. Definición perfecta para una película con un gusto tan dulce como con un retrogusto bien amargo. La amargura de renunciar a la fantasía para volver a la realidad. La amargura de tener que salir por huevos del paréntesis actual. Porque esto es como las vacaciones amigos. Durante las dos semanas que estás en ellas no te cansas de abrir la ventana por las mañanas para respirar el olor a café recién hecho y sentir la brisa acariciándote la cara. Pero las vacaciones acaban y toca volver a la dura realidad plagada de trabajo, obligaciones y rutina laboral.

LO MEJOR:
- Su atmósfera de algodón de azúcar.
- Las ganas que te entran de viajar a Roma.
- Audrey Hepburn luciendo como una auténtica Diosa del cine.
- La película no quiere que te rías a mandíbula batiente, sino que te sonrías a mandíbula cerrada.
- El palo que en realidad le está metiendo Wyler a la prensa sensacionalista.
- Pero lo mejor de todo es esa espina que...(spoiler).

LO PEOR:
- No puedo parar de pensar en Cary Grant para esta película. Lo siento.
- La simpatía y la ternura que me evoca esta peli no está peleada con que algo en ella me falte misteriosamente. Lo peor es que...¡¡no sé qué me falta pero me falta algo!!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...esa espina que la peli te deja clavada cuando ves que al final de ese pasillo no aparece la figura de Audrey Hepburn y el bueno de Gregory Peck sigue con su camino al igual que lo hacía Alida Valli en "El Tercer Hombre". Caminando hacia un eterno pensamiento de nostalgia y arrepentimiento de lo que pudo haber sido y al final no fue.
7
10 de octubre de 2007
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásica película de amor impedido por barreras sociales que solo el amor puede salvar. ¿cómo no enamorarse de Audrey Hepburn...? ¿cómo no visitar Roma...?

Maravilla de película para ver una y otra vez...
6
21 de septiembre de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de una ninfa o náyade, bellissima palabra/ragazza, que ahogada/aburrida de la sequedad del palacio necesita abandonarse/descender a las humedades romanas del Tíber para allí mojarse de amor con un humano que podría ser perfectamente también un disfrazado, muy alfa, nada feo, para disimular, dios.
Una cazadora de Artemisa que añora el agua más prístina.
Es el cruce del Nuevo Mundo con el Viejo, como en la pantera de Tourneur, del eterno femenino, virginal y puro, con el aventurero ideal masculino, fullero, valiente y canalla, follado, comido y vivido.
Es, en verdad, el retrato de un bautismo (como diría poco más o menos Bad Bunny), tú me bautizaste.
Celebración y rito. Liturgia.
Mito y símbolo.
Los griegos clásicos vistos por los ingleses románticos, fue Percy, no John, con perdón, tanto monta, la misma nieve o parecida temprana muerte, y traducidos por los yanquis cultos Trumbo más Wyler un judío suizo, para ser contados a todo el mundo a través de un cuento naíf, pulcro, dulce y recatado, inofensivo, bonito.
Te arrancas un padrastro y al final te quitas la piel entera a tiras, no hay manera.
Abres la caja de pandora y nada dentro dejas.
Hulk se enfada y no queda títere con cabeza.
Moisés y el mar rojo.
Palimpsesto. Presagio.
Etimología. Espeleología. Etología. Etiología.
Exégesis.
Desde la reina Cristina de Suecia, por lo menos, la escena de la habitación, una habitación propia, algo se asemeja, hasta Notting Hill (que es lo mismo poco disimulado), las comparaciones son odiosas, este relato ya se ha contado, millones de veces, la realeza que se mezcla con el vulgo, los dioses se follan a los humanos, hombre rico, hombre pobre, la sangre que se vuelve turbia, furia, viva, contamina, incluso la reina Margot se ponía una máscara para el ejercicio del fornicio con la plebe Pérez.
Mujeres poderosas, en muchos casos, que no quieren serlo, que desean ser corrientes y molientes amas de casas, zurcir, planchar, coser, cocinar, parir, criar, como aquella peli de Glenn Close, las mujeres perfectas, para qué mas o ya tú me dirás desde la concurrida cola del paro o desde la exitosa soledad de la nada si esa no es la gran y felicidad soñada.
Para eso sirve el arte, para derribar las fronteras que en la realidad son tan férreas, para echarlo todo por los aires, para destruir y así, a ver si hay suerte, poder empezar de nuevo, desde las mismas ruinas, tanto escombro.
Los españoles son/han sido siempre muy pequeños, los del ABC, ay Cabanillas, y los de la Vanguardia, Barça-Madrid, no damos la talla, así ni modo con Audrey Hepburn.
No se pudo contar mejor tan gran tontería, eso que nos llevamos a la tumba.
Me quedo con el momento en el que los malvados, como salidos de un anuncio de Martini, men in black, caen al río y ella, en pleno quilombo, les tira un flotador para que no se ahoguen tanto o del todo o muy malamente, solo lo justo para ir muriéndose poco a poco (como decía Michi Panero que hacía su madre con los gatitos que iba a matar, que les dejaba un agujero en la caja para que pudieran respirar justo antes del momento de la última verdad, caridad cristiana hasta en el asesinato a sangre fría, tengo unos principios y a estas alturas no los pienso cambiar).
Y con imaginar a Gregory Peck disfrazado del termómetro que coge la febril princesa Anya para medir el grado de su calentura.
Y claro, la fauna romana al estilo Avanti, esa quizás sí, de Billy Wilder.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No se debería quejar tanto la niña santa, su programa es el de todos, el de la misma película, el del 99,99% del cine, el del 99,99% de la vida misma de los humanos todos, todo está programado y lo que no, también, y gracias, sin programa nada se puede hacer, si abandonásemos el programa o nos lo quitasen por casualidad, lloraríamos como bebé sin chupete, desapareceríamos como especie para siempre, de repente, en menos que canta un gallo, en un santiamén, sin dejar rastro, nos desintegraríamos al sufrir/confirmar el abismo de la verdadera libertad (no esa de broma que se suele en las canciones y los grandes discursos nombrar para nada, palabras huecas, balas, no esa tan ridícula que se cita limitada o con cortapisas y que gusta tanto a los que solo saben repetir tópicos como tontos, uno tras otro), ese vértigo nos mataría en una décima de segundo, del susto, de la impresión, sería como la visión de dios sin previo aviso, ese vacío, demasiado impacto, sería casi perfecto, imposible, absurdo, inhumano, de ahí que el 99,99% de los hombres, y las mujeres, claro, las pobres, sean meras máquinas de repetición, impersonales, ausentes, tan previsibles y obvias como un botijo o unas ricas aceitunas.
Bueno, pues ahí, en todo lo alto, ya lo dejo.
Arrivederci Roma.
Andiamo.
10
23 de diciembre de 2008 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La princesa Anna (Audrey Hepburn) está visitando algunos países de Europa de forma oficial. Cansada de la vida que lleva como princesa y de tanta vida social y protocolos, a su llegada a Roma, decide escaparse una noche para pasar desapercibida y como una persona anónima, esa misma noche se queda dormida en el banco de un parque y es recogida por Joe Bradley ( Gregory Peck ) un periodista americano que al reconocerla lo primero que piensa es en conseguir un reportaje sobre la estancia de la princesa en Roma, a medida que transcurre el tiempo y pasan el día juntos divirtiéndose descubren que ha surgido el amor entre ellos.

