Plácido
1961 

8.1
21,437
Comedia
En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
14 de junio de 2011
14 de junio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya he titulado alguna crítica sobre una película de Berlanga con este título , pero es la dura realidad. El humor negro, un tanto surrealista y sarcástico nos muestra la gran mentira de una sociedad amable en apariencia y cruel en el fondo, nos muestra la España de pandereta, donde lo que piense el vecino es más importante que cualquier otra cosa. Esa hipocresía con la que los ricos dan de cenar a los pobres, predicando buenas maneras pero despreciando si algún pobre genera problemas. Los pobres, a lo suyo, bastante tenían con sus penurias. Lo que siempre es digno de admirar por Berlanga y también por el grandísimo Azcona es que conseguían 'colar' al régimen estas geniales películas, durísimas en la crítica social aunque amables y cercanas en la forma, y lo hacían simplemente porque ambos eran unos genios y contaban con unos actores excepcionales (siempre destacable Agustín González, Manuel Alexandre y José Luis López Vázquez), eran más inteligentes que la ignorancia que nos gobernaba, y daban donde más dolía. El guión y los diálogos, inolvidables
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El egoísmo de cada personaje refleja sin duda la necesidad extrema que llevaba a los pobres a aceptar lo que fuese y la eterna codicia y clasismo de los pudientes son una constante en toda la película.
La escena de la muerte del pobre, con el intento de casamiento falso para guardar las apariencias es el momento culmen de la película, donde toda la problemática de los personajes se entremezcla.
La escena de la muerte del pobre, con el intento de casamiento falso para guardar las apariencias es el momento culmen de la película, donde toda la problemática de los personajes se entremezcla.
29 de diciembre de 2011
29 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imprescindible comedia y uno de los títulos clave del cine español bajo la firma de Berlanga (en su primera colaboración en el guión de Rafael Azcona), “Plácido” se nos presenta como una agridulce y acartonada estampita navideña ambientada en un Belén berlangiano donde las promesas se desvanecen como el humo que desprendido de la turba realidad, apreciada incluso desde nuestro tiempo presente, se hace patente más de cinco décadas después de su estreno, y sin más censuras que añadir. Plácido (Casto Sendra) es el peón imprescindible para que su amigo Quintanilla (José Luis López Vazquez) salga adelante con la procesión organizada y patrocinada por Baterías y Paellas Cocinex con el fin de invitar a un grupo de estrellas a casa de los más ricos sin olvidarse de contar con un invitado más: al pobre y desamparado que en tiempos de bondad y buen corazón necesita de techo y comida caliente para paliar el frío de un defenestrado pesebre en que pocos trabajarán y que la carga de buena voluntad del sufrido Plácido que tiene que pagar la primera letra de su motocarro a punto de vencer.
El enredo se desencadena en una ciudad de provincias sin nombre pero que podría ser Villar del Río, Calabuch o Fuentecilla. Pero no le pone nombre. Podría ser cualquiera. Por eso el director de “¡Bienvenido Mr. Marshall!” (1953) se fijó en las localizaciones exteriores de Manresa, la apodada “Cuenca Catalana” con sus estrechas y oscuras calles de lo que aún percibamos en el casco antiguo, y que algunos de sus habitantes todavía reconocemos (los urinarios públicos dónde trabaja la familia de Plácido en la secuencia inicial todavía existen aunque algo más automatizados).
La realidad superó a la ficción. En el Casino de la ciudad (ahora es la Biblioteca y no aparece en la película, ni siquiera la Rambla-Paseo Pere III), se organizó un minucioso casting para extras. Por aquel entonces un trabajador de la Multinacional de Neumáticos Pirelli (actualmente deslocalizada por razones de excusa), entonces establecida al pueblo vecino de Sant Joan de Vilatorrada, llegaba a cobrar un jornal de sesenta pesetas. Participando en la película de Berlanga podía llegar a las doscientas treinta. Todo un tardío regalo navideño que se orquestró en tres meses de rodaje que despedían al Invierno y daban la bienvenida a la Primavera. Los interiores se rodaron en Barcelona en apartamentos espaciosos, dado que la Ciudad Condal gozaba de más diversidad.
