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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1,384
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de noviembre de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por lo que he leído sobre Alphonse Gabriel Capone (1899-1947) bien podía ser esta la versión más próxima a su biografía. Sin duda la interpretación de Rod Steiger, muy alejada de lo artificioso, nos lo sitúa como un ser humano execrable, desconfiado, vengativo y astuto; más que como una leyenda del crimen organizado.
Como buen hombre de negocios, el amigo Capone, que en su tarjeta de presentación decía ser vendedor de antigüedades, desarrolló meteóricamente su carrera en una atmósfera propicia para emprendedores audaces. Chicago era liberalismo salvaje, corrupciones políticas, chantajes...; toda una selva en la que los escrúpulos eran un lastre, y los fuertes: los menos piadosos y los más mentirosos. Nada que no siga valiendo hoy en día para conseguir las cúpulas del poder. Tampoco ahora se encarcela a los grandes criminales (muñidores de guerras, especuladores del hambre, esclavistas...), a no ser que caigan en desgracia y pasen de ser inversores industriales, padres del progreso y audaces activistas económicos, a simples defraudadores de hacienda.
Aquel "chantaje legítimo" que preconizaba Al Capone, situándose como pieza dentro del capitalismo, puede convertirse en delito cuando alguien te está disputando el poder; porque los objetivos, de unos y otros, suelen estar alejados de la justicia social que cree más en el reparto.

Aquella Ley Seca que encumbró a los más voraces, sentó las bases para que la ética no forme parte de las decisiones políticas, financieras, sociales:
Es el capitalismo amigo, el negocio es el negocio, la libertad es un bien individual no colectivo, para ascender hay que pisar cabezas...Frases que "Caracortada" cincelaría en sus másteres para triunfadores.
Sinhué
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6
30 de noviembre de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien mantiene que el futuro está en lo sintético. Que la evolución pasa por aprovechar los procedimientos industriales para conseguir estados satisfactorios; alcanzar lo sencillo, lo natural, a través de sustancias psicotrópicas, que de alguna manera engañen a nuestro sistema nervioso, a nuestro cerebro. Es tan rebuscado, bajo mi punto de vista, como intentar encontrarse a uno mismo persiguiendo sombras por un bosque laberíntico.
Aún así, los perseguidores de la ultra-percepción, experimentan con distintos materiales psicoactivos a la búsqueda de la excelencia amatoria, artística, deportiva...; encontrando en ocasiones efectos y resultados estrambóticos e insospechados.

En un berenjenal parecido se sumerge la angelina Dezzy (Dora Madison), vendiendo su alma a un negro diablo que se cuela por la nariz, en un desasosegante viaje sin reglas ni cortapisas, y con un claro y único objetivo: terminar con el bloqueo creativo que permita rematar en obra maestra un cuadro paralizado.

Sin duda esta obra de Joe Begos está dirigida a los amantes del género fantástico en su vertiente más gore. De ahí que quienes no somos fanes de los excesos viscosos y hemáticos nos la creemos solo a medias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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8
3 de mayo de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he mantenido la teoría, afirmada en los científicos datos de mi propia familia, de que los más humildes se apuntan en el mundo del fútbol, o cualquier otro deporte, a los caballos triunfadores. Esa inyección de moral que te da la victoria de tu equipo, la alegría de los jugadores, es justo lo que necesita un desafortunado para sobrevivir. El poder decir alguna vez, tras tantas amargas derrotas: ¡hemos ganado!; cuando el gol lo ha metido un tío que cobra, él solo, lo mismo que todos los de tu pueblo, sería patético sino fuera porque la ingenua entrega del aficionado es de corazón y este sentimiento tan puro y solidario cura todas las imperfecciones que arrastra la insensatez.

Yo, nunca me comportaría como Tati, el hombre que abandona todo (el que no tiene nada, nada tiene que perder), para llevar un presente que le ayudará, a Maradona, a salir del mal trance en que se encuentra. Nunca creeré en la capacidad milagrosa de los ídolos. Pero empatizo profundamente con las buenas personas, aunque hagan cosas increíbles, y es increíble que no hagan otras para hacerse valer y respetar.
El buen muchacho de Misiones, pese a todo, es positivo e inicia la peregrinación desde su remota aldea, convencido de que su acto es necesario y que ayudará a quien tanto le ayudó, a quien hizo campeón del mundo a un miserable parado como él.

