Un buen año
5.8
15,687
Romance. Comedia
Max Skinner (Russell Crowe), un experto en inversiones viaja desde Londres hasta Provenza para vender un pequeño viñedo que ha heredado de un tío al que estuvo muy unido en su niñez. Lo que no esperaba en absoluto es que éste fuera el punto de partida de un estimulante capítulo de su vida. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2011
11 de enero de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién nunca se ha visto saturado del rutinario paso de los dias que nos imponen nuestros patrones de vida? Aquí encontrareis simplemente una forma de evadirse y porqué no dejar volar la imaginación hacia sentimientos que nos empeñamos en reprimir. Más allá del argumento, actores ,etc es más meritorio nombrar la gran carga sentimental por las pequeñas cosas que escupe la cinta. Está claro que Ridley está enamorado de los paisajes eclógicos de ciertas zoñas europeas. En mi caso también sirven de inspiración, recordemos en "Gladiator" en la vuelta de Maximo a tierras hispanas como mostró la belleza paisajistica de la vida rural que en este caso fue grabado en la Toscana.
Como conclusión, muy buena fotografía y exaltación de sentimientos dormidos por la precaria TV
Como conclusión, muy buena fotografía y exaltación de sentimientos dormidos por la precaria TV
16 de marzo de 2011
16 de marzo de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi por casualidad en TV y, aún sin saber que era de Ridley Scott, me pareció de muy buena factura, con unas cuidadas localizaciones y… en fin, una película más que correcta. Es una película sin pretensiones, de reparto muy bien escogido, de historia lineal -plana, si se quiere- y con final intuido, pero… cine agradable, al fin y al cabo. ¿Que no es de lo mejor de Scott? Ya, ¿y qué?, es honesta y se nota la mano de un maestro. ¿Que el argumento no es original? Ya ¿Cuántas películas hay con el mismo típico tópico de buenos-malos/malos-buenos; salvapatrias; salvamundos,… y reciben elogios (¿Será por los efectos especiales?). En definitiva, que es una obra que se merece más puntuación que la que tiene; que se deja ver muy bien; que nunca aburre y que al final te deja muy buen sabor… de boca.
22 de octubre de 2011
22 de octubre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atractivo film por su peculiar tema, que nos enseña que nuestras raíces nunca se olvidan, que son la base de nuestro presente y los sueños del futuro. Max Skinner (Russell Crowe) es un hombre exitoso en su trabajo, pero su atareada y complicada vida no le ha permitido ver para atrás en su niñez, de forma que pueda apreciar mejor su formación como adulto y tenga en cuenta una mejor calidad de vida.
Las actuaciones Russell Crowe y Marion Cotillard como una comedia romántica estuvieron exquisitas, sencillas y sin muchas pretensiones. Por otra parte las actuaciones de Albert Finney y el niño Freddie Highmore fueron simpatiquísimas y refrescantes, la mejor parte del film.
La película tuvo un presupuesto de $35 millones y generó por la venta de taquillas la cantidad de $42 millones, más $7 millones por la venta del DVD, además recibió dos nominaciones a diferentes premios en festivales de cine.
Las actuaciones Russell Crowe y Marion Cotillard como una comedia romántica estuvieron exquisitas, sencillas y sin muchas pretensiones. Por otra parte las actuaciones de Albert Finney y el niño Freddie Highmore fueron simpatiquísimas y refrescantes, la mejor parte del film.
La película tuvo un presupuesto de $35 millones y generó por la venta de taquillas la cantidad de $42 millones, más $7 millones por la venta del DVD, además recibió dos nominaciones a diferentes premios en festivales de cine.
14 de diciembre de 2012
14 de diciembre de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no entiendo porqué, de verdad, porqué un director como Ridley Scott y un intérprete como Russell Crowe se meten en estos terrenos. Supongo que uno tira del otro y, deseando hacer cosas nuevas, hacen «Un buen año», comedia para hombres de pelo en pecho que quieren, al igual que nosotras las mujeres, encontrar el verdadero amor.
Diría que el principal fallo es la trama, que no tiene contenido y, lo que tiene, resulta manido y con un humor no muy acertado, puesto que no hace gracia. Las anecdóticas andanzas en la campiña francesa, idílica y maravillosa, parecen tener encantado al tiburón de las finanzas Max Skinner, para quien, sorprendentemente, no supone ningún problema cambiarse el traje por unos sucios pantalones ni abstenerse de las comodidades de la gran ciudad. Eliminado, pues, este contraste que siempre da mucho juego, nos queda una historia de amor tan simple como cualquier otra y un mensaje final que recomienda tomarse la vida con más calma y menos ambición. Claro, que la cosa tiene truco: Scott nos propone elegir entre ser millonario y vivir solo y sin tiempo libre para nada; o disfrutar de una familia y de los placeres de la vida... y ser millonario. Vamos, que hay que ser mu’ tonto para pensárselo.
Sea como sea, advierto que a mi esa dicotomía ciudad/campo no me convence en absoluto. ¿Por qué la urbe tiene esa mala prensa? Me niego a que representen la ciudad como una cosa gris, fría, inhumana y vacua, donde uno no puede encontrar la auténtica y limpia felicidad. Pues no. Como enamorada de las ciudades que soy, rompo una lanza a favor de los adoquines, los edificios nuevos y viejos; por los cines, los barrios, las cafeterías, los pequeños comercios, los centros comerciales, las estaciones, los aeropuertos, las avenidas, los espectáculos, los teatros, las luces de Navidad, los vecinos de la otra calle, las risas en medio de la noche, los bares, los restaurantes, los olores indescifrables, las fuentes y los semáforos. Y, sobre todo, por la vida, la múltiple e inagotable vida, que se respira en ellas.