Anécdotas aparte “Plácido” quedará como un retrato retratado de lo que sería el fin de una etapa (los años grises del franquismo de posguerra) y un porvenir (el desarrollismo) con los individualistas conceptos que se desarrollarían más tarde, basados en la sociedad del bienestar, actualmente quebradas por la sombra de la Crisis Económica. Una visionaria lección que no pierde su mensaje de advertencia. A rememorar viejos tiempos.
El enredo se desencadena en una ciudad de provincias sin nombre pero que podría ser Villar del Río, Calabuch o Fuentecilla. Pero no le pone nombre. Podría ser cualquiera. Por eso el director de “¡Bienvenido Mr. Marshall!” (1953) se fijó en las localizaciones exteriores de Manresa, la apodada “Cuenca Catalana” con sus estrechas y oscuras calles de lo que aún percibamos en el casco antiguo, y que algunos de sus habitantes todavía reconocemos (los urinarios públicos dónde trabaja la familia de Plácido en la secuencia inicial todavía existen aunque algo más automatizados).
La realidad superó a la ficción. En el Casino de la ciudad (ahora es la Biblioteca y no aparece en la película, ni siquiera la Rambla-Paseo Pere III), se organizó un minucioso casting para extras. Por aquel entonces un trabajador de la Multinacional de Neumáticos Pirelli (actualmente deslocalizada por razones de excusa), entonces establecida al pueblo vecino de Sant Joan de Vilatorrada, llegaba a cobrar un jornal de sesenta pesetas. Participando en la película de Berlanga podía llegar a las doscientas treinta. Todo un tardío regalo navideño que se orquestró en tres meses de rodaje que despedían al Invierno y daban la bienvenida a la Primavera. Los interiores se rodaron en Barcelona en apartamentos espaciosos, dado que la Ciudad Condal gozaba de más diversidad.
Anécdotas aparte “Plácido” quedará como un retrato retratado de lo que sería el fin de una etapa (los años grises del franquismo de posguerra) y un porvenir (el desarrollismo) con los individualistas conceptos que se desarrollarían más tarde, basados en la sociedad del bienestar, actualmente quebradas por la sombra de la Crisis Económica. Una visionaria lección que no pierde su mensaje de advertencia. A rememorar viejos tiempos.
5 de abril de 2012
5 de abril de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores obras maestras de Luis García Berlanga. Una sarcástica comedia negra que satiriza a la sociedad española en época de la posguerra. Con el eslogan “Siente un pobre a su mesa” como punto de partida, Berlanga y Azcona escriben un guión absolutamente magistral, cargado de denuncia social y brillante humor negro. Una campaña navideña que propone a los desamparados la ocasión de cenar con la clase alta. Un hombre humilde y desesperado por pagar la primera letra de su motocarro, que es lo único que tiene para ganarse el pan de cada día. En vísperas de Nochebuena, la caridad se convierte en un sentimiento despreciable para los más necesitados. Espléndidas interpretaciones de Cassen y José Luis López Vázquez y maravillosa música de Miguel Asins Arbó acompañando a unos títulos de créditos magníficos.
La farsa apariencia que esconde una campaña de caridad, en la que concurren sorteos de pobres y subastas de artistas, cenas con ollas Cocinex retransmitidas por radio, cestas de Navidad que van de aquí para allá, festivas cabalgatas en paralelo con respetuosos funerales, todo ello le sirve a Berlanga para desarrollar una mordaz y ácida crítica a los procederes burgueses y a la desdicha burocrática. 'Plácido' es y seguirá siendo una de las películas más importantes que ha dado el cine español. Indispensable.