Una casi primeriza Audrey Hepburn logra aquí uno de los mejores papeles como protagonista de toda su carrera ( gano el oscar ), y la película ha dejado un par de escenas míticas para la historia del cine como en la que Peck mete la mano en "La boca de la verdad" o en la que se ve a los dos protagonistas es Vespa recorriendo las calles de Roma.

Si Hepburn esta espléndida en esta película no lo esta menos su partenaire masculino Gregory Peck, pese a que en un principio William Wyler pensó para el papel protagonista en Cary Grant, Peck lo recordaría años mas tarde en una entrevista " me dijeron que si me interesaba el papel protagonista de vacaciones en Roma papel que había rechazado Cary Grant y yo lo acepte, en los años siguientes cada vez que me ofrecían un papel pensaba: Lo habrá rechazado Cary Grant?".

Seguramente Grant al rechazar el papel de vacaciones en Roma nos privó de la que podría haber sido una de sus mejores interpretaciones en el cine, pero nos dejó para la posteridad una grandiosa interpretación de otro actor de un Hollywood que ya ha desaparecido y es que si Cary Grant era un actor de 10 Gregory peck era de 9,99.

.
9
30 de diciembre de 2010 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hubiera que clasificar esta película dentro del panorama del séptimo arte sería sin duda alguna como uno de los grandes clásicos del cine, de esos que no pueden faltar en cualquier colección cinematográficas que se precie.

Este film contribuyó a lanzar al estrellato a una actriz hasta entonces desconocida por la mayoría: Audrey Hepburn. Gracias a Vacaciones en Roma se pudo descubrir a la sonrisa indudablemente más bonita dentro del cine. Audrey demostró que estaba hecha para actuar, a pesar de que su sueño era convertirse en bailarina. Pero el destino es sabio, y las mejores escuelas de danza no la admitieron por ser demasiado alta y demasiado delgada. Así que el cine se cruzó en su camino, y gracias a este encontronazo, pudimos disfrutar de una de las mejores actrices del mundo.

Con apenas 20 años, Audrey se dejó guiar por uno de sus descubridores, William Wyler, para rodar en Roma una película que parecía ser otra de las catalogadas en la época como románticas. Pero el film batió todas las expectativas, y Vacaciones en Roma se convirtió en uno de los grandes éxitos del momento.

Con tremenda dulzura, se nos narra la historia de una princesa agobiada por sus obligaciones, deseosa de descubrir nuevos mundos donde ser libre, feliz, por lo que en uno de sus viajes oficiales se escapa y se adentra en las calles de la bulliciosa Roma de 1953 y se encuentra con un periodista, encarnado por el galán Gregory Peck.

Ambos actores encajan de maravilla en sus respectivos papeles, nos conmueve ser testigos de una de las historias de amor más deliciosas de todos los tiempos, entre un periodista y una princesa, una relación que aparentemente no se puede llevar a cabo, pero que Wyler elabora con tremenda astucia, para terminar con un desenlace excelente, magistral, catalogados como uno de los mejores del séptimo arte, y que alejan a esta película de la aparente comedia romántica.

Además, se rodó íntegramente en Roma, lo que es de agradecer, ya que se nos muestra cómo era verdaderamente la sociedad romana, después de afrontar la Segunda Guerra Mundial.

Sin duda, un peliculón que no deja indiferente a nadie.
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