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Críticas de travis braddock
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Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de esta película probablemente le suene familiar a más de uno, con el clásico punto de partida en el que un hombre mayor ejerce de figura paterna de un crío necesitado de ella, al tiempo que recupera el valor de la comprensión humana. Esto lo podemos encontrar lo mismo en la serie animada ‘Heidi‘ que en el ‘Gran Torino‘ dirigido por Clint Eastwood y ‘St.Vincent’ sigue las pautas religiosamente, como no podía ser de otro modo en una película en la que se habla del concepto de santidad. Vincent es aparentemente un misántropo que solo encuentra placer en su gato, la bebida, en la compañía de damas de la noche y en apostar en carreras de caballos, pero a lo largo del metraje iremos descubriendo por qué se comporta de ese modo. Entonces veremos que no es tan egoísta como parece, que las circunstancias de su vida le han llevado a seguir esos caminos de perdición y que, a pesar de ello, aún conserva una gran humanidad.

Bill Murray es uno de esos actores que ya se han convertido en icono pop, recordado por sus intervenciones en comedias ochenteras como ‘Cazafantasmas‘, noventeras como ‘Atrapado en el tiempo‘ y dramas contemporáneos como ‘Lost in Translation’. Murray nunca ha sido un actor del Método ni falta le ha hecho, pues esa capacidad suya de interpretar comedia y drama con el mismo gesto burlón, cínico y melancólico le ha dado siempre un toque metafísico, como si nada debiera ser tomado ni muy en broma ni muy en serio. Un gesto que también le sirve para dotar de personalidad a Vincent, un personaje en el que puede lucirse a gusto y hacer que le queramos incluso más cuando se porta mal.

En cuanto al resto del reparto, niños y adultos, todos cumplen en sus personajes. Con una Melissa McCarthy más contenida y dramática que en ‘La boda de mi mejor amiga‘ o ‘Cuerpos especiales‘, como madre que trata de acostumbrarse a su nueva vida y a los remordimientos de no poder criar a su hijo como le gustaría a causa de sus obligaciones laborales. Por el contrario, Naomi Watts relaja la tensión habitual de muchos de sus papeles y pone varios puntos de humor con su prostituta de acento eslavo, de esos que es mejor disfrutar en versión original.

Aunque escrita y dirigida por el debutante Theodore Melfi, ‘St. Vincent’ tiene el sello de su productor, Harvey Weinstein. No es una película que vaya a cambiar la historia del cine, pero es un entretenimiento bastante digno que se ve con agrado y que deja buen poso una vez ya visto. Y que a los que nos gusta Murray nos da la oportunidad de verle bailando de forma estrafalaria el ‘Somebody to love‘ de Jefferson Airplane o cantando el “Shelter from the storm” de Bob Dylan en plano fijo.
travis braddock
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6
11 de junio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dos madres perfectas” está dirigida por la luxemburguesa Anne Fontaine, autora de películas como “Nathalie X” o la cinta sobre Coco Chanel que protagonizó Audrey Tautou y adapta el relato “Las abuelas” de la escritora ganadora del Nobel, Doris Lessing, en un proyecto que además está producido por Naomi Watts, una de las protagonistas. El eje de la historia es la amistad entre los personajes de Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright), amigas desde la infancia, que han crecido juntas y que ya pasados los 40 años viven al lado una de la otra, en un idílico paraje junto al mar en la región australiana de Nueva Gales del Sur. Roz vive con su marido y su hijo adolescente y en la casita de al lado está Lil con su otro hijo de la misma edad, aunque en su caso no hay hombres en su vida ya que enviudó años atrás. Todos ellos guardan una cordial relación que se verá desequilibrada cuando el marido de Roz se traslada a vivir a Sidney por motivos de trabajo, algo que no es visto con buenos ojos por su mujer y su hijo, que no están muy por la labor de dejar el lugar. Poco después, Roz comienza la relación con el hijo de Lil, ya en la edad de sentirse atraído por el otro sexo y que acaba poniendo sus ojos en la mejor amiga de su madre. Ella se resiste pero finalmente accede y su amiga no tardará en darse cuenta de la situación, lo mismo que el hijo de Roz. Y así no pasará mucho tiempo hasta que el hijo de Roz haga lo propio y seduzca a Lil, que se deja llevar, en el caso del joven y de la viuda para hacer lo mismo que aquella persona que ha sido su amiga toda la vida y con la que ha vivido todo.

Fontaine y el guionista Christopher Hampton (“Las amistades peligrosas”, “Expiación”) proponen un curioso panorama en el que la amistad se lleva al límite de compartirlo todo, los hijos comparten a las madres y las madres a los hijos, después de que todos ellos hayan crecido juntos y se sientan como una suerte de familia, con sus propios códigos. De esta manera, todos acaban aceptando la situación y viven con ello sin problemas, alejados como están del resto del mundo, sin temor a verse juzgados por los demás. Ese es el apunte más interesante del relato, esa plasmación de la maternidad llevada al extremo de dejar al hijo en brazos de la amiga y esa amistad entre las dos mujeres como una necesidad de una de vivir todas las cosas que vive la otra, como si fueran un único organismo que no admite diferencias. Aunque el idílico plan en el que viven no tarde en resquebrajarse cuando los hijos crezcan y empiecen a conocer a otras personas que les alejen de ellas.

