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Críticas de ESPILBERDO
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de septiembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repasando los votos de los registrados en esta web me he dado cuenta, sorprendido, de que la inmensa mayoria de ellos son muy positivos con respecto a la nueva pelicula de Quentin Tarantino. Y mi sorpresa no es porque yo la considere mala ni mucho menos, pero sí es un producto que, aunque no resulte aburrido en ningún momento, es de difícil digestión. Echando a un lado los recursos estilísticos del director hay que prevenir que es una película que dura casi tres horas y contiene un intermedio de diez minutos. Y sé que, por ejemplo, mis padres no la soportarían.

Y es que no es un film hecho para los padres. Tarantino no hace películas para nadie en concreto, aunque a veces sí me ha dado la sensación de que, después de rodarlas, las disfruta en el salón de su casa rodeado de sus mejores y más gamberros amigotes y de cerveza a mansalva. Pero las goza. Oh sí. Es de los pocos directores que te dispara un placer orgásmico por hacer cine como le da la gana sin atenerse a normas o presiones, con total libertad.

He aquí la película más transgresora de Quentin. No porque contenga elementos estilísticos y técnicos nuevos (es, de hecho, más moderada escénica y fotográficamente que obras anteriores) sino porque se atreve a violar y descuartizar la mayor institución moral del ser humano: la Historia. No resulta, sin embargo, demasiado escandalosa porque, al igual que en Kill Bill, la hiperbólica y poco rigurosa disposición de sus elementos no te deja tomártela en serio. En vez de tirar de documentos y hemeroteca para recrear una época o unos hechos históricos ha hecho lo que le ha salido de sus gónadas cuadradas. Y esto es muy bueno.

Pero "Malditos bastardos" no es sólo la bola de papel pringada en saliva que un niño rebelde escupe al profe de historia: es una fábula más de venganza trenzada con tal maestría que conduce el argumento a base de capítulos divididos en escenas en los cuales el mayor logro del director es mantenernos en tensión conservando la intriga durante los diez o quince minutos en que los personajes se explayan con un intercambio de pareceres multilingüe y fascinante. Compuestas todas ellas de unos actores dirigidos con inquietante inteligencia (atención a Christoph Waltz, carne de óscar). Y desembocando todo ello en una de las más atroces y sobrecogedoras apoteosis cinematográficas que yo haya visto en mucho tiempo. Un final en el que Tarantino nos hace cómplices, como parte de la Humanidad que somos, de su cruel inmisericordia, y donde todo espectador siente, sin remordimiento, un torrente de satisfacción tras contemplar una masacre bien merecida.
ESPILBERDO
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8
10 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que la mente y su mecanismo sean el único y gran misterio que el ser humano se ha propuesto siempre descifrar y que, paradójicamente, forma parte de su misma morfología. Es decir, nacemos con ella y se va desarrollando, del mismo modo que nuestras extremidades o nuestras vísceras. Y, sin embargo, no deja de ser un territorio inexplorado lleno de recovecos inaccesibles que, para colmo, sufre constantes transformaciones y contusiones externas. Todo un reto configurar una historia entretenida y ágil para explicar lo inexplicable: su funcionamiento. Muy complicado (a mí me resultaría a priori imposible) trasladar todo esto al lenguaje cinematográfico. Pero es que, encima, Del revés se propone explicarlo en formato aventura y dirigido a todos los públicos. Subrayo: un proyecto demasiado ambicioso, y como tal, y a pesar de su impresionante resultado, es obvio que no logra la perfección.

Desarrollada a dos niveles, como su muy acertado título origina indica (Inside: en la mente de la niña protagonista, Riley; y Out: el exterior, lo que ocurre a su alrededor), es una obra que deslumbra por el despliegue de originalidad e imaginación utilizado. Pixar ha creado unos referentes visuales que desde luego se utilizarán muchísimo para explicar todo este embrollo que ahora está tan de moda: la inteligencia emocional. Esa cosa extraña que de repente todos los padres desean insertar en sus hijos, algo que se ha convertido en la piedra angular del perfecto desarrollo cognitivo infantil. Éste es el primer acierto de los guionistas: aprovechar el tremendo potencial que estos nuevos conceptos psicopedagógicos tienen en las intenciones educativas de todo progenitor vanguardista. Desde este prisma, el diseño antropomórfico de las cinco emociones principales es magistral, y dotarlas de personalidad es un enorme acierto. Pero desde luego donde la factoría Pixar se luce con especial sabiduría es construyendo ante nuestros ojos el deslumbrante y maravilloso mundo del cerebro y sus islas, sus ciudades, sus abismos, sus circuitos. No falta detalle: los bichitos que se encargan de borrar nuestros recuerdos y archivos innecesarios, los amigos imaginarios, los actores que representan las películas en nuestros sueños, la ciudad de la imaginación y los deseos, la memoria abstracta (representada en la secuencia más genial de la película) y un terrorífico pozo sin fondo que siempre está presente y amenaza con tragarse todo lo que se le acerque demasiado. Una forma exquisita de representar todo que lo que nos hace personas (y también de lo que puede destruir nuestra psique y hundirnos en la nada) de un modo básico, colorista y luminoso.