Es esa certeza que quiere transmitir Carlos Sorín, de que la bondad de los invisibles, de los sin nombre, de los menesterosos, es de las mejores cosas que nos van quedando en este despiadado mundo, la que convierte sus películas en impagables lecciones de vida; y te embarcan en la certidumbre de que lo que realmente da satisfacciones y calienta el alma, son las pequeñas cosas, los actos desinteresados.

Este viaje iniciático que, ahora que no nos oye el mozo, no curará a San Diego; sí que servirá, un poco, para rebajar el colesterol de la cantidad de cuestiones inservibles que atoran nuestra existencia.
Sinhué
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8
16 de abril de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando alguna de las partes involucradas en una relación agonizante considera que no merece la pena gastar un gramo más de fuerza en salvar lo insalvable; cuando las palabras las oye el interlocutor desde afuera; cuando la necesidad de salir corriendo, o volando por la ventana es acuciante; cuando ese misterio que rodea la incubación del desamor, queda perfectamente resuelto con la certeza de que lo que vivía ya está muerto...; es hora de empezar en otra parte. Y a ello, con cierta sensación de libertad, se dedica Vittoria que acaba de quemar una etapa amorosa y agobiante de su vida.

Vuelve Michelangelo, en L'eclisse, a mostrar lo que mejor sabe: el campo de batalla tras las ruinas sentimentales de una clase social más que acomodada.
Una vez calafateadas todas las grietas de la supervivencia, la clase pudiente se dedica a tomar decisiones urgentes, buscando con desesperación el espejismo de la felicidad. En este envidiable albedrío, en la impotencia de materializar un mínimo de estabilidad a pesar de rozarla con la punta de los dedos, es donde plantea el director italiano el vacío existencial de estas criaturas; que si no fuera porque solo giran alrededor de su ombligo y nos resultan, por insolidarios, bastante antipáticos, nos darían mucha pena.
La burguesía, proclama con insistencia Antonioni, es una clase social que no aprende y, una y otra vez, se envenena con su propio éxito, a sabiendas de que el mismo se ha firmado vendiendo el alma, por lo cual deberían aceptar la condena.

Pero lo que encandila del gran maestro y sus co-guionistas (Tonino Guerra y Elio Bartolini), son las notas al margen, lo que se cuenta sin palabras: esos paseos a ninguna parte, los silencios incómodos, las dudas que se mastican, los afectos congelados, la incapacidad de entrega y, como colofón, la desconfianza perpetua. Justo todo lo que desagrada al espectador que no está dispuesto a mancharse, el que demanda entretenimiento y no reflexión. Y eso que los protagonistas son jóvenes, guapos y medio triunfadores.

Si se estrenara hoy, casi sesenta años después, algo tan profundo, con pretensiones tan incorpóreas, el exhibidor podría acabar en el juzgado de guardia por tomar el pelo a los respetables consumidores. Hasta aquí nos ha traído el abandono de la poesía.
Sinhué
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8
21 de octubre de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sencillez elevada a la máxima potencia. Cuando hay tanta verdad y naturalidad, los artificios, e incluso los guiones, sobran. Rechinarían de forma desagradable en la historia que nos propone Wang Quan’an, director chino de orígen mongol, que ya situó por estas latitudes esteparias “La boda de Tuya”, triunfadora en Berlín 2006.
Con una cámara objetiva y unos actores que no lo son, es suficiente para mostrar una manera de vivir que se nos antoja envidiable a quienes estamos sumergidos en el mar de las prisas y perdidos en el laberinto de las imposibles satisfacciones.

Un cadáver en medio de ninguna parte, rebaños de ovejas y de durísimos caballitos, un camello gigantesco que sirve de montura y de pared, profundas amistades de una noche, una mujer que hunde sus raíces en el último día de los dinosaurios y aspira a prolongarse en el tiempo haciendo fértiles los huevos petrificados, un centauro con ruedas zigzagueando por las inmensas llanuras heladas, policías desarmados, pocas palabras, muchas miradas, corazones parados con la mano, nacencias a golpe de un soplido... Solo vida, entre unos amaneceres que hielan la sangre y unos atardeceres que encienden a lo lejos las hierbas blancas; ambos salvajes, ambos gemelos.

Disfruta de la filosofía de un pueblo que se resiste a ser extinguido y al que aún le sobran tiempo y generosidad para darnos unas clases de sabiduría y coherencia.
Sinhué
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