Hacía tiempo, quizás desde Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), que no veía una película sobre juicios tan interesante. Pero no solo de un juicio trata la película. La trama principal surge en un barrio de mayoría cristiana de Beirut donde un malentendido y un juego de orgullos reabren unas heridas sobre el conflicto sin sanar que existe entre los cristiano-libaneses y los palestinos en el Líbano. Al principio parece fácil decantarse sobre una de las partes, pero la complejidad de la verdad va aflorando y vemos cómo el tiempo y el cansancio hacen mella en el orgullo. Creo que esta película es muy recomendable, sobre todo si no estás muy al tanto sobre qué es lo que ocurre en esta parte de Oriente Medio. Personalmente, puedo decir que esta película me ha podido enseñar que por muy cabreado que pueda estar y me entren ganas de hablarle mal a alguien me lo pensaré dos veces. Nunca sabemos los fantasmas y lo que puede estar sufriendo la persona que tenemos enfrente.

¿Cómo puede ser que una película que ha invertido tanto en efectos especiales y actores tan bien pagados acabe siendo tan insustancial e incluso molesta por sus deficientes diálogos y su trama?

He de decir que perdí doblemente el tiempo con este film, la primera porque me dormí 5 veces durante toda la película y la segunda porque la puse para ver lo que me había perdido.

Pues eso, que os aproveche a los que os guste.