Sin embargo, a pesar de estas inquietantes connotaciones, a la película le cuesta levantar el vuelo con un aire en ocasiones más telefilmero que perturbador, que hace pensar en lo que podría haber dado de sí la trama en manos de un director más audaz, además de que los actores que hacen de hijos de las protagonistas resultan bastante limitados. Por su parte, Robin Wright y Naomi Watts hacen un buen trabajo como esas madres cuarentonas que han creado entre ellas un lazo incluso más fuerte que el que tienen con sus hijos, que ante todo se tienen a ellas, con esa mezcla de entrega y competitividad que he observado tantas veces en la amistad femenina.
travis braddock
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6
14 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora argentina Victoria Galardi habla los sentimientos de pertenencia, los celos y las rivalidades encubiertas en una película que además nos trae de vuelta a Elena Anaya, a la que no veíamos en cine desde "La piel que habito" y que ha tenido que irse a Argentina a buscar una oportunidad. Anaya es precisamente una actriz española en Buenos Aires que se ha instalado allí para encontrar más papeles y que pasa los veraniegos días de Navidad en casa de su amiga con el objetivo de relajarse y no ver a nadie, hasta que el ex marido de su amiga se cruza en el camino y le hace replantearse si vale la pena confesárselo a su amiga. Si está bien entablar una relación con alguien que ha sido el gran amor de su amiga o si es mejor pasar página porque la vida sigue y va cambiando para todos.

"Pensé que iba a haber fiesta" es una de esas películas que dejan caer algunas preguntas en lugar de resolverlas y en la que se echa en falta un poco más de metraje para tratar de responderlas. Porque se echa de menos saber un poco más sobre los motivos de Ana y Lucía para que sea tan problemática la relación con el ex marido de Lucía, del que se separó hace años. Quizá sentimiento de propiedad de la ex mujer a pesar de la separación, quizá celos, quizá deseo de Ana de quedar por encima de Lucía al envidiar su acomodada vida, quizá un deseo oculto entre ambas que nunca ha sido desvelado. Muchas preguntas que una vez que se vé la película quedan en el aire, demasiado en el aire y ese es el principal pero que se le puede poner a este filme, por otra parte interesante, rodado con sencillez y naturalidad y con buenas interpretaciones de Anaya y Bertucelli.
travis braddock
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7
27 de febrero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme se basa en el libro autobiográfico de Colin Clark, un escritor que en su juventud tuvo la oportunidad de formar parte del equipo de "El príncipe y la corista" y conoció de primera mano a una Marilyn Monroe que a sus ojos se desveló como esa chica vulnerable y triste, que escondía tras su atractivo y su aparente ingenuidad. Una faceta que todos acabarían conociendo tras tu dramática muerte en 1962.

La cinta está dirigida por el desconocido Simon Curtis, que hasta ahora había ejecutado su labor en la televisión británica y que aporta el tradicional buen gusto de las producciones de época que vienen de esas islas. Asimismo, las interpretaciones son otro de los puntos fuertes de la cinta, con una magnífica Michelle Williams dando vida a la mítica Marilyn y mostrando con gran sutilidad y sentimiento la atormentada personalidad de una mujer que siempre buscó ser amada y ser considerada como una buena actriz mientras todo el mundo suspiraba por sus curvas. Un gran papel de una Williams que se ha convertido en una de las actrices más interesantes de su generación.

El resto del elenco se completa con un buen Eddie Redmayne, cuyo aspecto ingenuo le viene de perlas para dar vida al joven Clark, un chico que no acaba de creerse que esté tan cerca de la mayor estrella del cine del momento. Otros secuendarios como Judi Dench o Julia Ormond cumplen con solvencia en sus papeles, mientras que Kenneth Branagh da rienda suelta a su histrionismo y se queda a gusto en su encarnación de su admirado Laurence Olivier, metiendo citas de Shakespeare y todo. No soy muy fan de Branagh, pero aquí su tendencia a la ampulosidad le viene bien a su personaje. También sale en un breve papel Emma Watson, la Hermione de "Harry Potter", tratando de quitarse de encima tantos años de encasillamiento en la saga del niño mago. No lo hace mal, pero tampoco ofrece nada que permita ver su abanico de posibilidades, el futuro dirá que es de ella.