La farsa apariencia que esconde una campaña de caridad, en la que concurren sorteos de pobres y subastas de artistas, cenas con ollas Cocinex retransmitidas por radio, cestas de Navidad que van de aquí para allá, festivas cabalgatas en paralelo con respetuosos funerales, todo ello le sirve a Berlanga para desarrollar una mordaz y ácida crítica a los procederes burgueses y a la desdicha burocrática. 'Plácido' es y seguirá siendo una de las películas más importantes que ha dado el cine español. Indispensable.
23 de julio de 2012
23 de julio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, la mejor película de Berlanga. Para empezar, es una comedia ácida llena de capas, como una gran cebolla... En su momento a muchos les debió de parecer una comedia más o menos costumbrista, con chistes un tanto burdos que podían agradar incluso al censor más cerril. Sin embargo, el guión está lleno de pequeños matices, de pequeñas burlas, gracietas de media sonrisa más que de carcajada que suponen agudos puntazos a la sociedad de la época... Junto con Calle Mayor, aunque con un tono totalmente distinto, la película es la crítica más cruel y despiadada de la España negra de los años 50, en donde los motores básicos eran la hipocresía y la beatería más casposa. Uno ve esta película y se pregunta cuál podía ser el nivel cultural de los jerarcas eclesiásticos de la época. En una sociedad de censura implacable, es llamativo que este tipo de películas pasase la criba sin especial problema...
Formalmente, además, es de las películas más cuidadas de Berlanga. El guión está perfectamente trabado, uno nunca se pierde en un argumento con infinidad de personajes y de historias paralelas pero perfectamente entrelazadas. La acción se nos presenta en perfectos planos secuencia, la cámara sigue a la acción como si estuviésemos espiando a los personajes, pero una gran sobriedad y discreción. La película sirve observar tanto las casas de los poderes fácticos de la ciudad como las de los deheredados de la vida.
Y todo ello con un perfecto estudio del encuadre y de lo que pasa en cada momento. Cada fotograma es una fiesta, uno puede ver la película 100 veces y sigue encontrando pequeños detalles en los que nunca se había fijado. Cada gesto de un personaje en el fondo del cuadro merecería un largometraje por sí solo. Es la película coral por excelencia, no hay nada que sobre, todo tiene un porqué...
Vaya, que me ha entusiasmado una vez más.
Formalmente, además, es de las películas más cuidadas de Berlanga. El guión está perfectamente trabado, uno nunca se pierde en un argumento con infinidad de personajes y de historias paralelas pero perfectamente entrelazadas. La acción se nos presenta en perfectos planos secuencia, la cámara sigue a la acción como si estuviésemos espiando a los personajes, pero una gran sobriedad y discreción. La película sirve observar tanto las casas de los poderes fácticos de la ciudad como las de los deheredados de la vida.
Y todo ello con un perfecto estudio del encuadre y de lo que pasa en cada momento. Cada fotograma es una fiesta, uno puede ver la película 100 veces y sigue encontrando pequeños detalles en los que nunca se había fijado. Cada gesto de un personaje en el fondo del cuadro merecería un largometraje por sí solo. Es la película coral por excelencia, no hay nada que sobre, todo tiene un porqué...
Vaya, que me ha entusiasmado una vez más.
5 de enero de 2014
5 de enero de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La caridad más miserable
En 1961 Berlanga dibujó una excelente sobre uno de los mayores males de nuestra sociedad: la necesidad de aparentar por encima de la empatía, el egoísmo frente a la ayuda al necesitado.
En realidad la fina ironía deja de serlo y se convierte en ataque directo contra una de las campañas moralistas del régimen del general franco: el siente un pobre en su mesa, que pedía a la gente de a pie que tratase de tapar por un día los fallos del régimen. El programa Entre todos, de la televisión pública española, tiene un sentido similar. O los telemaratones televisivos, tan socorridos en momentos en los que las desgracias saltan a nuestras vidas, televisión mediante. Ayuda y lograrás la vida eterna. Manda un SMS solidario y dormirás mejor. Concebido como caridad cristiana.
