Hoy me toca llevar la contraria. Esta película me deja una sensación amarga; todo el aspecto artístico y técnico parece impecable, pero es aburrida hasta el dolor. Y fui a verla con ilusión, estimulado por las críticas favorables, y en buena compañía.

Reconozco que los problemas existenciales de la clase burguesa no me atrapan; las disertaciones sobre delicias culinarias trufadas de comentarios pedantes me son difícilmente soportables. La cinta presenta maravillosas estampas de la actividad de los protagonistas en la cocina, con una larga escena inicial de introducción en la cual son seguidos por la cámara, mostrándonos la agitación previa a un banquete, al tiempo que nos enseñan cada uno de los platos del menú.

Inmediatamente, la película se ralentiza, ¡y de qué manera! Tras media hora de diálogos cargantes y alguna estampa bucólica, perdí el interés en lo que ocurría en pantalla, fantaseando por momentos con que apareciese un Stallone u otro de ese perfil, y de una ráfaga se cargase a ese manojo de pretenciosos e insufribles personajes.

Y no creo que sea cuestión de verla con ojos contemplativos. Billy Wilder decía que sus tres mandamientos en el cine eran: no aburrir, no aburrir y no aburrir; A fuego lento se pasa por el arco del triunfo los tres.

From se sostiene de inicio con una idea atractiva: un grupo de personas atrapadas en un pueblo perdido en el que, además, unas peligrosas criaturas salen de noche con intención de matar a todo el que puedan. Con la ilusión de disfrutar de una buena serie de sustos, me lancé a verla.

Tras un par de notables capítulos iniciales el ritmo mengua, y diálogos insustanciales se apoderan de la pantalla. La trama avanza poco y predomina más el drama que el misterio o el terror. El protagonismo se torna más coral, pero cuesta empatizar con los personajes, exceptuando quizá al sheriff o a la médica.

De tanto en tanto aumentan el interés con algún "anzuelo", pero apenas hay explicaciones a las incógnitas anteriores, que se acumulan. A mitad de serie es patente que todo se va a convertir en una sucesión de escenas de relleno para llegar a un final abierto que prepare la siguiente temporada.

Pensé varias veces en dejarla, pero finalmente me decidí a ver los últimos episodios, eso sí, en piloto automático.

Si te crees el drama y las relaciones entre personajes, puedes disfrutarla. Si lo que buscas es pasar un poco de miedo, olvídalo.

Disney ha intentado dar una pátina de naturalismo a la saga del Depredador. El enfoque se aleja de lo que se espera de una pelicula de acción, algo que en sí no es negativo, pero el resultado es desigual y un poco desconcertante.

Los primeros cincuenta minutos pasan entre escenas que remiten a la vida diaria de una comunidad india y al esfuerzo de los jóvenes (entre ellos, la protagonista) por demostrar sus habilidades para la caza. Demasiada inversión de tiempo en una puesta en escena que se come la mitad de la película y aporta más bostezos que otra cosa. Nada que ver con la primera, que en cinco minutos se metía en harina. En mi opinión, este es su gran debe.

La última media hora eleva un poco el vuelo. El ritmo se incrementa, pero no compensa la turra inicial, más si cabe teniendo en cuenta la previsibilidad de lo que nos cuentan. Podría haber ayudado algún fragmento de la conocida banda sonora de Alan Silvestri, pero tampoco les dio por ahí.

Finalmente, decir que algunos efectos especiales "cantan". No será por falta de dólares.

El resultado es una película diferente, a ratos lenta, y con un bicho que no asusta.

Eso sí, incomprensibles las buenas críticas del ramo profesional. Para hacérselo mirar.

Algo más de una temporada aguanté, a la espera de que Abrams y sus colegas tuviesen a bien despejar alguna incógnita, aunque en el fondo sabía que eso no ocurriría. Y no ocurriría por imposible; no había manera de resolver tal cantidad de enredos de una forma coherente. Ya lo sabía Hitchcock, y seguro que también Abrams, aunque parece que no le importó.

La credibilidad de la historia va perdiendo puntos a medida que pasan los episodios. La serie avanza acumulando enigmas nunca resueltos, y a medida que son más numerosos se hace más complicada una explicación razonable. Sin duda tiene virtudes: el ritmo o la producción, por citar solo dos; se nota que gastaron un buen saco de dólares en el aspecto formal. De esta manera consiguen mantenerte enganchado, en mi caso una temporada, que vi con gusto ansioso por encontrar sentido a los fantásticos cebos que esparcían aquí y allá (¿Por qué Locke recupera la movilidad en las piernas? ¿Qué se llevó al protagonista de la cabina del avión?¿Qué sentido tenía la combinación de números de la lotería?, etc.). Eso saltó por los aires en el último episodio de la primera y a lo largo de la segunda. Comprendí que Abrams no iba a hacer ninguna aclaración, y yo decidí no seguir viéndola porque me la querían dar con queso. No había forma de montar una justificación creíble (al menos para mi gusto) y ya veía que la única salida sería decir que todo había sido un sueño o cualquier rollo metafísico oportunamente invocado por los guionistas, como así ocurrió.

En el fondo, lo que Lost propone es que el trabajo del guionista lo hagan los espectadores. La coherencia interna se sustenta en la indulgencia de la audiencia, que ha de rellenar (o no) los huecos del libreto. Así las cosas, no me extrañó nada la polémica que se montó con el final, es lo menos que podía pasar. De hecho un rápido vistazo por internet demuestra que hay mucha confusión con el remate de la serie, y, cuando eso ocurre, o cuando alguien tiene que colgar diez vídeos para explicarlo (hay youtubers que así lo han hecho), es que la historia es, como poco, confusa. Sin embargo, y a raíz de las notas y comentarios vertidos en esta misma página, es obvio que la apuesta les salió bien.

Porque lo que Lost propone ya se había visto antes, si ir más lejos el año anterior en la película Identidad (2003, James Mangold), un arranque y desarrollo apabullante estropeado por un final que decepciona porque ya no queda otro remedio, tan alucinantes son las incógnitas que propone.

Siempre me sorprendió que Lost durase tantas temporadas, siendo una serie que, en el fondo, es muy hueca. La misma sorpresa que me llevo cuando veo que en Filmaffinity puntúa cerca de un 8. En fin, cuestión de gustos.

La película tiene un desarrollo sorprendente a partir de varias historias entrelazadas. Pero eso, per se, no es suficiente para mantener la atención que sí captaron los primeros veinte minutos.

No es comedia, no es drama, no es una de miedo, y al mismo tiempo es un poco de todo. Apunta maneras, pero la mezcla no cuaja; apuesta mucho a giros argumentales y a conductas extremas, pero no es suficiente.

Quizá es que mi gusto es más clásico y prefiero el manido planteamiento-nudo-desenlace, o quizá no. En el fondo, solo pido a una película que me entretenga, y esta combinación de casquería, comportamientos sexuales malsanos y trastornos psicológicos no lo ha conseguido.

Lo mejor: Macarena García, guapa como un ángel.
Lo peor: Quizá no sea la más apropiada si tienes un espíritu sensible; y ni de lejos es tan buena como Relatos salvajes.