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España España · Sevilla
Críticas de Claudio
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de junio de 2022
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Una inevitable constante de la comedia es su lucha con la censura y su toma de conciencia sobre su propia libertad de expresión. En esta película de 1973 se imagina un juicio en el Senado para un, entonces, futuro año 1985 en el que se determina cuán negativos son los contenidos de una cadena, Tunnelvision, totalmente libre de censura, en la población.

Usando tomas de la cadena –noticieros, anuncios publicitarios, cortes de series y programas– que se plantean como pruebas para el dictamen, se da en la película, meramente, una sucesión de píldoras cómicas de un humor tremendamente osado. Algunas funcionan menos –no necesariamente por el paso del tiempo–, otras quedan algo añejas, descontextualizadas, pero el riesgo general, el planeo de la ofensa en muchos casos, da algunas bromas brillantes.

A la vez es, o parece ser, una pertinente sátira de la televisión, más hegemónica en su momento que ahora, pero igualmente conductora de unos intereses y unos interesados. Parodia incesante, pues, de unos métodos televisivos, algunos desaparecidos, otros de la misma vigencia, que con el absurdo y el extremo, con lo sexual y lo cínico, muestra lo oculto del comportamiento.

El ritmo, con sketches, todos, más o menos breves, y la falta de una narrativa más tradicional se salvan en la película por los pelos gracias a su corta duración final. Habla y se expresa por los sketches, quiera o no decir algo, pero como todo buen relato enmarcado podría haber aprovechado más la parte judicial, no solo como respiro entre bromas, sino como espacio para polemizar.

Un entretenimiento que a la par es, y no es tanto, una declaración menor del sentido más literal del humor.
Claudio
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El niño inconfundible
Documental
Israel2008
--
Documental, Intervenciones de: Tenzin Zopa
7
20 de agosto de 2021
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En la creencia budista, la búsqueda, tras la muerte de un maestro lama, de su reencarnación, supone una enorme responsabilidad, tanto por las implicaciones espirituales del acierto como terrenas de la propia decisión. Esta película es uno de los mejores registros documentales sobre todo este proceso.

El director Nati Baratz comentó que la simiente del proyecto surgió en una prédica en la que intervino un monje mahayanista llamado Tenzin Zopa. Como se dice en la sinopsis, Tenzin Zopa es el encargado en la película de la tarea de buscar a su maestro fallecido, el muy admirado Geshe Lama Konchog. El monje, que pidió a los asistentes que rezaran por su suerte en su cometido, causó un impacto en el director, que realizaba por entonces viajes por el Tíbet en busca de cierta iluminación interior, vio en Tenzin Zopa una historia profunda y le pidió permiso para grabar con él. A pesar de que el monje no estaba del todo convencido en un principio, acabó aceptando, pensando el bien que podría hacer honrando a su maestro y a las enseñanzas budistas.


El periplo comienza a narrarse en el 2001, con el fallecimiento del maestro de Tenzin Zopa. El peso recae en el monje por su estrecha relación con Geshe Lama Konchog, bajo quien estuvo tutelado desde muy pequeño. El documental refleja las dudas en la realización del trabajo por parte de Tenzin Zopa, quien es consciente de la extrema incertidumbre temporal –unos meses, unos años, toda una vida…– y, sobre todo, metafísica: cómo un mero aprendiz –se pregunta– puede percibir lo divino, qué pasaría –de nuevo– si no fuera capaz de reconocer la nueva forma de mi propio maestro.

Asumiendo finalmente su responsabilidad, debe ayudarse, para orientarse, de las señales que se interpreten de la incineración de Geshe Lama Konchog y de lecturas astrológicas. Todo, según su entendimiento de los signos, le hace concentrar sus esfuerzos en el valle del Tsum, en Nepal. Allí, tras un largo preguntar y observar, acaba dando con un chiquillo de apenas un año que reacciona particularmente ante unos objetos que pertenecieron al maestro. En la línea entre el capricho infantil y el destino, viendo la coincidencia de las predicciones, decide prestarle más atención a ese niño que pudiera ser la reencarnación de su maestro.

Con la aquiescencia de su familia, vuelve recurrentemente durante los años para realizar distintas pruebas con las que comprobar que es la consciencia de su maestro la que habita ese cuerpo. Finalmente, tras ser sometido a unas últimas pruebas por otros reverenciados lamas y obtiene su aceptación, tratando de confirmar que la reencarnación va más allá del precepto, el mismo Dalai Lama es el que lo recibe y aprueba la reencarnación de Geshe Lama Konchog en la criatura.

En el proceso, que transcurre durante cuatro años, el pequeño entabla una tierna relación con el sincero y devoto Tenzin Zopa. Sin embargo, aunque este y los demás lo traten con respeto y afecto, no deja de aparentar ser un niño a merced de adultos, y varios son los momentos en el documental en que las lágrimas del niño son de incomprensión.


En el plano puramente cinematográfico el documental es bastante correcto. A pesar de un estilo algo televisivo en cuestiones menores, cuenta con unos inmejorables parajes y el director, Nati Baratz, consigue que la narración, contemplativa, llevada por los protagonistas, sin narración en off, no alcance nunca el tedio.

Todo parte de la manera en que comenzó su acercamiento a la historia, más de genuino interés espiritual que de una escéptica curiosidad ante el exotismo. Por consiguiente, trata con respeto la fe de todos aquellos que intervienen, sin intromisión, pero eso hace, desde luego, que termine por adolecer de cierto cuestionamiento crítico. Quizás no sea tampoco algo tan negativo dejar las dudas al propio espectador a partir de los hechos mostrados, pero se echa en falta.

Por último, en la línea de lo anterior, no es hasta el final donde se traza un poco más el sentimiento de la familia, pues el precio de aceptar la decisión de los lamas no es sólo la infancia de su hijo, sino años y años de vida conjunta. Por lo que parece durante el documental, la fe de ellos en lo que «ce es mucho más firme que la posible en el público al que va dirigida la película, aun así, se plasman varios momentos donde el dolor de dejar ir al hijo es tan inconfundible, o más, que la decisión de los monjes acerca de la reencarnación de Geshe Lama Konchog. Muchos ganan en espíritu, pero dos padres pierden a un hijo, y como dice el padre en un devastador testimonio «si va a trabajar por el beneficio de los seres sintientes acepto, si no, ¿quién aceptaría desprenderse de su hijo?».

Buena película.
Claudio
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Paseo solar (C)
CortometrajeAnimación
Dinamarca2018
5.6
81
Animación
5
17 de agosto de 2020
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‘Solar walk’ es, estéticamente, sobre todo una exploración del color, la forma y la textura. Jugando con la geometría y los fluídos compone un universo con pequeños brotes de surrealismo cósmico con cierto encanto. Sin embargo, luciendo tan bien como luce la animación, lo cierto es que a momentos el movimiento no es tan fino como debiera.

Técnica aparte, llegando a la literatura del corto, es, con pesar, aburrido. La narración es harto vaga para emocionar lo más mínimo, o sorprender al menos. La música no es nada del otro mundo y la mezcla de todo no alcanza en ningún instante a ser sugerente. A mi parecer, un trabajo menor.
Claudio
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