El espléndido diseño del mundo de la mente queda pues supeditado a una historia real que de manera inevitable se desdibuja y pierde fuelle. El único problema de Inside Out es que resulta tan enriquecedora a nivel interno como básica a nivel externo. Podríamos decir que todo el universo que recrea el cerebro de Riley representa a Pixar: la frescura, la inventiva, ese ánimo por progresar y crear siempre historias adaptadas a los nuevos tiempos. Mientras lo que sucede en la vida externa de Riley es esencialmente Disney: los tradicionales valores familiares perfectos como única alternativa y rescate para la tristeza y los problemas. Aún así, este desdoblamiento de la trama tiene también su encanto y permite acentuar más el contraste entre lo cotidiano y lo extraordinario, y cómo el devenir acostumbrado de nuestro día a día, los hechos más insignificantes afectan de manera espectacular a todo lo que vive en nuestro interior.

Pixar descuida quizá un factor determinante, aunque quizá demasiado puntilloso. La emoción y la razón siempre han estado, tradicionalmente, desligadas aunque conniventes. En Inside Out, todo parece indicar que son las emociones las que generan el raciocinio. Con lo cual, el clásico concepto de Razón como tal se diluye y depende exclusivamente de lo que dicten los sentimientos. Sin embargo, Pixar lo condensa todo en el mismo punto. La fábrica de nuestras emociones es toda una industria con sede en un único emplazamiento: el cerebro. Una extraña contradicción ¿Qué lugar ocupa el corazón en todo esto? ¿Será que por fin Pixar ha obligado a Disney a pensar?
ESPILBERDO
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5
18 de mayo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo pensando que el actual subgénero de superhéroes, sus bases, su estructura, su forma de entender la acción y perfilar su trama descansan aún en aquel Superman, de Richard Donner. La manera de conjugar los episodios de la naturaleza extraordinaria del protagonista con los de su carácter humano adquirido (y sus consecuentes dilemas morales) que posee el clásico aún no han sido reinventados, ni siquiera por el magnífico Caballero Oscuro de Nolan, donde la tenebrosidad de sus ideas o el realismo político de sus argumentos resultaban tan densos que en ocasiones no lograban extraer con eficacia el disfrute innato que poseen las páginas de un cómic. Rememoro esa producción del 78 porque desde entonces no ha habido ninguna película de Marvel o DC capaz de transmitir con tal maestría esos valores, hasta que me topé con la primera parte de Los vengadores.

Quizá fuera el júbilo coral que provoca el hecho de ver a varios de tus personajes favoritos juntos en una misma aventura, pero al mismo tiempo el anterior trabajo de Whedon tenía sustancia, carisma, y milagrosamente cohesionó las características dispares de todos sus elementos y su reparto con armonía, y sin decepcionar ni en el terreno emotivo ni en el, digamos, explosivo. Era una película de superhéroes pura en cuerpos y esencia.¡Y menudos cuerpos! Perfeccionados y modelados en sus aristas como mandan los cánones proteínicos actuales. De ese modo es evidente que el primer Vengadores ofrecía disfrute a varios niveles. Y en esta segunda parte Whedon parece haberse dejado llevar por esa mecánica propia de las secuelas, que permite la relajación intelectual una vez que el camino de los cromas y los tiros y los músculos y las acrobacias ya han sido marcados.

Era de esperar. Sin embargo es una película que descansa en los hombros de un villano interesante, mucho más que otros a los que hayan tenido que enfrentarse nuestros héroes antes. Un ente virtual que adquiere raciocinio propio y que amparándose en la teoría del caos desea destruir a sus creadores. Pero se ve obligado a materializarse en un cuerpo metálico que, una vez detectadas sus deficiencias, busca fusionar con materia viva para alcanzar la perfección. La trama del film ronda todo el tiempo esta filosofía del equilibrio y el desorden, no sólo a un nivel universal sino también individual. Tony Stark no está seguro de que la Tierra esté a salvo sin el apoyo de una logística artificial. Bruce Banner apoya esa teoría, cuando él no es capaz de controlarse a sí mismo. Ojo de Halcón piensa si debería alejarse el mundanal ruido. La Viuda, único elemento femenino y por tanto racional del asunto, de repente está enamorada. Thor y el Capitán América pasaban por allí para distraernos y remover apetitos golosos.