La película tira a regular. No salió bien la cosecha.
Diría que el principal fallo es la trama, que no tiene contenido y, lo que tiene, resulta manido y con un humor no muy acertado, puesto que no hace gracia. Las anecdóticas andanzas en la campiña francesa, idílica y maravillosa, parecen tener encantado al tiburón de las finanzas Max Skinner, para quien, sorprendentemente, no supone ningún problema cambiarse el traje por unos sucios pantalones ni abstenerse de las comodidades de la gran ciudad. Eliminado, pues, este contraste que siempre da mucho juego, nos queda una historia de amor tan simple como cualquier otra y un mensaje final que recomienda tomarse la vida con más calma y menos ambición. Claro, que la cosa tiene truco: Scott nos propone elegir entre ser millonario y vivir solo y sin tiempo libre para nada; o disfrutar de una familia y de los placeres de la vida... y ser millonario. Vamos, que hay que ser mu’ tonto para pensárselo.
Sea como sea, advierto que a mi esa dicotomía ciudad/campo no me convence en absoluto. ¿Por qué la urbe tiene esa mala prensa? Me niego a que representen la ciudad como una cosa gris, fría, inhumana y vacua, donde uno no puede encontrar la auténtica y limpia felicidad. Pues no. Como enamorada de las ciudades que soy, rompo una lanza a favor de los adoquines, los edificios nuevos y viejos; por los cines, los barrios, las cafeterías, los pequeños comercios, los centros comerciales, las estaciones, los aeropuertos, las avenidas, los espectáculos, los teatros, las luces de Navidad, los vecinos de la otra calle, las risas en medio de la noche, los bares, los restaurantes, los olores indescifrables, las fuentes y los semáforos. Y, sobre todo, por la vida, la múltiple e inagotable vida, que se respira en ellas.
La película tira a regular. No salió bien la cosecha.
15 de noviembre de 2013
15 de noviembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen año es una película de lo más agradable y tierna, de esas que da gusto ver de vez en cuando.
Es una historia más de cómo un hombre sin escrúpulos al que solo le importa el dinero descubre la importancia de la sencillez y el amor, pero logra no ser una película más gracias a la elegancia siempre innegable de Ridley Scott con la cámara. Incluso cuando no tiene una historia épica en la que lucir su arte, el inglés se las arregla para sacar el máximo partido al plano, el color, los exteriores y todos los recursos a su alcance en un ejercicio de realización que no pasa desapercibido. Como tampoco lo hacen el encanto infinito de Marion Cotillard, la mala baba de Tom Hollander, la ternura de Albert Finney y Freddie Highmore, el derroche de simpatía y naturalidad de Abbie Cornish y por supuesto la maestría de ese superdotado que es Russell Crowe. El neocelandés se maneja como pez en el agua en los aspectos más cómicos del personaje y logra con su pericia que finalmente nos caiga simpático un tipo tan odioso como Max.
Sin embargo, el guión de Mark Klein es irregular, se pierde demasiado en escenas absurdas o innecesarias (las protagonizadas en solitario por la criada francesa, las varias secuencias que detallan la adaptación de Max a la vida francesa) y da demasiada importancia a la trama de la venta de la casa y las operaciones bursátiles de Max. No es ahí donde reside el encanto de la historia, y es un error poner el foco sobre ello.
En pocas palabras, Un buen año no es una película perfecta, pero sí es una entrañable y muy agradable historia excelentemente bien rodada y maravillosamente interpretada. Bienvenida sea.
Lo mejor: Los actores, especialmente Russell Crowe y Abbie Cornish.
Lo peor: Pierde mucho interés cuando el guión se desvía de las relaciones humanas de los personajes.
Es una historia más de cómo un hombre sin escrúpulos al que solo le importa el dinero descubre la importancia de la sencillez y el amor, pero logra no ser una película más gracias a la elegancia siempre innegable de Ridley Scott con la cámara. Incluso cuando no tiene una historia épica en la que lucir su arte, el inglés se las arregla para sacar el máximo partido al plano, el color, los exteriores y todos los recursos a su alcance en un ejercicio de realización que no pasa desapercibido. Como tampoco lo hacen el encanto infinito de Marion Cotillard, la mala baba de Tom Hollander, la ternura de Albert Finney y Freddie Highmore, el derroche de simpatía y naturalidad de Abbie Cornish y por supuesto la maestría de ese superdotado que es Russell Crowe. El neocelandés se maneja como pez en el agua en los aspectos más cómicos del personaje y logra con su pericia que finalmente nos caiga simpático un tipo tan odioso como Max.
Sin embargo, el guión de Mark Klein es irregular, se pierde demasiado en escenas absurdas o innecesarias (las protagonizadas en solitario por la criada francesa, las varias secuencias que detallan la adaptación de Max a la vida francesa) y da demasiada importancia a la trama de la venta de la casa y las operaciones bursátiles de Max. No es ahí donde reside el encanto de la historia, y es un error poner el foco sobre ello.
En pocas palabras, Un buen año no es una película perfecta, pero sí es una entrañable y muy agradable historia excelentemente bien rodada y maravillosamente interpretada. Bienvenida sea.
Lo mejor: Los actores, especialmente Russell Crowe y Abbie Cornish.
Lo peor: Pierde mucho interés cuando el guión se desvía de las relaciones humanas de los personajes.
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