No se trata de una peli propiamente de Cantinflas y, tal como se indica en la sinopsis de FA, el cómico pleiteó por su exhibición al utilizarse el metraje de algún corto y otras imagenes en que se le ve torear.

El argumento y la puesta en escena son absolutamente 'naif', se nota que apenas hay medios y que todo es bastante chapucero, pero al mismo tiempo hay una espontaneidad digna de destacarse, además de tener un tono semidocumental y antropólogico que hace convierte esta simpática rareza en bastante indicada para quien tenga debilidad por México o quiera conocer aquel país mejor.

La cosa es muy simple: una pareja de humildes tenderos del DF (Eufrosina García y Agustín Isunza) deciden, junto al roñoso prestamista (Manuel Medel) con el que han puesto el negocio,darse un garbeo por el estado de Veracruz para conocer su vistoso carnaval y correrse una juerga, lo que dará lugar a algunas situaciones divertidas.

Llamativo que estuviera protagonizada por Agustín Medel, compañero cómico de Cantinflas en sus primeras apariciones en pantalla, antes de empezar a triunfar en solitario.

Lo que uno comprueba viendo películas de Cantinflas de esta primera época en que aún no era protagonista absoluto y que están temporalmente inscritas en la llamada "Edad de Oro del Cine Mexicano" es el vigor de aquella industria hoy olvidada, palpable incluso en películas del montón como esta.

Y cómo se trataba de adaptar e imitar con frecuencia modelos hollywoodienses: si el otro día comenté aquí "Aguila y Sol" (Arcady Boytler, 1938), para decir que me parecía claramente deudora del musical 'backstage' de la Warner o la RKO, esta "El Signo de la Muerte" parece, por su parte, una copia de tantos clásicos de serie B a mitad de camino entre el terror, el misterio y el policial producidos algo más al norte por, por ejemplo, la Universal

Y es que el argumento y la ambientación podrían ser muy intercambiables, amén de que quienes lleven el peso de la trama y de la investigación sean periodistas, los insertos de primeras planas para hacer avanzar la acción o la tópica imagen de la rotativa en la transición entre escenas.

Y si el personaje del profesor de Arqueólogía (Carlos Orellana) parece claramente una versión de Boris Karloff, el de su inquietante ayudante (Max Langler) es claramente devoto de otros interpretados por John Carradine o Irving Pichel en aquellas películas.

Lo que desentona bastante en comparación con esas otras películas son los segmentos de comedia absurda y astracanada, protagonizados por Cantinflas y Manuel Medel, su habitual pareja cómica de entonces. Sobre todo, porque el filme no es predominantemente nunca una comedia o una parodia, ni tiene ese tono, como sí sucedería años más tarde, volviendo a los referentes estadounidenses, en las cintas de Abbott y Costello que parodiaban los clásicos de la Universal o, ya puestos, en algunas de "The Three Stooges".

O sea que el problema de la peli y lo que choca bastante es esa indefinición en el tono, ese agregado y superposición algo tosca (no una hábil mezcla) de géneros. Porque en cuanto a su centralidad argumental, la película pretende ser otras cosas (hay quien incluso la ha calificado como un 'slasher' de los años 30 y, de hecho, su director, Chano Urueta, sería algo después uno de los directores de terror mexicanos más célebres y prolíficos), a mitad de camino entre el terror, el misterio y el policial, y hasta con sus dosis de romance en plan 'screwwball comedy', con periodismo y mujer empoderada por medio, al modo de "Luna Nueva" (Howard Hawks, 1940).

Por tanto, hay que ser un poco indulgente con esta película si se quiere disfrutar de ella. Pero les aseguro que, siquiera sea a ratos, y pese a su decurso un poco a trompicones, es posible, pues hay momentos en que se convierte en un despendole bastante divertido. Y entrañable pese a sus incoherencias.

Flojo musical para incondicionales del cantante de Martos, rodado y ambientado íntegramente en Argentina por Mario Camus de modo correcto, aunque desganado, y con resultados que posiblemente sean de lo más mediocre entre todas las películas que dirigió.

Con todo, la cinta se deja ver y hasta puede resultar a ratos pintoresca como postal turística, con paisajes de Bariloche, las cataratas del Iguazú o el propio Buenos Aires, entre canción y canción de Raphael y con el típico "dabadabáda" de fondo de la música incidental de Antón García Abril.

Y la historia en cuyo guión participó -para pasmo de quien lea con atención la ficha- Antonio Gala, es inicialmente prometedora, pero tras revelarse el misterio que la envolvía hacia la mitad de la peli, esta se torna plomiza y previsible y el ritmo se atasca, aparte de que todo el rollo amoroso, pese a la presencia de Serena Vergano, resulta tan relamido y cursi como poco creíble.

Aunque (como explicaré inmediatamente en la zona Spoiler), lo cursi a veces puede autoredimirse...

Se intenta imitar en este filme de los inicios de la carrera de Cantinflas los musicales 'backstage' del Hollywood dorado contemporáneo a la realización del filme, tanto en el asunto como en las coreografías. Incluso hay algunas secuencias, como la del sueño, en las que es explícito y descarado el homenaje a Busby Berkeley.

Al igual que en otras películas de esta etapa, Cantinflas está acompañado del también cómico Medel. La historia de los huerfanitos abandonados que escapan del hospicio y se convierten en actores de variedades es de lo más previsible, pero la película no deja de tener algunos momentos divertidos

Un filme tosco y deslavazado, que no sabes muy bien nunca qué pretende. Cada secuencia es una pedrada y están tan pésimamente engarzadas unas con otras en el montaje que la cinta termina por encresparte.

Tanto más cuanto que tiene imágenes interesantes e incluso bellas y con intención artística, como los planos con que se abre y cierra el film con la silueta de la hilera de revolucionarios recortada en el horizonte. O escenas muy naturalistas y antropológicas, aunque espantosamente rodadas y montadas, como todo lo del festejo.

Por si esto fuera poco, la historia que sirve de eje de esta película que no se sabe bien si es una comedia, un drama, un musical, un documental sobre la revolución mexicana o qué demonios, no solo es vulgar, sino que con su enfoque,banalizador de los abusos sexuales y del derecho de pernada puede llegar a herir la sensibilidad del cualquier espectador.

Y es que ambientado en 1916, en plena revolución mexicana, llama la atención que al tratar de dar una visión de aquella, 20 años después, el filme lo haga de modo tan complaciente, justificativo y exculpatorio no ya del lado más oscuro de la revolución mexicana sino del propio ser humano.

Por lo demás, si bien la comicidad de Cantinflas permite que en algún momento aflore en el espectador la sonrisa, esta enseguida queda siempre ahogada por la inanidad de la historia, el montaje a trompicones o lo abyectamente soez y machista de su planteamiento de fondo, sin que haya casi nunca (o, precisamente, porque no la hay) l apenas compensación estética o artística respecto a tanta vulgaridad.