Desde estos puntos de vista, La era de Ultrón resulta ser un entretenimiento pasable, con momentos puntuales de auténtica diversión, y mucho más repleta de chascarrillos y gracietas de superhombres que harán las delicias de aquellos que sólo vean cine para pasar un buen rato. No es quizá lo suficientemente fresca para conservar una buena posición en las taquillas del verano, pero desde luego maneja muy bien un ritmo ya acostumbrado en el blockbuster de la era digital.
ESPILBERDO
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6
15 de febrero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es en la infancia donde se generan y afianzan en el subconsciente todos los complejos que marcarán nuestra forma de ser y, al mismo tiempo y paradójicamente, impedirán que nuestra personalidad se desarrolle libremente. Quien más y quien menos, todos los tenemos: estoy gordo, estoy flaco, estoy calvo, soy peludo, desgarbado, demasiado culo, pocas tetas, me salen granos, soy tartamudo. Si ya de por sí todo esto nos molesta para discurrir en nuestra vida diaria, imagínate si encima tienes que gobernar medio mundo y te declara la guerra un tio que sabe hablar mucho mejor que tú, aunque tenga un bigote y un flequillo ridículos y sea tan pequeño e incendario como un mechero.

"El discurso del rey" es una película que comienza en el periodo de entreguerras y que culmina con el principio de la segunda guerra mundial, pero no es un film bélico. Tiene como protagonista al rey Jorge VI, pero no es una película histórica. Habla sobre su tartamudez y las dificultades que le provoca, pero no es una comedia, ni un drama siquiera. Es un ejercicio intimista, una historia de amistad y de superación, un ejemplo de cómo enfrentarse a nuestros miedos. Un duque y un futuro rey que tiene que bajarse los humos y solicitar la ayuda de un plebeyo australiano descendiente de campesinos, el único que le enseñará a aceptar sus defectos para lograr pisotearlos. Y con este argumento tan interesante y un reparto excepcional Tom Hooper ha rodado una película correcta que en muchas ocasiones roza la mediocridad.

Es un error garrafal que con unas interpretaciones tan entregadas como las de Firth y Rush el director no conecte con el interés del espectador, haciendo a ratos hasta tediosa una historia que podría haber resultado explosiva. Sí, todo está muy bien situado, la cámara sabe colocarse donde debe, da la impresión de que se ha preparado con minuciosidad y excesiva flema británica. Pero Hooper olvida que, como su rey B-b-b-b-erti, nadie es perfecto. Un poco de suciedad y desenfreno no habrían venido mal a una película lineal y aburrida, con un par de momentos memorables (la primera vez que Firth se planta ante un micrófono en un estadio lleno de gente, o ese último duelo dialéctico y emocional en la abadía de Westminster) pero poco más. A pesar de todo, no se hace demasiado larga y es interesante.
ESPILBERDO
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7
20 de octubre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos todos unos inconscientes. Regalamos de forma obscena y explícita nuestra vida para que todos la vean y la lean desde hace años en una cosa llamada "facebook" y encima nos encanta. Es lo que se lleva. Y yo soy el primero que no quiere despegarse la demandada etiqueta de "conectado". Así que da igual. Apago mis prejuicios y temores y confío en no arrepentirme en el futuro. Al fin y al cabo, también dijeron en su día que la televisión la había inventado el diablo.

Este diablo moderno llamado Zuckerberg, bien retratado por Eisenberg en el film, además de ser un tio inteligente, era un tio listo y bastante crápula. A base de robar una idea a unos colegas, y añadirle el factor mercado, este chaval ascendió a la cumbre de la Humanidad donde por mí puede quedarse bien quietecito, porque vaya tela. Me ha gustado la peli de Fincher sobre todo por su agresiva veracidad y sensatez: no añade tapujos en retratar la vileza del protagonista en su carrera hacia el éxito, e incluso las leves tentativas de otorgarle una chispa de nobleza acentúan su desprecio hacia los demás. Es el típico empollón con cara de tonto que precisamente por saber que no lo es te sientes inclinado a reventarle un carrillo. No pasa lo mismo con el personaje de Timberlake (está estupendo, por cierto), quien de primeras resulta ser un notable y adorable cabronazo que sabes que te la va a clavar en breve.

Era previsible que la película desarrollase esa compleja paradoja del mundo actual sobre la soledad del multiconectado pero lo hace de una forma frenética y desde diferentes flancos, usando un magnético flashforward procesal y alguna que otra sorpresa de estilo Fincheriano (maravillosa la secuencia de la regata). Todo hace que te tragues el embrollo argumental como una suave cucharada de miel, aunque he de decir que cuanto más conozcas facebook y la jerga informática de hoy más la disfrutarás. Es una peli imprescindible, pero le falta ser un poco más accesible a todos, como el propio sistema de Zuckerberg. Un último apunte: subrayo y elevo en mayúsculas la actuación de Andrew Garfield y solicito ya para él (junto con el de mejor guión adaptado que está ya más que previsto) el óscar a mejor secundario.
ESPILBERDO
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