Una película muy interesante que quizá no ofrezca nada nuevo a los que conozcan un poco la vida de Marilyn, pero que resulta una aproximación muy sincera y honesta a su figura. Recomendable.
travis braddock
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8
29 de octubre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La vida de Adèle" es la nueva película del tunecino afincado en Francia Abdellatif Kechiche, un director poco conocido en nuestro país pero con una obra sólida en su país de adopción, con películas como "La escurridiza", que le valió para ganar los premios César (los Goya franceses) y otras como "Cuscús" y "La Venus negra", centradas en las diferencias raciales. Para su nueva película ha recurrido al cómic "El azul es un color cálido", de la autora francesa Julie Maroh, centrado en la relación entre dos mujeres, una adolescente y una universitaria con el pelo teñido de azul. Todo ello para una película que causó sensación en el pasado festival de Cannes y que le valió la Palma de Oro del jurado presidido por Steven Spielberg, que manifestó sentirse muy emocionado por la película.

En los últimos meses la película ha dado también que hablar por otros motivos que su calidad. Los técnicos que trabajaron en el rodaje y las actrices protagonistas denunciaron jornadas maratonianas de trabajo y un exceso de tomas para cada escena, en unos modos dignos del mítico Stanley Kubrick, conocido por su perfeccionismo obsesivo y que no dudaba en repetir hasta la extenuación una toma si no se quedaba convencido. Si en el caso de Kubrick esa repetición buscaba obtener una realidad cinematográfica lo más depurada posible, Kechiche busca ir quitando capas de interpretación para quedarse con algo que suene cotidiano y realista, para hacernos creer que los actores no están actuando. De hecho, el propio realizador ha lamentado estas críticas a su método de trabajo por cómo afectarán a aquellos que las conozcan cuando vean la película, perdiendo esa magia que tiene el cine cuando no se sabe muy bien cómo se hace lo que se ve en pantalla.

Y es que "La vida de Adèle" tiene en el naturalismo su gran baza, a la hora de mostrar la vida común de una adolescente de una ciudad francesa de provincias. Una adolescente que mira la tele mientras come, va siempre con su grupo de amigas y flirtea con los chicos del instituto, que también es aficionada a la lectura y disfruta leyendo los libros que le mandan en clase, haciendo sus propias interpretaciones de lo que lee y que practica la escritura plasmando sus pensamientos en un diario del que nunca sabemos qué es lo que llega a escribir. Adèle (Adèle Exarchopoulos) nunca se ha considerado lesbiana hasta que un día cruza su mirada en la calle con Emma (Léa Seydoux), la chica de pelo azul que remueve algo en su interior, uno de esos flechazos fugaces que quizá no se repitan, hasta que la casualidad quiere que Adèle y Emma vuelvan a encontrarse. Emma es estudiante de Bellas Artes y hará que Adèle descubra aspectos de sí misma que no conocía y que le harán crecer interiormente, en un amor que cambiará la vida de Adèle para siempre. Y mientras tanto, los espectadores somos testigos del proceso de ese primer gran amor, de su nacimiento, consolidación y decadencia, de cómo las cosas que parecían para siempre acaban por diluirse.

Esta es una película en la que la labor de sus actrices es fundamental para transmitir las emociones y Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux están a la altura del reto. El director contagia al espectador su fascinación por Exarchopoulos, por su personalidad sencilla y soñadora, tan exhuberante en su carácter como en su físico, capaz de ser adorable cuando se ruboriza, cuando su cara se ahoga en lágrimas, cuando su boca come y ama y cuando desnuda su bello cuerpo. La desconocida actriz es la revelación del filme, bien secundada por la más popular Seydoux (vista en varias cintas francesas y producciones americanas como "Robin Hood", "Midnight in Paris" o "Misión imposible: Protocolo fantasma"), que aporta un perfil más retraído para complementarse con la pasional Adele. Una química que ambas actrices escenifican a la perfección incluso ya fuera del rodaje.

Pero si la película ha dado que hablar ha sido por sus escenas de sexo, en las que se deja poco a la imaginación, con ambas actrices retozando desnudas durante varios minutos. Y estas escenas son para mí el punto más discutible de la película, por resultar más propias de una (flojilla) peli porno de lesbianas. Cuesta creer que una chica que se acuesta por primera vez con otra actúe con la audacia de una actriz porno. Por eso creo que hubiera sido más ajustado ver cómo la más experimentada enseña a la novata, del mismo modo que le enseña otras cosas en la película. Es bonito ver a las dos actrices desnudas pero no siento nada en esos momentos de excitación, a los que les falta la naturalidad del resto del metraje, donde el propio director te saca de la película dejando ver el artificio (mucho mejor es una escena que tiene lugar en una cafetería y en la que hay muchas pasiones en juego, donde ahí si que se siente la pasión).

De todos modos, es un reproche menor para una película recomendable, cuyas tres horas pasan volando y dejan con ganas de más. Aún así, creo que ha sido un poco sobrevalorada como obra maestra, ya que el cine nos ha dejado varias películas de carácter romántico tan buenas o mejores que "La vida de Adèle", me da que a algunos el sexo se les ha subido a la cabeza. Con todo ello, es un filme notable y merece la pena.
travis braddock
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