El cristianismo tiene también una importancia clave. Resulta difícil pensar como escenas tales como la boda forzada a un anciano moribundo pudo pasar inadvertida ante los ojos de los censores. Seguramente, estos estarían ocupados buscando faldas demasiado cortas o bocas demasiado largas.
El adjetivo que mejor define a Plácido es el de coral. El protagonista, interpretado por un Cassen que no volvió a tener un papel tan redondo hasta casi treinta años después, con ‘Amanece, que no es poco’, pasa toda la noche tratando de reunir el dinero para pagar la primera letra de su motocarro, pero esta no es sino una excusa para adentrarnos en. Son tantos los personajes y tan variopintas sus situaciones, formas de llevar la vida y reacciones ante los cambios que incluso llegado el momento llegan a abrumar al espectador. Por ello es muy difícil destacar la labor de uno en concreto, aunque el protagonista y un siempre creíble José Luis López Vázquez brillen con luz propia.
Mujeres que se preocupan por el éxito de la campaña en lugar de por el estado de salud de uno de los beneficiarios de la misma, cuando el grupo de ricos, recién descubierto que el pobre anciano ha sufrido un infarto, se escandalizan al escuchar que vive en pecado junto a una mujer. Concubinato.
Y en este marco tan cruel y deshumanizado Berlanga introduce como suavizante la historia de Cándido, y su lucha por poder pagar la primera letra de su recientemente adquirido motocarro. Envolviéndolo de comedia, lo que en realidad deja ante nuestros ojos Berlanga es una dura crítica a la sociedad maniqueista y materialista que todavía hoy resiste con fuerza.
En 1961 Berlanga dibujó una excelente sobre uno de los mayores males de nuestra sociedad: la necesidad de aparentar por encima de la empatía, el egoísmo frente a la ayuda al necesitado.
En realidad la fina ironía deja de serlo y se convierte en ataque directo contra una de las campañas moralistas del régimen del general franco: el siente un pobre en su mesa, que pedía a la gente de a pie que tratase de tapar por un día los fallos del régimen. El programa Entre todos, de la televisión pública española, tiene un sentido similar. O los telemaratones televisivos, tan socorridos en momentos en los que las desgracias saltan a nuestras vidas, televisión mediante. Ayuda y lograrás la vida eterna. Manda un SMS solidario y dormirás mejor. Concebido como caridad cristiana.
El cristianismo tiene también una importancia clave. Resulta difícil pensar como escenas tales como la boda forzada a un anciano moribundo pudo pasar inadvertida ante los ojos de los censores. Seguramente, estos estarían ocupados buscando faldas demasiado cortas o bocas demasiado largas.
El adjetivo que mejor define a Plácido es el de coral. El protagonista, interpretado por un Cassen que no volvió a tener un papel tan redondo hasta casi treinta años después, con ‘Amanece, que no es poco’, pasa toda la noche tratando de reunir el dinero para pagar la primera letra de su motocarro, pero esta no es sino una excusa para adentrarnos en. Son tantos los personajes y tan variopintas sus situaciones, formas de llevar la vida y reacciones ante los cambios que incluso llegado el momento llegan a abrumar al espectador. Por ello es muy difícil destacar la labor de uno en concreto, aunque el protagonista y un siempre creíble José Luis López Vázquez brillen con luz propia.
Mujeres que se preocupan por el éxito de la campaña en lugar de por el estado de salud de uno de los beneficiarios de la misma, cuando el grupo de ricos, recién descubierto que el pobre anciano ha sufrido un infarto, se escandalizan al escuchar que vive en pecado junto a una mujer. Concubinato.
Y en este marco tan cruel y deshumanizado Berlanga introduce como suavizante la historia de Cándido, y su lucha por poder pagar la primera letra de su recientemente adquirido motocarro. Envolviéndolo de comedia, lo que en realidad deja ante nuestros ojos Berlanga es una dura crítica a la sociedad maniqueista y materialista que todavía hoy resiste con fuerza.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here